Sobrevivir a las bombas en Gaza: más de 16 horas al día buscando comida y agua

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Rachida El Azzouzi (Mediapart)

"Mira dónde vivo. ¿Quién viviría allí, quién podría soportarlo? Ya no somos seres humanos". Farida Adel Alghoul filma alrededor con su teléfono, un campo de ruinas de edificios pulverizados por las bombas israelíes, reajustando su hiyab para que no sobresalga ni un pelo: "Ya no tenemos intimidad, vivimos con gente que no conocemos y, como mujer en una sociedad conservadora, tengo que respetar las normas indumentarias", se disculpa.

La conexión es mala y la video-llamada se interrumpe varias veces. Farida tiene que encontrar un lugar con mejor cobertura: "Dame un minuto". Está "contenta" de hablar con un periodista extranjero, de poder revelar las condiciones inhumanas en las que ella y parte de su familia sobreviven en Deir el-Balah.

La superpoblada localidad, a medio camino entre Gaza City y Rafah, está desbordada de desplazados que siguen llegando después de que el ejército israelí enviara esta semana más octavillas instando a la población a evacuar. "La ciudad de Gaza se convertirá en una peligrosa zona de combate", anunciaba el panfleto.

"Israel miente", afirma Farida Adel Alghoul. "Mañana atacarán Deir el-Balah. Nos estamos preparando. No hace mucho bombardearon el edificio de nuestros vecinos. No hay ningún lugar seguro en toda la Franja de Gaza. Aquí puede morir cualquiera".

La joven cita una de las últimas masacres del ejército israelí, que afirma haber tomado como objetivo a un combatiente de Hamás: el bombardeo de la escuela Al-Awda de Abassan, al este de la ciudad de Jan Yunis, el martes 9 de julio. Allí murieron veintinueve personas, en su mayoría niños, y decenas resultaron heridas. "Los niños estaban jugando al fútbol."

Farida Adel Alghoul muestra las escasas posesiones de su familia apiñadas en sacos en el suelo del edificio volado donde se han instalado en la más absoluta indigencia: algo de ropa, cacerolas y mantas.

"Vivimos en el caos y la incertidumbre permanente, listos para huir en cualquier momento, pero ¿a dónde?" Ya ha sido evacuada más de veinte veces en los últimos nueve meses, incluso dos veces en el mismo día. Es un éxodo interminable y agotador, como lo es para más del 80% de la población del enclave.

"Algunas personas nos acogen en sus casas, cuando todavía tienen un techo, o acabamos en una tienda de campaña, o como durante la última evacuación, en la que nos quedamos en la calle durante días porque no teníamos adónde ir", cuenta la joven.

Una lucha diaria

Ya no sabe qué es peor, si el invierno o el verano, por lo deplorables que son las condiciones sanitarias al final de casi diez meses de guerra, la más larga en la historia de Israel desde su fundación: "Hace mucho calor y es aún más difícil sobrevivir con tan poca agua, en la contaminación de la guerra y la miseria. Nos invaden parásitos, moscas, mosquitos y ratas que proliferan porque las aguas residuales y la basura no se tratan".

Farida Adel Alghoul tuvo que separarse de su hermana y sus hermanos por falta de espacio. Malviven en una tienda de campaña en el campo de Al-Mawasi, en Jan Yunis, una supuesta zona segura, también objetivo de Israel. Farida, que está alojada con sus abuelos, sobrinos y sobrinas y que ha perdido a decenas de familiares desde el 7 de octubre, libra una batalla diaria para encontrar agua potable y alimentos.

"No tenemos ayuda humanitaria, tenemos que arreglárnoslas nosotros mismos. ¿Te imaginas pasar más de 16 horas al día sólo buscando agua y comida? Y no es por ti, es por tu familia."

En el norte del enclave, de donde es ella, sus padres se mueren de hambre. Se negaron a huir, prefirieron morir a marcharse. Es una cuestión de dignidad, dice Farida. Intentó convencerlos antes de darse por vencida. Una de sus hermanas se quedó con ellos.

Hace meses que no puede verles la cara. La última conversación telefónica fue hace varias semanas. Acabó en lágrimas, provocadas por la pregunta: "¿Qué has comido hoy, mamá?" Tras un largo silencio, su madre, que ha perdido más de treinta kilos y padece problemas cardíacos, respondió: "Nada, hija mía. No hay nada que comer. Hay conservas, pero son muy caras".

Las bombas matan en Gaza, pero también el hambre. Aunque la ONU no ha declarado oficialmente la hambruna en el enclave palestino, diez de sus expertos independientes, entre ellos el relator especial sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri, han confirmado que sí se está produciendo y que es consecuencia de "una forma de violencia genocida".

