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La baja productividad, el último comodín de la patronal para rechazar la reducción de jornada

Los tres grandes problemas que tiene el Gobierno de Macron

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François Bonnet (Mediapart)

Emmanuel Macron optó por adelantarse a Jean-Michel Blanquer, su actual ministro de educación. Sabemos que su gran proyecto es dar la bienvenida con música y canciones a los alumnos de primaria y secundaria en todas las escuelas durante el comienzo del curso escolar el lunes 4 de agosto. Será alegre, positivo, motivador y cordial, aseguró el Ministerio, solicitando a profesores, padres y directores recrear la fiesta de la música. En vísperas del fin de semana de reapertura política, mientras que el movimiento Francia Insumisa moviliza a miles de seguidores en Marsella, Los Verdes sueñan con una resurrección de Dunkerque y la derecha se reencuentra, el poder también se moviliza para hablar, y mucho, con el objetivo de “cantar” las alabanzas de sus políticas.

Pero los ecos del Himno a la alegría, que acompañaron los primeros pasos de Macron como presidente en la plaza del Louvre el pasado 7 de mayo, se han apagado definitivamente. Después de Beethoven, empieza a sonar poco a poco la versión de Gaston Ouvrard de la canción Je ne suis pas bien portant [un clásico del humor francés], al mismo ritmo que el espejismo Macron se va disipando. Ya se han acabado las posturas de De Gaulle, la “voz recuperada” de Francia en el mundo y los apretones de manos viriles con Donald Trump. Y ya estamos de nuevo preocupados por las políticas cotidianas, sus limitaciones y trampas, sus reformas y las ecuaciones presupuestarias. Y también por las realidades sociales de un país fracturado, marcado por un desempleo masivo confirmado por las cifras de julio: aumentó en 35.000 personas el número de parados de categoría A, y hay seis millones de solicitantes de trabajo de categoría A, B y C, según las cifras de Pôle Emploi [la agencia francesa de empleo] publicadas el 24 de agosto.

Finalizada la euforia por su llegada al Elíseo, el presidente de la República se enfrenta a una triple dificultad: una política económica claramente anclada en la derecha, sus medidas impopulares, y una espectacular ausencia de salidas políticas que sean capaces de explicar, de hacer pedagogía con lo que están haciendo con sus acciones de poder.

De aquí el cambio radical de la opinión presidencial. El 15 de mayo, en Berlín, Macron declaró que no respondería en el extranjero a preguntas de los periodistas sobre política interior. Sin embargo, el 23 y el 24 de agosto, con motivo de un viaje a Austria, Bulgaria y Rumania, hizo exactamente lo contrario demostrando con sus argumentos su grado de nerviosismo.

“Francia es un país irreformable, las francesas y los franceses odian las reformas (...), es un pueblo que las detestan. Hay que explicar a dónde se va, y hace falta proponer una transformación en profundidad”, explicó el jueves en Bucarest. “Francia ha vuelto a ser una sociedad de estatutos”, repitió el presidente. Un país aferrado al statu quo y a las rentas por estatutos statu quo. Se trata de una vieja cantinela que ya fue usada por Alain Juppé en 1995 cuando tuvo que retroceder por las movilizaciones sociales. Es un argumento clásico de la derecha que siempre ha explicado sus dificultades o fracasos a la hora de llevar a cabo “reformas” –las “famosas reformas estructurales” que querían los neoliberales– por el carácter irreductible de los galos.

Por su parte, Emmanuel Macron toma nota. Por ello tuvo cuidado de no comentar, corregir o dar una señal de lo que es ya su principal problema político: el anclaje a la derecha de sus políticas y de sus decisiones económicas. Con la casi supresión del impuesto sobre las grandes fortunas, la reducción del sistema de contribuciones sobre los ingresos financieros, la reducción de la ayuda personalizada para la vivienda (APL), las rebajas de los presupuestos (de universidad, salud o defensa), la limitación o rescisión de los contratos asistidos –en particular, aquellos dirigidos a lo más jóvenes–, la subida de la contribución social generalizada (CSG) parcialmente compensada por la bajada de las cotizaciones a la Seguridad Social,... En sus opciones presupuestarias, que cuidan de los ricos y afectan a los más débiles, pero también a las clases medias (leer aquí en francés el artículo de Martine Orange), se suman las órdenes de reformas del código laboral para mejorar la “flexibilización” y precarizar así aún más el salario, y también se ha anunciado una modificación del seguro de desempleo.

