Creada en 1952, la NSA es el servicio de inteligencia de mayor importancia en Estados Unidos. En sus inicios, su principal misión era la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, sus mediocres resultados han desembocado, a día de hoy, en un nuevo objetivo: ofrecer una ventaja económica y diplomática a EEUU.
Durante mucho tiempo, en el ámbito de los servicios de inteligencia estadounidenses, la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) era conocida como No Such Agency (La agencia que no existe). Detrás de esta ironía, se esconde una realidad: durante décadas el trabajo de espionaje de la NSA fue uno de los secretos mejor guardados de Estados Unidos. En 1975, durante las audiencias del Senado estadounidense frente a la comisión Church, la mayor parte de los parlamentarios se dieron cuenta de que la NSA era la agencia de inteligencia mejor equipada, tanto a nivel financiero como humano, muy por delante de la famosa CIA (Agencia Central de Inteligencia).
Sin embargo, lo más importante, como señaló en su momento el senador Frank Church, es que "ningún estatuto establece la creación de la NSA ni define el alcance de sus prerrogativas", a diferencia de la CIA, cuya existencia es fruto de una ley (de 1947) que establece su mandato y sus responsabilidades legales. A día de hoy, el presupuesto, el número de empleados, el organigrama y las actividades detalladas de la NSA son informaciones protegidas por el secreto de Defensa. Ni siquiera los funcionarios electos tienen acceso a estas informaciones. En lo que concierne a la evaluación de las misiones de la agencia, no hay ningún medio que permita verificar sus éxitos o sus fracasos. Sin embargo, es evidente que el discurso que subraya que la misión de la NSA es la lucha contra el terrorismo ha dejado de ser creíble.
La National Security Agency fue creada por el presidente Harry Truman en 1952 gracias a una serie de notas en la parte inferior de una memoria confidencial de siete páginas. Se trata de un programa negro, el nombre de la agencia constituyó un secreto de Estado y su presupuesto permaneció clasificado durante años. Responsable de codificar y descodificar los mensajes cifrados durante la Segunda Guerra Mundial, la NSA ha probado todos los desarrollos tecnológicos de los últimos 60 años hasta convertirse en una rama especializada en interceptar las comunicaciones, las escuchas y, como ha revelado Edward Snowden, recopilar metadatos electrónicos a gran escala.
La NSA, arma de la Guerra Fría, ha vivido la misma evolución que esta, llegando a su apogeo a finales de 1960, cuando la agencia contaba con más de 90.000 empleados. A pesar de que su misión se limitaba a controlar objetivos extranjeros, durante la Guerra de Vietnam la NSA puso bajo escucha a numerosas personalidades estadounidenses: desde opositores al conflicto, hasta periodistas e incluso políticos.
El escándalo Watergate (en el que la NSA no está involucrado), los excesos de los servicios de inteligencia estadounidenses y el terreno pantanoso que dejó el fin de la Guerra Fría, han contribuido a recortar progresivamente el campo de acción de la NSA, su plantilla y sus misiones han disminuido poco a poco desde finales de 1990. Durante este tiempo, pocas personas se han interesado por la NSA (a pesar de la –mala- publicidad en torno a su programa Echelon), salvo un puñado de frikis y especialistas en seguridad, como el periodista James Bamford, que publicó en 1982 el primer libro sobre la agencia: The Puzzle Palace. Por aquel entonces, Bamford concluyó su obra con una advertencia : "Como un agujero negro en constante expansión, las herramientas de vigilancia de la NSA continúan expandiéndose, absorbiendo cada vez más comunicaciones y reduciendo nuestra privacidad".
A raíz del 11 de septiembre de 2001, la NSA se convirtió en un ejemplo de la discapacidad (o incompetencia, dicen algunos) de los chivos expiatorios, incapaces de predecir estos atentados, y sujeto de una humillación extrema al darse a conocer que varios de los kamikazes vivian en Laurel, Meryland, una de las ciudades dormitorio de la NSA. A pesar de todo, se encargo a la agencia de prevenir futuros ataques. La paranoia que se cierne sobre la Administración estadounidense llevó a aceptar la ley Patriot Act, a aumentar los presupuestos militares y las guerras en el extranjero, todo en beneficio de la NSA, que pasó a ser el pilar del espionaje estadounidense.
La primera década de este siglo ha democratizado el acceso a Internet y ha contribuido a la multiplicación de teléfonos móviles. Se estima que, a día de hoy, la NSA cuenta con 40.000 empleados y su presupuesto ronda los 10.000 millones de dólares, el 14% del presupuesto total destinado a los servicios de inteligencia estadounidenses, se trata, por lo tanto, de la mayor agencia de EEUU en este ámbito (algunos expertos creen que el gasto de la NSA podría superar los 20.000 millones de dólares al año).
La agencia, que comenzó tratando de descifrar los códigos de los enemigos y siguiendo los submarinos soviéticos, se ha convertido en una especie de antena parabólica gigante que absorbe todos los intercambios electrónicos. El Ejecutivo permite a la NSA eludir la ley –en 2005, The New York Times reveló que George W. Bush autorizó a la agencia a espiar dentro de Estados Unidos sin la necesidad de una orden judicial –y le anima a expandirse en el extranjero bajo el paraguas de la guerra contra el terror. Los documentos hechos públicos por Edward Snowden en 2013 demuestran que, bajo este argumento, la NSA no respeta ningún límite.
