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¿Alto el fuego en Ucrania? La ecuación para negociar el fin de la guerra suma más incógnitas que certezas

En el primer día del nuevo año, múltiples familias ucranianas acudieron a visitar a sus seres queridos enterrados en el Cementerio Militar de Leópolis.

Justine Brabant (Mediapart)

Nadie sabe exactamente cuándo podrían comenzar las conversaciones para poner fin a la guerra entre Ucrania y Rusia. Ni dónde tendrán lugar. Ni quién será elegido para representar a cada uno de los dos países. Pero su agenda ya casi se conoce. Las grandes cuestiones que deberán decidir los protagonistas ya están en la mente de los principales diplomáticos de Moscú y Kiev, pasando por Washington, Londres o Pekín.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que fue reelegido en noviembre y tomará posesión el 20 de enero, ha prometido hacer del fin de la guerra en Ucrania una prioridad. Aunque no se llegue a un acuerdo “en veinticuatro horas”, como le gusta presumir, los primeros intercambios en este sentido podrían producirse rápidamente. Trump ya ha nombrado a un enviado especial para Ucrania y Rusia, Keith Kellogg, que ha prometido viajar a Kiev en enero.

Aunque estas conversaciones lleven un tiempo, se centrarán en una serie de temas que ya han sido identificados. ¿Cómo se puede convencer a Rusia para que deponga las armas cuando parece encontrarse en una posición militar más favorable que su adversario? ¿Dónde trazar la línea de demarcación? ¿Qué estatus deben tener los territorios conquistados militarmente por Rusia? Y, sobre todo, ¿cómo garantizar la seguridad de Ucrania a largo plazo y evitar una nueva invasión rusa?

Para cada una de esas preguntas, hay varias opciones sobre la mesa, desde las más favorables a Ucrania hasta las más compatibles con los puntos de vista de Vladimir Putin.

Territorios ocupados por Rusia: cederlos sin reconocimiento oficial

Uno de los primeros temas de debate serán lógicamente los territorios ucranianos anexionados ilegalmente y conquistados militarmente por Rusia: la península de Crimea, anexionada en 2014, así como las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, anexionadas por la Federación Rusa en septiembre de 2022 y ocupadas militarmente en gran parte por las tropas de Moscú. En conjunto, representan entre el 20 y el 25% de la superficie de Ucrania.

Hasta el verano de 2024, Volodímir Zelensky mantenía que la recuperación de todo el territorio ucraniano “en sus fronteras de 1991” (es decir, incluida Crimea) era un requisito previo para cualquier negociación. Su retórica ha cambiado en los últimos meses, por dos razones principales: el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca –quien, además de prometer negociaciones rápidas para poner fin a la guerra, ha amenazado con cortar toda ayuda militar a Ucrania– y la difícil situación de sus tropas en el frente.

El presidente ucraniano parece admitir ahora que recuperarlas no está al alcance inmediato de su ejército. Pero, ¿cómo puede formularse esto en un acuerdo de alto el fuego o en un tratado de paz sin que parezca que capitula y que, por tanto, dé la razón a la agresión rusa?

La presidencia ucraniana parece haber encontrado un mal menor: renunciar temporalmente a la reconquista de estos territorios, pero sin reconocer oficialmente su pertenencia a Rusia. Eso es lo que significa la expresión “recuperar estos territorios por vía diplomática”, utilizada desde finales de noviembre por el presidente Zelensky.

Por el momento, es difícil ver cómo Ucrania podría utilizar la “diplomacia” para obligar a la Federación Rusa a devolverle estas regiones, pero ese no es el punto principal: se trata sobre todo de no renunciar a la idea de que esos territorios pertenecen legalmente a Ucrania y algún día tendrán que serle devueltos.

Esta solución intermedia “no es sencilla”, admite una fuente diplomática ucraniana. “Y no es fácil explicárselo a los ucranianos sin que piensen que entregamos nuestro país a los rusos”. Convencer a la población ucraniana, incluidos los soldados que llevan tres años luchando para no abandonar el Donbás, de que dejen de lado estos territorios durante un periodo de tiempo indeterminado será, en efecto, “muy difícil”, coincide Volodímir Dubovyk, profesor del departamento de relaciones internacionales de la Universidad de Odessa.

Por eso será crucial no forzar a Kiev a reconocer oficialmente la soberanía rusa sobre estos territorios, a riesgo de que el acuerdo final sea simplemente inaceptable para la población ucraniana, añade el profesor, que lleva más de 20 años estudiando las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania.

