Acaban de tomarle muestras de la nariz y la garganta. Se cierran las dobles puertas automáticas que dejan a Claire (nombre ficticio) sola con su fiebre en la habitación de la unidad de casos de alto riesgo del hospital Christian United, en Hong Kong. Suena el teléfono. "Una enfermera me ha hecho preguntas sobre lo que he estado haciendo", nos cuenta Claire. "Regresaba de Francia y la he informado del número de vuelo y el asiento, la hora exacta en que tomé un taxi y su número de matrícula". Estos detalles son cruciales si el resultado del test, disponible en menos de cuatro horas, da positivo. Gracias en parte a esta estrategia de detección rápida y precoz de "casos sospechosos" aplicada en 4.500 pruebas diarias, han conseguido contener el número de contagios locales en Hong Kong, Singapur, Taiwan y Corea del Sur.
Ante la alerta de un caso, los equipos de marcadores del departamento de Sanidad de Hong Kong salen en búsqueda de los contactos para aislarles lo más rápidamente posible. Esos contactos son clasificados por categorías, según el grado de cercanía con el portador del virus y la duración de la interacción. "A los miembros de la familia los encontramos en un día, pero localizar a los que estuvieron de fiesta puede llevarnos más tiempo", explicaba este martes ante la prensa el doctor Wong Ka-hing, del Centro de Protección de la Salud. En un mismo caso pueden ser interrogadas varios centenares de personas. "Por prudencia, hospitalizamos a los contactos que presenten o hayan presentado síntomas. Los demás van directamente a cuarentena y multiplicamos los tests para encontrar casos lo antes posible", añade el sanitario.
En ese caso, mantenemos vigiladas a las personas. Algunas deben permanecer geolocalizadas permanentemente por WhatsApp. "Tengo que vigilar mi temperatura y escanear varias veces al día un código QR del brazalete electrónico", nos cuenta Keceelyn, confinada en el hotel desde que llegó de Francia. "Cuando llegué tuve que recorrer la habitación y el baño para que la aplicación delimite el espacio de confinamiento", nos explica. Ni siquiera podrá salir al rellano, donde están el frigorífico y el microondas, porque su brazalete se pone a vibrar.
En algunos casos, "no podemos identificar la cadena de contagio local, y eso es lo que nos preocupa, así que rastreamos las pistas entre los contactos cercanos durante el periodo de incubación hasta llegar a la fuente del contagio". Todo eso se hace público, explica en una rueda de prensa el doctor Chuang Shuk-Kwan, también del Centro de Protección de la Salud. Las pesquisas se hacen por teléfono y en algunas ocasiones las personas se presentan ellas solas.
Puede que sean necesarias tomas de muestras sobre el terreno. Así se hizo en el hospital Pok Oi, donde se declaró un caso, donde una habitación fue examinada al detalle para verificar si el portarrollos del papel higiénico o el tensiómetro hubieran podido ser la fuente del contagio. La identificación de clusters -agrupamiento de casos en un mismo lugar-clusters permite a las autoridades ajustar las medidas contra la pandemia. De esta forma, basándose en las investigaciones epidemiológicas, han venido cerrando uno tras otro los cines, las salas de mah-jong (juego de mesa), los karaokes y, luego, los bares.
Singapur sigue las mismas prácticas. Desde el 28 de enero, el ejército está apoyando a los equipos de rastreadores del ministerio de Sanidad. Más de mil militares estudian los mapas establecidos por los hospitales y hacen hasta dos mil llamadas diarias a los contactos de los casos confirmados. La policía puede ser llamada también para examinar minuciosamente los vídeos de vigilancia.
El gobierno explica en su web que ha ampliado los tipos de detección con el fin de identificar los eslabones perdidos del contagio. Al no comprender cómo había sido infectado el caso 66, se tomó la decisión de hacer un test serológico a los casos 83 y 91 que habían estado en la misma reunión que el caso 66, aunque no estaban enfermos cuando los rastreadores se pusieron en contacto con ellos. Un test para buscar las secuencias genéticas del covid-19 habría dado negativo ya que esas dos personas ya no estaban enfermas, pero prefirieron hacerles un test serológico que les permitió detectar la presencia de anticuerpos y por consiguiente la exposición anterior al covid-19.
Estas técnicas han dado sus frutos tanto en la ciudad-estado de Singapur como en la región administrativa especial de Honk Kong, dos pequeños territorios con población limitada y altamente conectados. En el primero se declararon 1.400 casos y en el segundo 938.