El “a derecha e izquierda” y “el mismo tiempo y al mismo tiempo”, mantras del candidato Macron, desaparecieron con las primeras elecciones de política económica en el poder (leer aquí en francés el artículo de Romaric Godin). Hasta el punto de que, más allá de las advertencias del resucitado François Hollande, se plantean preguntas en el mismo interior de su mayoría presidencial. François Bayrou, en Le Point, está preocupado por “la atmósfera generada por la subida de la CGS y, al mismo tiempo, el establecimiento de ciertas ventajas fiscales para los más afortunados”, al considerar que estas orientaciones “enfadaron a un parte de los jubilados y de los funcionarios”. Y de llamar a capítulo directamente a los poderes establecidos: “La opinión pública no ve claramente la dirección, el objetivo que se fija”.

Sacado de su jubilación, Alain Juppé, cuya antigua mano derecha Édouard Philippe está hoy en Matignon [residencia oficial del primer ministro francés], cree que ya no es tiempo de esperar y que el macronismono es más que una “mousse” comunicativa. Sin embargo, la derecha francesa aún puede regocijarse, y no sólo por ver a algunos de los suyos (Bruno Le Maire, Gérald Darmanin y el primer ministro) llevando la política económica del nuevo gobierno, sino que también pueden tomar nota que, hasta la fecha, no hay señales del electorado de centro izquierda o socialista que eligió a Emmanuel Macron.

Avería comunicativa, debilidad política

Porque hoy es el problema de Macron: conquistó el poder por el centro y lo ejerce por la derecha, una versión casi igual a la del expresidente Valéry Giscard d’Estaing que eliminó todas las promesas de renovación, innovación política o solidaridad que había creído una buena parte de su electorado. El remiendo presupuestario dirigido por el ministro Darmanin, en lugar de un verdadero presupuesto complementario que habría permitido fijar unas perspectivas, acaba con las posibles expectativas para ser sustituidas por una austeridad ni siquiera asumida. Al igual que en el bloqueo organizado dentro del partido La República En Marcha (LREM) por la votación de sus estatutos, la vieja política se ha reanudado  (leer aquí en francés el artículo de Elsa Sabado).

A pesar de sus problemas iniciales, el jefe del Estado blande otro viejo argumento: después de una Francia “no reformable”, llega la ausencia de explicaciones. “Tenemos que explicar hacia dónde vamos”, insistió Macron desde Rumania. En el Elíseo, el entorno presidencial ya estaba inquieto por cómo la ley sobre la modernización de la vida política no había sido capaz de explicarse, promocionarse y venderse a la opinión pública. Cuando la primera sesión parlamentaria organizó a LREM como un grupo parlamentario grande en los números pero débil políticamente, dejó a los diputados de Francia Insumisa marcar el ritmo y ocupar las tribunas.

De Gaulle podía relajarse en el Elíseo porque se apoyaba en un partido de veteranos (el UNR), en un primer ministro sólido (Pompidou) y en parlamentarios de choque (como Alexandre Sanguinetti). Al final de su marcha hacia el poder, Macron ha descubierto lo que es la soledad. El ministro Darmanin se aferró, cayendo en lo grotesco, en la defensa de la reducción de la ayuda personalizada para la vivienda, hasta para pedirle a los propietarios bajar los alquileres. Antes que él, la diputada Claire O’Petit (que en quince años ha militado en el Partido Socialista (PS), en la Unión para la Democracia Francesa (UDF) y en el MoDem antes de concurrir a los últimos comicios por la LREM) destacó brillantemente por una contestación: “Si a los 20 o 24 años se comienza a llorar porque se le quitan cinco euros, ¿qué creen que van a hacer con su vida?”. Fue una especie de nueva versión de la mítica frase de Jacques Séguéla sobre Nicolás Sarkozy: “Si a los 50 años no tienes un Rolex, has malgastado tu vida”.

 

Y después Édouard Philippe, enviado en misión pedagógica urgente a la televisión BFM, también comenzó a enredarse en la alfombra, a balbucear y desconocer qué responder a ciertas preguntas de Jean-Jacques Bourdin. El primer ministro reivindicó de buen grado durante el mes de junio el papel de ejecutor escrupuloso de las políticas del presidente de la República. Aunque no es ni director del gabinete ni “colaborador”, como habría dicho Sarkozy, es el jefe del gobierno y, por tanto, es el encargado de aclarar los problemas del proyecto político de energía, el calendario y las razones de las reformas. Philippe no logró explicarse, dejando al descubierto un poco más a Macron.

De ahí el gran regreso de los discursos presidenciales y de las indiscreciones elíseas. En Austria y Rumania se ventilaron confidencias. El presidente recibió a varios periodistas para conversaciones en “off”, un ejercicio que él mismo juró no practicar después del parloteo constante de Hollande. Incluso el Elíseo anunció que está revisando su estrategia de comunicación. El presidente hasta podría hablar durante las próximas semanas. Y quizás más. Y es que se rumorea que Macron estaría barajando la posibilidad de una intervención pública regular, una o dos veces al mes, tal vez vía radiofónica.

