Le Pen cambia de estrategia y se lanza a la caza del voto de las mujeres para las presidenciales

Lucie Delaporte (Mediapart)

Sentada cómodamente en su sofá junto a Karine Le Marchand, Marine Le Pen bromea, se confiesa, ríe. Habla de su convivencia con su amiga de la infancia, de su afición a los gatos y a la jardinería... La candidata de Agrupación Nacional (RN) toca ese día, para el programa de televisión Une ambición intime [Una ambición íntima], emitido en M6, una partitura que conoce a la perfección: la de la buena amiga, franca, alegre... A mil leguas de la imagen marcial de una dirigente del partido de extrema derecha.

“Soy una niña grande, sencilla”, decía recientemente a los periodistas, fingiendo estar sorprendida por que su partido siga generando inquietud.

Más allá de la estrategia de “normalización”, en esta conversación muy calculada, Karine Le Marchand le preguntará si es de extrema derecha y recibirá un no por respuesta que no será contradicho. La candidata de Agrupación Nacional también juega la carta femenina.

Una carta que, hasta ahora, le ha funcionado perfectamente. En 2017, Marine Le Pen consiguió el mejor resultado para su familia política –10,6 millones de votos–, en gran medida porque finalmente logró seducir a un electorado femenino, históricamente reticente a la extrema derecha.

“En Europa, existe una tendencia general de la derecha radical a tener más dificultades con el voto femenino”, afirma la politóloga Anja Durovic, coautora, junto con Nonna Mayer y Abdelkarim Amengay, de una investigación titulada “El impacto del género en el voto de Marine Le Pen”.

En 2002, Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta gracias al voto de los hombres, que la situaron por delante de todos los candidatos de la primera vuelta, mientras que las mujeres la colocaron en tercera posición.

Las razones aducidas para explicar esta “brecha de género” de los candidatos de extrema derecha en Francia son múltiples, según la citada investigación. El Frente Nacional obtuvo mejores resultados entre los obreros, los trabajadores que ejercen labores manuales y los autónomos (colectivos que generalmente cuentan con más hombres que mujeres). Las mujeres, sobre todo las de más edad, también son más practicantes y la Iglesia católica durante mucho tiempo ha sido tajante en su rechazo al FN.

Desde el punto de vista de la psicología social, las mujeres son más proclives a querer encajar en una norma y rechazan con mayor frecuencia los extremos, argumentan los investigadores.

“Donde Francia es una excepción es que empezamos a observar, a partir de 2012, una erosión de la brecha de género”, observa Anja Durovic.

Con la llegada de Marine Le Pen al frente del FN en 2011, que lanzó entonces su estrategia de “desdemonización” del partido, empezó a cambiar la situación.

“Desde 2012, la brecha se hace menos significativa e incluso se invierte en 2017 registrándose ligeramente un mayor voto femenino. Hay que señalar que esto es particularmente marcado en ciertos sectores de la población: mujeres precarias, asalariadas con ingresos bajos. Mujeres profesionalmente más vulnerables, es decir, un electorado al que los candidatos generalmente no se dirigen”, apunta Anja Durovic.

La progresión del FN/RN en los últimos años se debe en gran medida a su progresión en el voto femenino. Entre 1988 y 2017, el voto femenino al FN se cuadruplicó, mientras que el masculino se multiplicaba por dos. “La variable de la edad también desempeña un papel importante. Las mujeres que votan por Marine Le Pen son porcentualmente mucho más numerosas que los hombres entre las menores de 35 años”, subraya Anja Durovic. En 1988, el FN obtuvo el 8,7% de los votos entre las electoras más jóvenes. 29 años después, ese porcentaje era del 31,9%.

El efecto Marine Le Pen se observa en el hecho de que en las elecciones intermedias, en las que ella no encabeza la lista, el voto femenino a RN retrocede.

Marine Le Pen ha conseguido fidelizar a nuevas generaciones de votantes que sólo la han conocido al frente del FN/RN. Ya en 2012 comenzó a enviar señales a las mujeres, definiéndose como “cuasi feminista”. En un foro organizado por Ciencias Políticas París y la revista Elle, la líder del FN se puso a citar a Simone Veil y Olympe de Gouges, y afirmó que, si no estaba a favor de la paridad en política, era porque las mujeres no son “una especie protegida”.

