“Su móvil está en Gaza, pero no sabemos nada de mi hija”: familias de rehenes de Israel se sienten abandonadas
"¿Aló, mamá?" fueron las últimas palabras que Meirav Leishem Gonen escuchó de boca de su hija hacia las 10.30 horas del sábado 7 de octubre, tras varias horas hablando con ella por teléfono. Romi Gonen, de 23 años, se encontraba en el festival de música electrónica Supernova, cerca de Gaza, que terminó en un baño de sangre tras el ataque de Hamás.
"Mi hija vive en Tel Aviv, donde hace trabajillos como camarera y demás. Por los datos de su teléfono, sabemos que llegó a la fiesta sobre las 4 de la madrugada. Desde las 6.30 hasta las 10.30 estuve en contacto con ella todo el tiempo por teléfono, y luego la perdimos. No sé si está en Gaza, viva o muerta, ya que aún no se han identificado todos los cadáveres.” Sobre todo los que están demasiado quemados para que las pruebas de ADN puedan confirmar rápidamente una identidad.
Meirav, residente de Kfar Vradim, en el norte de Israel, quiere seguir confiando, aunque el relato que hace de los últimos momentos pasados al teléfono con el tercero de sus cinco hijos haga temer lo peor. "He educado a mis hijos para que sean lo más independientes posible, pero siempre he sido una 'madre solución', dice, sonriendo y llorando al mismo tiempo. “Cuando me llamó a las 6.30 de la mañana para pedirme ayuda, para decirme que los terroristas la estaban acorralando, que no quería morir, por primera vez en mi vida, no tenía ninguna solución".
Meirav Leishem Gonen estuvo al teléfono susurrando a su hija durante casi cuatro horas. "Estaba en un coche y oíamos disparos a lo lejos, pero también oíamos que se acercaban. Hacia las 10.30 de la mañana, Romi me dijo que le habían disparado, que le sangraba la mano y que iba a morir. Entonces se cortó la conexión". Desde entonces, sabemos "que su teléfono está en Gaza, pero no sabemos nada de ella".
Meirav continúa: "Mi cuerpo funciona, pero mi corazón está parado en Gaza.” Si sigue en pie es gracias al lugar donde la conocimos el lunes 16 de octubre, añade. "Si me preguntan cómo llamarlo, la mejor palabra sería 'amor'. Si me preguntan qué hacemos allí: recibimos apoyo, nos organizamos para informarnos, nos abrazamos, actuamos para no caer".
El lugar en cuestión es la 7ª planta de uno de los muchos edificios de Tel Aviv que bordean la autopista entre la ciudad y sus suburbios. Mientras la capital económica, cultural y festiva de Israel se vaciaba, como en tiempos del Covid, después de "lo que no deberíamos llamar asesinatos sino masacres", precisa Meirav, en el número 4 de la calle Berkowitz se organizaba un auténtico hervidero de actividad para ayudar a las familias de los desaparecidos y secuestrados.
Vídeo de Hamás
Alojados en las oficinas de un abogado cuyo hijo logró escapar de la rave pero cuya pareja sigue sin tener noticias del suyo, voluntarios de todo tipo y de todas las edades han acudido aquí para llenar los vacíos y silencios dejados por el Gobierno.
"No sé cómo nos las habríamos arreglado sin todo este apoyo", dice Galit, que viene todos los días desde que el centro abrió sus puertas la semana pasada. Sostiene una foto ampliada de su sobrina, Mia Schem, de la que Hamás colgó un vídeo en Telegram la noche del lunes 16 de octubre.
En él, la joven, que también tiene nacionalidad francesa, explica a la cámara que está gravemente herida en el brazo y la mano, como puede verse al principio del vídeo, pero que está bien atendida y que le han dado medicinas. Pide que la lleven a casa lo antes posible. Es la primera vez que Hamás difunde un vídeo de un rehén desde el comienzo de la guerra, el 7 de octubre.
“Mia tiene 21 años, sus padres están divorciados pero ella es el pegamento que mantiene unidos a sus padres; ha aprendido a hacer tatuajes; cocina como un chef; tiene un hermano mayor de 23 años, un hermano de 17 y una hermana pequeña de 10; a menudo cuida de sus abuelos", dice Galit de un tirón.
