Suramérica
¿Está la izquierda de América Latina en crisis?
Cada vez que se celebran elecciones, se repite el mismo ritual. Una parte de la prensa interpreta que suponen un nuevo paso hacia la derrota final, una más, una victoria indiscutible. El Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales, el partido del presidente boliviano, ¿se impuso a finales de marzo en seis de los nueve departamentos del país o, más bien, perdió bastiones como la Alcaldía de El Alto? El escándalo Petrobras ¿arrastrará a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, o hay que poner más bien el foco en el descenso del número de manifestantes contabilizados entre mediados de marzo y mediados de abril (de 1,7 millones a 600.000) o tal vez en el objetivo –confesado– de la oposición de indicar a la presidenta por dónde está la salida? Y, sobre todo, ¿está la izquierda latinoamericana en crisis o es intocable?
En una década, América del Sur se ha vuelto rojaroja. En 1999, Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela. Apelaba a una nueva izquierda que permitió pasar la página de la guerra fría, dando paso al “socialismo del siglo XXI”. En 2000, el socialista moderado Ricardo Lagos se situó al frente de Chile; en 2003, Lula da Silva, en Brasil, y Néstor Kirchner, en Argentina; en 2005, Tabaré Vázquez, en Uruguay, y un año más tarde, Evo Morales en Bolivia, seguido en 2007 de Rafael Correa en Ecuador y, en 2008, de Fernando Lugo en Paraguay.
Con la excepción de este último, destituido en 2012 tras un golpe de Estado parlamentario dirigido por la oposición, todas estas izquierdas diversas y variadas siguen en el poder. En 2014, año en el que abundaron las convocatorias electorales, se impuso en las urnas –no sin dificultades, es verdad– Dilma Rousseff, sucesora de Lula da Silva; también Tabaré Vázquez, que recuperaba las riendas de Uruguay, y resultaba reelegido por segunda vez Evo Morales. Estos resultados permiten concluir a Olivier Dabène, profesor de Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París e investigador en el Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales (CERI, por sus siglas en francés), que estas izquierdas no se encuentran en crisis, aunque sufran “cierto desgaste, después de una década en el poder”. Primera constatación: las izquierdas latinoamericana han llegado para quedarse.
Sin embargo, las dificultades económicas –derivadas de la crisis de 2008 y de la bajada del precio de las materias primas– han acabado con la audacia de que hicieron gala durante los primeros años en el ejercicio del poder. “La izquierda cedió con cierta facilidad durante los años del boom de las exportaciones de materias primas; una oportunidad de oro que ha permitido financiar generosas políticas de redistribución”, explica el especialista que ha dirigido la obraLa Gauche en Amérique latine - 1998-2012 [La izquierda en América latina - 1998-2012].
En un país como Venezuela, donde las exportaciones de la empresa estatal de petroleo (PDVSA) suponen el 96,6% de las divisas, las materias primas financian los programas sociales, las “misiones”, dirigidas a combatir el analfabetismo, la infravivienda, o han intentado proporcionar una medicina gratuita… Gracias a los altos precios, en ocasiones por encima de los 100 dólares el barril, la pobreza retrocedió (según el Instituto Nacional de Estadística (INE); en 1998, el 49% de los hogares eran pobres, frente al 21,2% que lo era a finales de 2012). Actualmente, la tendencia se está invirtiendo. Diferentes estudios, más o menos alarmistas, revelan un fuerte aumento –o al menos estancamiento– de la pobreza.
No obstante, el subcontinente americano depende cada vez más de las materias primas. Países como Brasil se están desindustrialización para “reprimarizarse”; las exportaciones de “materias primas, transformadas o no, aumentan notablemente en detrimento de la partida correspondiente a los productos industriales, antaño creciente”, detalle el economista Pierre Salama, profesor de la Universidad París 13, en su obra Les Économies emergentes latino-américaines. Entre cigales et fourmis [Las economías emergentes latinoamericanas. Entre cigarras y hormigas]. Si las ayudas públicas disminuyen, la base electoral de estas izquierdas corre el riesgo de venirse abajo con ellas.
Entre las clases medias ya se logrado imponerse la oposición. Temir Porras, antiguo asesor del presidente venezolano Nicolás Maduro, aseguraba a Mediapart que “estas clases sociales que no tienen acceso a las subvenciones, que, en cierto modo, se entregan al mercado, sufren de lleno el aumento de la inflación. Esto explica la radicalización de los barrios acomodados durante las revueltas del años pasado”, que causaron 43 muertos.
