Israel: el supremacismo judío pone en la diana a los cristianos
Fundamentalistas religiosos pro-Israel frente a frente con fundamentalistas religiosos pro-Israel en la Ciudad Vieja de Jerusalén, cerca del Muro de las Lamentaciones. ¿A qué se debe el enfrentamiento entre estos dos grupos, como hemos visto el domingo 28 de mayo? Los cristianos que rezaban en el Centro Davidson, un yacimiento arqueológico situado a dos pasos de ese muro, también conocido como "Muro Occidental", fueron agredidos por cientos de manifestantes judíos dirigidos por un teniente de alcalde de la ciudad de Jerusalén, Aryeh King, autoproclamado supremacista judío, y por el rabino Zvi Tau, líder del partido de extrema derecha Noam: insultos, escupitajos, una puerta rota y emplazamientos a irse de allí.
Estos cristianos estaban convocados por la International House of Prayer de Kansas City, un movimiento evangélico americano que pretendía, mediante esta oración colectiva, promover la "salvaguarda de Jerusalén" y "el designio de Dios para Israel".
La mayoría de las organizaciones evangélicas de Estados Unidos apoyan política y financieramente a Israel y comparten los objetivos de los sionistas religiosos que, con ministros como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, imponen hoy su agenda al gobierno de Benyamin Netanyahu.
El primer ministro israelí mantiene importantes vínculos con varios líderes evangélicos, en particular con el televangelista John Hagee, fundador de Christians United for Israel, que hace unos meses le envió "las oraciones de Dios para el resto de su vida".
Los cristianos evangélicos de Estados Unidos, África y China son sobre todo una parte esencial de los batallones de turistas que mantienen a flote la maltrecha economía israelí. Inyectan directamente unos 150 millones de euros al año en proyectos destinados sobre todo a la inmigración de judíos de la diáspora israelí, de los que alrededor de un tercio se destina a apoyar la colonización de la Palestina ocupada.
Diferencias teológicas
Sin embargo, a pesar de la convergencia política y geopolítica entre los nacionalistas religiosos judíos y los cristianos evangélicos sionistas, existe una divergencia teológica. El apoyo evangélico a las políticas israelíes aplicadas por Netanyahu y sus sucesivos aliados a lo largo de los años se basa en una lectura de la Biblia de la que los judíos tienen motivos para desconfiar.
Para la mayoría de los evangélicos, que esperan el fin de los tiempos y el reinado de Dios en la Tierra, Jerusalén y el pueblo judío desempeñan un papel fundamental en esta escatología. Basándose en una interpretación del Apocalipsis de San Juan, creen que el pueblo judío debe volver a Jerusalén – de ahí el apoyo financiero a la inmigración de judíos de la diáspora–, reconstruir allí el templo y enfrentarse a sus vecinos en un Armagedón que permitirá a Dios triunfar de una vez por todas sobre las fuerzas del mal.
Sin embargo, esta visión también indica que dos tercios del pueblo de Israel perecerán en las batallas y que sólo los supervivientes que se conviertan al cristianismo escaparán de las llamas del infierno...
Aunque algunos evangélicos no compartan esta visión y, como el pastor Brian Zahnd, adopten una postura más equilibrada sobre el conflicto palestino-israelí, el carácter principalmente instrumental del apoyo evangélico a la política israelí puede molestar a los sionistas religiosos de Israel, cada vez más poderosos. Al mismo tiempo, los líderes sionistas, para quienes las cuestiones políticas y geopolíticas tienen prioridad sobre las dimensiones religiosas, pueden ser capaces de vivir con ello, particularmente en el contexto de la alianza con Estados Unidos, un país en el que el apoyo evangélico puede hacer o deshacer mayorías electorales.
La decisión de Donald Trump en 2018 de trasladar la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén, que no está reconocida como capital de Israel según el derecho internacional, había puesto de relieve el carácter improbable del apoyo evangélico a Israel.
En la inauguración del edificio, junto a Jared Kushner, yerno de Donald Trump, enviado del 45º presidente a Oriente Medio y conocido simpatizante del movimiento evangélico, se encontraban dos pastores evangélicos que habían hecho comentarios abiertamente antisemitas.
