Dos días después del big bang político berlinés, la frase que ha causado el hundimiento del proyecto Jamaica, “más vale no gobernar que gobernar mal”, se encuentra más que nunca en el centro del debate político alemán. Y el autor de dicha frase, el presidente de los liberales Christian Lindner (38 años), el hombre con el que ha llegado el escándalo, recibe ataques por todos los flancos. Lindner, que asume y que incluso ha convertido esta frase en el lema temporal de su partido, se encuentra en estos momentos en pleno pulso político: está en juego una batalla mediática fundamental de cara a unas eventuales futuras elecciones.
Según Christian Lindner, las negociaciones no sólo las organizó Angela Merkel en contra del sentido común, sino que también fueron torpedeadas mediante reiteradas filtraciones, procedentes sobre todo de los ecologistas. Y Wolfgang Kubicki, vicepresidente del Partido Liberal y principal valedor de Lindner, insiste: “No existía acuerdo ninguno en los puntos en los que supuestamente nos encontrábamos próximos. Hay un momento en que se constata que es mejor no liarse, antes que divorciarse de mala maneradivorciarse tres meses después. Nos habríamos atacado a cada paso. Habría pasado a ser una unión monstruosa...”, explicaba el lunes para justificar las razones por las que el FDP ha preferido evitar un costoso suplicio a los alemanes, aun a riesgo de sumir al país en una grave crisis política. Estas explicaciones han sido bien recibidas en parte de los círculos económicos, entre algunos conservadores, pero también, y sobre todo, por los nacionalistas de la AfD, que sueñan con una derecha “sin Merkel la ecologista”.
Evidentemente, el resto de los responsables de partidos (potenciales) integrantes de la coalición Jamaica niegan este relato de los hechos. El lunes, en televisión, Angela Merkel atacaba esta tesis a su manera, no de manera frontal, sino destacando su profunda incomprensión porque, aseguró, el acuerdo estaba cerca.
Por su parte, los ecologistas atacan al Partido Liberal, su eterno rival. “Nosotros, ecologistas, también pensamos una docena de veces en abandonar las negociaciones, pero apretamos los dientes y continuamos en ellas”, explica uno de sus negociadores Robery Habeck, mientras que su colega Jürgen Trittin critica que los liberales no hayan tenido nunca intención de “imponer sus ideas”. “Lindner, junto con otras comparsas conservadoras, tenían previsto detener a Merkel y hacerla caer”, llega a acusar Trittin. Hasta la fecha, las encuestas de opinión, necesariamente frágiles, habida cuenta de la incertidumbre del momento, llevan a pensar que una mayoría de alemanes desaprueba la táctica unilateral del FDP, que abandonaba las negociaciones después de un mes de esfuerzos.
Por su parte, los medios de comunicación alemanes investigan y se dedican a “reconstruir” los últimas días de negociación del proyecto Jamaica. Y, por lo que se sabe de momento, Christian Lindner y su equipo estaban dispuestos a dejar las negociaciones varios días antes de dar el paso. “La atmósfera bastante constructiva entre conservadores y los Verdes y que Lindner debió de tener el sentimiento de que sería imposible imponerse entre los dos bloques, le llevaron a decantarse por abandonar las negociaciones y la convocatoria de nuevas elecciones, pero se trata de una estrategia extremadamente arriesgada. Y lo es más aún por que la base electoral del FDP no es muy importante. Esperar conseguir una parte adicional del pastel electoral cuando la CDU, los conservadores bávaros, y los nacionalistas de la AfD ya están ahí es más que ambicioso”, opina Thorsten Faas, de la Universidad Libre de Berlín.
