La agricultura ecológica se estanca tanto en España como en la UE: los objetivos de 2030 no se cumplirán
La corriente ecológica en el mundo agrícola no termina de despegar. La inflación, la guerra de Ucrania y el auge del populismo han extendido la idea en Europa de que la revolución verde supone pérdidas para el agricultor y el ganadero, y a diferencia de otros sectores económicos, el campo rehúsa de subirse a ese tren. La Comisión Europea estableció que en 2030 el 25% de las tierras cultivadas en la Unión se trabajasen bajo las técnicas de la agricultura ecológica, pero a cierre de 2022 solo se empleaban en el 10,5% del territorio. En España, el segundo país más importante para la agricultura europea, el porcentaje solo es ligeramente mayor, del 10,8%, según publicó la semana pasada Eurostat.
El sello de agricultor ecológico se concede a quienes no usan herbicidas o plaguicidas para mantener sanos los cultivos, ni semillas transgénicas o fertilizantes para acelerar su crecimiento. En el caso de los ganaderos, para aquellos que prescinden de hormonas de engorde y que usan medicamentos solo en casos extremos. En su lugar, la agricultura ecológica propone emplear métodos tradicionales como la rotación de cultivos, el fijado natural del nitrógeno y el uso de variedades de semillas óptimas en esa región. Mientras que las granjas deben usar piensos 100% ecológicos y los animales se deben cuidar con estrictas normas de bienestar con superficies mínimas para reducir el estrés del animal.
El crecimiento de la superficie de agricultura orgánica ha sido sostenido durante la última década, pero se queda muy lejos de lo necesario para cumplir con la meta de 2030. En 2021 la Comisión presentó su plan de acción para mejorar la situación, pero no ha surtido efecto y solo algunos países van en la buena dirección, como Austria (27%), Estonia (23%) y Suecia (20%). Los porcentajes más bajos se dan en Malta (menos del 1%), Bulgaria e Irlanda (ambos con un 2%). España se encuentra cerca de la media de la UE, y tiene una cuota similar a otros gigantes del sector primario como Francia (10%) y Alemania (9,8%). Ante este panorama, la Agencia Europea de Medioambiente señaló en un informe publicado en diciembre que es "muy improbable" que se alcance el objetivo de 2030. "Cumplir el objetivo requiere al menos duplicar el nivel de incremento de la década pasada. Las políticas actuales incrementarán su porcentaje, pero no lo suficiente", se lee en el análisis.
Los grandes productores de alimentos tienen problemas para desarrollar la agricultura ecológica, principalmente de precios, ya que sustituir los abonos, pesticidas y antibióticos —en el caso de la ganadería— en grandes explotaciones supone un trabajo de años, de ensayo y error, y de pérdidas que solo están dispuestos a realizar unos pocos. También depende del tipo de cultivo que tenga el profesional porque que la agricultura intensiva de la fresa o las verduras es mucho más sensible y necesita más cuidados, por lo que es más difícil deshacerse de los químicos. En las granjas ocurre lo mismo, ya que el cerdo precisa mucho más medicamentos que una vaca o una oveja.
Además de las cuestiones prácticas, tampoco ayuda la guerra que libran algunas organizaciones agrarias contra las medidas agroecológicas, que las consideran una amenaza para la supervivencia del sector. Asaja, y en menor medida Coag, las dos mayores agrupaciones del sector en España, han declarado una oposición frontal a la Estrategia del Campo a la Mesa, el plan de la Comisión Europa que incluye, entre otras medidas, el objetivo de alcanzar un 25% de agricultura ecológica. La derecha europea también ha aprovechado la ola de descontento para agitar el campo y tanto los conservadores del Partido Popular como la extrema derecha han hecho campaña contra las medidas verdes.
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Aunque la transición hacia la agricultura ecológica no es sencilla, los profesionales que se dedican a ella en España explican que es falso que no sea económicamente viable. Gerónimo Sánchez es director de la Fundación Agroecosistema y defiende que muchos cultivos con grandísimas extensiones en España se pueden hacer completamente orgánicos. "Los cultivos leñosos de secano pueden ser igual de rentables que en la agricultura tradicional, o incluso más, porque son cultivos donde los pesticidas y los fertilizantes no te dan grandes ventajas y sí suponen mucho gasto. Por ejemplo, en el olivar, el almendro o el castaño", señala. "El gran reto que tenemos es dar a conocer entre los agricultores que la agricultura ecológica es viable", añade. Además, las medidas agroecológicas garantizan cobrar el 100% de la Política Agraria Común (PAC), puesto que las ayudas europeas están ligadas a las buenas prácticas ambientales, unas obligatorias y otras optativas.
La Fundación Agroecosistema se dedica a asesorar a profesionales que quieren transformar sus parcelas en cultivos orgánicos, puesto que supone cambiar por completo la forma de trabajar la tierra. Sánchez relata que "en lugar de tratar las plagas, tienes que prevenirlas, porque curarlas de forma natural es más difícil". Para proteger el suelo y el cultivo de manera orgánica hay que conservar los microorganismos, los insectos y los animales para que el ecosistema se autorregule, relata este ingeniero.
Aunque España tenga apenas un 11% de su territorio bajo un modelo ecológico, es el segundo país después de Francia que más superficie tiene de la Unión Europea. Celsa Peiteado, responsable del Programa de Alimentos de WWF, recuerda que la península tiene mucha experiencia en sistemas agrarios orgánicos porque se aplica en todo tipo de cultivos, desde invernaderos a cítricos, pasando por pastizales. "Es una buena noticia, pero estamos lejos de alcanzar el objetivo del 25%. Nos hacen falta más herramientas", expone. Entre ellas, destaca la reorientación de la PAC para que premie todavía más a los productores que apuestan por sistemas ecológicos mediante ayudas directas. Además, pide un programa estatal de asesoramiento para que los profesionales que quieran adentrarse en estas prácticas tengan mentores que ya conozcan el sector. Por último, propone una reforma fiscal en Europa "que haga pagar más impuestos a la industria agrícola contaminante y reduzca la carga a quienes ayudan a conservar el suelo y el ecosistema".