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Mario Centeno, el ministro luso de la austeridad furtiva

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El ministro portugués de Finanzas, Mario Centeno, resultaba elegido este lunes 4 presidente del Eurogrupo. Los socialistas lusos no tardaron en presentar este nombramiento como el reconocimiento a unas políticas “alternativas” al rigor presupuestario imperante en esta reunión informal en la que se dan cita 19 países que tienen como moneda el euro. Una pretensión, la socialista, que no comparten comunistas y bloquistas lusos –cuyo apoyo parlamentario permitió, en 2015, el Ejecutivo de la “gerigonça”– y que despierta sonrojo entre aquellos que ven las políticas de equilibrio de las cuentas públicas de Centeno como la continuidad de la austeridad, mediante otros métodos, y, en cierto modo, de manera furtiva.

Desde enero, el economista portugués, doctorado por la prestigiosa Harvard Business School, sucederá –primera ironía en esta historia– al padre rigor holandés, a Jeron Dijsselbloem, cuya dimisión reclamaron las autoridades lusas cuando acusó a los países del sur de gastarse el dinero en “copas y en mujeres”. No le salió bien el intento al exministro neerlandés, que pretendía mantenerse al frente del Eurogrupo, pese a la estrepitosa derrota de su partido, en el Gobierno hasta las legislativas de la pasada primavera de 2017. El club, que se suele reunir la víspera en que se convocan las sesiones oficiales del Ecofin de la UE, seguirá estando presidido, los próximos dos años y medio, por uno de sus miembros permanentes.

El programa de trabajo puede ser muy apretado si salen adelante los ambiciosos proyectos de reforma de la eurozona –que impulsa Francia pero que miran con desconfianza (por no decir hostilidad) al otro lado del Rin– que han de incluirse en el orden del día tan pronto como Alemania salga del impasse político, derivado del fracaso de las negociaciones para formar una nueva coalición de Gobierno. No hay duda de que Lisboa se alineará con los que quieren transformar la gestión de la moneda única en una dirección más voluntarista. Sin embargo, Mario Centeno defendió, antes de ser elegido, de forma muy diplomática: “Nunca renunciaremos a nuestra postura, pero siempre aceptaremos las decisiones fruto del consenso porque así evolucionan las instituciones”. Una vez elegido, recordó que se limitaría a ser el primero entre iguales de una instancia en la que las decisiones repercuten sobre todo a los Estados miembros.

En la línea de las tradicionales negociaciones para el reparto de cargos de responsabilidad en las instituciones europeas, Centeno fue elegido por consenso entre las (todavía) dos principales fuerzas políticas de la UE, el PPE y el PSE. Lo que, de nuevo, no deja de ser irónico ya que la geringonça ha supuesto el fin de la hegemonía del bloc central local (PS y PSD) que dominaba la vida política portuguesa tras la dictadura, desde 1974-76. Según algunas fuentes, el primer ministro António Costa negoció el apoyo determinante de la canciller alemana Angela Merkel, durante la reciente cumbre euroafricana celebrada en Costa de Marfil. Bien es verdad que la figura predominante del Eurogrupo, Wolfgang Schäuble, que acaba de dejar el Ministerio Federal de Finanzas para ocupar la Presidencia del Bundestag, no había dudado en calificar a Centeno como el “Ronaldo del Ecofin”, no sin exageración.

Muy diferente es la opinión que mantienen los aliados de izquierdas del PS en Lisboa. El secretario general del PCP Jerónimo de Sousa llegó a decir, antes de la consagración de Centeno, que “la experiencia de los responsables portugueses en las instituciones europeas no era para vanagloriarse”, una alusión evidente a los diez años perdidos en los que se mantuvo José Manuel Durão Barroso en la Presidencia de la Comisión. Para Catarina Martins, portavoz del no menos euroescéptico Bloco, contar o no con responsable portugués al frente de una institución europea no significa nada concreto para Portugal. En su opinión, lo que importa “es la naturaleza del Eurogrupo”, “un grupo informal de la UE sin legitimidad democrática alguna”.

Sobre el papel, los éxitos de Portugal tienen todos los elementos para contentar a los países del norte que integran el Eurogrupo. El déficit presupuestario de 2017 representa el 1,5% del PIB y las cuentas públicas deberían estar equilibradas en 2020, según el programa de estabilidad 2017-2021 remitido a Bruselas por el Gobierno de António Costa. El excedente presupuestario primario (antes del pago de la deuda) del ejercicio debería rebajar el ratio del endeudamiento público del 127,9% del PIB este año hasta el 109,4% en 2021. Además, las agencias internacionales de rating han dejado de considerar bono basura a las obligaciones del Estado portugueses, escalón al que las degradó la crisis financiera de las deudas soberanas europeas.

Al contrario que Francia, Portugal salió del procedimiento de déficit excesivo del Pacto de Estabilidad y de Crecimiento. Lo que no le ha impedido continuar con la recuperación económica casi general en Europa, pese a registrarse cierta ralentización en el tercer trimestre de 2017 (pasando del 2,5% anual frente al 3% en el mismo periodo del año pasado). La tasa de paro, en el 8,5%, se encuentra en su porcentaje más bajo desde 2008.

