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Los paraísos fiscales de la UE que Pierre Moscovici no es capaz de ver
Pierre Moscovici, el comisario europeo de Asuntos Económicos, ha caído en una trampa una vez más. El lunes 25 de marzo había insistido en que no había “paraíso fiscal en la UE". Preguntado vía Twitter sobre el tema por el candidato del PCF (Partido Comunista francés) a las europeas Ian Brossat, habia señalado que “le guste o no, no hay paraíso fiscal en la UE sino que son países que fomentan la optimización fiscal en exceso. La caricatura y los reflejos antieuropeos de Pavlov no son suficientes para hacer una verdad". Una distinción muy sutil pero que, según el ex ministro francés de Economía y de Finanzas, debería exonerarle de toda acusación. Para él, mezclar "paraísos fiscales" y "países que fomentan excesivamente la optimización fiscal" sería una falsa "caricatura".
Definiciones a medida…
¿En qué se basa Pierre Moscovici para defender esta sutil distinción? Hay que recordar su entrevista en RTL donde explica que un paraíso fiscal es una jurisdicción “que no respeta las reglas de la buena gobernanza internacional". Desde ese estricto punto de vista, efectivamente, el comisario tiene razón: todos los países de la UE respetan esas reglas. Pero esto lleva inmediatamente a otra cuestión: ¿Quién decide esas reglas y con qué criterios? En realidad, Pierre Moscovici considera que solo es un “paraíso fiscal” el que figura en las listas de paraísos fiscales. Pero esas listas son fruto de compromisos políticos que dañan mucho su credibilidad. Así, según la definición de la OCDE, simplemente no hay verdaderos paraísos fiscales “no cooperativos" en el mundo entero.
La UE se ha dedicado a la misma tarea y sin duda es en esta lista en la que se basa Pierre Moscovici. Tras haber sido reducida drásticamente en 2018, ha sido enmendada recientemente y contiene quince jurisdicciones: Aruba, Barbados, Belice, Bermudas, Dominique, Fidji, Guam, islas Marshall, Omán, islas Samoa, islas Samoa americanas, Trinidad y Tobago, Emiratos Árabes Unidos, islas Vírgenes americanas y Vanuatu. El problema es que, con algunas excepciones, los flujos financieros hacia esos territorios son más bien débiles. En apariencia es impresionante la lista pero es mínima en cuanto a volúmenes. Por el contrario, como señalaba la asociación Oxfam, hay destinos privilegiados de capitales ávidos de protección contra los fiscos nacionales como Jersey, Guernesey, Isla de Man, Panamá y Hong Kong que han salido de esta lista y también de la lista gris compuesta por aquellos a los que se pide un esfuerzo. Ya no son “paraísos fiscales", según la UE.
A partir de esos criterios, evidentemente el comisario europeo asegura que no hay paraísos fiscales en Europa. Una visión jurídicamente correcta, sin duda, pero que hace muy atractiva la economía de la realidad económica y, por tanto, de una definición más realista de los paraísos fiscales. Porque, si eso es así, los paraísos fiscales no son más que un fenómeno marginal y no un problema mayor de la economía contemporánea. Llevando esta reflexión algo más allá, sería la plebe, manipulada por supuesto por los populistas, los que verían un problema en los paraísos fiscales, cuando realmente no lo hay.
Este es, por otra parte, el sentido de la respuesta del comisario a Ian Brossat. Pierre Moscovici estaría totalmente de acuerdo con el editorialista de Ėchos, Dominique Seux, que la semana pasada, en France Inter, donde hace una crónica diaria, afirmaba que criticar los paraísos fiscales era una “forma de conspiración" ya que, en realidad, “no hay un tesoro escondido". Las cantidades enviadas a los paraísos fiscales estarían muy sobreestimadas por los populistas. Y este es el caso, al menos si nos atenemos a la lista de la UE.
