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Marta Havryshko: "En la guerra de Ucrania, los verdugos rusos se presentan como víctimas"

Constructores reparan el tejado de una casa dañada por un bombardeo en la ciudad de Bucha, región de Kiev, Ucrania.

François Bougon (Mediapart)

El 2 de febrero, en Volgogrado, con motivo de la celebración del 80 aniversario de la victoria soviética de Stalingrado (nombre de esta ciudad del sur de Rusia en 1942), Vladimir Putin volvió a ultrajar la Historia. Como reacción a la entrega de carros de combate Leopard alemanes a Ucrania, el presidente ruso declaró: "Hoy vemos, por desgracia, que la ideología nazi —en una forma moderna— vuelve a crear amenazas directas a la seguridad de nuestro país, y que una vez más nos vemos obligados a repeler la agresión del Occidente colectivo."

Ese mismo día, nos reunimos con Marta Havryshko en la Universidad de Nanterre, donde inauguró una jornada con un estremecedor discurso sobre el uso de delitos sexuales por parte del ejército ruso en Ucrania. Esta historiadora, cuyas investigaciones se centran en las relaciones de género y la violencia sexual durante la Segunda Guerra Mundial, vive exiliada en Suiza, donde encontró refugio con su hijo tras la agresión rusa.

Havryshko, becada en la Universidad de Basilea, dentro del programa URIS (Ukrainian Research in Switzerland), es directora del Instituto de Estudios Interdisciplinarios del Memorial del Holocausto de Babi Yar, en Kiev, donde más de 30.000 judíos fueron asesinados por los ocupantes nazis en septiembre de 1941. Es sin duda una de las voces más cualificadas para responder a los dislates históricos del presidente ruso. 

¿Qué recuerdos tiene del jueves 24 de febrero de 2022, primer día de la invasión rusa?

Tengo recuerdos muy claros. A la mayoría de los ucranianos les despertaron las bombas rusas, pero a mí no. No pude dormir en toda la noche porque tenía toda la información sobre un posible ataque. Estaba preparando una presentación para Yad Vashem sobre la ética del "nunca más" y el Holocausto, que tenía que hacer el domingo. Hablé con dos amigos, uno en Estados Unidos y otro en Alemania. El primero me preguntó si yo estaba preparada para la guerra y me hizo preguntas como "¿Has hecho las maletas?", "¿has planeado tu ruta de escape?". Yo estaba en shock.

Pero mi amigo alemán pensaba totalmente diferente. Para él, los americanos exageraban y no pasaría nada, me aseguró. En Ucrania nos habíamos acostumbrado a las maniobras militares rusas, pero nos costaba creer que Moscú fuera a iniciar una guerra de invasión.

Aquella noche del 23 al 24 de febrero no dormí. Estaba trabajando y no paraba de mirar la información en diferentes web extranjeras. Putin empezó a hablar a las 4:30 de la mañana. Le escuché y desperté a mi marido. Me dijo: "¿Pero quién da un discurso en plena noche?" Era obvio entonces que se trataba de otra cosa y el motivo era evidente: se iba a iniciar una guerra. Empecé a llorar, porque me di cuenta de que mi vida iba a cambiar radicalmente.

Como investigadora sobre el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial, me horroriza la guerra. Mis investigaciones tiene un profundo efecto en mi vida cotidiana, porque sé que en tiempos de guerra los civiles sufren lo indecible a manos de los ocupantes, y los vecinos pueden convertirse en verdugos. Conozco demasiado bien esas historias de traición y crueldad. Sabía que se avecinaba una tragedia.

¿Así que su objeto de estudio se hizo realidad?

Me vinieron a la mente varias historias de mi investigación. Pensé en las vicisitudes de distintas mujeres y en sus diarios personales, en cómo recordaban el ataque alemán a Leópolis durante la primera fase de la Operación Barbarroja (la invasión alemana de la Unión Soviética en junio de 1941). Y de repente me puse a pensar en todas esas historias, en la supervivencia, en las separaciones familiares, en la decisión de quedarse o marcharse, en cómo alimentar a los hijos, en cómo protegerse de la violencia sexual... 

No podía deshacerme de esos pensamientos, así que decidí marcharme. ¿Por qué? Porque desde 2014 sabemos que entre los que son blanco de los ataques en los territorios de Crimea y Dombás controlados por Rusia están los que tienen un fuerte sentimiento nacional ucraniano y también los que han estudiado la represión soviética y yo soy uno de ellos. Yo había escrito sobre cómo las autoridades soviéticas habían luchado contra movimientos nacionalistas clandestinos y cómo habían utilizado la violencia sexual contra la población local que los apoyaba. 

Me di cuenta de que yo iba a ser uno de los primeros objetivos, porque los estudios feministas y de género están en su punto de mira.

El libro que escribí sobre las mujeres que participaron en el movimiento nacionalista clandestino fue calificado de extremista por la LNR (la autoproclamada República de Lugansk, entidad separatista controlada por Rusia) y se incluyó en una lista de libros prohibidos. Me di cuenta de que yo iba a ser uno de los primeros objetivos, porque los estudios feministas y de género están en su punto de mira.

