Israel se une en el dolor y pone en un segundo plano las críticas a Netanyahu
En el enorme Palacio de Congresos al norte de Tel Aviv se ha formado una cola de gente ante una oficina improvisada. “Es increíble, hay cola para ser voluntario", dice entusiasmado Yoav, un israelí de 16 años. "Necesitaba sentirme útil y creo que la gente necesita estar unida", explica.
En el sótano se preparan cientos de paquetes para ayudar a los israelíes evacuados de la veintena de ciudades cercanas a la frontera con Gaza. "Sólo en este centro tenemos 10.000 voluntarios. Después de lo ocurrido, la gente no se atreve a salir, pero aquí tenemos casi demasiada gente", explica Michal Jeva, responsable de la distribución de la ayuda.
La efusión de solidaridad es proporcional a la tragedia que sacudió Israel el sábado pasado. A primera hora de la mañana, durante la fiesta del Sim'hat Torá, que cierra la semana de Sucot, la fiesta de las cabañas, entraron en territorio israelí más de mil combatientes de las brigadas Ezzedine al-Qassam, brazo armado de Hamás.
Bautizado como el "Diluvio de Al-Aqsa", ese ataque a gran escala por tierra, mar y aire tomó por sorpresa a los israelíes en pleno Shabat. Fue un día negro con un alto coste humano, con cifras provisionales de más de 1.300 víctimas.
A pesar de los enfrentamientos regulares con Hamás, el 7 de octubre ha conmocionado a la sociedad israelí, casi cincuenta años después del trauma de la Guerra del Yom Kippur. “Es el peor día de la historia de Israel", afirma Itay Ben Horin, que trabaja con las familias de los rehenes. Somos una pequeña nación de 10 millones de habitantes, así que a la fuerza nos afecta directamente. Todos conocemos a alguien que ha perdido a un familiar.”
Desde el comienzo del conflicto, han sido lanzados desde la Franja de Gaza más de 3.000 cohetes contra las principales ciudades del país. Ante esta amenaza, el pueblo israelí compartió primero su dolor en las redes sociales y fueron ampliamente difundidos y comentados los testimonios de las víctimas, como el vídeo de un padre que salva a su familia antes de ser abatido en el tejado de su casa o el asesinato de 260 jóvenes que participaban en un festival de música cerca del kibbutz de Re'im.
Yossef Goldberg busca a su hija recorriendo la zona de exclusión militar a lo largo de la frontera con Gaza. "Desde el sábado, buscamos por hospitales y morgues sin resultado. No sabemos qué ha sido de ella, pero quiero mantener la esperanza, así que busco una prenda de ropa o una pista que pueda llevarme hasta su paradero". Seis días después del comienzo de los atentados, en los centros de búsqueda de desaparecidos no cesan las peticiones de las familias para encontrar a un ser querido.
Los colegios siguen cerrados
El atentado de Hamás ha sumido a la insomne Tel Aviv, capital de la fiesta y centro económico de Israel, en un profundo estado de melancolía. La mayoría de los comerciantes han bajado las persianas y las calles, habitualmente abarrotadas de gente en hora punta, viven una calma que sorprende incluso a sus habitantes. En señal de preocupación por una posible represalia a gran escala, las autoridades israelíes han prohibido las reuniones de más de diez personas,mientras que los colegios permanecieron cerrado todo el jueves.
También se envió una alerta a todo el país en la que se recomendaba a la población abastecerse de alimentos y agua para 72 horas y estar preparados para instalarse en sus mamad, los búnkeres individuales que se encuentran en muchos pisos.
Decenas de israelíes se reunieron tímidamente en la plaza Dizengoff, en el corazón de Tel Aviv, para encender velas en homenaje a las víctimas. Fue un raro momento de recogimiento en un momento en que todavía no se han celebrado muchos funerales, debido a la falta de seguridad.
"Aquí todo el mundo teme la apertura de un nuevo frente en el norte con Líbano. Hezbolá tiene misiles iraníes mucho más peligrosos que los cohetes de Hamás", explica Sharon, un joven reservista que ha venido a encender una vela antes de irse al sur. Ha habido intercambios de fuego de artillería entre el ejército israelí y Hezbolá, y este último ha declarado que entraría en guerra si se lanzaba una operación terrestre.
Ya ha habido rehenes en el pasado, pero eran militares, nunca familias enteras.
Una ola de emoción recorre la sociedad israelí al difundirse la noticia de los kibbutzim tomados por Hamás. Al salir de Kfar Aza, los soldados aparecen con los rostros inexpresivos. En este kibbutz, a pocos kilómetros de la frontera con Gaza, se han descubierto más de cien cadáveres, entre ellos casi cuarenta niños.