…que disimulan una realidad menos radiante
Como se ve, el populismo y la conspiración no tienen ningún problema a la hora de dejar fluir el capital. Sin embargo, podríamos devolver el cumplido, porque pensar que se está manipulando la opinión sobre esta cuestión es en gran medida una conspiración. Gabriel Zucman, economista de la Universidad de Berkeley, en su obra La riqueza oculta de las naciones (editorial Pasado y Presente), estima que han sido colocados 7,9 billones de dólares en paraísos fiscales para escapar de los fiscos nacionales. Desde luego, parece necesario ampliar la definición de paraíso fiscal si queremos que se tenga en cuenta la “verdad", como asegura hacerlo Pierre Moscovici.
Porque la realidad es más simple que como la presenta Pierre Moscovici. Cuando los capitales salen de Francia para Jersey no es ni mucho menos para que su propietario pueda disfrutar tranquilamente de los pubs de Saint Helier o de las vistas del Canal de La Mancha. Es un flujo que tiene un solo objetivo: escapar de los impuestos. Y poco importa que Jersey no esté en ninguna lista. No se llevan allí los fondos para aprovecharse de las perspectivas económicas radiantes de la bailía anglo-normanda, sino para escaparse de los impuestos nacionales. “La primera motivación que lleva a transferir fondos hacia un paraíso fiscal es escapar de los impuestos", recuerda felizmente Anne Laure Delatte en un artículo de La economía mundial 2018 (editorial La Découverte). Le guste o no a Pierre Moscovici.
La UE protege a los suyos
Su definición es, por tanto, artificial y singularmente carente de sentido político, lo que no deja de ser original para quien asegura, en su blog, que la Comisión Europea debe seguir siendo una “institución política". En realidad esto casi no sorprende, ya que el comisario podría seguir otra agenda política: la de los equilibrios internos en la UE. Desde los primeros tiempos de la gestación de la lista europea de paraísos fiscales, antes incluso de su primera publicación en 2018, el mismo Pierre Moscovici había avisado de que ningún país de la UE figuraría en ella porque, precisamente, “no hay paraísos fiscales en la UE".
Vemos pues en funcionamiento el esquema de pensamiento: crear reglas que excluyan de la UE a países y luego afirmar que, respecto a esas reglas, la UE está exenta de malas prácticas. Se trata de un pensamiento puramente tautológico que se explica una vez más por los arbitrajes políticos: para conseguir la validación de su lista, el comisario debía evidentemente excluir aquellos Estados miembros de los que temía un veto. Cuando insiste en esa afirmación, Pierre Moscovici no habla de economía y de finanzas sino solo de política. Como comisario no puede atacar de frente a uno de los Estados miembros de los que él es uno de los representantes. Es comprensible finalmente, pero le debería invitar más a la moderación sobre el tema que a la fanfarronada.
Porque, aún añadiendo elementos de opacidad a la definición de paraísos fiscales, algunos Estados miembros de la Unión parecen no escapar de la definición de paraíso fiscal. Pierre Moscovici podría haberse acordado, por ejemplo, de los recientes casos de blanqueo masivo de dinero ruso en Dinamarca, Suecia, Alemania y Estonia. Podría haberse acordado también de los Malta Files, publicados por Mediapart en 2017 y que formaban parte de la larga lista de prácticas dudosas de la isla mediterránea donde, recordémoslo igualmente a nuestro comisario, fue asesinada Daphne Caruana Galizia por investigar sobre las redes de blanqueo de ese país. Pero, para Pierre Moscovici, no hay por qué ver ahí un “paraíso fiscal" cualquiera.
