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¿Reflexionar mientras se lucha y viceversa? La guerra, una amenaza a la salud de la prensa dentro de Ucrania

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Antoine Perraud (Mediapart)

Una mente francesa no puede dejar de pensar, ante esta pareja de intelectuales ucranianos comprometidos en tiempos de guerra, que tal vez serían como Sartre y Beauvoir si hubieran pertenecido a la resistencia.

Tetiana Ogarkova, de 43 años, es profesora de la Academia Mohyla de Kiev, la universidad nacional. Defendió una tesis en literatura en París. Volodímir Yermolenko, de 42 años, enseña en la misma universidad y también defendió en París una tesis, en este caso sobre la modernidad al servicio del antimodernismo en el pensamiento contrarrevolucionario francés de finales del siglo XIX.

Políglota y profundamente europea, esta pareja siempre ha compatibilizado la investigación académica con la publicación de ensayos y la intervención en la escena mediática. Atrapados en el torbellino de la guerra tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, Ogarkova y Yermolenko producen fascinantes archivos de audio (podcasts) en inglés (aquí) y francés (aquí).

-Está usted ahora unos días en Francia, en la retaguardia. ¿Cómo expresa lo que siente en la Ucrania en guerra?

Tetiana Ogarkova: Lo que estamos viviendo en estos momentos es la destrucción masiva y metódica de nuestras instalaciones eléctricas por parte de las fuerzas armadas rusas. Lo vivimos como un intento de exterminio a través del frío, que en ucraniano llamamos "Kholodomor". Es una alusión al Holodomor, exterminio por hambre: la hambruna provocada por el régimen estalinista en 1932-1933.

Cuando éramos jóvenes, conocíamos la palabra genocidio, pero ahora la entendemos, en nuestra carne entumecida, con los ataques masivos destinados a congelar hasta la muerte, si no a todo un pueblo, al menos al mayor número posible de gente.

Volodímir y yo hemos viajado mucho por el interior de la duramente castigada Ucrania, por los alrededores de Kiev, donde vivimos, y por Jarkóv, e incluso por los territorios "despejados" por las tropas ucranianas, como Izum. Allí hemos visto cuerpos exhumados, hemos visto lo que producen las ejecuciones sumarias y la tortura de civiles por militares rusos, asesinados y luego enterrados a toda prisa.

Ante semejante crueldad sin nombre, a pesar de todas las preguntas que se nos plantean y a las que intentamos responder, a menudo nos quedamos sin palabras, incapaces de describir lo que hemos visto y los sentimientos que ha suscitado en nosotros. Aunque yo sea literata y Volodímir filósofo, las palabras no nos vienen.

La guerra está aquí, en Ucrania, es decir, en Europa, con su horrible rostro, su fuego de artillería, sus helicópteros, sus tanques, sus drones, sus explosiones, tanto tiempo inimaginables e inconcebibles. Nos hemos acostumbrado. Hasta el punto de que aquí, en París, se me hunde la cabeza en el cuello y me asusto si oigo un avión en el cielo. Un avión ya no es un medio de transporte, sino una herramienta de muerte.

Y, sin embargo, somos unos privilegiados, en la capital ucraniana, sin amenaza rusa directa ni fuerzas de ocupación. La guerra se detuvo a 3 km de nuestra casa y, aunque las huellas siguen ahí, con una gasolinera totalmente destruida, no tuvimos que vivir el infierno que tantos de nuestros conciudadanos han conocido y aún conocen.

Nos sentimos avergonzados cuando conocemos a ucranianos que han pasado por sufrimientos desconocidos para nosotros. Siempre nos sentimos un poco culpables. No hemos perdido nada esencial. No ha muerto ninguno de nuestros familiares, nuestros hijos están aquí. Nada que ver con los que, a causa de la geografía, en Jersón y en otros lugares, han pasado por todas las desgracias posibles. Pero en la propia Jersón, mucha gente tiene tambien ese sentimiento de culpa por los soldados ucranianos que luchan. Y seguramente se sientan indignos de sus hermanos de armas en el frente, que mantienen sus posiciones en las trincheras bajo el fuego enemigo.

¿Dónde se puede vivir exactamente y correctamente esta guerra de Ucrania? Ese sentimiento de culpa es algo que incluso nuestra hija comparte con nosotros aquí en París. Lamenta haberse refugiado durante los ataques rusos, hasta el punto de que le gustaría, como ella dice, "pegarse a Ucrania".

Sin embargo, este sentimiento de culpa no es destructivo: nos empuja a dar lo mejor de nosotros mismos, a sentirnos más grandes de lo que éramos antes de la invasión rusa. Creo que es un sentimiento general. Y va acompañado de un sentimiento de gratitud. Damos gracias, no a Dios, porque somos ateos, al menos yo...