La decisión de huir no fue fácil, ya que mi madre se estaba muriendo de cáncer y dos de mis hermanas estaban embarazadas. Dieron a luz a sus hijos a principios de marzo y fue cuando hice las maletas. Por otra parte, otros investigadores del Holocausto me aconsejaron que me fuera y organizaron mi viaje y el de mi hijo, porque hay que recordar que en aquella época las condiciones eran difíciles por el número de refugiados. Fue un esfuerzo conjunto para asegurarnos de que podíamos llegar en coche primero hasta la frontera polaca y luego hasta Varsovia.

Fue como durante el Holocausto, cada superviviente contaba con una cadena de solidaridad. Y vivimos lo mismo. Muchas personas mostraron humanidad, amabilidad. Me conmovió mucho el apoyo de mis colegas. Nos ayudaron a escapar de Ucrania.

La Segunda Guerra Mundial está muy presente en su familia...

No solo en mi familia, sino también en Ucrania. La razón es que los ucranianos más mayores lo vivieron. Cuando se habla de la destrucción de las iglesias de madera, por ejemplo, se dice que ni siquiera los nazis habían hecho eso. Se hacen comparaciones todo el tiempo.

Como historiadora del Holocausto, llevo la cuenta de los supervivientes y también de los Justos de las Naciones. Muchos abandonaron el territorio ucraniano y algunos se refugiaron en Suiza donde ahora vivo, otros murieron como Vanda Semyonovna Obiedkova en Mariúpol en abril de 2022 bajo las bombas rusas. Vanda había sobrevivido a la ocupación nazi, pero son los rusos los que la han matado. Tenía 91 años. También intento seguir los daños causados por los misiles rusos en los lugares conmemorativos del Holocausto. Para mí, la Segunda Guerra Mundial siempre está presente. 

Putin también utiliza la Segunda Guerra Mundial para justificar la agresión contra Ucrania...

No podía imaginar que se pudiera utilizar este tipo de argumentos. Es una distorsión evidente de la historia del Holocausto. Lo vemos no sólo en Putin, sino también en muchos altos dirigentes rusos. El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, ha osado decir que los rusos eran los nuevos judíos y que Occidente intentaba resolver la cuestión rusa como los nazis habían resuelto la cuestión judía. ¿Cómo puede atreverse a semejante comparación? Eso ha provocado la protesta de Israel. Los verdugos se presentan como víctimas.

Los rusos también utilizan lo que llaman la gran guerra patriótica en la instrumentalización de la historia. Lo vemos el 9 de mayo durante la conmemoración de la victoria con el fenómeno del regimiento inmortal (los ciudadanos rusos tienen la costumbre de seguir los desfiles militares oficiales con retratos de sus antepasados que lucharon con el Ejército Rojo, ed.). Ahora llevan retratos de los que han muerto luchando en Ucrania. Estas comparaciones son ridículas e indecentes, pero lo hacen para aparentar estar en el lado correcto. También intentan dar sentido a esta guerra, porque incluso en Rusia mucha gente cuestiona su validez.

Esa narrativa victimista resulta cómoda para muchos rusos. Si miras los estudios sobre la Segunda Guerra Mundial en Rusia, son limitados y censurados. Hay una narrativa nacional impuesta por Putin y puedes ser procesado si vas en contra de ella. En Ucrania, muchos historiadores, como yo, han trabajado sobre la colaboración de algunos ucranianos con los nazis. Es importante comprender la naturaleza de esta violencia íntima: ¿cómo es que antiguos compañeros de clase, vecinos, amantes, socios comerciales se convirtieron en despiadados verdugos? 

Algunos en Occidente repiten estas acusaciones rusas sobre la implicación de los ucranianos en el Holocausto, sobre el papel de líderes nacionalistas como Bandera...

Es una falsificación histórica decir que todos los ucranianos eran colaboracionistas de los nazis. Seis millones de ucranianos lucharon en el Ejército Rojo. Miles de ellos pertenecieron al ejército polaco en 1939 contra los alemanes. No es cierto que Ucrania fuera un país de colaboracionistas. Se trata de una historia soviética retomada por el Kremlin.

Claro que teníamos colaboradores, pero también luchábamos contra los nazis. Y mucha gente en Ucrania se sacrificó para luchar contra ellos.

En Ucrania, los historiadores trabajan sobre estos temas delicados sin censura alguna, sin tabúes, al contrario que en Rusia. Por ese trabajo se nos critica, se nos acusa de trabajar al servicio de la narrativa del Kremlin, porque a nadie le gusta hablar de un pasado difícil. Es un pasado que molesta, por supuesto. Se puede ver en Polonia o Hungría, donde no quieren hablar de los colaboradores, sino de los que salvaron a los judíos. Pero eso es sólo un aspecto de la historia, que es mucho más compleja y dolorosa.

