Francia
Luces y sombras de la Justicia francesa
[La Justicia francesa absolvió este jueves a Eric Woerth, exministro y extesorero de campaña de Sarkozy en 2007, de los delitos de tráfico de influencias y de encubrimiento, en la causa de Liliane Bettencourt, mientras que condenó a penas de cárcel y multas a los otros ocho encausados, del entorno de la multimillonaria. Los jueces consideran que no existen pruebas concluyentes de que Woerth se aprovechara de su puesto de ministro para condecorar con la Legión de Honor a Patrice de Maistre, gestor de la fortuna de Bettencourt. Según la acusación, ahora invalidada por la Justicia, Woerth consiguió que De Maistre contratara a su esposa para dedicarse a las inversiones de la anciana multimillonaria, enferma de Alzheimer.]
El caso Bettencourt, uno de los mayores escándalos político-financieros de la V República francesa, se ha visto reducido poco menos que a una mera anécdota: la protagonizada por una anciana desplumada por unos cuantos mercachifles hábiles. Financiación política ilegal, concesión de prebendas y medallas, presiones a la Justicia, escándalo político. De todo ello, no queda ni rastro después del paso de los magistrados-limpiadores. La doble absolución de Éric Woerth, dictada este jueves 28 de mayo –a pesar de la gravedad de los fundamentos de hecho–, así como el sobreseimiento de los cargos contra Nicolas Sarkozy de hace unos meses, en el marco del mismo caso –también pese a la gravedad de los fundamentos de hecho–, pone de manifiesto una vez más que la Justicia está como la democracia, profundamente enferma.
Los juristas se atragantarán con esta observación, encontrarán multitud de argumentos procesales y argucias jurídicas para explicarnos la grandísima imparcialidad de buena parte de la Justicia, preocupada ante todo de los derechos y libertades individuales. Otros juristas podrán argumentar con la misma habilidad lo contrario. Evitemos este debate de expertos considerados “incuestionables” e incomprensible para los ciudadanos. Lo fundamental, permanece. Remodelada en profundidad hace 20 años, del Código de Procedimiento Penal a las influencias renovadas de las políticas, del control de las carreras a la sumisión de la Fiscalía, lo que debería ser nuestra Justicia funciona actualmente como una máquina para blanquear a los poderosos.
No se trata de corear viejos eslóganes de manifestaciones pasadas–Justicia, en ninguna parte; policías, en todas– o de hacer una cruzada en contra de la “Justicia de clase”, como se hizo antaño, con toda razón. Solo se trata de constatar que en una democracia enferma, titubeante, en manos de una oligarquía, y en un país donde las desigualdades de todo tipo aumentan ante la indiferencia general, la Justicia participa también ella de esta pérdida de valores, de ética, de la virtud pública.
Júzguese, si no, por decir algo: En solo dos semanas, varias decisiones judiciales han contribuido a aumentar el recelo o el enfado hacia la institución. El 18 de mayo, el Tribunal Correccional de París renunciaba a actuar en el caso EADS, según el cual, desde 2006, directivos del grupo aeronáutico, de Lagardère y de Daimler, habían hecho uso de información privilegiada a gran escala. Al desestimarse la acusación pública, no hay proceso. El mismo día, una investigación de Mediapart desvelaba que, en el caso Kerviel por fraude, la Société Générale había conseguido manipular la investigación, con el apoyo activo de la Fiscalía. Los parlamentarios quieren ocuparse de estas disfunciones, que se abra un nuevo proceso y se inicie una comisión de investigación.
También ese mismo día, esta Justicia absolvía a los dos agentes de Policía, implicados en la muerte de dos jóvenes de Clichy-sur-Bois [cerca de París], imputados por el delito de denegación de auxilio a una persona en peligro. Paralelamente, negaba a las familias de las víctimas cualquier indemnización, al evitar concederles el estatus de parte civil. Después de diez años de litigios y de batallas continuas contra la Fiscalía para que se abriese un proceso y se sancionara a los culpables, la Justicia daba carpetazo al caso con un glacial “Circulen, no hay nada que ver”. Solo tomó en consideración las declaraciones de los policías.