Volodímir Yermolenko: Yo no, pero hemos vivido juntos veinte años...

 T. O.: Personalmente, cuando me levanto cada mañana, doy las gracias a quienes nos ayudan a vivir un día más: a nuestras fuerzas armadas y, desde hace unos meses, a todos los trabajadores del sector energético que se dedican a reparar lo antes posible lo que los ataques rusos están destrozando.

También doy las gracias a nuestros socios occidentales, entre ellos Francia. Los cañones César no son muy numerosos pero sí muy eficaces. Y la ayuda que prestan es muy concreta, muy humana, de la que no siempre se es consciente "en el fondo del fondo", como usted dice.

-¿Cómo ve su papel?

 V.Y.: Hablar, hablar y hablar. Para que nada caiga en el olvido. Ni Holodomor, ese terrible pasado que se ha olvidado, ni los crímenes de guerra rusos que, por desgracia, siguen muy presentes. Hemos hecho podcasts en inglés y luego en francés, para que el público occidental sepa lo que estamos viviendo desde el 24 de febrero.

Casi todos los días contamos nuestra situación, la de nuestros vecinos y nuestros conocidos. Son experiencias personales, para informar de la realidad. Pero también reflexionamos sobre la historia y la cultura ucranianas.

Hablar de la guerra es una tarea orgullosa y casi blasfema: las palabras nunca pueden captar esa experiencia y trasladarla a los demás. Pero es necesario y es nuestro deber que estos acontecimientos no sean, una vez más, ignorados.

Afortunadamente, hoy en día hay periodistas y defensores de los derechos humanos maravillosos. Todos testifican, testifican y testifican. Debemos hacer públicas y conservar en la memoria ucraniana todas las historias, las de los héroes y las de las víctimas.

Amigos nuestros, como Anna Colin Lebedev, aseguran que nuestros podcasts muestran una distancia. No estoy tan seguro. A veces nos tiembla la voz, nos resulta difícil informar día a día. La guerra requiere tareas muy concretas, repetitivas pero que debemos considerar útiles para no perdernos psicológicamente: hacer un módulo de sonido, recoger dinero y material para el ejército, participar en un convoy humanitario para aliviar a las poblaciones más expuestas...

Es la única forma de escapar de la desesperación y de convertir en algo positivo el sentimiento de culpa del que hablaba Tetiana. Todo esto tiene que convertirse en una energía que te empuje a la acción. 

-¿Cómo se ha visto inmersa en la guerra?

T. O.: Hemos reorientado los programas puramente culturales que iniciamos hace más de un año, que eran en sí mismos una continuación de nuestras conversaciones con Volodímir. En algunas veladas tranquilas, abríamos una botella de vino y hablábamos, sucesivamente, de Baudelaire, Proust, las vanguardias europeas y muchos otros temas. Decidimos entonces hacer públicos esos momentos personales, que intentaban cobrar sentido.

Los micrófonos se habían convertido en objetos familiares. Objetos de primera necesidad e incluso de supervivencia. Naturalmente, recurrimos a ellos cuando llegó la guerra. Nos los llevamos a nuestro refugio, a nuestra casa de campo, nuestra dacha, en los primeros días de la invasión. ¿Para hacer qué? Un podcast. Primero en inglés, para informar al mayor número posible de personas sobre la situación ucraniana.

Al haber vivido en el extranjero, conocemos la perspectiva occidental y sabemos, al menos eso espero, cómo dirigirnos a ustedes, ofreciendo un relato de la guerra que analiza sin cortar las emociones, que deja que los sentimientos hablen por sí mismos al tiempo que persigue la voluntad de explicar.

Y lo hacemos aunque nos falten elementos en inglés, francés o incluso ucraniano, pues se trata de asuntos militares que requieren una pericia que no poseemos, aunque empecemos a conocerla por la fuerza de las circunstancias. No pretendemos ser más de lo que somos: intentamos reflexionar e informar, indicando al mismo tiempo los límites de tal ejercicio.

-Escucharles nos permite sumergirnos en una profundidad temporal, que nos ayuda a comprender hasta qué punto esta guerra está construyendo una nación. ¿Cómo interpretar el nacionalismo ucraniano?

V. Y.: Para la Europa Occidental, el mal absoluto vino de la derecha en el siglo XX: el nacionalismo extremo se convirtió en fascismo, desde el Portugal de Salazar a la Grecia de Metaxás, pasando por el nazismo alemán, la España de Franco, etc. Para la Europa Central y Oriental el mal absoluto vino de ambos lados: hitlerismo y estalinismo, extrema derecha y extrema izquierda.