De forma más general, la asociación Oxfam ha fijado los criterios de la lista negra de la UE sobre los países miembros y ha llegado a la conclusión de que cinco de ellos (Luxemburgo, Malta, Chipre, Irlanda y Países Bajos) no respetaban al menos uno, lo que les colocaba inmediatamente en la lista negra. Sabemos que Pierre Moscovici tratará de descalificar el trabajo de Oxfam (que él utiliza por otra parte en su blog sobre desigualdad, una de las consecuencias de la existencia de paraísos fiscales, pero esta no es más que una de las contradicciones de este personaje), pero la asociación ha creado un banco de datos sólido para justificar este resultado. Por añadidura, un informe del Parlamento Europeo de marzo de 2019 identifica siete paraísos fiscales en la UE (los cinco ya citados más Bélgica y Hungría). Este informe ha sido aprobado el 26 de marzo de 2019 y se muestra muy severo con esos Estados miembros. Para ser claros: la argucia jurídica del comisario no se basa en nada más que en su propia opción política. Es un discurso vacío y encerrado en sí mismo, lejano de la realidad. Le guste o no le guste.
¿La optimización fiscal excesiva es diferente de los paraísos fiscales?
Lo más extraño de su respuesta es sin duda que él opone “paraíso fiscal" a “país que anima en exceso la optimización fiscal". Porque esta oposición es extraña. ¿Qué se reprocha concretamente a un paraíso fiscal?: privar a los Estados de ingresos fiscales importantes, lo que afecta a las cuentas públicas e induce a una austeridad presupuestaria o fiscal. Esta privación es un hecho en Estados que mantienen desleales impuestos bajos (si no, no hay “exceso”) con el fin de permitir los arbitrajes fiscales de las multinacionales. Estos países atraen pues los capitales por simples razones fiscales (no para invertir directamente en el país): son paraísos fiscales. Dicho de otra forma, lo que Pierre Moscovici llama “optimización fiscal excesiva” no puede ser razonablemente diferenciado de la noción de paraíso fiscal, aun cuando no nos atuviéramos a un “reflejo pavloviano antieuropeo”.
Excepto que esta distinción presentada por el comisario no es el resultado de la casualidad. Es la base de una idea que determina la impotencia de la UE en este ámbito: la de hacer que la competencia fiscal dentro de la Unión Europea sea legítima y, en última instancia, buena, ya que obliga a los países con impuestos elevados a reducir sus tipos. Por eso sólo el exceso es censurable. Pero, ¿dónde comienza este exceso cuando se afirma tanto la libre circulación de capitales como la legitimidad de la competencia fiscal? Como la cuestión es insoluble, preferimos escondernos detrás de algunos "reflejos", por utilizar las palabras de Pierre Moscovici, pidiendo a gritos el populismo y escondiéndonos detrás de definiciones barrocas.
Pero la realidad es que esta “optimización fiscal excesiva” revela muchas prácticas agresivas y confiscatorias para los Estados. Si este no es el caso, ¿por qué entonces numerosos Estados han pedido una “tasa sobre los gigantes digitales”? Esta tasa no tenía más que una función: compensar las prácticas de esas empresas que son alimentadas por las prácticas de ciertos países. Apple, Amazon y Uber no repatrían sus ingresos franceses, españoles y alemanes a Guam o Belice, sino a Irlanda, a Luxemburgo y a Países Bajos. Son estas prácticas las que plantean problemas.
Sin embargo es la UE precisamente la que se ha visto incapaz de implantar tal tasa: antes que la justicia fiscal ha preferido la competencia fiscal y la libertad de circulación de capitales. Hasta el punto de que Francia, España y Austria, entre otros, han tenido que imponer un tasa propia, necesariamente limitada y poco apropiada, aunque sólo sea para reconstituir ingresos oficialmente localizados en otros países de la UE. Este ejemplo prueba que es imposible definir la noción de exceso de optimización en el marco actual. Para los países que prosperan con estas prácticas nunca hay suficiente, luego nunca habrá exceso.
