Yahya Sinwar, el líder de Hamás condenado a cadena perpetua y cerebro de los ataques a Israel

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Joseph Confavreux (Mediapart)

La foto circuló en mayo de 2021 por todas las redes sociales palestinas. Yahya Sinwar sonríe, con camisa planchada, pantalones negros y su barba blanca bien recortada, sentado en un sillón entre los escombros de su casa destruida por el ejército israelí durante la anterior guerra de Gaza.

¿Podrá este hombre volver a adoptar una pose tan desafiante, cuando entre los numerosos objetivos ya destruidos por la aviación en Gaza se encuentra de nuevo la casa del líder de Hamás, siendo ahora el hombre a abatir del Tsahal?

Desde el pasado sábado 7 de octubre, Yahya Sinwar se ha convertido en la pesadilla del gobierno israelí. Sobre todo porque está detrás de una operación militar que se llevó a cabo bajo el radar de los sistemas de inteligencia y protección que se suponen los mejores del mundo. En pocas horas, infligió un apocalíptico balance humano de más de 700 muertos y 2.000 heridos, sin precedentes en la historia del país hebreo.

Quedan por explicar las razones del éxito logístico de Hamás, así como los fallos de seguridad israelíes. El subsuelo de Gaza es ciertamente un queso gruyere, pero los túneles del sur se habían inundado en gran parte y el intenso contrabando que aún existía con Egipto hace unos años ya no parecía posible.

En el norte, la frontera que rodea Gaza no sólo está en superficie, sino que también se hunde bajo tierra, lo que dificulta la infiltración de los combatientes palestinos en Israel a través de túneles, como ocurrió cuando fue capturado el soldado Gilad Shalit en 2006.

Eso no ha impedido que Hamás disponga de suficientes cohetes –han reivindicado 5.000 lanzamientospara desviar la atención de la infiltración de sus combatientes; suficientes explosivos y artefactos motorizados para romper el muro que rodea Gaza en varios lugares, incluso en los sectores supuestamente ultraseguros del puesto de control fronterizo de Erez y la base militar de Zikim, por no hablar de las impactantes imágenes de hombres entrando en Israel en ultraligero o intentando entrar por mar.

Intercambio de "rehenes por prisioneros”

El cambio de estrategia de Hamás es tan masivo como inesperado, sobre todo viniendo de un hombre, Yahya Sinwar, que fue presentado tanto por los responsables de seguridad israelíes como por Hamás como un "pragmático" cuando asumió la jefatura del movimiento islamista en Gaza en 2017.

Sobre todo porque este hombre teóricamente debería seguir en una prisión israelí, dado que fue condenado a cadena perpetua por un tribunal israelí en 1988. Esa es una de las razones de la conmoción actual en Israel. 

Aunque se cree que ahora en Gaza hay casi un centenar de rehenes, y gran parte de la respuesta actual de Israel depende de lo que se haga con ellos, el hombre fuerte de Hamás en Gaza fue liberado en 2011 como parte de un intercambio de "rehenes por prisioneros". En aquel momento, Israel aceptó liberar a no menos de mil prisioneros palestinos para recuperar con vida al soldado franco-israelí Gilad Shalit, capturado por una unidad de comandos en 2006.

Otro elemento de asombro israelí proviene del hecho de que, desde que tomó las riendas de Hamás en Gaza en 2017, Yahya Sinwar parecía estar desempeñando el papel que los israelíes esperaban extraoficialmente de él: negociar con el inevitable vecino egipcio; subcontratar a la Yihad Islámica –una organización más pequeña y menos equipada militarmente que Hamás– la mayor parte de los enfrentamientos directos con Israel lanzando regularmente cohetes fácilmente interceptados por las defensas israelíes; pero también se esperaba que controlara un territorio descrito ritual y apropiadamente como una "prisión a cielo abierto" y una "olla a presión", por la población tan densa y tan carente allí de todo: agua potable, alimentos, sanidad, por no hablar de perspectivas de salida o de futuro.

Sin embargo, ese es el hombre que ha inaugurado una forma de confrontación con Israel que muchos habían creído imposible. En la sociedad israelí, como en buena parte de la sociedad palestina, prevalecía hasta hace poco la idea de que ya no era posible una acción palestina a gran escala, por la gran desproporción de fuerzas, ya fueran militares o diplomáticas.