Línea de demarcación y zona gris

La segunda cuestión a la que se enfrentan los posibles negociadores es la línea de alto el fuego. Según algunos expertos, la solución podría ser sencilla, si es que se puede considerar sencillo marcar el destino de los miles de personas que viven en las zonas del frente. Consistiría en congelar la línea del frente donde se encuentre cuando se firme el alto el fuego. “La línea de contacto, con quizá algunos pequeños intercambios y ajustes, permanecerá inalterada cuando callen las armas”, sugería el 24 de diciembre Samuel Charap, experto de la corporación RAND, un think tank vinculado al ejército estadounidense.

Esos “ajustes” podrían consistir en garantizar que ciertas infraestructuras importantes no acaben en tierra de nadie, en una “zona gris” desmilitarizada, donde no puedan utilizarse.

Las propuestas de Samuel Charap son un buen indicador de las ideas que circulan en los círculos dirigentes de Washington sobre Ucrania: las publicó en Foreign Affairs, una influyente revista estadounidense de política exterior. Este experto tiene acceso a los más altos niveles de la Administración americana. Ha visitado la Casa Blanca en veintidós ocasiones desde el inicio de la guerra en Ucrania para reunirse con los asesores del presidente Biden (y una vez con el propio Joe Biden), según la base de datos de visitantes de la presidencia estadounidense.

Pero la idea de congelar el frente donde está no tiene prácticamente ninguna posibilidad de ser aceptada por los ucranianos si no va acompañada de otra medida: medios sólidos para garantizar que Rusia no atacará Ucrania en el futuro  –“garantías de seguridad”, en lenguaje diplomático-militar.

La espinosa cuestión de la OTAN

En concreto, estas garantías de seguridad ofrecidas a Ucrania podrían adoptar varias formas: armarla aún más que ahora, integrarla en una alianza militar que fuera suficientemente disuasoria para Moscú, o desplegar tropas extranjeras a lo largo de la línea del frente para demostrar la determinación de la comunidad internacional a protegerla.

Para Kiev, sólo hay una solución realmente eficaz: que Ucrania se integre en la OTAN, una alianza militar de países europeos y norteamericanos. Esta Alianza, al funcionar según el principio de defensa mutua e incluir a países con armas nucleares, sería la única organización capaz de disuadir futuras agresiones rusas, repiten una y otra vez los dirigentes ucranianos. El consenso al respecto llega hasta la izquierda del espectro político en Ucrania.

De ahí una de las exigencias casi constantes de Kiev desde 2022: que los países miembros de la OTAN le envíen una ”invitación formal” para unirse a la organización. “Creemos que hoy en día no hay más garantía de seguridad” que una invitación a unirse a la Alianza Atlántica, declaraba el 29 de diciembre a Libération Andriy Yermak, mano derecha del presidente ucraniano. Un punto de vista que cuenta con el apoyo de algunas voces influyentes de la diplomacia estadounidense, como el ex embajador en Rusia Michael McFaul.

La OTAN no es una “línea roja” para Putin

Una fuente diplomática ucraniana

Pero en muchos aspectos, esta petición parece inviable. La organización no permite la adhesión de países en guerra, aunque los partidarios de Kiev replican que sólo sería posible integrar en la OTAN la parte libre de Ucrania, pero no sus territorios ocupados. Desde un punto de vista político, está claro que no hay consenso sobre la idea: Biden se opuso, Trump también, y Putin lleva años luchando vehementemente contra esa idea.

“La OTAN no es una ‘línea roja’ para Putin”, afirma una fuente diplomática ucraniana. “Cuando Finlandia entró en la OTAN en 2023, Putin retiró todas sus tropas rusas de la frontera ruso-finlandesa, porque sabía que se estaba convirtiendo en una de las más seguras del mundo.”

En el debate sobre un futuro alto el fuego, está la idea opuesta de quienes opinan que la única forma de lograr una paz duradera sería que la OTAN se comprometa a no incluir a Ucrania entre sus miembros. Esa es por ejemplo la postura del general Keith Kellogg, enviado especial de Donald Trump para Ucrania y Rusia.

En un artículo publicado antes de ser nombrado para el cargo, Kellogg afirmó que Joe Biden y sus homólogos “deberían ofrecer el aplazamiento del ingreso de Ucrania en la OTAN durante un largo periodo” a cambio de un acuerdo de paz. Fuentes del equipo de transición de Donald Trump, citadas por la prensa americana, sugieren un periodo de “al menos veinte años”.