Uno de ellos, John Hagee, líder de la principal organización de sionistas cristianos en Estados Unidos, se había hecho famoso anteriormente por afirmar que Adolf Hitler había sido el motor de un "designio superior", en la medida en que el genocidio de los judíos europeos había llevado a los supervivientes a emigrar a Palestina para fundar Israel.
El otro, Robert Jeffress, un amigo de Donald Trump que pronunció el sermón durante la toma de posesión de este último en la Casa Blanca, dijo que la fe en el judaísmo llevaría directamente al "infierno".
El pecado de idolatría
Aunque pueda parecer inaudito ver cómo la hostilidad de los sionistas religiosos se dirige ahora contra los cristianos evangélicos que apoyan la colonización masiva y la política israelí en su conjunto, este proceso debe entenderse en un contexto más amplio, que ahora también apunta a los cristianos, incluidos los que no son palestinos.
El creciente poder del sionismo religioso en la sociedad y la política israelíes pone en cuestión la ecuación –algunos dirían la aporía– planteada en la creación de Israel en 1948 de convertirlo en un país "judío y democrático", en favor de su naturaleza judía, justo 75 años después de la proclamación del nacimiento de este país por David Ben Gurion el 14 de mayo de 1948.
Ya en 2018, la Knesset había aprobado una ley presentada por el gobierno de Netanyahu que definía a Israel como "el Estado-nación del pueblo judío". Pero esta medida, catalizadora del deseo de reforzar el carácter judío de Israel, fue vista inicialmente como un ataque a los palestinos de Israel y a la lengua árabe, que perdió entonces su estatus oficial.
Con el nuevo gobierno de Netanyahu, fundado en una alianza con los partidos judíos más extremistas, ahora son todos los no judíos los que parecen no ser bienvenidos en la tierra de Israel, a pesar de que el Ministerio de Asuntos Exteriores reaccionó a los incidentes del domingo 28 de mayo condenando "cualquier ataque a la libertad religiosa y de culto en Jerusalén".
Los manifestantes que se opusieron manu militari a las oraciones de los cristianos evangélicos el pasado domingo les criticaban por hacer proselitismo, especialmente en las inmediaciones del Muro de las Lamentaciones, considerado el lugar más sagrado del judaísmo, pero también, como dijo Aryeh King en un post de Facebook, de "idolatría".
Ese el principal reproche en la letanía de actos hostiles contra los cristianos que se han multiplicado desde principios de año. El 2 de febrero, un judío ortodoxo golpeó con un martillo una estatua de madera de Cristo en la Capilla de la Condena, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, al grito de: "¡No podéis tener ídolos en Jerusalén, es la Ciudad Santa!".
Antes, el 1 de enero, las cámaras de vigilancia del cementerio protestante del Monte Sión captaron imágenes de dos adolescentes judíos vandalizando una treintena de tumbas. Y diez días después fue saqueado un centro cultural cristiano maronita en la localidad de Ma'alot Tarshiha, en el norte de Israel. Ese mismo mes, en el barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén, aparecieron paredes cubiertas de grafitis en hebreo como: "Muerte a los cristianos", "Muerte a los árabes y gentiles", "Muerte a los armenios"...
Esa violencia contra los cristianos alcanza ahora una escala sin precedentes, pero forma parte de un movimiento más amplio. En 2021, un comunicado conjunto enviado a las autoridades israelíes por representantes de las iglesias armenia, ortodoxa, católica y anglicana expresaba su preocupación por el aumento de la violencia contra los cristianos en Jerusalén, afirmando que "desde 2012, se han producido innumerables ataques físicos y verbales contra el clero y las iglesias, y los lugares sagrados son regularmente objeto de vandalismo y profanación".
Los líderes religiosos también condenaban la compra "estratégica" de propiedades en el barrio cristiano de la ciudad vieja, "con el objetivo de reducir la presencia cristiana, a menudo utilizando técnicas de intimidación para desalojar a los residentes".
Se trata de un método ampliamente utilizado contra los palestinos en la ciudad vieja de Jerusalén desde hace décadas, y que ahora se está extendiendo a otros no judíos.
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Traducción de Miguel López