Cambio de escala

La primera Intifada, apodada la "guerra de las piedras" por las imágenes de hondas utilizadas por adolescentes palestinos, se inició en 1987 en el campo de refugiados de Yabaliya, en Gaza. Fue un levantamiento popular masivo, marcado por barricadas, desobediencia civil y manifestaciones en las que las mujeres estaban en primera línea.

Duró hasta 1993 y la firma de los Acuerdos de Oslo, y dejó unos 300 muertos israelíes y 2.000 palestinos. Durante esta primera intifada, en 1987, fue cuando se creó Hamás en Gaza; su guía espiritual, el jeque Yassin, fue detenido y encarcelado en Israel en 1989. Yahya Sinwar fue detenido por los israelíes en 1988. Estaría 23 años en cárceles israelíes.

La segunda Intifada, que comenzó en 2000, fue un enfrentamiento mucho más militarizado entre el Tsahal y los Tanzim, marcado por grandes atentados suicidas en centros urbanos israelíes, lanzados principalmente por la Yihad Islámica y Hamás, que sobrevivió al asesinato selectivo en 2004 de sus dos fundadores, Ahmed Yassin y Abdel Aziz al-Rantissi. Se calcula que en este enfrentamiento armado, que duró casi cinco años, murieron unos 1.000 israelíes y 3.000 palestinos.

Aunque las cifras sólo cuentan una pequeña parte de la historia, el ataque perpetrado por Hamás el pasado fin de semana, con un balance que ya supera los 700 muertos en el bando israelí y casi 600 en el palestino, cambia la escala del conflicto israelo-palestino.

Habrá que prepararse para una gran batalla si Israel no deja de atacar la mezquita de Al Aqsa.

Aunque el número de muertos palestinos desde el pasado mes de enero había alcanzado récords no vistos desde hacía años, y aunque los atentados palestinos que mataban a israelíes eran habituales desde la llamada "intifada de los cuchillos" de 2015, hasta las acciones cometidas en los últimos meses por jóvenes que decían pertenecer a nuevos grupos de combatientes palestinos en las zonas de Naplusa y Yenín, la idea de que la seguridad de Israel podía verse realmente minada parecía haberse alejado definitivamente. 

Al lanzar a sus hombres armados y entrenados contra el sur de Israel, Yahya Sinwar plantea a los israelíes un desafío que el gobierno de Netanyahu no había previsto, a pesar de que la posición del líder de Hamás en Gaza era pública y conocida por las autoridades militares israelíes.

En abril de 2022, durante una de sus escasas apariciones públicas y tras una oleada de atentados que había dejado varios israelíes muertos, Sinwar había declarado: "Habrá que prepararse para una gran batalla si Israel no deja de atacar la mezquita de Al Aqsa".

Y, en un largo artículo publicado en el verano de 2021, el diario Haaretz citaba a varias fuentes militares anónimas que señalaban cambios en su carácter, algunos de los cuales relacionados con el hecho de que acababa de conseguir ser nombrado de nuevo jefe de Hamás en Gaza durante las elecciones internas del partido islamista en marzo de 2021.

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Frente a la candidatura de Nizar Awadallah, considerado un radical partidario de la guerra total contra Israel, Sinwar habría radicalizado sus planteamientos y asumido las críticas que le acusaban de haber abandonado, pese a sus proclamas, la opción militar y contentarse con gestionar Gaza con el dinero de Qatar y la ayuda internacional.

Según una de las fuentes de los servicios de seguridad citadas en el artículo de Haaretz, Sinwar ya no se considera un simple dirigente de un partido palestino, sino que "se comporta como si tuviera la misión, encomendada por Dios, de proteger Jerusalén y Al-Aqsa". Una misión que habrá infligido una de las peores tragedias de la historia de Israel, y que hoy sume a Gaza en lo desconocido.

Traducción de Miguel López

La foto circuló en mayo de 2021 por todas las redes sociales palestinas. Yahya Sinwar sonríe, con camisa planchada, pantalones negros y su barba blanca bien recortada, sentado en un sillón entre los escombros de su casa destruida por el ejército israelí durante la anterior guerra de Gaza.

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