Mia también estaba en el festival Supernova, adonde había acudido con una amiga después de pasar la madrugada con su familia, que vive en Shoham, una pequeña localidad cercana al aeropuerto de Ben-Gurion. "Mi hermana y yo fuimos inmediatamente a un instituto forense con el cepillo del pelo de Mia. Fue un shock ver a todos los familiares haciendo cola con cepillos de dientes y otros objetos portadores de ADN para compararlos con los cuerpos que se habían encontrado. Durante siete días, hemos temido y a la vez esperado una llamada, pero sin recibir nada. Hace solo dos días que se puso en contacto con nosotros un funcionario para decirnos que Mia estaba en Gaza y que estaba viva", sonríe, sin atreverse realmente a alegrarse.
"No puedo imaginar por lo que estará pasando ahora. Quiero que vuelva, no estoy a favor de la ley del Talión. Soy consciente de que la gente de Gaza está sufriendo. ¿Por qué no liberamos a todos los presos que quieran y recuperamos a nuestros hijos? Cada hora cuenta. ¿Por qué, ya que liberamos a mil palestinos para salvar a Gilad Shalit, no hacemos lo mismo ahora?
Las familias se sienten abandonadas
Una de las razones es sin duda el número de rehenes en poder de Hamás, que ha aumentado a 199 según una nueva estimación dada por el ejército israelí el lunes. Ese mismo día, Hamás dijo que había entre 200 y 250 rehenes, al tiempo que afirmaba que los que tenían pasaportes distintos de los israelíes eran sus "invitados".
Liberar a esos rehenes en las mismas condiciones significaría vaciar las cárceles israelíes de todos los detenidos palestinos, aunque aquí nadie olvida que el actual líder político de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, uno de los artífices de las masacres del 7 de octubre, fue liberado en 2011 cuando los intercambios por el sargento franco-israelí Gilad Shalit.
Eso no altera el hecho de que muchas familias de secuestrados y desaparecidos se han sentido abandonadas y desatendidas por el Gobierno tras ataque de Hamás, incluso siendo conscientes de la necesidad de discreción en la situación actual.
“Comprendo que no se nos informe de todo minuto a minuto", continúa Galit. “Sin embargo, no sólo nos hemos topado con un muro de silencio, sino con una falta total de empatía". Joe Biden recibió a las familias de los rehenes durante hora y media. Netanyahu no recibió por fin a algunos de nosotros hasta el domingo, ¡una semana después! Sé que no es el momento de montar en cólera, porque la prioridad es salvar a nuestros hijos. Pero llegará.”
Para algunos, la ira ya está ahí. El sábado 14 de octubre, varias familias de desaparecidos y secuestrados se reunieron frente a varios edificios emblemáticos del gobierno en Tel Aviv. Algunos de ellos incluso se unieron a los manifestantes anti-Netanyahu que desde hace una semana se reúnen todos los días en la avenida Kaplan para exigir la dimisión del primer ministro, culpable, según ellos, de haber dañado primero la democracia israelí y ahora la seguridad de sus ciudadanos.
Siento un rencor desenfrenado hacia este primer ministro, que no asume ninguna responsabilidad por lo ocurrido.
En la noche del sábado 14 de octubre, Dalit Katzenellenbogen sostenía un retrato de su tía, Hanna Katzir, y su hija uno de su primo, Elad Katzir. Los dos fueron secuestrados en el kibutz de Nir Oz, donde su marido y padre, Rami Katzir, fue asesinado por Hamás.
“Llevamos ocho días sin noticias de ellos, y no hemos recibido ninguna llamada oficial, ni una sola", dice Dalit ahogando la rabia y la emoción. Siento un rencor desenfrenado hacia este primer ministro, que no asume ninguna responsabilidad por lo ocurrido. Siempre protegerá más su propia vida y su comodidad que a nuestras familias. Prefiere verlos morir a dimitir como debería y luego ir a la cárcel porque ya no tendría inmunidad".
