Bogdan, un leñador de 28 años, su hermano y otros tres jóvenes del pueblo de Termakhivka, a 100 kilómetros al norte de Kiev, pasaron 13 días y 13 noches en un zulo, maniatados y con los ojos vendados. “Los soldados vinieron a por nosotros el 17 de marzo, nos acusaron de informar de sus posiciones a los ucranianos”, contaba a Mediapart (socio editorial de infoLibre).
Desde que el Ejército ruso se retiró para concentrarse en la conquista del Dombás, se multiplican los testimonios procedentes de los territorios liberados que cuentan más o menos lo mismo: tropas invasoras que, nada más llegar a una localidad, les quitaban los teléfonos móviles de los habitantes y, a menudo, los rompían. El objeto de consumo y comunicación más extendido del mundo se ha convertido en la obsesión de los militares rusos, puesto que es la causa de sus derrotas.
La invasión rusa de Ucrania proporcionará muchas lecciones a los estrategas e investigadores militares, sobre todo en lo que se refiere a cómo operan los militares en un entorno de medios sociales. A Rusia se le atribuye desde hace tiempo su dominio en este ámbito, llegando a teorizar sobre la “guerra híbrida”. Julien Nocetti, investigador del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri), le dedicó en 2015 un informe titulado “Guerra de información: la web rusa en el conflicto de Ucrania”. Sólo la acción en las redes sociales se contemplaba como amplificador de un discurso político que acompañaba a una acción militar. No se imaginaba hasta qué punto el teléfono móvil podría influir en el propio campo de operaciones, proporcionando enorme inteligencia operativa.
Al frente de estos captadores de información se encuentra, por supuesto, el soldado desplegado en la zona de operaciones. Ojos y oídos en el campo de batalla de su estado mayor, el fenómeno se ha acentuado con el teléfono móvil, que permite registrar una documentación precisa y valiosa. Dos investigadores estadounidenses señalan en un artículo de The Small Wars Journal que las redes celulares e internet han permitido a los soldados ucranianos proporcionar informes de forma inmediata a sus superiores “permaneciendo dispersos pero siempre accesibles”. En su blog El camino de la espada, el coronel retirado e historiador militar Michel Goya observa que entre “los combatientes ordinarios con teléfonos inteligentes y las unidades de inteligencia territorial con pequeños drones de bajo coste” el Ejército ucraniano se beneficia de “una cantidad considerable de información táctica”.
Pero los rusos podrían echar mano de la misma ventaja (si la utilizaran correctamente, lo que no es sencillo), la gran diferencia es que no se benefician de la otra corriente de información recogida por los servicios de inteligencia ucranianos: la población ucraniana.
Ciudadanos en apoyo de los servicios de inteligencia
Dado que las redes de telecomunicaciones ucranianas sólo resultaron parcialmente dañadas por la guerra (casi el 90% de las redes siguen operativas), los ciudadanos de a pie tienen mucho tiempo para utilizar sus teléfonos para usar diferentes aplicaciones, la más importante de las cuales es el servicio de mensajería ruso Telegram.
El Gobierno ucraniano ha reutilizado su canal oficial “Covid-19 Telegram”, que durante los dos últimos años se había utilizado para compartir información sobre la pandemia, para ofrecer actualizaciones de 24 horas sobre la guerra. Rebautizada como “UkraineNow”, cuenta con más de tres millones de suscriptores y avisa de los ataques aéreos rusos y de la ubicación de los refugios antibombas. A cambio, los ucranianos informan de los movimientos de tropas y vehículos blindados rusos, que son transmitidos por bots en Telegram a las autoridades regionales o nacionales.
“Con las redes sociales, la recopilación de información es ahora relativamente fácil. Los movimientos de las tropas son mucho más visibles. En el contexto de una invasión, el atacante no puede impedir que los habitantes le graben”, señala Damien Van Puyvelde, director del Centro Escocés de Estudios de Guerra y Arqueología de Conflictos de la Universidad de Glasgow.
Según ha contado a Mediapart, Yuri, propietario de una empresa de pinturas industriales, ha creado una red de informadores, gracias a los clientes de su empresa que han permanecido tras las líneas enemigas, recibiendo en tiempo real en Telegram las posiciones de las tropas enemigas y sus movimientos.
En su pueblo, al oeste de Irpin y Bucha, Oksana también ayudó a recoger información. “Estaba enfadado por no poder ayudar a mi país, así que empecé a anotar las posiciones del GPS de las tropas rusas estacionadas cerca de las casas y a referenciar los movimientos de los tanques”, explicaba a Mediapart en el mismo artículo citado más arriba. “No sé por qué, ni siquiera pensé que pudiera ser peligroso”.
En una entrevista publicada el martes en Le Monde, Mykhailo Fedorov, ministro ucraniano de Transformación Digital, elogió la aplicación Diia, que reúne todos los documentos de identidad de su usuario. Con 17 millones de usuarios, “ahora se utiliza para identificarse en un servicio en línea que permite la geolocalización de las tropas rusas”, explicó.
El 8 de marzo, los servicios de inteligencia ucranianos reconocieron que la información proporcionada a través de Telegram les había permitido atacar con éxito vehículos rusos en los alrededores de Kiev. “Vuestros mensajes sobre los movimientos del enemigo a través del chatbot oficial traen nuevos trofeos cada día”, publicaban en un tuit. En su artículo de The Small Wars Journal, los investigadores estadounidenses señalan que las columnas acorazadas y la logística rusas se han visto obstaculizadas por las fuerzas especiales ucranianas, pero también por unidades irregulares que gozan de “cibermovilidad” gracias a la información “que les proporcionan los teléfonos inteligentes y las redes sociales”.
Los estados mayores equipados con estas bases de datos hasta ahora inimaginables, analizadas en tiempo récord, dirigen a los soldados ucranianos, armados con sus lanzadores de misiles Javelin o Stringers, hacia los tanques rusos que tienen tiempo de sobra para destruir. La superioridad numérica de los rusos, que ya no podían confiar en el efecto sorpresa, fue contrarrestada. “Rusia se ha visto obstaculizada tanto por la falta de observadores aliados sobre el terreno como por sus propias limitaciones sobre lo que se puede compartir”, analiza The Washington Post. “Los teléfonos móviles y los medios de comunicación social han cambiado la guerra, reduciendo el poder de los ataques más audaces”, afirman los dos investigadores estadounidenses en The Small Wars Journal.
Por supuesto, todo esto hay que matizarlo. El teléfono móvil no es el único responsable de las derrotas rusas. Más allá de la feroz resistencia de los ucranianos, hay que destacar, sólo en términos de inteligencia, la cooperación con Estados Unidos, uno de los principales proveedores de información del Ejército ucraniano. En una audiencia ante el Congreso de EEUU a mediados de marzo, los expertos del Pentágono describieron el intercambio de información como “revolucionario en términos de lo que podemos hacer”; el general Paul M. Nakasone se jactó de que en sus 35 años de carrera nunca había visto un mejor intercambio de inteligencia precisa, oportuna y aprovechable.
Y también hay que destacar la eficacia de los propios servicios de inteligencia ucranianos que, enfrentados a los conflictos con su vecino ruso desde hace ocho años, han sabido adaptarse. El Instituto Ucraniano de Estudios Estratégicos publicó en 2017 un informe que recoge estas reflexiones. El informe afirma que para contrarrestar la guerra híbrida que propugnan los rusos, es necesario mejorar el intercambio y la circulación de información y reflexionar sobre la recogida de datos “tanto formales como informales”. Está claro que el pensamiento se ha llevado a su conclusión lógica.
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Traducción: Mariola Moreno
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