Esto es lo que explica que la Comisión, a la que ciertamente se le puede reconocer una cierta voluntad, se encuentra extremamente limitada en su acción, solo sanciona las prácticas más claramente vergonzosas como ciertas concesiones fiscales (rulings) establecidas entre Irlanda y Apple en los años 2000. Y además ha sido necesario ejercer dos años de presiones sobre Dublín para obligar a Irlanda a recuperar “sus” ingresos fiscales (los cuales, recordemos, son fruto de la competitividad fiscal más que de la actividad irlandesa de Apple). Pero en 2018, según el reconocimiento de la Comisión Europea, Bélgica y Luxemburgo realizan alrededor de 1.000 acuerdos particulares por año, es decir, el 81% del total de la UE. Eso sí, por supuesto, “en la práctica de la buena gobernanza internacional”, como diría nuestro comisario europeo. Solo que, por definición, esas prácticas son confidenciales. Es entonces la definición de buena gobernanza internacional la que debe plantearse.
Estados europeos “dopados” de optimización fiscal
Concretamente y sin “exageración” la realidad se impone: ciertos países europeos se aprovechan de inmensos flujos de capital desconectados de sus realidades económicas y que empobrecen a sus socios. Es una de las definiciones posibles de paraísos fiscales. Más concreta y precisa que la alambicada y política definición de la Comisión Europea.
El economista jefe de la IESEG School of Management, Éric Dor, en un estudio de noviembre de 2017, identificó desviaciones estadísticas evidentes en la UE. Por ejemplo, la relación entre el producto nacional bruto, que calcula el valor añadido producido en el territorio, y el PIB es ya un indicio. La desviación está así comprendida entre el -3% y el +7% para 26 países de la UE, pero llega al 29% para Irlanda y el 51% para Luxemburgo.
Otra pista: los flujos internacionales de las rentas del capital. Por ejemplo, en Luxemburgo, los dividendos recibidos de sociedades extranjeras en 2016 alcanzaban el 207,72% del PIB, el 80,39% en Malta y el 21,27% del PIB en Países Bajos; contra el 2,83% en Francia, el 2,27% en Alemania y el 0,58% en Italia. En cuanto a las cargas pagadas en el extranjero por el uso de la propiedad intelectual, alcanzaban el 26% del PIB irlandés y el 6% de los PIB luxemburgués y holandés contra un 0,54% en Francia y un 0,30% en Alemania.
Este estudio muestra claramente que, en el seno mismo de la UE, la optimización fiscal excesiva ha creado una suerte de “monstruos económicos”, países que se aprovechan de forma desmesurada de los flujos de capital de procedencia extranjera. Desde este punto de vista, la estructura del crecimiento irlandés es ejemplar, como lo han mostrado varios economistas, entre ellos David Cayla. En francés corriente a eso se le llama “paraíso fiscal”, le guste o no a Pierre Moscovici. Hay pues paraísos fiscales en la UE.
Pierre Moscovici intenta desde hace tiempo construir un personaje de campeón europeo del combate contra los paraísos fiscales. Le falta a veces humildad en esa tarea. Así, en un segundo tuit enviado a Ian Brossat, dice, con algo de orgullo y menosprecio: “Y el día en que haya hecho usted contra el fraude y la evasión fiscal una décima parte de lo que se ha hecho en Europa, gran valiente, el PCF se convertirá en un gran partido”.
Extraño reto lanzado a un adjunto a la alcaldía de París y a un partido sin responsabilidades europeas que apenas puede hacer nada a nivel de la UE. Pero el comisario nunca recula ante su voluntad de resaltar un balance sin embargo bastante modesto mientras el contexto europeo sigue siendo favorable a la optimización fiscal excesiva. Porque las argucias en forma de precisión léxica del comisario no sirven más que para disimular y justificar su impotencia. Y de aquí esta inevitable conclusión: el personaje que espera forjar Pierre Moscovici podría no ser más fiel a la realidad que la definición de paraíso fiscal en la que se apoya… ________
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Traducción de Miguel López
Puedes leer aquí el original en francés: