Ante la amenaza de la extrema derecha en Francia, la lucha o el abismo

Una protesta contra la extrema derecha tras los resultados de las elecciones europeas.

Lénaïg Bredoux y Carine Fouteau (Mediapart)

Sólo quedan dieciocho días para evitar el abismo. Por primera vez en la historia de Francia en tiempos de paz, podría llegar al poder un partido racista, antisocial y reaccionario, con un primer ministro encargado de formar gobierno, en una cohabitación peligrosa que desfiguraría el país profundamente. La esperanza suscitada por el acuerdo de principio alcanzado el lunes por la noche por los principales partidos de izquierda debe estar a la altura de la gravedad de la situación. 

Al decidir disolver la Asamblea Nacional y, de paso, convocar a los franceses a las urnas los días 30 de junio y 7 de julio, Emmanuel Macron opta por la tierra quemada tras haber creado las condiciones para el desastre. Desde que fue elegido presidente en 2017, su estrategia –no solo electoralmente perdedora, sino sobre todo democráticamente mortal– ha sido convertir a Rassemblement National (RN) en su mejor enemigo, legitimándoles y estableciéndoles como la única alternativa política en Francia. 

Por supuesto, no se le puede acusar de negar la democracia, aunque, en lugar de enviar a casa a los diputados, podría haber asumido la responsabilidad de su incapacidad para bloquear a la extrema derecha dimitiendo y poniendo a disposición su cargo de presidente de la República. 

Pero al convocar precipitada y verticalmente elecciones legislativas anticipadas, está haciendo pagar a todo el país el precio de su negligencia. Y, en una imprudencia equivalente a falta política y moral, está poniendo a Francia en riesgo de un RN en el poder, con todos sus peligros: ataques a los derechos y libertades fundamentales, control de la justicia y la prensa, embrutecimiento de la sociedad, mayor vulnerabilidad de los más precarios, exclusión de los extranjeros, estigmatización de las personas no blancas, retroceso de los derechos de las mujeres y las minorías, negación de la magnitud del cambio climático, etc

La irresponsabilidad de los gobernantes

Durante las últimas elecciones presidenciales, Mediapart elaboró un inventario de las primeras medidas que se aprobarán inevitablemente si el RN llega al poder (aquí): Tras un largo intento de “desdemonización”, muestran con toda su violencia la verdadera cara de este partido fundado en 1972 por neofascistas y antiguos colaboradores y miembros de las Waffen-SS, la de una familia política antidemocrática cuyo credo es la desigualdad natural, es decir, el privilegio del nacimiento, en total violación de la Constitución, que establece la igualdad de todos ante la ley sin distinción de origen, condición, credo, afiliación, sexo o género. 

Llevamos siete años narrándolo, pero ahora que estamos entre la espada y la pared, hay que seguir recalcando que el jefe del Estado es una de las causas fundamentales del desastre actual. Cuando apoyó un proyecto de ley sobre (contra) la inmigración promoviendo la preferencia nacional y luego una reforma del ius soli en Mayotte (isla en el canal de Mozambique, departamento francés, ndt), Macron completó la transformación del macronismo en lepenismo. A fuerza de repetir sus fórmulas y sus ideas, los diques de contención se han roto. 

“Las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico: uno se las traga sin darse cuenta, parecen no tener efecto, y luego, al cabo de un tiempo, comienzas a sentir el efecto tóxico”, escribió Victor Klemperer, autor de LTI, el lenguaje del Tercer Reich, publicado en 1947, en el que describía la banalización del totalitarismo y la contaminación de las formas de pensar por el lenguaje. 

Sin embargo, contra los hechos, el jefe del Estado sigue en sus trece. Entre la aberración y el cinismo, la disolución de la Asamblea Nacional se basa o bien en la apuesta de que, por tercera vez, los electores elegirán la Macronía frente a la Lepenía, o bien en la apuesta de que la cohabitación con el RN revelaría su vacuidad hasta el punto de desacreditarlo con vistas a la elección presidencial de 2027. En ambos casos, esta elección equivale a aceptar conscientemente poner en peligro los valores fundamentales del país, así como la vida de las minorías y de los más vulnerables, que serían los primeros en sufrir las consecuencias.

Una alianza imperativa de la izquierda

¿Qué puede hacer la izquierda para desbaratar este siniestro escenario? ¡Todo! Dada la estabilidad de sus resultados en las últimas elecciones (ligeramente por encima del 30% de votos en las europeas de 2024 y 2019 y en las presidenciales de 2022), tienen una oportunidad histórica para evitar que ocurra lo peor

Desde la misma noche de los resultados se han escuchado llamamientos inequívocos a la unidad. Empezando por las calles, donde cientos de jóvenes se manifestaron en varias ciudades de Francia. Cuando el lunes por la noche anunciaron que habían alcanzado un acuerdo de principio “para formar un frente popular”, los líderes de los partidos de izquierda y ecologistas fueron recibidos en clamor de multitud a la salida de su reunión. Un llamamiento a la unidad que resonó con fuerza. 

Ese es también el sentido de un artículo publicado en Le Monde y firmado por más de 350 personalidades de la sociedad civil, entre ellas Julia Cagé, Ludivine Bantigny, Esther Duflo, Annie Ernaux, Didier Fassin, François Héran y Dominique Sopo.

