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La basura de la dana: cómo gestionar los residuos que se generan en tres años en solo tres semanas

En las tres semanas que han pasado desde la dana, la Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos (Emtre) ya ha recibido más de 60.000 toneladas de muebles y enseres, mientras que antes de la tragedia apenas trataban 2.000 toneladas mensuales. Es decir, han ingresado en menos de un mes casi la misma cantidad que en tres años. Y eso solo es una parte de los residuos recogidos, porque la Generalitat calcula que ya se han retirado en toda la Comunitat más de 100.000 toneladas —València ciudad produce cada año 12.000—. Las autoridades reconocen que aun así todavía quedan muchos desechos por sacar, mientras que las organizaciones ecologistas empiezan a exigir más atención para evitar que la situación derive en una catástrofe ambiental.

Organizar una cantidad ingente de basura fue un caos durante los primeros días tras la riada, pero los responsables explican que ya han conseguido recobrar el orden para intentar dar un tratamiento lo mejor posible a los enseres. Por ejemplo, los colchones, los electrodomésticos y los hierros pesados se están separando para que no vayan a vertedero directamente y así dar una salida a los metales, que se pueden reciclar. Los coches siniestrados —unos 120.000— se envían a desguace porque tienen elementos muy contaminantes.

Emilio José Belencoso, presidente de la Emtre, afirma que la ley de residuos de 2022 les permite rebajar todas las exigencias ambientales en caso de emergencia, pero que aun así están intentando hacerlo lo mejor posible. "Por ahora estamos haciendo una separación mínima para intentar reutilizar grandes productos metálicos, que enviamos a gestores autorizados, pero es verdad que ahora mismo estamos tratando de todo, menos coches y lodos. Si fuésemos al detalle con lo que nos entra, la basura nos comería", dice el responsable.

La labor habitual de la Emtre es hacerse cargo de los residuos del contenedor gris (basura general) y el marrón (orgánico) de 45 municipios del área metropolitana de València. Todos ellos ahora arrasados por la dana, de forma que ahora llega de todo: muebles, electrodomésticos, ladrillos, restos vegetales… y todos embarrados.

Para gestionar tal cantidad de enseres, la principal planta de tratamientos de la Emtre, Quart de Poblet (Valencia), ha sido ampliada con 95.000 metros cuadrados que han adecuado en tiempo récord para que sirva de almacén temporal. Es una parcela que equivale a 25 campos de fútbol, y tiene tres metros de profundidad. Allí se depositan los restos que traen cada día unos 400 camiones, con entre 2.000 y 4.000 toneladas de residuos. De hecho, llegan tantos contenedores que ni siquiera pueden pesar los residuos, pero trabajan con la estimación de que cada camión porta algo más de 10 toneladas.

Los portavoces de la empresa pública reconocen que casi la mitad de la nueva parcela ya está llena, pero no creen que se vaya a quedar pequeña porque tres máquinas trituran cada día 1.500 toneladas de escombros y madera, que luego se envían a otros vertederos de la provincia. El encargado de gestionar estas salidas de camiones es la Generalitat, junto con Tragsa, que coordina el trabajo de todos los vertederos de la comunidad autónoma.

La Emtre solo se encarga del tratamiento de enseres en las plantas de Los Hornillos y Manises, pero en la región hay casi una decena de vertederos, y es ahí donde acaban todos los restos triturados. Fuentes de la Generalitat explican que una parte de los residuos también se entierran en siete minas de la Comunitat, algunas abandonadas, aunque añaden que no hay riesgo para el medioambiente porque "cuentan con suelos aislantes". Como el Gobierno regional controla no solo las dos plantas del Emtre, sino toda la gestión de los enseres de la región, sus cifras son más precisas. "El operativo supera ya las 10.000 toneladas diarias y se ha evacuado en total 100.000 toneladas de enseres. Poco a poco esa cifra de retirada irá bajando", añaden esas fuentes.