En una declaración publicada el martes 9 de julio, condenada por la representación israelí ante la ONU en Ginebra, acusan a Israel de llevar a cabo una "campaña intencionada y selectiva de hambruna" que ha provocado la muerte de al menos 34 palestinos, en su mayoría niños, tres de ellos recientemente, víctimas de "desnutrición y falta de acceso a una atención sanitaria adecuada".

Durante los últimos nueve meses, Israel está sometiendo a la Franja de Gaza a un asedio despiadado y obstaculizando la entrega de ayuda humanitaria al negarse a abrir todos los pasos fronterizos terrestres para permitir la entrada de bienes vitales, alimentos, medicinas, equipos, combustible, etc.

Estos suministros están entrando a cuentagotas, a pesar de que las necesidades son inmensas. "En junio, entraron unos 80 camiones al día, mientras que se necesitarían entre 500 y 1.000 para al menos igualar el nivel anterior al 7 de octubre", explica a Mediapart Jean-François Corty, de la ONG Médicos del Mundo.

Abril fue una excepción, con una media de 169 camiones diarios –todavía muy por debajo de las necesidades– a través de las dos terminales del sur del enclave, cerca de la frontera con Egipto, Rafah y Karem Abu Salem (Kerem Shalom). La toma de la terminal de Rafah por el ejército israelí a principios de mayo ha empeorado aún más la situación.

Estamos sumidos en la muerte, la enfermedad, las epidemias, la miseria y la destrucción de nuestro pueblo, y el mundo mira hacia otro lado.

El paso fronterizo de Erez, que da acceso al norte de la Franja de Gaza y permite la entrada de ayuda procedente de Jordania, se abrió en abril por primera vez desde que Israel comenzó la guerra. Sigue abierto, pero sólo excepcionalmente y bajo condiciones muy estrictas.

En cuanto al puerto flotante provisional de 230 millones de dólares prometido por Estados Unidos, que se suponía iba a suministrar alimentos a una población hambrienta, es un fiasco. Apenas ha funcionado.

"¿Por qué la comunidad internacional no se moviliza para detener el genocidio? Estamos sumidos en la muerte, la enfermedad, las epidemias, la miseria y la destrucción de nuestro pueblo, y el mundo mira hacia otro lado". A sus 26 años, Farida describe su vida como "acabada" y "destruida". Ya no sueña con ser madre como antes: "Hoy hay demasiados bebés y niños sin madre ni padre en Gaza, huérfanos. Hay que ocuparse de ellos".

Farida es profesora pero dejó la enseñanza bajo el fuego para convertirse en periodista de medios extranjeros y aportar su granito de arena para alertar al mundo de la agonía en Gaza. "Ya no soy la misma. La guerra me ha cambiado. Como mujer con formación, antes pasaba la mayor parte del tiempo trabajando. Ahora lucho por seguir viva y mantener con vida a mi familia. ¿Por qué el pueblo palestino no merece vivir?"

Desde el 7 de octubre han muerto en Gaza más de 38.000 personas, en su mayoría civiles, según cifras del ministerio de Sanidad de Gaza. Un artículo publicado el 5 de julio en la prestigiosa revista médica The Lancet, que no es un estudio científico sino una contribución de tres investigadores, da una cifra mucho mayor si se tienen en cuenta las muertes indirectas: al menos 186.000 en los últimos nueve meses. Los autores llegaron a este cálculo basándose en la baja horquilla de estimaciones de muertes indirectas que figura en un informe de 2008 de la secretaría de la Declaración de Ginebra sobre Conflictos Armados.

Las escuelas, objetivo habitual de los ataques israelíes

El ataque israelí contra la escuela de Al-Awda fue el cuarto en cuatro días contra una escuela que albergaba a personas desplazadas. Desde el sábado, otras tres escuelas han sido bombardeadas por Israel, que afirma haber atacado a combatientes de Hamás en cada ocasión: una escuela en el norte, otra perteneciente a la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, en el campo de Nuseirat, y una tercera en la ciudad de Gaza, dependiente del Patriarcado Latino.

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Desde el 7 de octubre han sido bombardeadas decenas de escuelas e instalaciones educativas, algunas varias veces. Según el recuento del ministerio de Educación de Gaza a 9 de julio, han sufrido graves daños 119 escuelas y 62 han quedado completamente destruidas. También fueron atacadas y saqueadas 126 escuelas gubernamentales y 65 escuelas de la UNRWA.

  

Traducción de Miguel López

"Mira dónde vivo. ¿Quién viviría allí, quién podría soportarlo? Ya no somos seres humanos". Farida Adel Alghoul filma alrededor con su teléfono, un campo de ruinas de edificios pulverizados por las bombas israelíes, reajustando su hiyab para que no sobresalga ni un pelo: "Ya no tenemos intimidad, vivimos con gente que no conocemos y, como mujer en una sociedad conservadora, tengo que respetar las normas indumentarias", se disculpa.

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