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Los desvaríos megalómanos de Javier Milei se topan con la cruda realidad de una crisis económica galopante

Manifestantes que participan en un piquete convocado por la Unión Trabajadores de la Economía Social discuten con policías este martes en Buenos Aires.

Romaric Godin (Mediapart)

Hay señales que no engañan. Para presentar su próximo libro, titulado Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica (edit. Planeta), el presidente argentino, Javier Milei, ha organizado un encuentro con sus fans el 22 de mayo en el Luna Park, una conocida sala de conciertos de Buenos Aires.  

Y, en efecto, el jefe del Estado parece pasar su tiempo en un mundo digno de un parque de atracciones. Es como si, cuando Javier Milei habla, las dificultades cotidianas de los argentinos dieran paso a un espectáculo maravilloso en el que se fortalece la economía y se protege a los más vulnerables. 

El pasado 5 de mayo, en Miami, el presidente argentino se presentó en el Milken Institute como el salvador de un Occidente amenazado por el socialismo ante una audiencia de grandes inversores internacionales. Y proclamó que, bajo su liderazgo, Argentina tenía todo lo necesario para convertirse en "la Roma del siglo XXI" y la "nueva Meca de Occidente".  

Los desvaríos megalómanos de quien gusta definirse como "el primer presidente libertario de la historia del mundo" le han llevado a restar importancia a ciertos aspectos de su política actual y a exagerar otros. En una reciente entrevista con la BBC, Javier Milei afirmaba que sus políticas "no afectan a los más débiles", sino a "la casta política", y aseguraba que la situación económica estaba "mejorando". 

Al presidente argentino le gusta presumir de ciertas cifras cuidadosamente elegidas. Y sus partidarios en todo el mundo están captando esa línea bien afinada. 

La inflación baja, pero el nivel de vida está por los suelos

La primera de esas cifras es la inflación. En abril de 2024, el índice de precios al consumo cayó por debajo del 10% mensual. Entre marzo y abril, los precios subieron un 8,8%, frente al 11% del mes anterior. La primera vez desde octubre de 2023. En diciembre de 2023, la inflación mensual era del 25,5%, por lo que la desaceleración es evidente. 

El problema es que esta cifra de diciembre es una de las más altas de los últimos treinta años en Argentina, y es el resultado directo de la primera decisión de Javier Milei tras llegar al poder: devaluar el peso argentino un 50% frente al dólar americano para restablecer la "verdad de los precios". 

El balance del presidente en materia de inflación no es nada halagüeño. La cifra anual de abril fue del 289,4%, casi el doble que al final del mandato de la administración saliente, la más alta desde los episodios de hiperinflación. Sólo en el primer trimestre, la inflación superó el 50%. 

En cuanto a la cifra mensual, se acerca a la tasa promedio registrada en 2023, en momentos en que Javier Milei denunciaba el peso insoportable de la inflación. Por supuesto, es posible que esta cifra siga bajando, aunque algunos analistas creen que la tasa de inflación podría acabar estabilizándose en un nivel alto, dadas las tensiones en el mercado de divisas y las subidas previstas en las tarifas reguladas. De hecho, para no dañar su relato, el gobierno de Milei ha pospuesto la subida del precio de la electricidad prevista para mayo. 

Pero suponiendo que la inflación se estabilice en un nivel inferior al de la administración anterior, hay dos matices que deben quedar claros de inmediato. 

En primer lugar, una tasa de inflación no es lo mismo que un nivel de precios. La primera puede bajar, pero el efecto de la inflación pasada sigue afectando a los ingresos de los hogares en la medida en que los salarios no han seguido el ritmo de subida de los precios. Desde este punto de vista, la situación es muy preocupante. Las últimas cifras del Indec, el instituto de estadística argentino, muestran que los salarios reales globales han caído un 87,1% en el espacio de un año, y un 4,6% sólo en el primer trimestre. 

Javier Milei declaró en la BBC que los salarios reales han empezado a recuperarse. Eso no se refleja en las cifras de marzo, donde la subida nominal mensual del 11% es igual a la subida de la inflación. En cualquier caso, hará falta algo más que un ligero repunte para compensar las pérdidas acumuladas en el nivel de vida, en particular la de diciembre de 2023, cuando los salarios reales cayeron un 17%. 

También hay que señalar que los empleados del sector informal, que representan el 20% de los trabajadores argentinos, han visto caer sus salarios reales de forma aún más acusada que los demás, con una caída real anual del 158,7%. Los pensionistas también se están viendo muy afectados. Un estudio reciente muestra que su poder adquisitivo cayó en los cuatro primeros meses del año un 24% para los que perciben pensiones mínimas y un 37% para los demás. Así que estamos muy lejos del Luna Park de Javier Milei. 

Una recesión violenta

El segundo matiz está ligado al primero. La tasa de inflación cae porque la demanda se desploma. Y esto se ve muy claramente en varias estadísticas, empezando por la caída de las ventas al por menor. En abril de 2024, últimos datos disponibles, las ventas minoristas sí subieron un 1,6%, en un contexto de ventas masivas, pero en los cuatro primeros meses del año, la caída acumulada es del 18,4%, y en un año, la caída alcanza el 7,6%. Estas ventas ya caían antes de que Javier Milei llegara al poder, pero a un ritmo anual de entre el 2% y el 3%. 

Es por tanto la recesión la que está haciendo bajar la inflación, en línea con la estrategia seguida por el presidente libertario. Y esta recesión está siendo alimentada por su segunda gran hazaña, de la que siempre presume: la vuelta al primer superávit presupuestario primario (excluyendo el servicio de la deuda) desde 2002. 

Este superávit de unos 3.900 millones de pesos (unos 4,1 millones de euros) superó las exigencias del FMI en unos 2.900 millones de pesos. Pero los métodos utilizados para lograrlo han sido extremadamente violentos, en particular la desindexación de las pensiones, la supresión de 13.000 empleos en el sector público y la repentina paralización de todas las obras públicas financiadas por el Estado

Para Javier Milei, se trata de una acción contra lo que él llama la "casta", porque esta decisión se basa principalmente en la congelación de las transferencias del Estado central a las provincias, y ha provocado la protesta de los gobernadores. Sin embargo, la decisión está teniendo un impacto tangible en las empresas. Según el Indec, en marzo de 2024, la actividad de la construcción cayó un 42,2% interanual y un 14,2% ese mes. Este desplome comienza a tener un impacto tangible en el empleo, que cayó 13,5% interanual en el sector. 

La doble presión sobre el gasto público y la demanda de los hogares tiene repercusiones más amplias en la economía. Argentina ya estaba en recesión cuando Javier Milei llegó al poder, pero en estos primeros seis meses parece haberse profundizado el fenómeno. 

La producción manufacturera está también en caída libre. En marzo de 2024, la caída fue del 14,8% interanual, del 6,3% intermensual y del 21,2% intertrimestral. La caída anual fue del 37% para la producción de aparatos electrónicos y eléctricos, del 33% para la de muebles y del 27% para la de maquinarias. Estas cifras son indiscutibles: las políticas de Javier Milei han provocado una grave crisis industrial en un país que ya estaba infradotado en ese ámbito. 

El empleo también está bajo mínimos. El número de nuevos puestos de trabajo creados en marzo de 2024 cayó un 0,5% intermensual, situando la cifra en un nivel tan bajo como durante la crisis de la deuda de 2002. Sólo los meses de marzo de 2001 y 2020, en plena pandemia, presentan cifras inferiores. 

Así que no hay motivos para celebrar como lo están haciendo Javier Milei y sus partidarios. Sobre todo porque, a pesar de la devaluación del peso en diciembre, las cifras de ventas de productos agrícolas, principales fuentes de divisas del país, son muy decepcionantes. Las ventas de soja y maíz a principios de año fueron las más bajas de los últimos diez años, debido en gran parte a las incertidumbres económicas de la política actual. 

Presión sobre el peso

En realidad, los dislates de Javier Milei apenas ocultan un malestar real. Con la inflación en alza y la mala salud de las exportaciones agrícolas, el peso está bajo presión. Tras la devaluación de diciembre, el gobierno decidió reducir el valor del peso en un 2% anual. Pero esta suave devaluación puede no ser suficiente, ya que la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el informal sigue siendo elevada, cercana al 17%. 

Se oyen algunas voces a favor de una nueva devaluación, que en su opinión permitiría liberalizar totalmente el tipo de cambio. Pero dado el desastroso efecto de la primera devaluación masiva en diciembre sobre la inflación y la actividad económica, la Casa Rosada se niega abiertamente a considerarlo. El presidente incluso recurrió a la red social X para afirmar que el peso no estaba sobrevalorado. 

Pero mientras Javier Milei se felicita constantemente por el aumento de reservas de divisas del Banco Central (BCRA), el monto de estas reservas sigue siendo negativo en términos netos, es decir, después de deducir sus pasivos en moneda extranjera. 

Además, el BCRA ha tenido que emitir títulos de deuda en dólares pero pagaderos en pesos y con un interés del 5%, conocidos como Bopreal (por "Bonos para la Reconstrucción de la Argentina Libre"). Estos bonos pretenden ofrecer a los importadores un medio para encontrar dólares. 

Ahora bien, según un estudio reciente, la diferencia entre los importes en dólares de las importaciones argentinas y los cambios en el mercado monetario arroja una diferencia de 11.000 millones de dólares, es decir, el importe de las compras de divisas del BCRA en el mercado. En otras palabras, aunque los Bopreal tienen un vencimiento de cinco años, representan un riesgo constante para las reservas del BCRA, ya que deben reembolsarse en dólares. 