Maestro de los recortes

Hay que decir que Mario Centeno se ha beneficiado de la conjunción de factores favorables en la que la contribución del actual Gobierno portugués ha sido marginal, en el mejor de los casos. Factores generales como la recuperación de la economía mundial, la bajada del precio de las materias primas y de la energía y el nivel excepcionalmente bajo de los tipos de interés, gracias a la política monetaria ultraacomodaticia de Mario Draghi en el BCE. El pasado 8 de noviembre, la República Portuguesa emitía obligaciones a diez años al 1,939%. En términos reales, una vez descontada la inflación, el coste de la refinanciación de la deuda pública portuguesa nunca ha sido tan baja.

Pero también se han dado factores particulares que le han beneficiado, como la recuperación de la economía española, el renacimiento de industrias tradicionales –incluida la agricultura– y el boom del turismo, que amenaza a otros sectores (construcción, sector servicios, rehabilitación urbana, etc.). El turismo permite obtener un excedente comercial de mil millones de euros mensuales, ha permitido la creación de más de 54.000 empleos en los nueve primeros meses de 2017 y ya empieza a faltar mano de obra. Portugal también se beneficia del ocaso de destinos rivales, por la amenaza terrorista, pero también saca partido a incentivos concretos adoptados por el anterior Gobierno, bajo la égida de la troika, sobre todo en lo que se refiere a la liberación del mercado inmobiliario.

La geringonça ha recurrido a estos márgenes de maniobra para “pasar la página de la austeridad”... en beneficio de determinados sectores sociales, votantes de los partidos que conforman la coalición, y principalmente de la función pública. Baste como ejemplo la marcha atrás del Gobierno en el pulso mantenido con la FENPROF (colectivo de docentes) de Mario Nogueira. El fin progresivo de la congelación de la carrera profesional docente va a costarle a las arcas públicas 115 millones de euros en 2018 y entre 600 y mil mllones a largo plazo. El coste será mucho mayor si los demás funcionarios consiguen las mismas concesiones.

El arma (cada vez menos secreta) empleada sin reservas por Mario Centeno para controlar las cuentas públicas son las cativaçoes (las reservas o recortes discrecionales), que recortan créditos votados en los presupuestos, una palabra ahora asociada al nuevo presidente del Eurogrupo. En 2016, las cativaçoes alcanzaron un nivel récord de 943 millones de euros, desencadenando un verdadero hundimiento de la inversión pública.

“Cuando los recortes superen un nivel tal y empiecen a convertirse en medidas discrecionales para conseguir mantener el déficit presupuestario sin que se adopten las medidas que lo permitirían así, estaremos creando un problema mayor”, señaló el 29 de noviembre la presidenta del consejo de Finanzas Públicas, Teodora Cardoso. Esta economista independiente y muy respetada no dudó en comparar las prácticas del Ministerio de Finanzas, que dirige Mario Centeno, con la dictadura de 1974.

“Para fabricar déficits, nos hemos hecho demócratas, pero en términos de gestión del gasto, somos del estilo de Salazar”, espetó. “Si a lo largo del año, en una falta absoluta de transparencia, y por decisión unilateral del ministro de Finanzas, se decide que hay o no hay dinero para pagar, los [demás] servicios no tienen capacidad de reaccionar, recortan como pueden, pero los efectos empiezan a hacerse notar”. Sobre todo en la degradación de los servicios públicos.

Ricardo Costa, exdirector del semanario Expresso (y hermano menor del actual primer ministro), recuerda que Mario Centeno es un economista liberal, especializado en el mercado laboral, cuyas ideas no gustan ni en el PCP ni en el Bloco, ni a una buena parte del PS”. Por eso el profesor del ISEG de la Universidad de Lisboa, encargado de redactar el programa macroeconómico del PS para las legislativas de 2015, aterrizó en las Finanzas, tras el acuerdo que alumbró la geringonça y no en el Ministerio de Trabajo, como habría sido natural.

Y añade Costa: “En los pasillos de Bruselas, del BCE, de las agencias de rating, a Centeno siempre se le ha visto como uno de los suyos. Es doctor de Harvard y los doctores de Harvard hablan todos el mismo lenguaje, observan los mismos códigos y se comprenden entre ellos”.

Tras hacer carrera en el departamento de estudios del Banco de Portugal, verdadero crisol de la ciencia económica institucional del país, a Mario Centeno se le asoció, en su calidad de director adjunto (entre 2004 y 2013), con las negociaciones del memorando de asistencia financiera con la troika en 2011. De inmediato respondió a la invitación de António Costa para trabajar para el PS después de haber sido apartado de la dirección de ese mismo departamento por otro Costa, Carlos, gobernador del banco central.

Varufakis, efímero ministro de Economía de Atenas en lo peor de la crisis griega, criticó con dureza la falta de debate económico digno de ese nombre en el seno del Eurogrupo. Aunque está bastante más cualificado técnicamente que sus dos antecesores (Jean-Claude Juncker y Dijsselbloem), no cabe esperar que Centeno cambie sustancialmente el funcionamiento del club. Y en cuanto a las orientaciones presupuestarias, el nuevo cargo del ministerio de Finanzas portugués no parece que vaya a animarlo a aflojar el cinturón. La austeridad furtiva tiene días gloriosos por delante.

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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