La autora del libro Le Genre présidentiel [El género presidencial], Frédérique Matonti, mostró cómo la expresidenta de RN ha jugado la carta femenina desde su llegada a la cabeza del partido fundado por su padre. “Marine Le Pen escenifica el hecho de ser mujer de la manera más estereotipada. Dice: 'Soy una mujer que ha sufrido como tú. Soy sensible, me encantan los animales...'. Evidentemente, era una forma de distanciarse de su padre”, precisa.

Para reducir el efecto rechazo que provoca el apellido Le Pen, destaca su nombre de pila y denomina a su movimiento “La Agrupación azul Marine”, convirtiendo al partido en “marinista” en lugar de “frontista”.

Los medios de comunicación, al escenificar su vida privada, al detallar sus atuendos y sus cortes de pelo, participarán ellos mismos en esta “feminización” de la imagen del partido, históricamente marcada por una cultura virilista y por propuestas poco favorables a la emancipación de las mujeres (oposición al aborto, defensa de la vuelta de las mujeres al hogar para dejar paso a los hombres, rechazo de la paridad).

“En este sentido, ha habido una coconstrucción bastante maravillosa de esta figura con los medios de comunicación”, analiza Frédérique Matonti.

En 2016, Karine Le Marchand ya presentó a Marine Le Pen, en su programa Ambition intime, como una fiestera, vividora, que también sufría y con heridas familiares.

"Dice que tiene la piel gruesa, pero cuando se trata de su gato, todo cambia”, se leía en un artículo de 2015 en Le Figaro, titulado “Madre de un gato, Marine Le Pen confiesa haber llorado por la muerte de su gata” y que explica: “Interrogada el jueves por iTélé sobre las últimas lágrimas que derramó, Marine Le Pen responde que se debieron al asesinato de Artemis, su difunto felino al que mató el verano pasado uno de los dos doberman de su padre”.

A pesar de la ironía de un texto descarado, Marine Le Pen saca mucho provecho de esta imagen, tan útil para su partido, que sigue asustando a una mayoría de franceses, especialmente a las francesas.

“Un encuadre estilo arlequín o telenovela de sus disputas familiares también le ha servido en su empresa de normalización”, señala también Frédérique Matonti. La revista Closer la presenta en traje de baño y luego cuestiona la solidez de su relación con Louis Aliot, a lo que los dos políticos responden publicando en las redes sociales una foto en la que se besan en la boca.

En cuanto al fondo, Marine Le Pen no abandona los pilares ideológicos de su partido y se inscribe en un discurso “feminacionalista” que consiste en explicar que las mujeres de los países occidentales están esencialmente amenazadas por los musulmanes o los inmigrantes. “Tanto si habla del velo como del laicismo, etc., la cuestión del género está siempre presente”, subraya Frédérique Matonti.

En su investigación, Nonna Mayer, Anja Durovic y Abdelkarim Amengay muestran que los factores que, en el pasado, alejaban a las mujeres del voto a la extrema derecha se han atenuado.

Efectivamente, los autores constatan “un despertar identitario y una tensión etnocéntrica entre los católicos franceses”, frente a una religión musulmana cada vez más visible. La Conferencia episcopal francesa, que durante mucho tiempo tuvo un discurso muy claro de bloqueo a la extrema derecha, se ha ido volviendo poco a poco prudente, absteniéndose de cualquier petición de voto.

Su investigación también muestra que la aproximación de la condición de las mujeres que trabajan en el sector de los servicios con la de los obreros también ha tenido un impacto en su voto. “Encarnan un proletariado de servicios poco representado, poco reconocido, mal pagado y cuyas condiciones precarias no tienen nada que envidiar a las de los obreros, lo que favorece un repliegue identitario”, señalan los autores.

El efecto de marginación del voto RN, más temido por el electorado femenino, también está disminuyendo, dada la banalización del discurso de extrema derecha en los medios de comunicación en los últimos años.

“También hay un fenómeno generacional. Marine Le Pen ha conseguido seducir a jóvenes votantes que no conocían a su padre”, afirma Anja Durovic.