Las reservas siguen siendo inexistentes en la práctica, y el valor del peso continúa sobrevalorado, por lo que Buenos Aires busca dólares frescos. El ministro de Economía, Luis Caputo, esperaba que el FMI aceptara prorrogar su ayuda, pero en su comunicado del 13 de mayo, el Fondo, aunque aplaude las políticas de Javier Milei, se atiene al acuerdo de 2022 y sólo desembolsará los 800 millones de dólares previstos. Una gota en el océano. 

El Fondo quiere garantías sobre la liberalización del tipo de cambio, pero el gobierno de Milei no puede dar el paso dada la situación económica y financiera del país. Sin dólares frescos, la situación sólo puede volverse más difícil de gestionar. 

Los límites de la motosierra

Pero el margen de maniobra de las políticas de "motosierra" sobre las finanzas públicas es limitado. Aunque la ley que permitirá nuevos recortes aún se está debatiendo en el Parlamento argentino, es probable que su aplicación lleve a Argentina a una espiral recesiva. El problema ya no sería la inflación, sino el desempleo y las quiebras. En un país ya muy castigado por la pobreza, la situación se volvería crítica. 

Para salir del atolladero, Javier Milei se ha embarcado en una especie de huida hacia delante. La única forma de evitar el colapso es atraer capital extranjero. Para ello, tiene previsto introducir un sistema de ventajas para los grandes inversores, conocido como Rigi (por "Régimen de Incentivos para Grandes Inversores"), que les permitirá beneficiarse de exenciones fiscales y de una mayor libertad en materia de tipos de cambio e importaciones. 

Numerosos sectores de la economía argentina, como los fabricantes de automóviles, la industria mecánica y las PYME de la capital, ya han criticado ese régimen, que favorecerá a las grandes empresas sin obligarlas a recurrir a proveedores locales. 

Al mismo tiempo, mientras el presidente argentino se autoproclamaba en Miami líder de Occidente en guerra "contra el socialismo", se negaba en su entrevista con la BBC a repetir sus críticas a China, país que había calificado de "asesino" durante la campaña. Además, Buenos Aires ha enviado recientemente a su ministro de asuntos exteriores a Pekín para reforzar los "sólidos lazos" entre ambos países. 

Es cierto que China es el mayor socio comercial de Argentina. La "meca de Occidente" no desprecia, si se tercia, los fondos del Partido Comunista Chino.  

Javier Milei sigue desplegando su relato, repetido en Miami: para él, no hay "fallo del mercado", así que lo único que hay que hacer para recuperar la prosperidad es dejar que florezca la libre empresa. La batalla cultural librada por el presidente argentino y los fracasos del peronismo de Kichner le han permitido mantener por el momento un alto nivel de popularidad. 

El pasado 9 de mayo, una segunda huelga general paralizó en gran medida el país, pero fue ignorada y despreciada por los gobernantes. Pero la cortina de humo del Luna Park puede no resistir el paso del tiempo. 

¿Un milagro inmobiliario?

Muchos libertarios observan la experiencia argentina e intentan tomarla como modelo. Los partidarios de Javier Milei actúan como él: sacan algo de un contexto deteriorado y lo convierten en un ejemplo a seguir. Es el caso de la liberalización de los precios de los alquileres decidida en diciembre, ensalzada por el controvertido economista Nicolas Bouzou en Le Figaro y luego en un artículo del diario conservador suizo Le Temps

Los alquileres estaban muy regulados en Argentina antes de la llegada de Javier Milei, sobre todo los aumentos anuales. Con la inflación disparada, los propietarios decidieron reducir su oferta, y el gobierno peronista se negó a alejarse de la lógica de mercado para la vivienda. En consecuencia, la oferta oficial se desplomó. Tras la liberalización de diciembre, los propietarios pueden ahora exigir un aumento de precios cada dos o tres meses, y son libres de fijar los precios e incluso las divisas, pudiendo exigir el pago de los alquileres en dólares. Como consecuencia, la oferta de viviendas de alquiler aumentó un 316% entre diciembre y abril. 

Pero eso no significa que Argentina se haya convertido en un paraíso para los inquilinos. En primer lugar, esas cifras reflejan un retorno del mercado paralelo al mercado oficial. En segundo lugar, la demanda está cayendo a un ritmo mucho más lento, sólo un 25%. Como los salarios no siguen el ritmo de la inflación y la pobreza se ha disparado, los precios reales de los alquileres son demasiado elevados. Además, el argentino medio no puede realmente pagar un alquiler en dólares cuando su salario en pesos ha perdido un 118% de su valor en esa moneda.

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Traducción de Miguel López

 

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