La Europa de los mercaderes prevalece sobre la política en la guerra comercial con EEUU

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con los periodistas en el jardín sur de la Casa Blanca en Washington.

Martine Orange (Mediapart)

Los llamamientos a la solidaridad y las declaraciones contundentes no cambian nada. Ante la guerra comercial desencadenada por Donald Trump y la confrontación cada vez más dura entre Estados Unidos y China, Europa rara vez ha dado tanta impresión de impotencia y debilidad.

Mientras el resto del mundo espera a saber cómo se posicionará la Unión Europea (UE), no se vislumbra ninguna línea directriz: todos los Estados miembros alzan la voz para defender sus intereses. El viaje de Giorgia Meloni a Washington, lejos de reforzar la posición de la UE, ha puesto aún más de manifiesto su vulnerabilidad.

Sin embargo, se habían depositado muchas esperanzas en el viaje de la jefa del gobierno italiano. Giorgia Meloni, muy apreciada por Donald Trump y única invitada política europea a su ceremonia de investidura el 20 de enero, tenía la misión de susurrar al oído del presidente americano e intentar restablecer una relación transatlántica que se encuentra en su punto más bajo.

Pero ha regresado de Washington prácticamente con las manos vacías. Trump se ha limitado a hacerle una vaga promesa: “No tenemos prisa. Habrá un acuerdo comercial [con Europa]. Estoy convencido, pero será un acuerdo justo”, declaró durante su reunión con la responsable italiana el 17 de abril.

Alineamiento

Para Donald Trump, este encuentro ya es un gran éxito: ha clavado una estaca profunda en la construcción europea. En primer lugar, Meloni ha confirmado que es una aliada de peso dentro de la UE, donde hace oír una voz alineada con la del presidente estadounidense.

“Mi objetivo es que Occidente vuelva a ser grande (Make the West great again)”, declaró Meloni en referencia al eslogan de Trump, mostrándose hostil a cualquier política de represalias en respuesta a los aranceles americanos. Incluso se declara favorable a una amplia zona de libre comercio entre Estados Unidos y Europa, sin aranceles ni regulaciones, tal y como defiende su nuevo amigo Elon Musk.

En segundo lugar, y sobre todo, la visita de Meloni ha allanado el camino para las famosas negociaciones bilaterales deseadas por la administración Trump, con el fin de socavar toda solidaridad y política común europea. Georgia Meloni, jefa de gobierno del tercer país exportador europeo a Estados Unidos, ha hecho muchas concesiones durante este viaje para mantener las “relaciones privilegiadas” entre Estados Unidos e Italia.

Tal y como exige Trump, se ha comprometido a aumentar el gasto militar del país hasta el 2 % del PIB. Junto con España, Italia es el país que menos recursos destina a defensa. Meloni también ha prometido aumentar las importaciones de gas natural licuado (GNL) procedente de Estados Unidos, otro de los objetivos de la administración trumpista.

También ha subrayado que los grupos industriales italianos están dispuestos a instalarse en Estados Unidos, de acuerdo con los deseos americanos. Sin dilación alguna, los grupos Leonardo (defensa) y Fincantieri (construcción naval) ya han anunciado su intención de invertir 10.000 millones de dólares en Estados Unidos, por no hablar de MSC (transporte marítimo), que acaba de prestar su apoyo a BlackRock para recuperar el control de los puertos de Panamá.

Para intentar, a pesar de todo, dar un toque europeo a este encuentro, Meloni explicó que ha invitado a Trump a visitar Roma “para reunirse con todos los líderes europeos”. Un viaje que, según ella, podría concretarse rápidamente. Pero, por el momento, el anuncio no ha recibido ninguna confirmación por parte de la Casa Blanca.

Ursula von der Leyen en la lista negra

Como ha señalado acertadamente Meloni, no tiene ningún mandato para negociar en nombre de la Unión Europea: la política comercial es competencia exclusiva de la Comisión Europea.

Antes de este viaje, varios responsables de los Estados miembros, entre ellos Francia, se mostraron preocupados por la visita italiana, que podría romper el frente común que la Unión está tratando de construir desde el 2 de abril y la posición de Trump. Pero las críticas y los temores se acallaron rápidamente: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apoya la iniciativa de Meloni. Incluso tiene muchas esperanzas en ella.

Desde el inicio de su campaña para un segundo mandato al frente de la Comisión, la líder italiana de extrema derecha se ha convertido en una poderosa aliada de von der Leyen. Gracias a su apoyo y al de su grupo Conservadores y Reformistas Europeos (CRE) en el Parlamento Europeo, pudo reunir los votos que le faltaban para su reelección. Mal elegida y sin una mayoría estable, la presidenta de la Comisión necesita el apoyo permanente del CRE para seguir adelante.

Para Donald Trump, Ursula von der Leyen encarna todo lo que él rechaza y pretende destruir

Von der Leyen también se apoya mucho en Meloni para restablecer los canales oficiales y extraoficiales entre la Unión y la Casa Blanca. Desde la reelección de Trump, está en la lista negra. No ha conseguido ni una sola cita con el presidente americano en 100 días y no hay ninguna prevista en las próximas semanas. Según nuestra información, ni siquiera ha recibido una llamada telefónica. Es como si no existiera.

Para Donald Trump, Ursula von der Leyen encarna todo lo que él rechaza y pretende destruir. Al mantener vínculos muy estrechos y continuos con la administración Biden, hasta el punto de alinearse a menudo sin consulta previa con las posiciones americanas, la presidenta de la Comisión Europea es vista como una aliada incondicional de los enemigos demócratas.

Además, von der Leyen encarna todo lo que Trump detesta, esa Unión Europea creada “para joder a Estados Unidos”, según sus propias palabras. Bienvenido sea todo lo que pueda debilitarla o desacreditarla, con tal de derribar a la UE. Un objetivo compartido por la China de Xi Jinping y la Rusia de Vladimir Putin.

Ante este desprecio manifiesto, la presidenta más atlantista de la Unión se encuentra en una situación delicada. Por miedo a sufrir un desaire en público, ha decidido no exponerse directamente. Durante los 90 días de tregua anunciados desde el anuncio, el 2 de abril, de un aumento del 25 % de los aranceles sobre las importaciones europeas, todas las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea han sido confiadas al comisario europeo de Comercio, Maroš Šefčovič. Llegado a Bruselas en 2009, el responsable eslovaco ocupa ya su quinto cargo en la Comisión.

Negociaciones en punto muerto

Durante su viaje a Washington, Šefčovič solo pudo constatar el bloqueo total de la situación. Mientras todos los interlocutores cercanos al poder afirman que las decisiones las toma Trump con su círculo más cercano, él solo pudo reunirse con responsables de segundo nivel en la capital estadounidense. “Ahora es necesario que Estados Unidos defina su posición (...) Necesitamos un nivel más de compromiso si queremos avanzar”, declaró Olof Gill, portavoz de la Comisión, tras el regreso del comisario europeo de Comercio.

Sin embargo, en los últimos días se han enviado numerosos gestos y señales a Washington para intentar flexibilizar la posición americana. En señal de apaciguamiento, von der Leyen decidió el 10 de abril suspender las medidas arancelarias sobre determinadas importaciones estadounidenses. Esas medidas se habían adoptado justo el día anterior, tras años de arduas negociaciones, y tenían por objeto responder al aumento de los aranceles —¡aplicados en 2018!— sobre las importaciones de acero y aluminio europeos.

Una zona de libre comercio no interesa a los trumpistas, pues beneficiaría a Europa

Un buen conocedor de los temas europeos

Von der Leyen, acostumbrada al poder en solitario y reacia a rendir cuentas (como ha demostrado el caso Pfizer), tomó la decisión de suspender las sanciones sin consultar a nadie. Los responsables de los Estados miembros, en particular Alemania y Francia, se encontraron con un hecho consumado y se enteraron de la decisión una vez tomada.

Como reveló Wall Street Journal, aunque algunos gigantes digitales americanos habían sido informados a principios de la semana pasada de la aplicación de sanciones por incumplimiento de la normativa europea, éstas se aplazaron en el último momento con la mayor discreción. Una vez más, por decisión exclusiva de la presidenta de la Comisión Europea.

Paralelamente, el comisario europeo de Comercio hizo varias concesiones a la administración Trump con el fin de encontrar un terreno de entendimiento. Aunque afirmó que las normas sanitarias sobre los productos agrícolas son “no negociables”, Šefčovič retomó, en particular, la idea de una zona de libre comercio total entre Estados Unidos y Europa.

La propuesta fue rechazada inmediatamente, como todas las demás. Esto lleva a muchos responsables europeos a afirmar que el presidente americano no sabe lo que quiere. “Una zona de libre comercio no interesa a los trumpistas, pues beneficiaría a Europa, teniendo en cuenta los intercambios comerciales. Pero es falso decir que la administración americana no tiene objetivos. Tiene una agenda precisa, en particular en materia de automoción, productos farmacéuticos, maquinaria y tecnología digital”, explica un experto en asuntos europeos, que solo ha aceptado hablar bajo condición de anonimato.

En orden disperso

Consciente de la fragilidad de la construcción europea, en la que cada país tiene intereses diferentes según su economía, su historia y su geografía, Trump juega al máximo con las divisiones. No duda en utilizar la protección de la OTAN o el poder económico, con la esperanza de que cada país de la Unión vaya a rendirle pleitesía y negocie directamente con él el peso de sus cadenas.

Esa estrategia podría tener cierto éxito. Antes del viaje de Meloni a la capital estadounidense, el presidente finlandés Alexander Stubb ya había viajado a Estados Unidos a finales de marzo para participar en una partida de golf con Donald Trump en Florida. Finlandia, que acaba de abandonar su estatus de país neutral para unirse a la OTAN en 2024, está legítimamente preocupada por la situación geopolítica con Rusia a sus puertas.

Durante su partida de golf, los dos presidentes se comprometieron a “profundizar sus relaciones comerciales y estratégicas”. Trump espera, en particular, que Finlandia compre numerosos barcos rompehielos americanos para ayudarle a controlar el Ártico, una zona que se ha convertido en prioritaria para Trump. El presidente americano considera el calentamiento global como una oportunidad para tomar el control de esta nueva parte del mundo.

En la misma línea, tras expresar su firme oposición a las pretensiones de Trump de apoderarse de Groenlandia, el gobierno danés también ha optado por la vía de la negociación con Washington. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, presentó el 11 de abril al Parlamento un nuevo acuerdo militar con Estados Unidos, por el que se le concede acceso ilimitado a las bases danesas en Europa durante diez años. Se espera que de ahí sigan acuerdos comerciales.

¿Cuánto tiempo resistirá el Gobierno irlandés a las presiones americanas? Esta es la pregunta que se plantean ahora en los pasillos europeos. Trump ha convertido a Irlanda en uno de sus objetivos prioritarios en las últimas semanas.

La acusa de desviar miles de millones en beneficios e impuestos en detrimento del gobierno americano, gracias a su legislación fiscal, que convierte a Irlanda en un auténtico paraíso para las multinacionales estadounidenses. Sus reproches se centran especialmente en los productos farmacéuticos, ya que Trump acusa a Irlanda de “robar la investigación científica americana” y los beneficios que conlleva.

Irlanda, que destina más del 22 % de sus exportaciones a Estados Unidos y obtiene gran parte de sus ingresos presupuestarios gracias a las multinacionales americanas, difícilmente puede hacer oídos sordos a las exigencias de Trump. Al mismo tiempo, le resulta difícil conceder a Estados Unidos lo que pide y mantener a la vez su condición de paraíso fiscal en Europa. Se trata de un problema denunciado en numerosas ocasiones y que las distintas comisiones nunca han querido abordar, en nombre de la “libre competencia”.

Intentos de seducción de Pekín

Esta discordia europea no puede más que fomentar las fuerzas centrífugas: cada país intenta encontrar la posición que más le conviene. Mientras muchos seguían con atención el viaje de Meloni a Washington, la visita del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a Pekín a principios de abril pasó relativamente desapercibida.

En un momento en que Estados Unidos busca construir un frente común con sus aliados en su guerra comercial contra China —mientras por otra parte los insulta—, este viaje fue considerado una “traición” por el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Acercarse a China “sería como cortarse el cuello”, amenazó.

Ante la histeria americana que sacude y destruye todo a su paso, el presidente chino Xi Jinping tiene mucho interés en presentarse como un socio fiable

El presidente del gobierno español ha justificado ese viaje en nombre de la defensa del multilateralismo. “No debemos permitir que las tensiones comerciales nos impidan avanzar”, declaró el mandatario español. “Vivimos una época compleja y es hora de ampliar nuestros horizontes”, añadiendo que “China es un socio esencial para afrontar los retos mundiales, en materia de clima, ayuda al desarrollo y lucha contra las desigualdades”.

Al término de ese viaje, ambos países se comprometieron a reforzar sus relaciones comerciales. China se comprometió a abrir más sus mercados a los productos españoles, en particular los agroalimentarios. Por su parte, España se declaró dispuesta a apoyar sus inversiones en China, especialmente en materia de energías renovables, baterías y vehículos eléctricos.

Ante la histeria estadounidense que sacude y destruye todo a su paso, el presidente chino Xi Jinping tiene mucho interés en presentarse como un socio fiable, sereno y respetuoso con las relaciones internacionales. España se ha convertido en uno de sus portavoces en la Unión Europea. Desde ese viaje a Pekín, tanto el presidente del gobierno español como su ministro de Asuntos Exteriores abogan por “el refuerzo y el reequilibrio” de las relaciones económicas y comerciales entre China y la UE.

Un argumento de peso para algunos círculos económicos e industriales alemanes, muy dependientes de China. Ya hostiles a las barreras arancelarias instauradas en los últimos años para proteger la producción europea del dumping chino, ahora temen perder en todos los frentes.

Club de comerciantes

El caos provocado por Donald Trump ha sido tan repentino y brutal que la indecisión europea tiene sus razones. La firme actitud de Canadá, que ha decidido imponer inmediatamente medidas de represalia a los aranceles impuestos por Estados Unidos, y la de Gran Bretaña, que ha optado por negociar y transigir con la administración Trump, ilustran la dificultad del momento.

Pero la posición europea suscita importantes dudas. Más allá de las declaraciones combativas, no hay por el momento ningún indicio de que la Comisión Europea vaya a mantenerse firme. Por el contrario, aparecen múltiples tentaciones de transigir a cualquier precio para intentar mantener una unidad aparente.

Convencidos algunos de que la crisis con el poder americano es solo momentánea y que todo volverá a ser como antes, muchos Estados miembros —empezando por Alemania e Italia— quieren renunciar a cualquier medida de represalia frente a los aranceles recíprocos impuestos por Estados Unidos, para no poner en peligro el futuro.

Aprovechando el caos provocado por Trump, esos mismos ven en ello un medio para defender la agenda neoliberal preexistente, que se supone que encarna, en contraste con el desorden actual, un orden mundial perfecto. Presionan por tanto para que se multipliquen los acuerdos de libre comercio con todo el mundo lo antes posible, sin darse cuenta de que ese tiempo ya ha pasado.

Porque la globalización tal y como se ha desarrollado en los últimos treinta años ya no existe. Incluso si la administración americana retomara un rumbo más tranquilo, las decisiones a todos los niveles de Trump ya han causado daños profundos, incluso irreversibles. La confianza en el poder y la palabra de Estados Unidos se han tambaleado durante mucho tiempo y el conflicto entre China y Estados Unidos se ha extendido a todos los ámbitos.

“En esta guerra entre las dos potencias, Europa tiene un papel importante que desempeñar”, señalan varios observadores. China y Estados Unidos lo han entendido bien y tratan de atraerla cada uno a su campo. Europa, liderada por una presidenta que ejerce un poder solitario, no parece haber tomado conciencia de ello. Sigue apostando por el mercantilismo, por convertir la Unión en un club de comerciantes, una especie de Liga Hanseática moderna.

Europa cae en la trampa de la guerra 2.0 entre Estados Unidos y China

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En esta nueva configuración del mundo, sería hora de que hiciera política, si quiere sobrevivir.

 

Traducción de Miguel López

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