Dentro del equipo de Marine Le Pen, hace tiempo que se identificó la cuestión crucial de la brecha de género para la candidata.

El director adjunto de campaña, Jean-Philippe Tanguy, antigua mano derecha de Nicolas Dupont-Aignan, trabaja especialmente en este tema, convencido de que tendrá un papel decisivo el próximo mes de abril. “Obviamente no es lo único, pero las elecciones serán reñidas. Todo cuenta”, asegura.

Recién llegado a la galaxia frentista, Tanguy aboga por que el candidato siga dirigiéndose a las electoras. Él, que estudia con lupa todos los sondeos de opinión, está convencido de que las llaves del Elíseo las tienen en parte las mujeres. “En la primera vuelta, Marine Le Pen consolida una buena ventaja entre las votantes, pero en la segunda vuelta, contra Emmanuel Macron, no es así. Por eso tenemos que seguir trabajando”, dice.

“La derecha nacional de Jean-Marie Le Pen, y de Zemmour hoy, se encierra en un discurso monotemático: la inmigración. Creo que ha habido cierta incapacidad para hablar de la vida cotidiana en general: la educación, los ancianos, etc.”, explica, instando a la candidata a hablar de temas en los que no se espera mucho de su familia política. “No quiero decir que haya ciertos temas reservados a las mujeres, educación, sanidad, etc., pero sí es importante para las mujeres que el candidato hable de toda la sociedad”.

Para él, que ha estudiado con detalle el lugar singular de las mujeres en el movimiento de los chalecos amarillos, su candidata tiene una carta que jugar dirigiéndose a un electorado femenino precario.

“Hay que hablar de la sobrecarga de trabajo, del trabajo en horario partido, de las condiciones laborales de las cajeras, de las empleadas en el sector de la restauración, de los servicios personales”, defiende.

E incluso cuando Marine Le Pen se adentra en el territorio conocido de la lucha contra la inmigración, debe hacerlo con palabras que no asusten al electorado femenino. “Tanto las mujeres como los hombres se interesan por la cuestión de las fronteras, pero hay que reconocer que cuando estos temas se abordan sólo entre hombres, hay una forma bastante particular de hablar de ellos, a menudo brutal”, dice.

En el cara a cara con Zemmour, Marine Le Pen sabe que tiene una cómoda ventaja sobre el periodista de Le Figaro en el electorado femenino, especialmente entre las mujeres jóvenes, a las que les molesta especialmente su discurso misógino, como ha demostrado un reciente sondeo de la Fundación Jean-Jaurès.

Si bien se niega a decirlo explícitamente cuando se le pregunta sobre el tema, Marine Le Pen pretende ampliar la distancia con el polemista, también acusado de violencia sexual y sexista por varias mujeres, según reveló Mediapart (socio editorial de infoLibre), en este electorado.

Sin embargo, el intento del nuevo presidente de RN, Jordan Bardella, de atacar a Zemmour por sus discursos hacia las mujeres ha molestado a muchos responsables de RN: “Los debates no han versado sobre el fondo, sino sobre la forma. No debemos recurrir a las lecciones de moral que denunciamos en nuestros adversarios”, dijo Jean-Philippe Tanguy.

Por otro lado, Zemmour ya ha empezado a movilizar toda la retórica sexista hacia Marine Le Pen, sobre su incompetencia, su supuesta falta de talla política, etc., como cuando declaró: “Ella es los gatos, yo soy los libros”. Una postura cuanto menos arriesgada, que puede gustar a una franja radical del electorado encantada con este retorno de un discurso asumidamente masculinista, pero que sin duda le aleja durante mucho tiempo de un electorado femenino que, sin embargo, es cercano a sus ideas.

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Sentada cómodamente en su sofá junto a Karine Le Marchand, Marine Le Pen bromea, se confiesa, ríe. Habla de su convivencia con su amiga de la infancia, de su afición a los gatos y a la jardinería... La candidata de Agrupación Nacional (RN) toca ese día, para el programa de televisión Une ambición intime [Una ambición íntima], emitido en M6, una partitura que conoce a la perfección: la de la buena amiga, franca, alegre... A mil leguas de la imagen marcial de una dirigente del partido de extrema derecha.

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