Todo empezó con un bulo que se difundió rápidamente en la red social X, dando a entender que el principal sospechoso era un solicitante de asilo de confesión musulmana detenido tras el apuñalamiento de Southport, al norte de Liverpool, en Inglaterra. El ataque se cobró la vida de tres niñas e hirió a otros ocho niños, así como a dos adultos que intentaron protegerlas. Todos ellos se encontraban en una escuela de danza el 29 de julio.
Sin ninguna prueba ni confirmación por parte de las autoridades, el tuit que dio el pistoletazo de salida afirmaba que el hombre había cruzado ilegalmente el Canal de la Mancha para llegar al Reino Unido, como hacen miles de exiliados por falta de vías seguras y legales. El rumor desencadenó violentos disturbios en varias ciudades, en un contexto de racismo y odio contra los inmigrantes, dirigidos contra barrios habitados por gente no blanca y musulmana.
Se atacaron mezquitas y varios hoteles en los que se alojaban solicitantes de asilo. Sin embargo, las autoridades se apresuraron a desmentir los rumores, en un intento de apagar el incendio. Ante los "disturbios estúpidos" provocados por el bulo, un juez decidió revelar la identidad del sospechoso, un joven británico de 17 años, que sigue detenido. Según el juez, mantener su anonimato podría "permitir que otras personas malintencionadas siguieran difundiendo desinformación".
Se puede ver aquí la responsabilidad política de dirigentes como Boris Johnson, Rishi Sunak y Priti Patel, que durante años han contribuido cada vez más a la criminalización de los migrantes, en particular de aquellos que hicieron la peligrosa travesía del Canal de la Mancha hasta el Reino Unido con la esperanza de encontrar refugio, reunirse con sus seres queridos, trabajar y rehacer sus vidas en otros lugares mientras recibían el apoyo de sus comunidades de origen.
La criminalización de los migrantes...
En los últimos años, las declaraciones y anuncios relativos a los solicitantes de asilo que intentan llegar al Reino Unido han sobrepasado los límites de lo inhumano. Mucho antes del plan de enviar personas a Ruanda con el pretexto de un acuerdo informal de 144 millones de euros, el Reino Unido había estado urdiendo diversos planes, no todos ellos exitosos, para expulsar a la gente del país como si supusiera algún tipo de peligro.
Primero fue la idea de externalizar las solicitudes de asilo a las islas de Ascensión y Santa Elena, en medio del Atlántico Sur. El ministerio de Asuntos Exteriores acabó vetando la idea, insistiendo en que causaría enormes dificultades prácticas.
Según The Guardian, la oficina del primer ministro pensó entonces en enviar a los solicitantes de asilo a Marruecos, Moldavia o Papúa Nueva Guinea, pensando en centros de internamiento en alta mar, incluso en viejos transbordadores en desuso. Pero la idea más loca e inhumana es sin duda la de utilizar grandes barcos para generar olas que empujen a los exiliados mar adentro e impidan que se acerquen a las costas británicas.
Todo, absolutamente todo, fue ideado por los responsables políticos para mantener a raya a los potenciales refugiados, sin importarles que eso despreciara al derecho marítimo internacional, la Convención de Ginebra sobre los Refugiados o el principio de no devolución, que prohíbe a cualquier Estado rechazar a una persona que busca refugio sin darle la oportunidad de presentar una solicitud de asilo.
Durante meses, el ex primer ministro Rishi Sunak repitió con orgullo el eslogan Stop the boats, pronunciando un discurso especialmente duro tras otro sobre las personas que intentan cruzar ilegalmente el Canal de la Mancha, señalando en particular el coste de la acogida de inmigrantes en el Reino Unido en un contexto de inflación económica.
"Nuestro plan está empezando a funcionar", dijo sobre la barcaza apodada Bibby Stockholm, instalada en el puerto de Portland para albergar a los solicitantes de asilo y vaciar los hoteles de ocupantes exiliados. "No descansaré hasta que se detengan los barcos", continuó, indicando que estaba utilizando "todas las herramientas a mi disposición".
... cuyos efectos pueden verse hoy
Rishi Sunak hizo luego todo lo posible para que el acuerdo informal con Ruanda fuera validado y aplicado, tras una larga serie de contratiempos para su plan, como cuando el Tribunal Supremo del Reino Unido, la más alta instancia judicial del país, falló en su contra el 15 de noviembre de 2023.
El nuevo proyecto de ley, retocado para disipar los temores de los jueces, fue finalmente aprobado por ambas Cámaras del Parlamento, para regocijo del gobierno conservador de Sunak. Y Ruanda se dispuso a acoger a los solicitantes de asilo que el Reino Unido no quería, a pesar de los gritos de horror de las ONG que defienden los derechos de los exiliados y los derechos humanos.
Los líderes políticos del Reino Unido no podían ignorar que todos esos anuncios, y la retórica asociada en el debate público, tendrían algún día consecuencias desastrosas. El hecho de que los responsables políticos criminalizaran hasta tal punto la existencia misma de los inmigrantes y su presencia en suelo británico, estaba destinado a dar pábulo a una extrema derecha odiosa que es, por definición, anti-inmigración e islamófoba.
Así que no es de extrañar que, tras la tragedia de la escuela de Southport, la extrema derecha no dudara en utilizar a los solicitantes de asilo como chivos expiatorios. Aunque los solicitantes de asilo no tuvieron nada que ver con el ataque con cuchillo y ya tienen bastante con su propio trauma del exilio, ahora sus alojamientos son blanco de ataques, incendios o saqueos.
Ante este odio desproporcionado, el nuevo primer ministro Keir Starmer ha adoptado una postura firme. "Todos los que han participado en los disturbios o han crearon agitación en Internet van a lamentar sus actos", declaró el domingo 4 de agosto, cuando Inglaterra aún se tambaleaba por la violencia.
No hay que olvidar el sucio y peligroso papel desempeñado por los gobiernos anteriores, que no han dejado de encender a la opinión pública, que en parte muestra ahora, sin vergüenza alguna, su rechazo a los demás.
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Según The Guardian, esos mismos gobiernos se han visto alertados por la amenaza de la extrema derecha en el Reino Unido, lo que no les ha impedido seguir señalando con el dedo a los exiliados, alimentando su xenofobia, su racismo y su islamofobia.
Traducción de Miguel López
Todo empezó con un bulo que se difundió rápidamente en la red social X, dando a entender que el principal sospechoso era un solicitante de asilo de confesión musulmana detenido tras el apuñalamiento de Southport, al norte de Liverpool, en Inglaterra. El ataque se cobró la vida de tres niñas e hirió a otros ocho niños, así como a dos adultos que intentaron protegerlas. Todos ellos se encontraban en una escuela de danza el 29 de julio.