Los ciudadanos tienen que implicarse para que las movilizaciones tengan éxito

"Sólo la unión de la izquierda y los ecologistas puede contrarrestar esta espantosa perspectiva [la extrema derecha en el poder] y abrir la esperanza de una vida mejor. Sólo esta unión puede unir a las clases trabajadoras y medias de las ciudades y los extrarradios, de los pueblos y las grandes aglomeraciones, como se ha hecho en el pasado. Sólo esta union puede actuar seriamente frente a la triple emergencia climática, social y democrática", escriben. 

"Sabemos que esta lucha [...] debe ser dirigida por una fuerza pluralista, social, cultural y política. Los partidos políticos no pueden hacerlo solos. Los ciudadanos tienen que implicarse para que las movilizaciones tengan éxito. Una movilización por la unidad. Hoy y ahora", insisten. 

Desde el domingo por la noche se están celebrando reuniones asociativas. Personas de buena voluntad intentan organizar debates. Varias organizaciones sindicales, a pesar de su adhesión a la Carta de Amiens (1906, estipula la independencia de acción de los sindicatos respecto de los partidos, ndt), han optado por librar una batalla frontal contra la extrema derecha. El lunes, la CFDT, la CGT, la Unsa, la FSU y Solidaires convocaron “la manifestación más amplia posible este fin de semana para subrayar la necesidad de alternativas progresistas para el mundo del trabajo”.  

Es urgente que el movimiento crezca y tome forma, bajo el impulso de una vasta movilización sindical, asociativa y ciudadana. Depende de todos nosotros. Cada uno en su lugar, cada uno a su manera. Es también nuestra lucha como periódico, comprometido desde el principio en la lucha contra la desigualdad, la discriminación y la injusticia social.

Superar la traición y el desacuerdo

No dejemos que los aparatos políticos secuestren el desafío democrático al que nos enfrentamos. Hagamos que asuman su responsabilidad histórica, desde LFI hasta el PS, pasando por los Verdes y el PCF. Retomando las medidas de la Nupes o poniéndose de acuerdo sobre una base común (reconstruir los servicios públicos, derogar la reforma de las pensiones, aumentar el poder adquisitivo, gravar los superbeneficios, dar una nueva orientación ecológica, luchar contra el racismo, el antisemitismo y la islamofobia, etc.), las izquierdas tienen en sus manos la posibilidad de frenar el ascenso del RN y atrapar a Emmanuel Macron en su propia trampa. Pero bajo una condición: que dejen de lado sus divisiones y acudan unidas a las elecciones. Ya no es momento de discusiones eternas ni de obstinaciones narcisistas

La cuestión no es quién será hegemónico en la izquierda, si el PS, que sueña con recuperar su antiguo brillo, o La France insoumise, que se ha mostrado incapaz de reconstruirlo todo tras las elecciones presidenciales y legislativas de 2022. La cuestión no es poner condiciones que sabemos insuperables. Ni empezar por enumerar un sinfín de requisitos previos. Ni de decidir quién será primer ministro. Tampoco se trata de desenterrar traiciones o decepciones del pasado. 

No desaparecerán por arte de magia. El PS y Les Écologistes tienen razón en desconfiar de la aproximación al poder de Jean-Luc Mélenchon ambos partidos tuvieron una dolorosa experiencia después de que la Nupes obtuvieran buenos resultados en las elecciones legislativas. Hay desacuerdos, sobre Ucrania por ejemplo. Las fracturas, a veces profundas, se manifestaron a propósito del 7 de octubre y de las ambigüedades del ex candidato presidencial sobre el antisemitismo.

En estos tiempos sombríos, no dejemos que se oiga la cantinela vallsista de “izquierdas irreconciliables”

 En cuanto a los Insoumis, se acuerdan de las promesas incumplidas cuando el PS estaba en el poder. Los socialistas, antes que los macronistas, allanaron el camino a la extrema derecha agitando la privación de la nacionalidad tras los atentados de París, o abandonando la batalla cultural sobre la contribución de la inmigración al colectivo nacional. Por no hablar de la renuncia a la conquista de derechos sociales y el acomodo liberal a una izquierda gerencial que las clases trabajadoras ya no reconocen como defensora de sus intereses. 

Pero ahora no es el momento de discutir. En estos tiempos sombríos, no dejemos que se oiga la cantinela vallsista (referencia a Manuel Valls, ex primer ministro socialista, ndt) de las “izquierdas irreconciliables” y rechacemos la mentira macronista que pretende enfrentar, en la izquierda, a los partidarios de un “arco republicano” con el campo de los “extremos”. Rechacemos la narrativa macronista de “progresistas” frente a “populistas”.   

No hay más tiempo para lamentos o titubeos. Sin un llamamiento enérgico de los sindicatos y de los defensores de las libertades públicas, y sin una corriente de votantes apegados a los valores progresistas y humanistas, será un régimen que cuestione brutalmente los valores emancipadores de igualdad de derechos y solidaridad, contrario a lo que ha constituido Francia desde la Revolución Francesa, el que presidirá el destino de nuestro país. Seguimos negándonos a aceptarlo.

 

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Traducción de Miguel López

 

 

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