¿Hace falta mencionar también otro ejemplo pasmoso de una Justicia enferma, el nuevo juicio por el caso Outreau de pederastia, que se celebra este mes en Rennes [norte de Francia], tras múltiples malabarismos procesales que añaden más catástrofe a la catástrofe? ¿Hay que recordar la obstinación de la Fiscalía de París en contra de los tres imputados de Tarnac [acusados de sabotear las líneas del AVE francés], la obcecación de los magistrados que, a pesar del fiasco policial, quieren encausarlos por delitos de terrorismo por estar en posesión de un libro ? ¿Hay que mencionar las múltiples condenas a penas firmes de cárcel impuestas a militantes y activistas por manifestarse estos meses en Sivens, Nantes, Toulouse?
El caso Bettencourt viene a sintetizar todas estas disfunciones, pequeñeces, dependencias y conservadurismos, de los que se desprende una tendencia: aplastar a los débiles, salvar a los poderosos. Esta causa vio la luz muy a pesar de la artillería desplegada por un fiscal a las órdenes del Gobierno de Sarkozy, Philippe Courroye. Entonces fiscal de Nanterre, nombrado en marzo de 2007, pese al dictamen en contra del Consejo Superior de la Magistratura, Philippe Courroye se sirvió de todas las herramientas procesales en su mano para ocultar en el fondo de un cajón la bomba. Mediapart desveló, en junio de 2010, las grabaciones secretas realizadas por el mayordomo de Liliane Bettencourt que permitieron conocer los intereses políticos subyacentes en un escándalo de una magnitud hasta entonces desconocida.
Asistimos en ese momento al comienzo de todo tipo de batallas procesales, que vinieron acompañadas de presiones y de maniobras diversas. Recordaremos aquí simplemente dos episodios. El primero de ellos es la vida rota de Claire Thiboult, excontable de Liliane Bettencourt. Por narrar a Mediapart y después a la Justicia de la financiación política ilegal, acabó destrozada. Todavía sigue imputada por “falso testimonio y calumnias” en una causa anexa abierta a raíz de las demandas interpuestas por François-Marie Banier y Patrice de Maistre.
Censura sin precedentes
El segundo episodio no es menos importante ya que afecta a la libertad de información y al derecho a saber de los ciudadanos. Se trata de la censura de más de 70 artículos de Mediapart por orden del Tribunal de Apelación de Versalles. En una sentencia del 4 de julio de 2013, los magistrados de este insigne tribunal nos condenaban a retirar de nuestro sitio web todos los artículos alusivos a las grabaciones del caso Bettencourt, bajo pena de 10.000 euros por cada infracción constatada y por día de retraso.
Hemos recurrido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para reclamar que se anule esta decisión liberticida que conlleva una censura sin parangón en la V República. Mientras ha durado el proceso por el caso Bettencourt, se ha podido constatar lo absurdo de esta decisión judicial: estas mismas grabaciones, profusamente utilizadas y a las que se ha hecho constante alusión durante las audiencias, pueden citarse en el marco de los artículos que se refieren al proceso... Como llegar hasta amenazar los principios fundamentales –la libertad de información– para organizar mejor la defensa de los poderosos. La Justicia se ha plegado a esta farsa.
Éric Woerth va a recorrer las televisiones, de plató en plató, para defender su honor recuperado. La exculpación vale la absolución mientras nadie se detenga en leer los fundamentos de hecho de la sentencia, muy instructivos. En la figura del exministro de Presupuesto, tesorero de la UMP y fiel escudero de Sarkozy, todavía diputado y alcalde, se ha dado validez a un sistema, mientras la suerte de la persona importa poco. El entorno de Sarkozy, muchos de ellos imputados (en total, 25 personas del entorno del exjefe del Estado), podrá aducir que se les calumnia, como sucedió en 2010 y 2011. Y nadie duda de que Nicolas Sarkozy en persona, todavía en el punto de mira por muchas causas, enarbolará esta absolución este sábado, durante el congreso extraordinario de la UMP, como un trofeo de caza.
Los discursos harán mucho ruido, pero el estrépito político tendrá dificultades para ocultar la profunda crisis que atraviesa una institución derrotada, de la que el Gobierno no se preocupa, salvo cuando se trata de recortar su presupuesto. De todas las reformas prometidas por François Hollande para conseguir una Justicia que fuese primero independiente y después moderna y atenta a los ciudadanos, no se ha puesto en marcha ninguna. Desde su Ministerio, sito en la Place Vendôme, la ministra de Justicia Christian Taubira se ocupa de las sucesivas crisis que afectan a su gabinete (por el que han pasado tres directores en tres años). Sin que nada cambie. Sin que nada potencie ni refuerce el estado de derecho en este país.
Los jueces desestiman los cargos contra Sarkozy por el 'caso Bettencourt'
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Traducción: Mariola Moreno
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