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Qué hay detrás de la guerra de patentes entre Moderna y Pfizer por las vacunas contra el covid

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Rozenn Le Saint (Mediapart)

Nunca tienen bastante. Aunque ya son los mayores beneficiarios de la crisis sanitaria, sus  negocios vuelven a arrancar con la segunda campaña de vacunas para personas mayores y de riesgo: se espera que la Agencia Europea del Medicamento emita un dictamen favorable a la comercialización de dos vacunas de nueva generación Covid-19, la de Moderna y la de Pfizer-BioNTech, adaptadas tanto a la cepa original de Sars-CoV-2 como a la contagiosa variante  Ómicron. Todo está dispuesto para ganar más dinero, e incluso para robarse entre ellos.

Esta es la acusación que subyace en la demanda que Moderna ha presentado contra Pfizer y su socio alemán BioNTech por violación de patentes, como anunció la empresa estadounidense en un comunicado de prensa el 26 de agosto.

Cuando un descubrimiento científico sale de los tubos de ensayo de un laboratorio público o de una empresa, lo protegen de la competencia con una patente. Se supone que la patente recompensa el esfuerzo de investigación y da a la empresa el derecho a disfrutar de un monopolio sobre la invención durante veinte años o a conceder acuerdos de licencia a otras empresas que quieran utilizarla, a cambio de regalías.

Beneficios de 1.000 dólares por segundo

No hay un único inventor de la vacuna Covid-19: se han presentado cientos de patentes sobre el ARN mensajero, la revolucionaria tecnología utilizada por Moderna y Pfizer-BioNTech. Pero Moderna cree que Pfizer y BioNTech han copiado elementos de esta tecnología, que afirma que es suya, sin pedir permiso y, sobre todo, sin pagar los derechos correspondientes. Quiere un trozo más grande del pastel.

Entre las tres, Pfizer, BioNTech y Moderna, ya han obtenido 34.000 millones de dólares de beneficios antes de impuestos en 2021 —más de 1.000 dólares por segundo— según las últimas estimaciones del grupo de la ONG People's Vaccine Alliance. Beneficios disparados por su vacuna Covid-19, un bien que debería haber sido público, según la invocación de los máximos dirigentes mundiales, entre ellos Emmanuel Macron, antes de dar barra libre a los laboratorios para privatizarla mediante el sistema de patentes y venderla a un alto precio, a pesar de los cientos de millones de euros de dinero público recibidos para acelerar la investigación.

Moderna no pide que se detenga la producción de vacunas por parte de sus 'hermanos enemigos', pues eso supondría una mala publicidad. Y, sobre todo, porque el Pulgarcito de la biotecnología no tendría suficiente fuerza industrial para abastecer a Estados Unidos y Europa, los territorios a los que se refiere su denuncia. Lo que la empresa reclama es una compensación económica por los beneficios obtenidos por sus adversarios desde el 8 de marzo de 2022, fecha en la que Moderna advirtió a Pfizer y BioNTech que debían respetar sus derechos. Una indemnización que podría ascender a varias decenas de millones de euros en función del porcentaje que pudiera obtenerse de sus ventas de vacunas Covid-19.

En realidad, Moderna sabía que sus patentes clave sobre la tecnología del ARN mensajero eran inminentes, tras las solicitudes de 2011 y 2016, que se consiguieron en abril y mayo de 2022. Entonces tuvo las cartas en la mano para atacar a sus principales competidores con el argumento de la violación de patentes. Pero en los nueve meses siguientes a la concesión de una patente es posible impugnarla con el argumento, por ejemplo, de falta de inventiva. Pfizer y BioNTech, que se negaron a responder a las preguntas de Mediapart, al igual que Moderna, no deberían dudar en hacerlo.

Una batalla que durará años

"Es muy probable que Pfizer y BioNTech contraataquen iniciando un procedimiento para demostrar que no se les puede acusar de copia ilegal", afirma Lionel Vial, asesor en materia de propiedad industrial del bufete Bardehle Pagenberg. Les puede salir el tiro por la culata, algo que ocurre a menudo en el sector.

En respuesta a otra denuncia por violación de patente en relación con su vacuna Covid-19, esta vez presentada por el laboratorio CureVac, la asociación germano-americana ya ha iniciado un procedimiento judicial en Estados Unidos. Así pues, la batalla por el control del mercado de las vacunas anti Covid de ARN mensajero podría prolongarse durante varios años para determinar quién realmente ha inventado qué.