Si bien la NSA, con el apoyo del Pentágono y la CIA, se encarga de perseguir a yihadista o a lideres de Al Qaeda (centrándose especialmente en la destrucción de drones), no duda a la hora en multiplicar sus objetivos tanto políticos, como económicos, sin distinguir entre aliados u hostiles. Basándose en los documentos de Snowden, The Guardian reveló que más de 35 lideres mundiales fueron espiados directamente por la NSA, entre ellos, los alemanes Gerhard Schröder y Angela Merkel, la brasileña Dilma Roussef, los mexicanos Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y, como Mediapart reveló junto a Libération y WikiLeaks, tres presidentes franceses: Chirac, Sarkozy y Hollande.
La agencia ha fallado de forma sistemática a la hora de evitar atentados en suelo estadounidense
Los cuatro países y los ocho líderes citados anteriormente son estrechos aliados de Estados Unidos, trabajan a diario con Washington y difícilmente pueden ser sospechosos de cerrar los ojos frente a la lucha contra el terrorismo. No se trata de un error o un exceso de recelo, ya que, según el documento de la NSA citado por The Guardian, la agencia "alienta a los funcionarios estadounidenses de la Casa Blanca, del Departamento de Estado y del Pentágono a compartir sus libretas de direcciones para añadir a su sistema de monitoreo los números de teléfono de las figuras políticas extranjeras".
Como Bamford temía en 1982, la NSA se ha convertido en un gran agujero negro que absorbe cada vez más comunicaciones e informaciones: de mafiosos y terroristas, de líderes políticos y empresariales de todas las nacionalidades, como viene de confirmar la información publicada por Mediapart, y también de los ciudadanos de a pie. Más allá de los objetivos identificados que son perseguidos y procesados por los espías, la NSA almacena cada día decenas de millones de comunicaciones, metadatos y, a veces, también su contenido, para ordenar y buscar en esta masa pistas o información que pudiera servir a los intereses estadounidenses.
Como recuerda el filósofo Gregory Chamayou en la revista Le Crieur (copublicada por Mediapart), el futuro director de la NSA Keith Alexander escribió en 2003: "Muchos creen que el problema es que recopilamos mucha información y que la solución (...) sería reducir o filtrar los datos (...), pensamos lo contrario (...), la solución es seguir recogiendo la mayor cantidad de información posible mientras revolucionamos la forma de ordenar, analizar y almacenar estos datos". No es una coincidencia: la NSA es el organismo que emplea el mayor número de matemáticos en el mundo.
En octubre de 2013, a raíz del escándalo causado por las escuchas del portátil de Angela Merkel, Lisa Monaco, asesora antiterrorista en la Casa Blanca, parece desmarcarse de este enfoque global en nombre de su presidente, explicando: Barack Obama "nos ha instado a revisar nuestras capacidades de vigilancia, teniendo en cuenta a nuestros socios extranjeros. Queremos asegurarnos de que recopilamos información porque la necesitamos, y no simplemente porque podemos".
El problema es que la NSA no ha cumplido con su misión inicial: evitar atentados terroristas en los Estados Unidos o contra intereses estadounidenses. Para James Bamford, desde el fin de la Guerra Fría, la agencia ha fallado de forma sistemática cuando se trata de evitar cualquier tipo de ataque en territorio estadounidense. El atentado contra el World Trade Center en 1993 o el drama del maratón en Boston en 2013, demuestran la ineficacia de la NSA. Según Bamford, esto se debe a que la agencia está "inundada de datos" y no cuenta con la capacidad de analizarlos a tiempo.
El think tank New America Foundation, por su parte, revisó los casos de 225 detenidas en 2001. Se trata de personas sospechosas de llevar a cabo actividades terroristas que han sido llevadas ante la justicia estadounidenses. Según la organización, la recopilación de metadatos en territorio nacional por la NSA contribuyó en el 1,8% de los casos, y las escuchas de personas extranjeras en el 4,4%. En definitiva, según este informe, "la vigilancia telefónica o la recopilación de metadatos no tuvieron un impacto tangible para prevenir actos de terrorismo, sólo se aprecia un impacto marginal en la prevención de actividades conexas como la financiación del terrorismo".
Desde la perspectiva de la lucha contra el terrorismo, a pesar de la magnitud de los recursos y la violación de la privacidad de millones de ciudadanos, las actividades de vigilancia de la NSA no conllevan ningún resultado tangible. Sin embargo, como muestran los cables publicados por Mediapart, Libération y WikiLeaks, las escuchas sobrepasan ampliamente el marco de la seguridad ya que los presidentes franceses, sus ministros y sus consejeros, así como altos funcionarios que trabajan en diferentes puestos diplomáticos como el comercio o la competición electoral, han sido escuchados de manera sistemática durante más de una década a través de sus teléfonos privados.
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No es realista pensar que la misión de la NSA es, hoy por hoy, interceptar la información de los enemigos de Estados Unidos, sino la búsqueda de la ventaja competitiva a nivel económico y diplomático. Después de todo, ya lo dijo el antiguo responsable de la NSA Michal Hayden y lo recordó Grégoire Chamayou: "Creo que nuestros líderes han enfatizado demasiado en que las actividades de la NSA se limitan a la lucha antiterrorista", apuntó en 2013. "Dicha justificación es simplemente inadecuada para explicar las actividades de Estados Unidos. Tenemos muchas otras motivaciones (...) relacionadas con la soberanía del Estado".
Traducción: Irene Casado
Creada en 1952, la NSA es el servicio de inteligencia de mayor importancia en Estados Unidos. En sus inicios, su principal misión era la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, sus mediocres resultados han desembocado, a día de hoy, en un nuevo objetivo: ofrecer una ventaja económica y diplomática a EEUU.