El idilio de Elon Musk con la ultraderecha alemana da una pista sobre la Europa con la que sueña Trump
El multimillonario estadounidense Elon Musk, futuro miembro de la administración del presidente electo Donald Trump, ha hecho una entrada espectacular en la campaña electoral alemana para la renovación del Bundestag el 23 de febrero de 2025. El domingo 29 de diciembre, en el dominical conservador Welt am Sonntag, firmó un artículo de opinión en apoyo del partido de extrema derecha Alternative für Deutschland (AfD).
En él, Elon Musk explica que Alemania está “al borde del colapso económico y cultural” y que, para él, la AfD es la “última chispa de esperanza” del país. Este apoyo se basa en cinco temas principales: “renacimiento económico”, “inmigración e identidad nacional”, “energía e independencia”, “realismo político” e “innovación y futuro”.
En cada uno de estos ámbitos, Elon Musk confirma que la AfD responde a su propia agenda, la de una fusión entre el libertarismo y la extrema derecha, que quiere presentarse como alternativa al neoliberalismo. En materia económica y de innovación, el multimillonario de origen sudafricano cree que el partido ultra se alinea con la idea de deconstruir el Estado.
“La AfD ha comprendido que la libertad económica no sólo es deseable, sino también necesaria”, afirma. Para él, es un partido que “no solo habla de crecimiento”, sino que también “crea un entorno para producirlo permitiendo que las empresas se desarrollen sin una fuerte intervención del Estado”.
En términos culturales, Elon Musk mezcla un discurso nacionalista-identitario que critica la política migratoria de Angela Merkel (“no es una cuestión de xenofobia, sino de saber si Alemania no va a perder su identidad”) con un discurso anti-establishment (“los partidos tradicionales han fracasado en Alemania”). Entre ellos, el rechazo al abandono de la energía nuclear (y, por extensión, de las políticas medioambientales) y el “adoctrinamiento” educativo (y, por extensión, el pseudoempoderamiento del wokismo).
Todos estos métodos, ya probados durante la campaña de Donald Trump, van acompañados de una banalización de las posiciones de la AfD y de su “centralidad” en el debate actual. Elon Musk insiste en que presentar a la AfD como “extremista” es un engaño del establishment y de los que quieren preservar el statu quo. Con un argumento supuestamente machacón: “Alice Weidel, la presidenta del partido, mantiene una relación homosexual con una persona de Sri Lanka. ¿Le suena eso a Hitler? Por favor”.
Sin embargo, la AfD es un partido que ha estado trabajando recientemente en un plan para devolver a sus países a millones de sus ciudadanos, y en Turingia ha presentado a un cabeza de lista, Björn Höcke, condenado en 2023 por utilizar consignas nazis.
Reacciones de políticos alemanes
Este artículo llega tras varias publicaciones recientes de Elon Musk en su propia plataforma X, en las que ya afirmaba su apoyo a la AfD. Obviamente, los miembros de la AfD han acogido con satisfacción la iniciativa. Maximilian Krah, antiguo cabeza de lista de la AfD para las elecciones europeas y conocido por sus comentarios revisionistas sobre los nazis, habló de un “cambio de juego”, mientras que Alice Weidel tomó las redes sociales para reimprimir grandes extractos de la tribuna del multimillonario.
La AfD aspira al segundo puesto en las elecciones del 23 de febrero, por detrás de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su aliado bávaro, la CSU, pero por delante del Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller saliente, Olaf Scholz.
El resto de partidos alemanes, sin embargo, se posicionaron enérgicamente contra el discurso de Musk. En la derecha, el candidato a canciller de la CDU/CSU, Friedrich Merz, calificó la intervención de Elon Musk de “intrusiva y pretenciosa”. “No recuerdo en la historia de las democracias occidentales un caso similar de injerencia en la campaña de un país amigo”, añadió. El mismo tono utilizó el SPD, donde el copresidente del partido, Lars Klingbeil, comparó a Elon Musk con Vladimir Putin. “Ambos quieren influir en nuestras elecciones y apoyar a la AfD, el enemigo de la democracia”, añadió, añadiendo que “la democracia está bajo una amenaza masiva desde el exterior”.
