Hace ya un mes que Francia no tiene un gobierno propiamente dicho. La dimisión de Gabriel Attal el 16 de julio, tras la derrota de la coalición macronista en las elecciones legislativas anticipadas provocadas por la disolución de la Asamblea, no ha tenido ningún efecto. Desafiando a las instituciones de la Vª República , Emmanuel Macron se ha refugiado tras una supuesta tregua olímpica para dar largas y evitar nombrar a Lucie Castets, la candidata propuesta por el Nuevo Frente Popular (NFP), que se impuso el 7 de julio. Se supone que el Gobierno dimisionario se encarga de los “asuntos corrientes”, lo que no impide que Emmanuel Macron y Gabriel Attal gobiernen casi como si nada hubiera pasado, y aspiren a seguir haciéndolo.
En cuanto al presidente de la República, está “en consultas”, dispuesto a todo para evitar nombrar primera ministra a la candidata propuesta por la fuerza que resultó vencedora en las elecciones legislativas. En Le Monde, El Elíseo nos hace saber que Macron quiere elegir a alguien que dé “un olor de cohabitación” sin cambiar de políticas. En resumen, permanecer en el centro del tablero y articular una coalición a su alrededor, a pesar de la derrota electoral y de la situación aritmética en la Asamblea Nacional, desafiando a las fuerzas políticas de la izquierda.
“Más allá de la situación política y de la batalla que estamos librando para gobernar, está la cuestión del estado de la democracia”, dice Benjamin Lucas, diputado ecologista y miembro de Génération-s. “Aquí hay una especie de trumpismo. Sustituyes Mar-a-Lago [la casa de vacaciones de Donald Trump - ndr] por Brégançon y 'Stop the Count' por 'Nadie ha ganado' y tienes la misma receta de negación de la realidad."
Una preocupación compartida por el político socialista Arthur Delaporte, que ha declarado a Mediapart que “estamos pasando del papel institucional del presidente de la República, garante del equilibrio de poderes, a un presidente de la República que abusa de su cargo, retuerce el espíritu de la Constitución e intenta hacerse con el poder”.
Relación epistolar
Tras haber pasado parte del verano viajando para darse a conocer al gran público y recordar las propuestas del NFP, la candidata a Matignon, Lucie Castets, ha intentado retomar la iniciativa al día siguiente de los Juegos Olímpicos.
En una carta dirigida a los diputados –excluyendo a los de extrema derecha– y firmada por todos los presidentes de grupo de la coalición de izquierdas, la alta funcionaria reafirma las prioridades de su hipotético gobierno y tiende la mano a otras fuerzas políticas, afirmando que será “necesario convencer más allá de las filas del Nuevo Frente Popular para construir mayorías parlamentarias”.
Se aleja así formalmente de la afirmación de los dirigentes de La France insoumise (LFI), que llevan desde el 7 de julio insistiendo en que el Gobierno aplicaría “el programa, todo el programa, nada más que el programa”, cuya coherencia defiende Éric Coquerel, diputado de LFI y presidente de la Comisión de Finanzas: “El programa es una lógica que no negociaremos. Es una lógica que contradice todo lo que se ha hecho en los últimos siete años, es una lógica de reparto de la riqueza, de fiscalidad que se ocupa de las rentas del capital para transferirlas a las rentas del trabajo, de aumento de los salarios. Y luego no hacer lo que Emmanuel Macron ha hecho durante dos años, sino buscar compromisos con los miembros de la Asamblea, eso es otra cosa, y estoy a favor de ello.”
Está desconectado de la realidad, Emmanuel Macron quiere cohabitar consigo mismo
“Estamos lúcidos, sabemos que no tenemos mayoría absoluta”, completa Benjamin Lucas. “Es la vida clásica de un parlamento: cuando se presenta un texto, nunca se vota la versión inicial tal cual. Pero el objetivo de aplicar el programa sigue siendo el mismo.” “Tendrá que haber un proceso parlamentario para construir texto a texto”, detalla Lucie Castets a Mediapart, “pero corresponde dirigirlo a la fuerza política más votada, no a la segunda fuerza, que durante 7 años ha despreciado al parlamento y a las demás fuerzas políticas”.
En lugar de responder a la carta del NFP, las fuerzas de la coalición presidencial –que ahora sólo cuenta con 166 diputados en el hemiciclo– también optaron por enviar las suyas. Gabriel Attal, primer ministro dimisionario pero también líder del grupo Ensemble pour la République (EPR), escribió a los diputados, excluyendo, como ya es costumbre entre ellos, a los diputados de la extrema derecha y de La France insoumise.