Ambicioso, el proyecto de Christian Lindner, también conocido como “el jugador”, siempre lo ha sido. Y éste, que se inspira en buena medida en estrategias de ruptura con el establishment político –a imagen y semejanza del francés Emmanuel Macron y, en menor medida, del austriaco Sebastian Kurz–, ya ha recorrido buena parte del camino al lograr que su partido volviese al Bundestag con el 10,7% de los votos (es necesario al menos un 5% de los sufragios para aspirar a obtener representantes en el Parlamento federal). “El partido liberal viene de muy lejos. Si no hubiese conseguido volver al Parlamento, posiblemente habría sido barrido del panorama político porque, hoy, con la volatilidad del electorado, dos legislaturas fuera del panorama nacional, suponen el fin y eso marca profundamente el comportamiento de los liberales hoy”, dice el politólogo Gero Neugebauer.
Inspirado en las ideas de la Revolución Francesa, sin embargo la corriente liberal es parte del panorama político alemán desde el siglo XIX. Y ya ha tenido un papel destacado, aunque desafortunado, en la génesis de la unidad alemana. En concreto, los movimientos ancestrales del partido liberal fueron los que, en 1848, lideraron la versión alemana de la Primavera de las revoluciones alcanzando entonces a la mayor parte de los países europeos. En varios länder alemanes, se formaron Gobiernos liberales y convocaron el Parlamento de Francfort, que redactó la Constitución del mismo nombre.
Pero el sueño común de formar un gran Estado alemán, dotado de un Parlamento y de una Constitución liberal y que otorgase derecho de voto a todos, estalló ante la oposición firme de soberanos y príncipes alemanes y, sobre todo, de Prusia. Las divisiones ideológicas hacen entonces el resto. La revolución liberal alemana –también conocida como revolución de marzo– es u n fracaso. Dio paso a una fase reaccionaria que marcó el auge de Prusia y de su futuro canciller Otto von Bismarck. Y una vez en el Gobierno, al que no en vano se conoce como revolucionario blanco, llevará a cabo un cierto número de reformas sociales y liberales “por lo alto”. Las suficientes como para desbaratar una corriente liberal que conoce al mismo tiempo la competencia creciente del socialismo.
¿El espectro de un AfD light?light
Este giro histórico, esbozado a grandes rasgos, permite comprender las razones por las que el liberalismo alemán finalmente mantuvo estrechos vínculos con los movimientos nacionalistas (los dos son también movimientos “modernistas” porque son favorables a la unificación de Alemania). En 1932, los dos partidos pequeños liberales alemanes representan a apenas el 2% del electorado y votaron la ley que otorgaba plenos poderes a Hitler. Y, al final de la guerra, el FDP que acababa de nacer es una formación política dudosa, refugio tanto de exfuncionarios y juristas nazis, como de ciudadanos no demasiado comprometidos y deseosos por reconstruir el país.
Gracias a su implicación económica en la construcción del modelo alemán “de economía social de mercado” (ordoliberalismo) y a su papel motor en el “milagro económico”, el FDP consigue regresar al panorama político. Y durante 30 años, el pequeño partido, cuyo apoyo electoral nunca ha superado el 15%, se convierte en hacedor de reyes. Es EL socio junior por excelencia, miembro de casi todas las coaliciones de Gobierno.
Sin embargo, dos acontecimientos alterarían el juego bien ordenado de la República de Bonn. Primero la reunificación de la Alemania del Oeste y del Este, en 1989, que desencadenó una diversificación del panorama político. Después, la llegada al poder de los socialdemócratas y de los ecologistas en 1998. Ahora, a punto de ser eliminado, tras obtener solo el 6,2% de los votos, el partido liberal encalla. La modernización de la sociedad alemana (derecho de asilo, código de nacionalidad, salida de lo nuclear, final del banquindustria) se hace sin él y sin sus ideas. En 2002, el irrealista “proyecto 18”, para pasar del 6% al 18% de los votos en las legislativas, muestra hasta qué punto los liberales alemanes están perdidos. Su entonces presidente, Guido Westerwelle, hacía reír a una buena parte del país haciendo campaña con su Guidomóvil amarillo y azul Guidomóvil(los colores del FDP) y sus suelas con el número 18.