Durante mucho tiempo en la Europa Occidental -especialmente en la tradición socialdemócrata- la emancipación estuvo del lado de la izquierda, que pretendía combinar el socialismo -valor de la igualdad- y el liberalismo -valor de la libertad-.

En la Europa del Este, la idea de emancipación era oponerse al comunismo y, por tanto, a la izquierda, por decirlo rápidamente, responsable de tantas muertes. Sólo por el Holodomor murieron en Ucrania al menos 4 millones de personas en 1932-33.

En Alemania, pero también en Francia, sigue siendo muy difícil poner al estalinismo y al nazismo al mismo nivel moral. No se trata de embarcarse en un enfoque comparativo que pretenda conferir a unos u otros una especie de palmarés del horror, sino de afrontar la situación sin prejuicios, siendo capaces de examinar los hechos, de ordenar los problemas, en lugar de razonar según la propia ideología.

La cuestión del nacionalismo ucraniano, por ejemplo, suscita invariablemente en algunos una reacción pavloviana: ¡Bandera! Stepan Bandera era un símbolo de la extrema derecha, como más tarde lo sería el Che Guevara de la extrema izquierda.

Si queremos comprender la profundidad política y social, debemos más bien remitirnos al nacionalismo republicano del siglo XIX. Un nacionalismo romántico. La idea de nación se asociaba entonces al ideal democrático, sin jerarquías vinculadas al nacimiento en una sociedad de orden: dejar espacio a una cierta horizontalidad.

La naturaleza imperial rusa no coincide con los objetivos imperiales franceses del pasado

-Y ello además dentro de un marco imperial, ya fuera el Imperio ruso o el Imperio de los Habsburgo. ¿No estaba el nacionalismo asociado en última instancia a una forma de descolonización en el corazón de Europa?

T. O.: Sí, igual que hoy, cuando la guerra del sistema Putin se enfrenta a una "desimperialización" deseada para Ucrania y los ucranianos. Según la opinión del Kremlin, este deseo de escapar del Imperio ruso exigiría una "desnazificación" como respuesta. La desnazificación es la erradicación de todo lo que no sea ruso: esa es la visión imperial de Moscú.

La naturaleza imperial rusa no coincide con los objetivos imperiales franceses del pasado: colonizar un territorio extranjero, someterlo y luego pretender levantarlo, ejerciendo al mismo tiempo su dominación en base a la diferencia entre el colonizador y el súbdito colonizado, considerado este último para siempre como incapaz de subir al nivel del primero.

El colonialismo ruso somete a los vecinos, a los semejantes, a los que luego asimila por completo: nunca seréis diferentes a mi, proclama el amo ruso a los ucranianos y a los pueblos ribereños esclavizados. Hay que eliminar cualquier diferencia, ya sea lingüística, cultural o de modo de vida.

De hecho, en 2022, los soldados invasores rusos reprochan a los ucranianos, a los que saquean con rabia: "¿Quién os ha permitido vivir así de bien o incluso mejor que nosotros? ¿Quién os ha permitido ser tan diferentes de nosotros?" Por tanto, el nacionalismo ucraniano consiste en establecer una frontera contra este Imperio entrometido y asimilador. El nacionalismo ucraniano se opone a la novela imperial rusa.

Pero incluso entre los rusos liberales, que a veces se oponen a la guerra, persiste ese sentimiento incorregible de superioridad, que les hace incapaces de concebir que los pequeños subhumanos ucranianos puedan resistir con éxito al ejército lanzado por Putin....

-¿Cuál es la situación de la información sobre la guerra en Ucrania?

T. O.: Tras la invasión rusa de febrero, las principales cadenas de televisión se unieron para montar un maratón informativo, es decir, un programa único conducido por periodistas de las distintas redacciones fusionadas. Por tanto, se suprimieron todos los programas políticos habituales, que abundaban en nuestro país.

Las cadenas obtenían sus recursos financieros de las fortunas de los oligarcas. La guerra empobreció a los oligarcas y, en consecuencia, las televisiones se vieron rápidamente sin recursos y empobrecidas, con la publicidad en caída libre y los salarios recortados.

Ucrania se encuentra ahora con una práctica literalmente espartana de la televisión, que produce un discurso monopolizado y monolítico, muy poco habitual entre los ucranianos.

Aunque esa situación estaba justificada en el caos provocado por la invasión del 24 de febrero, con el paso de los meses se ha vuelto insoportable. Está dañando la información hasta el punto, nos parece, de plantear un verdadero problema democrático.

También es preocupante la libertad de movimiento de los periodistas sobre el terreno, extremadamente restringida, como ocurrió durante la visita a la Jersón liberada. La guerra es, por naturaleza, un obstáculo para cualquier prensa libre. Personalmente no nos afecta, ya que no estamos en la carrera por conseguir las primicias, estamos más en las secuelas, la retrospectiva, la búsqueda de significado. Sin embargo, lamentamos esos obstáculos, por desgracia son típicos de un país en guerra. La guerra perjudica gravemente la salud de la información, eso es innegable. 