Las organizaciones ecologistas de València temen, sin embargo, que esta enrome cantidad de residuos sea una condena a largo plazo para la naturaleza de la zona, y esta semana enviaron una carta a la Generalitat en la que reclaman la creación de una comisión que informe sobre los impactos ambientales de la dana. "Hay una falta de información total, la opacidad es absoluta. No se informa de qué ni quién está actuando, dónde o cómo se toman las decisiones o en base a qué información, incluso en cuestiones tan importantes como son agua potable o residuos peligrosos. Ni siquiera en los espacios naturales protegidos de gran valor como el Parque Natural de la Albufera y su parte marina protegida o el Parque Nacional del Turia", se lee en un escrito firmado por cinco asociaciones, entre ellas Ecologistes en Acció y SEO BirdLife.

Cómo vaciar en tres semanas los restos de 75 municipios

Durante la primera semana tras la riada, los escombros de decenas de miles de viviendas se amontonaron en las calzadas de la provincia, impidiendo el paso de los vehículos de emergencias. La prioridad era vaciar las casas afectadas para evitar que los muebles y la ropa se pudrieran, y la única salida era echarlos a la calle. El dispositivo de residuos de la Generalitat ha consistido desde entonces en recoger estos enseres y llevarlos fuera de la ciudad, y para eso se ideó un sistema de tres fases, que todavía funciona.

Primero, se concentran los residuos en diferentes lugares de los municipios para evitar que los montones de escombros corten el tráfico. Una vez que los vecinos y los voluntarios llevan aquí los restos de sus viviendas, el Gobierno regional se encarga de trasladarlos a cinco puntos "de transferencia": la planta de tratamiento de Hornillos, el antiguo campo de fútbol de Alfafar, el antiguo campo de fútbol de Catarroja, la vía de servicio de la pista de Silla, y la antigua cantera de la ladrillera Almudíver. Según el Cecopi, cada día están entrando 15.000 toneladas de restos a estos puntos, una cifra muy superior a la de los centros de tratamiento de la Emtre (hasta 5.000 toneladas diarias) porque a estas escombreras improvisadas también llegan vehículos y lodos.

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Una vez que los residuos se concentran en estos cinco lugares, son transportados hasta los vertederos y canteras que se han habilitado para ello, "donde permanecerán hasta que sea posible llevar a cabo los tratamientos correspondientes para su correcta gestión", según alegan desde la Conselleria de Medioambiente de la Generalitat.

Por su parte, los miles de toneladas de lodo que se están extrayendo de los 75 municipios afectados se están vertiendo directamente al cauce del Turia y las ramblas fluviales de la zona. El lodo, el protagonista de la tragedia, ha acabado principalmente en el sistema de alcantarillado y de ahí ha acabado directamente en la naturaleza.

De hecho, la semana pasada la Generalitat y el Ministerio de Transición Ecológica autorizaron depositar en la desembocadura del río Turia los barros retirados por los 145 camiones cuba que trabajan en la zona. Esto solo se llevará a cabo "en la medida que los análisis confirmen su inocuidad, dado que los primeros resultados corroboran que se trata mayoritariamente de tierras y arenas arrastradas por la corriente", según publicó el Gobierno regional. El fango que arrastre elementos contaminantes, como aceites de motor o combustibles, debería acabar en las minas para minimizar su impacto ecológico, según el plan de la Generalitat.

En las tres semanas que han pasado desde la dana, la Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos (Emtre) ya ha recibido más de 60.000 toneladas de muebles y enseres, mientras que antes de la tragedia apenas trataban 2.000 toneladas mensuales. Es decir, han ingresado en menos de un mes casi la misma cantidad que en tres años. Y eso solo es una parte de los residuos recogidos, porque la Generalitat calcula que ya se han retirado en toda la Comunitat más de 100.000 toneladas —València ciudad produce cada año 12.000—. Las autoridades reconocen que aun así todavía quedan muchos desechos por sacar, mientras que las organizaciones ecologistas empiezan a exigir más atención para evitar que la situación derive en una catástrofe ambiental.

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