Una de las patentes que Moderna cree que Pfizer y BioNTech han violado se refiere a algo que en realidad salió por primera vez de la mesa de laboratorio de dos científicos de la Universidad de Pensilvania en los años 2000. Desde entonces, una de los dos investigadores, Katalin Karikó, se ha incorporado a BioNTech, que —para colmo de males— está siendo atacada por su rival Moderna.

De este modo, la investigación pública suele dar lugar a beneficios privados muy disputados. Para financiar sus programas de investigación básica, sin los cuales no es posible ningún descubrimiento, los laboratorios académicos firman acuerdos de licencia con las empresas farmacéuticas para beneficiarse de los derechos de autor asociados.

Cada vez más, las empresas de nueva creación se encargan de la fase de desarrollo, que consiste en transformar la invención científica en un producto sanitario. Las grandes farmacéuticas entran al final de la carrera para realizar los últimos ensayos clínicos y, sobre todo, la última y lucrativa fase de comercialización: compran esas nuevas empresas o les pagan royalties.

Por lo tanto, a todos los actores de la cadena de innovación científica les interesa presentar patentes sobre la más mínima mejora aplicada a invenciones anteriores. Las patentes se convierten en ladrillos que se van apilando y permiten la construcción final de una casa, más aún en el caso de un gran potencial, y todo el mundo pide una servidumbre de paso.

La ironía de este pulso de Moderna es que ella misma está siendo demandada por violación de patentes por dos empresas de nueva creación. "Moderna es pionera en la tecnología del ARN mensajero, pero no tanto como dice serlo y como quiere sacar provecho de ella", comenta Lionel Vial, experto en propiedad intelectual.

El prometedor mercado del ARN mensajero

Incluso el gobierno estadounidense ha criticado a la empresa por ir por libre. Antes de entrar en las grandes ligas, cuando llegó la pandemia, Moderna era una pequeña empresa de biotecnología que olfateaba el mercado del ARN mensajero. Entonces se asoció con el prestigioso Instituto Nacional de Salud (NIH, público) en 2017 para llevar a cabo un programa conjunto que condujo al otro gran descubrimiento esencial para fabricar vacunas de ARN mensajero.

Cuando el Sars-CoV-2 empezó a causar estragos, a partir de enero de 2020, Moderna se apresuró a presentar las patentes de esta asociación público-privada. Para algunas de ellas, declaró a los investigadores del NIH como coinventores, pero no para otras, lo que el instituto de investigación acabó denunciando. En su comunicado de prensa del 26 de agosto, Moderna aclara que las patentes que considera violadas por Pfizer y BioNTech son anteriores a los trabajos realizados en colaboración con el NIH. No les conviene que la disputa con la administración estadounidense eclipse su propia acusación.

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Está claro que el reciente anuncio de Moderna lo que pretende es intimidar: si se toma la libertad de atacar al coloso Pfizer, es capaz de atacar a toda la galaxia farmacéutica que se apodere del segmento del ARN mensajero, potencialmente interesante contra el sida o el cáncer. "Moderna pretende ganar el premio gordo. Afirma que tiene el control sobre la tecnología del ARN mensajero, especialmente en el caso del Covid-19, y exige una compensación económica si se utiliza.” Del mismo modo, “está enviando una señal al resto del mundo afirmando que tiene una pieza clave del rompecabezas del ARN mensajero gigante en sus posibles usos prometedores contra otras enfermedades", dice Juliana Veras, responsable de promoción de Médicos del Mundo.

Esta ONG actuó contra BioNTech en cuanto pudo, examinando su solicitud de patente para su vacuna anti Covid-19 cuando la Oficina Europea de Patentes la hizo pública, 18 meses después de su presentación, un tiempo interminable en una emergencia sanitaria. Médicos del Mundo consiguió en la primavera de 2022 que se restringiera su campo de invención reivindicado, con el fin de reducir su dominio sobre el ARN mensajero.

Es mucho lo que está en juego, ya que el mercado de esta revolucionaria tecnología puede ser inconmensurable, al igual que los beneficios que podría reportar en el futuro.

Nunca tienen bastante. Aunque ya son los mayores beneficiarios de la crisis sanitaria, sus  negocios vuelven a arrancar con la segunda campaña de vacunas para personas mayores y de riesgo: se espera que la Agencia Europea del Medicamento emita un dictamen favorable a la comercialización de dos vacunas de nueva generación Covid-19, la de Moderna y la de Pfizer-BioNTech, adaptadas tanto a la cepa original de Sars-CoV-2 como a la contagiosa variante  Ómicron. Todo está dispuesto para ganar más dinero, e incluso para robarse entre ellos.

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