Algunos de los periodistas con más talento simplemente se han ido al frente

 V. Y. : La vida política en Ucrania, como en Francia y en otros lugares, se apoya en los medios de comunicación y, por tanto, depende de ellos. Antes criticábamos un ecosistema informativo que estaba esencialmente en manos de un sistema oligárquico, pero hay que reconocer que esta situación, por imperfecta que sea, ha contribuido a la pluralidad de la información y de las opiniones, al contrario que en Rusia y Bielorrusia, donde todo está congelado, necrosado, encerrado.

Una Ucrania plural ha sido capaz de producir competencia política y, por tanto, democracia electoral. Ahora la lucha política es imposible, está abolida a causa del conflicto. Los periodistas pueden y deben dedicar su energía y experiencia, me parece a mí, a recopilar testimonios sobre la guerra en curso.

Muchos periodistas de investigación han reorientado sus investigaciones de la corrupción propia de la sociedad ucraniana a los crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso. Y algunos de los periodistas con más talento simplemente se han ido al frente. Nuestra sociedad está centrada, por el momento, en la misma idea: la victoria.

¿Necesitamos, en este momento, luchas políticas tradicionales en un anfiteatro de rayos catódicos formado por cadenas de televisión? La respuesta puede ser no. La gran pregunta es si la democracia saldrá fortalecida de la prueba, en una sociedad ucraniana que se ha construido sobre la oposición a la tiranía, a pesar de los impedimentos e incluso las mordazas impuestas por un monopolio informativo en tiempos de guerra.

El Presidente Zelensky es un hombre de horizontalidad más que de verticalidad. Él y los suyos, espero, resistirán la tentación que inevitablemente ofrece el poder del monopolio. Ya están surgiendo verdaderos debates y críticas en determinadas capas de la sociedad y círculos intelectuales.

En cuanto al maratón de noticias, la audiencia disminuye, lo que no es necesariamente una buena señal, ya que la gente bebe de cualquier fuente en la Red. En particular ciertos canales de Telegram, que envenenan la mente del público. Tenemos la experiencia con nuestros padres, aunque estén educados.

Nunca debemos perder de vista una noción cardinal, la solidaridad, tanto en la guerra como en la paz

-¿Es posible reflexionar mientras se lucha y luchar mientras se reflexiona?

V. Y.: Nuestra energía y nuestro patriotismo van de la mano de un espíritu crítico capaz de identificar los defectos de nuestra sociedad, para ponerles remedio una vez ganada la guerra y recuperada la paz. Podemos ser excelentes resistentes pero pésimos reconstructores, ya que un cierto caos, que es el lado oscuro de la libertad, podría ser la norma en Ucrania.

Así pues, existe una libertad positiva, pero también una libertad negativa, por utilizar la distinción del filósofo Isaiah Berlin. Es cierto que la sociedad ucraniana está mejorando y que, desde 2014, ha avanzado significativamente en la construcción de instituciones democráticas, pero estos son solo los primeros pasos.

Creo que la matriz de todo lo que hemos vivido en los dos últimos siglos en Europa se encuentra en la Revolución Francesa: la libertad (que dio lugar al liberalismo), la igualdad (que produjo el socialismo), la fraternidad (que es el patriotismo dentro de una comunidad identificada como tal). Las ideologías pretenden favorecer uno de esos términos para sacrificar los demás, defendiendo un único valor, lo que conduce al totalitarismo.

Por lo tanto, nunca debemos perder de vista una noción cardinal, la solidaridad, tanto en la guerra como en la paz. Y en este momento, a pesar de la urgencia, estamos pensando mucho en el futuro de Ucrania.

Tomemos el ejemplo de las fronteras. ¿Recuperar nuestras fronteras pondrá fin a la guerra? ¿Qué pasará si Rusia sigue existiendo en su actual concepción imperial, traumatizada por tantas pérdidas innecesarias y envarada en el revanchismo? ¿No sería entonces una guerra destinada a ser continua, infinita?

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Entrevisté a Tetiana Ogarkova y Volodímir Yermolenko el 26 de noviembre de 2022, con motivo de su visita a París para participar en el festival Un week-end à l'Est.

Traducción de Miguel López

“No hay democracia posible sin libertad de prensa”

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Aquí puedes leer el texto completo en francés:

 

 

Una mente francesa no puede dejar de pensar, ante esta pareja de intelectuales ucranianos comprometidos en tiempos de guerra, que tal vez serían como Sartre y Beauvoir si hubieran pertenecido a la resistencia.

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