Sin embargo, algunos investigadores lamentan la lentitud del procedimiento. "La transmisión del Covid-19 se produce rápidamente y los síntomas tardan en aparecer, lo que lleva a pensar que es muy poco probable que la epidemia se contenga simplemente aislando los casos sintomáticos individualmente", escribe Luca Ferretti, del Big Data Institute de Oxford, en un artículo compartido aparecido en Science. Ahora bien, el rastreo manual es demasiado lento y no puede hacerse a gran escala una vez propagada la epidemia", porque, según estos investigadores, el personal a cargo es limitado, y recomiendan un "control digital" a través de una aplicación. "Su finalidad no es imponer una tecnología como cambio permanente de la sociedad", sino que "vistas las circunstancias de la pandemia, es necesario y está justificado proteger la salud pública", escriben estos científicos.
En Taiwan, una de las decisiones tomadas es la compartición de los datos digitales. La isla ha declarado hasta 376 casos. Sin embargo estaba muy expuesta ya que estaba conectada por vuelos directos con Wuhan y situada a solo unos cientos de kilómetros de China, donde viven y trabajan más de un millón de taiwaneses. La isla está protegida desde mediados de enero contra la "neumonía atípica".
Desde el 24 de enero, tres días después de la detección del primer caso en su territorio, las autoridades obligan a los pasajeros procedentes de China, Hong Kong y Macao a rellenar un formulario con el histórico de sus desplazamientos y la obligación de vigilar su estado de salud. Luego, Taiwan ha compartido esa información con varios ministerios y administraciones. Por ejemplo, los datos de los seguros de enfermedad fueron compartidos en tiempo real con los de los servicios de aduanas e inmigración, lo que generó alertas durante los reconocimientos médicos en función del histórico de viajes y síntomas.
Esta mutualización de datos ha permitido también racionar y distribuir metódicamente las máscarillas entre la población. Además, ha conducido a detecciones retroactivas del covid-19 en un centenar de enfermos afectados por una forma severa de gripe o de neumonía.
Por su parte, Corea del Sur optó por compartir informaciones muy detalladas sobre los movimientos de personas contagiadas, cruciales según las autoridades para el seguimiento y control de la epidemia. En Corea del Sur tienen más de 10.000 contagios. En febrero, a medida que el número de casos aumentaba, las autoridades lanzaron un vasto programa de rastreo accesible al público a través de aplicaciones telefónicas que permiten localizar los lugares más infectados. Dichas aplicaciones envían una alarma a las personas que viven cerca de una persona diagnosticada. Una alarma típica puede incluir la edad y sexo de la persona contagiada, las consultas médicas a las que ha ido y todo con el máximo detalle, y la hora y el nombre de las empresas donde ha estado, en algunos casos gracias a los datos de la tarjeta de crédito. La alarma puede incluso precisar en qué partes de un edificio se encontraba, cuándo fue al baño y si llevaba o no máscara.
Estos procedimientos pueden generar un riesgo de estigmatización y discriminación. El Corea del Sur, por ejemplo, los adeptos a la iglesia Shincheonji de Jesús, en la que las personas que estuvieron allí representaban a mediados de marzo el 63% de los casos, fueron objeto de una "caza de brujas" y tuvieron que enfrentarse a "despidos y acoso laboral, persecuciones familiares y calumnias", según fuentes de la iglesia. La publicación de datos puede además disuadir a la gente de ir a una consulta médica por temor a ser estigmatizada. "Los gobiernos deberían tomar rápidamente medidas para proteger de estos ataques a los individuos o comunidades que puedan ser señaladas como responsables del covid-19", dicen con preocupación en la ONG de defensa de los derechos humanos, Human Rithgs Watch.
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Traducción: Miguel López
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Acaban de tomarle muestras de la nariz y la garganta. Se cierran las dobles puertas automáticas que dejan a Claire (nombre ficticio) sola con su fiebre en la habitación de la unidad de casos de alto riesgo del hospital Christian United, en Hong Kong. Suena el teléfono. "Una enfermera me ha hecho preguntas sobre lo que he estado haciendo", nos cuenta Claire. "Regresaba de Francia y la he informado del número de vuelo y el asiento, la hora exacta en que tomé un taxi y su número de matrícula". Estos detalles son cruciales si el resultado del test, disponible en menos de cuatro horas, da positivo. Gracias en parte a esta estrategia de detección rápida y precoz de "casos sospechosos" aplicada en 4.500 pruebas diarias, han conseguido contener el número de contagios locales en Hong Kong, Singapur, Taiwan y Corea del Sur.