“Muchas de las personas secuestradas por Hamás son kibutzniks. La gente de los kibbutz no vota a Netanyahu, y por eso a él le importan un bledo", refiriéndose al hecho de que, históricamente, los kibbutz han sido bastiones de la izquierda israelí, antes de que ésta fuera reducida drásticamente.”
El primer ministro, presionado por las familias que acudieron el sábado 14 de octubre, al mismo tiempo que el país encendía velas una semana después de las masacres de Hamás, recibió finalmente a algunas de ellas el domingo 15 de octubre.
“Mi mujer formaba parte de la delegación de familias", cuenta Malki Shemtov, cuyo hijo Omer, de 21 años, DJ y aficionado a la música electrónica, fue secuestrado mientras participaba en una rave cerca de Gaza. “Pero ahora que todos nos conocemos, ella se sorprendió al ver que también había un familiar de un secuestrado del que nunca habíamos oído hablar y que no estaba en la misma onda que nosotros. No cuestiono que esa persona tenga familia en Gaza, pero aprobaba todo lo que decía Netanyahu y no paraba de repetir que tenía toda su confianza".
Sin embargo, Malki Shemtov está dispuesto a "dejar de lado la política por el momento": "Nuestro único objetivo debe ser traer de vuelta a nuestros seres queridos, y para ello tiene sentido mantener un perfil bajo. No es momento para la ira. Es el momento de la misión. En cuanto al resto, ya veremos más adelante.”
Su hijo fue reconocido, atado pero vivo, en un vídeo publicado por Hamás el 7 de octubre. "Me aferro a eso, aunque ese día fue el más oscuro de mi vida. Siento que se me va a parar el corazón cada vez que recibo una llamada de un número desconocido que temo que me anuncie lo peor", añade.
Meirav Leishem Gonen, que también asistió a la reunión con el primer inistro israelí, está en la misma onda. "Netanyahu me prometió que encontraría a mi hija, y quiero creerle.”
Devolver el rostro a sus seres queridos
Sean cuales sean sus sentimientos hacia el gobierno israelí, la mayoría de las familias de los rehenes han decidido no permanecer en silencio. Como mínimo, devolver el rostro a sus seres queridos secuestrados el sábado 7 de octubre. Para que ella o él no sea sólo un número. Galit es franco-israelí: cinco miembros de su familia, entre ellos su hija de 13 años y su madre de 80, fueron secuestrados por Hamás.
"Estamos esperando que el mundo nos ayude. Por eso estoy hablando con usted". La madre hace una pausa. "Espere". Galit contiene las lágrimas y continúa: "No tengo noticias de mi hija, mi madre, mi sobrino, mi sobrina y mi cuñado. No sabemos nada. No tengo palabras, es impensable".
Galit se describe como pacifista, como muchas de las familias que vivían en el kibutz atacado. El sábado por la mañana, su hija Noya, de 13 años, estaba con su abuela en el kibutz de Nir Oz, donde 80 personas habían sido secuestradas y 25 asesinadas.
"Me han golpeado en la cabeza y no sé cómo voy a superarlo. Tengo que recuperar la confianza en el ser humano y en su bondad. Y sobre todo confío en el buen Dios. Estoy segura de que está cuidando de mi hija y de mi madre.”
Galit estaba en otro kibutz, que también fue atacado, y pudo hablar con su hija por teléfono unos minutos antes de que la secuestraran. "Hoy no quiero imaginar dónde está mi hija Noya. Me da miedo imaginármela, porque me vienen imágenes. Intento no pensar en ello para no quebrarme. En cambio, imagino mujeres a su alrededor. Una mujer palestina que viene y le da agua y pan.”
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Como todas las familias del kibutz atacado, Galit se aloja ahora en un hotel del Mar Muerto con su hija de 9 años. Agotada física y emocionalmente, hace un último llamamiento a los dirigentes de Hamás, pero también al gobierno israelí: "Una guerra es soldados contra soldados. No se trata de bebés, mujeres o ancianos. Dejad que se vayan. Quiero ver a mi hija, por favor. Es demasiado complicado entrar militarmente en Gaza en un lugar donde también hay mujeres y niños".
Traducción de Miguel López