El primer ministro, que ahora encabeza un grupo de 99 diputados –antes tenía 169–, propone, como si nada hubiera pasado, un “pacto de acción por los franceses”, detallando sus prioridades para esbozar “las bases sobre las que estamos dispuestos a negociar”. “Esta carta está marcada por la negación del resultado electoral, que actúa como una exigencia de cambio por parte de los electores”, contesta Lucie Castets. “Los macronistas han fracasado en las prioridades que tenían para los franceses (servicio público, poder adquisitivo, cuentas públicas). Entonces, ¿cómo se puede confiar en ellos?”
¿Hacia una coalición de derrotados?
Al mismo tiempo, Laurent Marcangeli, líder del grupo Horizons, otro grupo perdedor en las elecciones legislativas, pedía el lunes “la organización de una reunión lo antes posible para estabilizar la vida política en nuestro país”, excluyendo también a la Agrupación Nacional (RN) y a La France Insoumise. “Buscan gente a su alrededor, en eso consiste un movimiento con mayoría relativa, pero ni siquiera la tienen”, afirma Éric Coquerel. “No está en contacto con la realidad, está fuera de todo lo que ha demostrado el sufragio universal. Emmanuel Macron quiere cohabitar consigo mismo”.
Esta observación es compartida por otros miembros del NFP, que denuncian una “negación de la realidad” en las huestes macronistas. “Están en minoría y cierran la puerta a cualquier discusión con el NFP, al intentar comprarnos por lotes, para crear un bloque mayoritario que estaría siempre alrededor del presidente. Eso no puede funcionar”, advierte Arthur Delaporte. “La lógica institucional es que el presidente nombre al primer ministro en función de la mayoría parlamentaria, no que elija a un colaborador con la esperanza de que siga aplicando unas políticas”, concluye Lucie Castets.
Por parte del Ejecutivo, cada vez se apela más al partido Les Républicains (LR), que también salió debilitado de las elecciones legislativas, contando con 47 diputados, frente a los 61 que tenía anteriormente. Aunque Laurent Wauquiez ha cerrado alianzas con los macronistas para obtener puestos clave en la Asamblea Nacional, el líder de LR también ha insistido en julio en que no habría “ninguna coalición de Gobierno” con Macron. Lo que no ha impedido que haya sido impulsada por sus ex camaradas, en primer lugar Gérald Darmanin, la posibilidad del nombramiento de Xavier Bertrand, quien el 29 de julio en France 2 describió al jefe de la región de Hauts-de-France como “un político muy competente” que podría “prestar un gran servicio a Francia”.
Aurore Bergé, por su parte, elogió en Le Figaro a Xavier Bertrand, Michel Barnier y Gérard Larcher, al tiempo que afirmaba que las propuestas de Laurent Wauquiez “no eran irreconciliables con las del bloque central”. “Es quijotesco”, decía Benjamin Lucas a Mediapart. “Nos explican que nosotros no somos suficientes, y van a buscar a Xavier Bertrand, que ni siquiera cuenta con el apoyo de su partido, o a Bernard Cazeneuve, que ya ni siquiera está en el Partido Socialista. Le respeto, aunque tenga discrepancias políticas, pero ¿a quién representa?”.
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Mientras tanto, la situación se empantana. El proceso de votación del presupuesto, que debe tener lugar antes de fin de año, comienza con el envío de las “cartas de máximos” a los ministerios durante el mes de agosto, pero de momento nada se mueve. “Nadie quiere asumir la responsabilidad de enviar las cartas de máximos en nombre de un gobierno dimisionario”, explica el presidente de la Comisión de Finanzas, Éric Coquerel, que dibuja el escenario de las próximas semanas: "Van a proponer un presupuesto con una política de competitividad, de oferta y de austeridad, que será enmendado radicalmente por mi comisión, cuya mayoría estará en contra. Van a intentar utilizar otra vez el 49.3, lo que probablemente acabará en censura. Van hacia un callejón sin salida.”
Traducción de Miguel López
Hace ya un mes que Francia no tiene un gobierno propiamente dicho. La dimisión de Gabriel Attal el 16 de julio, tras la derrota de la coalición macronista en las elecciones legislativas anticipadas provocadas por la disolución de la Asamblea, no ha tenido ningún efecto. Desafiando a las instituciones de la Vª República , Emmanuel Macron se ha refugiado tras una supuesta tregua olímpica para dar largas y evitar nombrar a Lucie Castets, la candidata propuesta por el Nuevo Frente Popular (NFP), que se impuso el 7 de julio. Se supone que el Gobierno dimisionario se encarga de los “asuntos corrientes”, lo que no impide que Emmanuel Macron y Gabriel Attal gobiernen casi como si nada hubiera pasado, y aspiren a seguir haciéndolo.