Sin embargo, las críticas no son totalmente iguales en la izquierda y en la derecha. Friedrich Merz intentó explicar que Elon Musk se equivoca y que la AfD no es la solución adecuada para Alemania. En otras palabras, que ha elegido el caballo equivocado. Así que le recordó al multimillonario estadounidense que la AfD se había opuesto a la construcción de su planta de automóviles Tesla en Brandenburgo. El mismo enfoque se adoptó en el contraartículo publicado por Die Welt al artículo de Musk (véase el recuadro de abajo).
También fue el planteamiento de Christian Lindner, el ex ministro de Economía cuya destitución provocó el colapso de la coalición federal y la convocatoria de nuevas elecciones. Lindner había respondido en X a las publicaciones iniciales de Elon Musk en apoyo de la AfD, afirmando que el Partido Liberal Democrático (FDP) era el partido más cercano a las opiniones libertarias del multimillonario. A continuación, solicitó públicamente una reunión con Musk. Musk le ignoró. Esta vez, 24 horas después de la publicación, el FDP no había reaccionado al artículo del jefe de Tesla.
¿Qué quiere Elon Musk?
Y es que estos críticos no han comprendido el proyecto de Elon Musk. Su intervención en la campaña alemana tiene por objeto construir una red de aliados políticos capaces de influir en las políticas de cada país. El FDP, que no tiene la certeza de que estará representado en el Bundestag el 23 de febrero, carece de interés en este contexto. Elon Musk sabe, sin embargo, que puede utilizar el empuje xenófobo e identitario para construir esta red e influir en las políticas económicas de los partidos de extrema derecha.
Como señala el escritor alemán de origen iraní Navid Kermani, el problema central aquí es el poder de la fortuna de Elon Musk, que proporciona apoyo financiero a sus proyectos y sesga el juego democrático. Este es también el punto con el que el multimillonario abre su columna: como “gran” inversor en el país, tiene “derecho”, dice, a opinar sobre el futuro de Alemania.
Por tanto, el empresario reconoce implícitamente que su dinero le otorga un derecho adicional al de cualquier otro ciudadano. Por lo tanto, es bastante inútil, como hacen Friedrich Merz o Christian Lindner, decirle a Elon Musk que tendría mejores inversiones con la CDU o el FDP que con la AfD. Musk está utilizando su poder financiero para crear una situación política que le convenga.
Así que el objetivo de Elon Musk es hacer lo que hacen todos los gigantes tecnológicos: construir redes de vasallos que dependan de él. Pero esta vez, este vasallaje se está construyendo a nivel estatal, lo que es algo nuevo. La idea se aclara a medida que se acerca la fecha de la toma de posesión de Donald Trump, el 20 de enero. Está utilizando sus amenazas de aranceles prohibitivos para dictar condiciones a otros países.
En el caso de Europa, Donald Trump ha pedido recientemente a la UE que compre más petróleo y gas estadounidense. De lo contrario, Washington recurriría a aranceles “por todo lo alto”. Esta lógica podría extenderse a otros sectores clave de la economía estadounidense, como el tecnológico y el financiero.
En última instancia, el objetivo es hacer que los países socios dependan de los suministros estadounidenses para poder dictar sus políticas económicas en beneficio, por supuesto, de las empresas del otro lado del Atlántico. Se trata de una forma de neo-vasallización diseñada para responder a la construcción por parte de China en los últimos años de una esfera de influencia en los países del Sur global.
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Para hacer realidad esta ambición, el trumpismo necesita gobiernos que lo asuman. De ahí la decisión de entrar en el campo del Viejo Continente. Elon Musk también ha optado por apoyar al Reform Party, otro partido de extrema derecha en el Reino Unido. Otros le seguirán sin duda.
Uno de los argumentos esgrimidos por Die Welt y Friedrich Merz para decirle a Elon Musk que está “equivocado”, el deseo de la AfD de acabar con la UE, no es válido. Para Musk y Trump, el fin de la Unión facilitaría sus maniobras, aunque no es seguro que la UE pueda o quiera oponer resistencia a este chantaje (véase la entrevista a Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, que aboga por “negociar y no tomar represalias” contra los aranceles estadounidenses).
Detrás de la intrusión de Elon Musk en la campaña alemana se esconde, pues, un proyecto más amplio destinado a construir una red de Estados vasallos de Estados Unidos mediante la aplicación de políticas etnolibertarias. Y, para ello, se apoya en la extrema derecha de todas partes, aprovechando el desorden de los sectores de la población abandonados a su suerte por el fracaso del neoliberalismo.