Tras un revés electoral en 2002, y después en 2005, el FDP decide hacer campaña por un “liberalismo social” en 2009. No es ninguna sorpresa, Europa entra en crisis y demasiada frialdad social sería mal recibida. Pero, desde luego, el FDP no está a gusto cuando se trata de introducir ventajas en el terreno social. Por ejemplo, el partido acepta por primera vez en su historia incluir en su programa electoral el establecimiento de sueldos mínimos (entre los liberales, el salario mínimo universal es el-salario-cuyo-nombre-no-se-debe-pronunciar). En realidad, ese “punto de inflexión histórico” es una broma de muy mal gusto porque el FDP nunca ha dejado de luchar contra la reducción del amplio sector con salarios alemanes bajos.
Una parte del electorado también coincide con la formación y el partido de Westerwelle obtiene el histórico resultado del 14,5%, lo que garantiza la reelección de Merkel. Y dos meses después, el verdadero FDP muestra su verdadero rostro al conseguir imponer una inexplicable reducción fiscal de casi mil millones de euros para el sector de la hostelería que es también... ¡el principal donante del partido! Cuatro años después, el FDP paga esta traición al electorado, pero también su gran proximidad con el gran partido conservador que ha desnaturalizado o asumido la mayor parte de sus ideas. En 2013, los liberales quedan fuera del Bundestag por primera vez desde 1949 al obtener sólo el 4,8% de los votos.
Este trauma, también presente en el SPD, que se considera expoliado por Angela Merkel desde hace más de diez años, es desde entonces uno de los principales motores del partido. A comienzos de 2015, Christian Lindner ofrece ya la clave de su reacción del domingo 19, en un encuentro interno del partido, en el que dice: “Queridos amigos, en vez de esperar a que un tercero nos obligue a arriar la bandera, es preferible abandonar el barco con la cabeza alta y la bandera ondeando, por respeto a uno mismo; ésa es la lección de nuestra oposición extraparlamentaria, los liberales no se van a dejar robar nunca más el respeto a sí mismo”, decía entonces.
Todo por no renunciar a sus valores, precisamente la argumentación que hoy ofrece el FDP. Pero ¿cuáles son estos valores? La campaña electoral no ha permitido aclararlo. Christian Lindner, que optó por una campaña exclusivamente personalista, propuso una bajada de impuestos por valor de 40.000 millones de euros y la creación de una comisión permanente para llevar a cabo privatizaciones, para mermar un poco más unos servicios públicos alemanes ya contra las cuerdas. Además, señaló que hacía falta reanudar de forma prudente el contacto con la Rusia de Putin y añadió que la ocupación de Crimea debía considerarse “transitoriamente permanente”. También propuso repatriar a todos los refugiados, una vez alcanzada la paz en sus respectivos sus países.
Por último, frente a las propuestas relativas a la reforma de la zona euro de Emmmanuel Macron su principal comentario fue que “Alemania no debía convertirse en la bomba de inyectar dinero de Europa”. Para Gero Neugebauer, este conjunto de medias no necesariamente muy liberales lleva a preguntarse si el FDP no está jugando a ser el AfD ligt. Lo que confirma hasta qué punto el FDP está en plena deriva ideológica y moral y que el mundo político alemán se encuentra en estos momentos seriamente infectado por el populismo de ultraderechas. _____________Traducción: Mariola Moreno
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Dos días después del big bang político berlinés, la frase que ha causado el hundimiento del proyecto Jamaica, “más vale no gobernar que gobernar mal”, se encuentra más que nunca en el centro del debate político alemán. Y el autor de dicha frase, el presidente de los liberales Christian Lindner (38 años), el hombre con el que ha llegado el escándalo, recibe ataques por todos los flancos. Lindner, que asume y que incluso ha convertido esta frase en el lema temporal de su partido, se encuentra en estos momentos en pleno pulso político: está en juego una batalla mediática fundamental de cara a unas eventuales futuras elecciones.