"No debería hablar, pero no puedo callarme ante las masacres cometidas aquí. Las calles están sembradas de cadáveres, mujeres y niños pequeños. Los terroristas los ejecutaron a sangre fría, incluso en sus dormitorios", dice un comandante de la división aerotransportada bajo condición de anonimato.
"En veinte años de profesión, nunca había visto nada igual, nos siguen llegando cadáveres, nuestros departamentos están desbordados, algunos cuerpos están hinchados por el sol. Otros están tan desfigurados que tenemos que esperar a los resultados del ADN antes de devolverlos a las familias", afirma Ruben Reouven, coordinador logístico de la organización religiosa Zaka, encargada de recuperar e identificar los cadáveres.
Además de los muertos, la cuestión de los rehenes también está suscitando un gran debate. "Ya ha habido rehenes en el pasado, pero eran militares, nunca familias enteras. Es un tema al que la sociedad israelí es especialmente sensible", admite Itay Ben Horin.
En 2011, el Gobierno negoció la liberación del sargento Gilad Shalit, secuestrado en 2006 cerca de su tanque, a cambio de 1.027 detenidos palestinos. "Liberaron a cientos de prisioneros peligrosos, incluido Yahya Sinwar, ahora comandante de Hamás. Espero que no volvamos a cometer ese error", comenta Sheba, ex militar de 50 años ahora taxista en el centro del país.
Aunque aún no se conocen las cifras exactas, Hamás y su aliado, la Yihad Islámica, se han llevado a más de 130 rehenes a la Franja de Gaza. A través de su portavoz Abu Ubayda, la organización ha amenazado con ejecutar a un rehén por cada bombardeo de la Franja de Gaza.
Exceso de confianza
"Serví en Gaza y no entiendo cómo ha podido ocurrir esto. Durante las guardias, estamos todo el día sentados sin quitar ojo de las pantallas de vigilancia, vemos todo lo que viene de Gaza, sabemos hasta del pájaro más pequeño que se acerca a la valla", dice un residente de Tel Aviv que prefiere no dar su nombre.
Es un sentimiento compartido por muchos israelíes, que siguen sin entender cómo los militantes de Hamás consiguieron entrar en el territorio con tanta facilidad, a pesar de la imponente valla de 6 metros de altura, equipada con sensores y cámaras y con fama de impenetrable. "Cometimos un exceso de confianza. La valla nos hacía sentir intocables", lamenta Yarin, cocinero al servicio del Tsahal.
A pesar de la formación de un gobierno de emergencia formado por ex militares y jefes de gobierno, el primer ministro Benyamin Netanyahu ha sido blanco de numerosas críticas desde el sábado. "Llamé a la policía a las 7:30 de la mañana del sábado, había terroristas delante de mi casa. Me dijeron que estaban de camino, pero nadie vino hasta las 11:30", cuenta Ilan, cuya casa está en las afueras de Sderot, camino de Gaza.
"¿Por qué estaban en Cisjordania unidades que normalmente se encuentran cerca de Gaza? Este gobierno estaba dormido cuando debería habernos protegido", se queja Shirel Hogeg, cuya hermana resultó herida en Kfar Aza. El día anterior al ataque, se desplegaron importantes recursos en Huwara para proteger una reunión de colonos en una aldea palestina al sur de Naplusa. Ese enfado se ha visto reforzado por las recientes declaraciones de los servicios de inteligencia egipcios. El Cairo afirma que alertó al gobierno israelí en varias ocasiones sobre actividades inusuales en la Franja de Gaza. Alertas que fueron deliberadamente ignoradas.
Se han incorporado al ejército más de 350.000 reservistas.
Esas críticas se dirigen principalmente al primer ministro Benyamin Netanyahu, que lleva casi 15 años al frente de múltiples coaliciones de gobierno. Su determinación de sacar adelante su reforma judicial a pesar de una revuelta israelí sin precedentes ha sido criticada públicamente. "Su responsabilidad en lo ocurrido es inmensa. Su gobierno de extrema derecha y él han debilitado a Israel dividiéndonos", lamenta Shirel Hogg.
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Detrás de esas divisiones, los israelíes muestran hoy un apoyo casi inquebrantable a la declaración de guerra del primer ministro, mientras Israel se prepara para una gran invasión terrestre. Se han incorporado al ejército más de 350.000 reservistas. La operación militar "Espada de Fuego", que ya ha dejado más de 1.200 muertos y 5.600 heridos en la Franja de Gaza, cuenta con el apoyo abrumador de la población israelí. Tanto de izquierdas como de derechas. "¡Hay un momento para todo! Ahora tenemos que permanecer unidos y lamernos las heridas. Luego llegará el momento de hacer balance. Lo que es seguro es que habrá un antes y un después del 7 de octubre. Israel nunca volverá a ser el mismo", continúa Shirel.
Traducción de Miguel López