La oposición de izquierdas critica la corriente “recentralizadora”
Frente a estas crisis, algunas izquierdas, las más moderadas, han pasado a convertirse en “izquierdas gestoras”, por emplear el término utilizado por Olivier Dabène, que pone como ejemplo a Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. En Brasil, la austeridad manda, tal y como se puso de manifiesto con el nombramiento como ministro de Finanzas de Joaquim Levy, del FMI, para recortar el gasto público. El historiador argentino Horacio Tarcus, director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, en Argentina, recuerda que uno de los logros del kirchnerismo fue conseguir devolver la “confianza en la política”. Pero constata que a día de hoy los potenciales sucesores de Cristina Kirchner han pasado a una fase “postpolítica”, reducidos de nuevo a su papel de meros “gerentes de la demanda social”. Pervive el deseo de un cambio brusco y ya no se pone en cuestión el liberalismo económico.
Por contra, las izquierdas en el poder más radicales tienen “todavía una agenda de reformas”, según Olivier Dabène. Siguen innovando por la senda de caminos todavía sin explorar. Bolivia intenta construir un Estado plurinacional. En las elecciones generales de 2014, en las que los bolivianos estaban llamados a elegir al presidente, el vicepresidente, la composición de la Asamblea legislativa y el Senado, se aplicó por vez primera la Constitución de 2009 que garantiza una representación más justa de los pueblos indígenas.
Esta “agenda de reformas” lleva tiempo y a veces sufre algún revés. El objetivo de alcanzar el concepto ecológico del “buen vivir”, incluido en la Constitución ecuatoriana, entra en contradicción con el visto bueno concedido a la explotación de materias primas. La luz verde dada por el Congreso, a petición de Rafael Correa, a la explotación petrolífera de la reserva Yasuni, en el Amazonas, en octubre de 2013, se ha interpretado como un retroceso. Este parque se había convertido en todo un símbolo de la defensa del medio ambiente cuando, en 2007, el propio Correa propuso a la ONU no explotar el subsuelo a cambio de 3.600 millones de dólares.
Hay voces de izquierdas que se oponen a este proceso de “recentralización”, aunque no suponen una amenaza para los gobiernos en el poder. La derecha intenta sacar rédito de las dificultades económicas, sin conseguirlo. Para Olivier Dabène la “gran oportunidad de la izquierda es la debilidad de la derecha. La derecha no tiene un programa alternativo que proponer a los electores. No puede retomar el neoliberalismo porque a nadie le apetece volver a ser pobre. Así que debe limitarse a tratar de convencer de que puede convertirse en mejor gestor que la izquierda, incluso que quiere acabar con el clientelismo e institucionalizar los programas redistributivos”, como sucede con Henrique Capriles en Venezuela, candidato que salió derrotado frente a Hugo Chávez en 2012 y Nicolás Maduro en 2013.
Esta derecha “socializa” su discurso, asegura que respetará algunas reformas emprendidas por sus predecesores y opositores y contempla las elecciones como la única vía para conseguirlo. Otra derecha se impacienta tras las sucesivas derrotas electorales. Sale a la calle y se manifiesta reclamando la dimisión del gobierno en el poder. En 2014, en Venezuela, los manifestantes pedían la salida de Nicolás Madura, mientras coreaban “¡Dilma fuera!” en Brasil, en marzo y abril de este año. Esta última estrategia, más mediática e impresionante en la forma, tiene un doble filo. La izquierda puede hacer hincapié en el aspecto antidemocrático de la misma y descalificarla.
El peor enemigo de los Gobiernos de izquierdas en el poder quizás resida en ellos mismos. El poder político es personalista, dirigido por un líder carismático. Esto supone una fortaleza, pero también su principal debilidad. La sucesión de Hugo Chávez, llevada a cabo de forma precipitada y que aupó a Nicolás Maduro al poder, sumergió al país en un ciclo de inestabilidad. Objetivo más fácil para la oposición, este debe dar muestras de ingenio (o de autoridad) para mantener la unidad de los chavistas. No obstante, este ejemplo no es extrapolable a Evo Morales ni a Rafael Correa, que no parecen prever la sucesión entre las opciones. En Argentina, reina la incertidumbre dado que Cristina Kirchner no puede volverse a presentar a las presidenciales de octubre de 2015 y habida cuenta de que la presidenta no ha dado ninguna directriz antes de las primarias de agosto.
Los potenciales sucesores tendrán la ardua labor de dar un nuevo impulso a estas izquierdas, que tienen por delante el desafío de reinventar nuevas fuentes de desarrollo, dependientes en menor medida de la explotación de las materias primas.
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Traducción: Mariola Moreno
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