Este ejercicio sólo tiene como precedentes las conversaciones frente al fuego del general De Gaulle y de Michel Droit (“Droit, periodista, hombre de letras, sobre unas cinco diremos nosotros”, escribió Serge Gainsbourg). Laurent Fabius, cuando era “el primer ministro más joven de Francia”, también lo intentó entre 1984 y 1985 con una entrevista semanal con Jean Lanzi en TF1. Se llamaba Parlons France, pero esta propaganda fue tan rápidamente olvidada y ridiculizada que no evitó la derrota electoral del poder socialista en 1986.

En el caso de Emmanuel Macron, el argumento de la falta de comunicación y de un primer ministro que no puede deshacerse de su imagen de tecnócrata de traje gris esconde un problema político más grave: la de una debilidad política de su gobierno y de la fragilidad de sus bases. ¿Dónde están sus pesos pesados, cuáles son sus voces principales identificadas, cuáles son los encargados de transmitir el proyecto presidencial en un lenguaje tecnocrático? ¿Quiénes son las personas que pueden transformar una dinámica electoral victoriosa en una fuerza política organizada?

Las movilizaciones de septiembre

El gobierno nunca ha estado tan ausente de los debates públicos con los ministros –a excepción del responsable de Educación– mudos o confinados en explicaciones sectoriales. Los estatutos del conjunto de los trabajadores están a punto de ser alterados y el ministro de Empleo Muriel Pénicaud no ha permitido ni aceptado una reunión, una entrevista o un debate sobre el contenido de la reforma del código laboral. ¿Se han escuchado las explicaciones de la ministra de Defensa, a pesar de la reducción del presupuesto en su campo y del cese del jefe del Estado Mayor de los Ejércitos, la primera crisis política del quinquenio? ¿Se conoce de qué se ocupa exactamente la ministra de Cultura o el secretario de Estado de Asuntos Digitales? (Como recordatorio, se puede consultar aquí la lista completa del gobierno).

En la misma línea, la primera sesión parlamentaria demostró la ausencia de políticas efectivas en el seno de los grupos parlamentarios de la mayoría presidencial (LREM y MoDem). Las ausencias y el mal manejo del grupo por parte de Richard Ferrand, presidente de La República En Marcha, que también se ha visto salpicado por una investigación preliminar y enredado en asuntos inmobiliarios, han sido criticada incluso desde su propio bando.

El discurso de Emmanuel Macron del jueves en Bucarest. La defensa y explicación de su proyecto empieza a partir del minuto 19’38’’:

Discours d'Emmanuel Macron à la communauté... por elyseeelysee

En la próxima sesión parlamentaria, que se celebra a partir del 3 de octubre (ver calendario aquí), los diputados del presidente habrán tenido tiempo para ponerse en marcha. Pero este Parlamento en sus manos, no inquieta tanto al Elíseo como los movimientos sociales que podrían derivarse durante este mes de septiembre. La manifestación del 12 de septiembre, convocada inicialmente sólo por la CGT contra la reforma laboral, podrá tomar otra dimensión por la suma de otras medidas impopulares. El inicio de curso universitario también comienza a primeros de septiembre, y el estudiante siempre es una amenaza para el poder.

La otra fecha clave es el 23 de septiembre con la “alianza popular contra el golpe hacia el Estado social” convocada por la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. “Queremos que salgan a la calle una decena de miles de personas”, declaró Manuel Bompard, uno de los responsables de este partido de izquierda durante un acto en Marsella. Los miembros de Francia Insumisa quieren que esa jornada sea un día de “prueba nacional”. Mientras tanto, el presidente de la República se habrá dirigido al país de formas diversas, aseguran desde el Elíseo. Macron también podrá entonces comprobar lo que pesan en lo sucesivo sus palabras.

  Para entender la maquinaria de Macron, el próximo 7 de septiembre se publicará Macron & Cie, enquête sur le nouveau président de la Republique (ediciones Don Quichotte). Escrito por Mathieu Magnaudeix, que siguió para Mediapart, socio editorial de infoLibre, toda la campaña presidencial del jefe del Estado, el libro recoge una investigación que documenta su toma de poder y sus primeros meses al frente de una presidencia inesperada, una lectura que permite comprender la situación en la que se encuentra actualmente el presidente de la República.

El próximo 6 de septiembre, con motivo del regreso de la emisiones de los directos de Mediapart (que se puede seguir en su web y en sus páginas de Facebook y YouTube), volverán a hablar de este libro que cuenta con un prólogo de Edwy Plenel, director de Mediapart.

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Traducido por: Alba Precedo

Leer en francés:

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