Algunos en Ucrania no entienden por qué el Ejecutivo se atrinchera en ser invitado a la OTAN cuando pocos de los socios de Kiev parecen dispuestos a seguirle por ese camino. “Decirle al mundo que no aceptaremos nada que no sea una invitación a entrar en la OTAN [como parte de las negociaciones con Rusia -ndr] es un error y nos pone en una situación difícil”, afirma Volodímir Dubovyk, de la Universidad de Odessa. “En lugar de eso, tenemos que decir a quienes nos apoyan: Vale, no estáis dispuestos a invitarnos a entrar en la OTAN, así que ofrecednos otras garantías de seguridad convincentes”.

Europa, un “plan B”

Uno de los “planes B” para tranquilizar a Kiev sería inundar Ucrania de armas que le dieran ventaja sobre Moscú. Pero esta opción parece descartada porque sería “vulnerable a las decisiones presupuestarias” de Estados Unidos, opina Camille Grand, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) y ex secretario general adjunto de la OTAN para Inversiones en Defensa.

Otra opción, que parece estar siendo estudiada detenidamente en Bruselas, es el “modelo coreano”: la creación de una línea de demarcación unida a una zona desmilitarizada, como es el caso entre Corea del Norte y Corea del Sur desde hace más de setenta años, vigilada de cerca por una misión internacional de mantenimiento de la paz.

Esta opción ha encontrado un partidario entusiasta en Emmanuel Macron, a quien le gustaría que participaran militares europeos. El jefe de Estado francés parece haber visto en ello una nueva oportunidad para erigirse en hombre fuerte europeo en materia de defensa y diplomacia. Pero, como en anteriores ocasiones, actualmente está solo en esa empresa: el primer ministro polaco, Donald Tusk, con quien trató la idea a mediados de diciembre, no está por la labor.

Por parte ucraniana, la idea es bien recibida: “Apoyamos la idea. Pero lo más importante es saber cuántas tropas, en qué plazo y con qué mandato”, responde el estratega de Zelensky, Andryi Yermak. Hasta hace poco, el propio presidente ucraniano consideraba que las garantías de seguridad de Europa, sin la participación americana, no serían “suficientes”. Entonces, ¿por qué no una protección americana para Ucrania, pero fuera del marco de la OTAN? Diplomáticos, políticos y militares trabajan sin duda en ello.

Convencer a Rusia para que participe

Todo este trabajo diplomático sería inútil si Putin no acudiera a la mesa de negociaciones, a pesar de los llamamientos de Donald Trump. La última vez que negoció una posible “paz” en Ucrania, en marzo de 2022, Putin pidió básicamente a Kiev que renunciara a todos los medios de defenderse: un ejército reducido a 50.000 personas, la prohibición de poseer o construir misiles con un alcance superior a 250 kilómetros...

¿Cómo conseguir que se siente a negociar esta vez, cuando parece que no tiene ningún interés en detener una guerra en la que poco a poco va ganando terreno? Esta es la última incógnita en la ecuación de las futuras conversaciones.

Darle garantías de que Ucrania no se unirá a la OTAN a corto plazo y ofrecerle un levantamiento parcial de las sanciones a su país podrían ser argumentos para convencer a Putin, argumentos que parecen contar con el beneplácito del enviado especial de Donald Trump, Keith Kellogg. Pero existe una delgada línea entre convencer al jefe de Estado ruso para que participe en las conversaciones y alentar futuras agresiones al darle más de lo que merece.

Por eso otros sostienen que el palo y la zanahoria deberían manejarse en la dirección opuesta: poner a Putin frente al hecho consumado de la adhesión de Ucrania a la OTAN, pero garantizándole que no se estacionarán allí tropas internacionales y que la ayuda militar occidental a Kiev se reducirá drásticamente.

Putin anuncia un alto el fuego en Ucrania

Putin anuncia un alto el fuego en Ucrania

El número de reuniones necesarias para resolver esta ecuación con múltiples incógnitas y firmar finalmente un acuerdo se contará sin duda por docenas o incluso centenas. Al final de la Guerra de Corea, hicieron falta 158 reuniones oficiales, repartidas a lo largo de dos años, para llegar a la firma de un armisticio el 27 de julio de 1953.

Hasta que eso ocurra la guerra sigue, y no sólo en suelo ucraniano. Kiev ya no oculta sus asesinatos selectivos de oficiales de alto rango en suelo ruso y los países europeos sospechan que Moscú está detrás de una serie de incidentes que afectan a sus cables submarinos. Para cada uno de los dos adversarios, cualquier medio es bueno para demostrar que siguen teniendo recursos militares y poder para causar daños.

Traducción de Miguel López

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