Y si queremos enseñar a nuestros hijos a tomar las decisiones correctas cuando se enfrentan a situaciones difíciles, tenemos que mostrarles esta historia, mostrarles la importancia de luchar contra la discriminación, los prejuicios y el antisemitismo para construir una sociedad integradora. Por eso es importante mostrar las zonas oscuras de la historia. Y en Ucrania somos conscientes de ello, a diferencia de Rusia.

¿Cómo utilizan los rusos la violencia sexual como arma de guerra?

En primer lugar, hay muchos casos de violación en grupo. Antes de la invasión del 24 de febrero, no teníamos constancia de esos casos, había ejemplos de violaciones, torturas sexuales... Ahora, las violaciones en grupo se han multiplicado, son obra de unidades militares, es una estrategia para reforzar la unidad de los soldados. Luego, y esto es muy doloroso, están las violaciones públicas, que se perpetran delante de familiares, seres queridos, otras víctimas. Tienen lugar, por ejemplo, en centros de acogida. Estas violaciones también se ven acompañadas por los asesinatos de quienes intentan ayudar a las víctimas. 

¿Podemos decir que esto forma parte del discurso sexista y patriarcal de Putin, que no ha dudado en comparar a Rusia con un hombre y a Ucrania con una mujer a la que dominar?

Sí, hay muchos factores que explican este fenómeno de las violaciones masivas. No se trata sólo de una falta de disciplina, de una cultura militar propia de Rusia o de motivos personales de los soldados, sino del ambiente general que reina en Rusia en este momento. Las investigadoras feministas sabemos que el nivel de violencia sexual está muy relacionado con la influencia del patriarcado en la sociedad en general, el sexismo y la misoginia. Si en tiempos de paz consideras que las mujeres no son equivalentes a los hombres, que nunca son tan inteligentes, entonces en tiempos de guerra las tratarás de una manera muy brutal. La guerra sólo exacerba una tendencia ya existente.

Por eso, una de las razones de las violaciones masivas es la cultura de la violación en Rusia, fomentada por los dirigentes. Las mujeres en Rusia no están protegidas, sufren violencia doméstica. Si los hombres rusos no tienen piedad con las mujeres rusas, ¿cómo puedes esperar que la tengan con las ucranianas? La propaganda rusa las deshumaniza, las presenta como cómplices de crímenes, como nazis, etc. Así que es un problema mayor, más allá de ciertas unidades militares o de ciertos autores, al que la sociedad rusa tiene que hacer frente.

¿Cómo afronta Ucrania la violencia sexual?

Quiero señalar que los miembros del regimiento Tornado que habían cometido delitos sexuales fueron juzgados en 2016 y condenados a penas de cárcel. Pero a veces, y esto ha sido criticado por las feministas, el hecho de que los acusados fueran ex militares era tenido en cuenta por las autoridades policiales y judiciales, lo que constituía una forma de eximente. En algunos casos, los autores de delitos sexuales no recibieron el severo castigo que merecían.

Otra dificultad actual es que el gobierno ucraniano no está haciendo lo suficiente para combatir la violencia sexual en el ejército. Porque, a pesar de la presencia de cada vez más mujeres, la violencia sexual y el acoso siguen estando muy presentes. Ucrania podría aprender de los ejemplos de muchos países occidentales. Queda mucho por hacer, pero el ejército ucraniano debe hacer frente a su herencia postsoviética y a sus prácticas violentas.

A diferencia de Rusia, la sociedad ucraniana debate estas cuestiones a pesar de la narrativa heroica que domina la sociedad. Por ejemplo, se critica el modo en que se instrumentaliza a las mujeres militares el 8 de marzo, Día Internacional de los Derechos de la Mujer, presentándolas de forma sexista y centrándose en su belleza y no en su inteligencia, capacidades o esfuerzos. Y es importante poder debatir estas cuestiones, porque es una oportunidad para exponer nuestros valores, los valores de una democracia.

Pero está claro que la militarización de la sociedad provocada por la agresión rusa refuerza un discurso de género en el que los hombres son presentados como los defensores y combatientes naturales, porque no pueden abandonar el país, y las mujeres como víctimas y las que cuidan de los niños o huyen al extranjero. La masculinidad está ligada al conflicto y esto es muy problemático, ya que eclipsa la contribución de las mujeres militares.

Tenemos uno de los porcentajes más altos de mujeres en el ejército en comparación con algunos países de la OTAN, superior al de Francia, por ejemplo. Eso también refuerza estos estereotipos de género. Hoy, la prioridad es sobrevivir, pero al mismo tiempo intentamos mantener estos debates, intentamos remover las narrativas y los discursos negativos. Es difícil, pero lo estamos intentando. Nos queda mucho por hacer, pero tenemos la firme voluntad de hacerlo porque es una gran oportunidad, básicamente, para construir una Ucrania democrática. Es una oportunidad para Ucrania.

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Traducción de Miguel López

Aquí puedes leer el texto completo en francés:

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