Los contaminantes eternos pasan desapercibidos en España: "No los buscamos, pero están por todas partes"

Los compuestos orgánicos fluorados, más conocidos como PFAS, nos rodean. Están en el agua, la ropa, la comida, los cosméticos o el aire acondicionado. Pero en España son prácticamente desconocidos, como reconocen los expertos. Son sustancias químicas llamadas eternas porque sobreviven siglos en el medioambiente, de manera que se acumulan de forma exponencial a nuestro alrededor en embalses, cultivos o incluso en el polvo de casa. El problema es que hay miles de PFAS diferentes y la exposición a muchos de ellos provoca cánceres, infertilidad y otros problemas de salud.
En los últimos cinco años, ha crecido en Europa una fuerte oposición contra los compuestos fluorados después que se hayan destapado numerosos escándalos de vertidos industriales al medioambiente. En Bélgica, Francia, Suecia o Italia hay una gran concienciación social para exigir su prohibición, y sobre todo, para que las administraciones estudien en qué zonas de la geografía se encuentran y evitar así que la población se exponga. Pero en España apenas se sabe dónde están, en qué concentraciones y cuál es el peligro real que suponen.
La prueba más clara de la falta de información en España sobre los PFAS está en la mayor base de datos de Europa sobre la ubicación de estos químicos. El PFAS Data Hub, un mapa que recoge todos los puntos conocidos del continente donde se han detectado estas sustancias, apenas tiene registros en la península ibérica. No porque esté más limpia que otras regiones, sino porque apenas se han elaborado muestreos.
Esta base de datos tiene casi medio millón de coordenadas donde se han recuperado PFAS, y la gran mayoría están en Francia (206.730), Reino Unido (48.909) Alemania (16.582) y Países Bajos (6.447), mientras que solo hay 591 puntos ubicados en España. Es cierto que este registro está coordinado por el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), de manera que es lógico que tengan más información sobre su propio país, pero también es cierto que en España no hay prácticamente documentación de los PFAS en comparación con los países del entorno.
"En España hay pruebas de que todos los ciudadanos tenemos restos de PFAS en la sangre, pero no hay un análisis profundo de cuál es nuestra exposición diaria a estas sustancias", señala Dolores Romano, experta en Químicos de la Oficina Europea de Medioambiente (EEB). "Hay estudios puntuales que confirman que hay restos de PFAS por todo el país, pero el interés académico por los compuestos fluorados no ha saltado a las administraciones. El día que los busquemos, como ha hecho Francia, probablemente nos encontremos en una situación similar".
La web Datadista, especializada en periodismo de datos, publicó hace dos años un recopilatorio de los seis estudios que se han realizado en España en busca de PFAS en el agua entre 2016 y 2023. Entre todos ellos se han identificado 400 puntos con presencia positiva de químicos fluorados. Eso no quiere decir que solo estén presentes allí, sino que demuestran que están repartidos por toda la geografía. Uno de los principales análisis en España lo realizó un equipo de científicos del Instituto de Química Orgánica (IQOG-CSIC) con registros de calidad del agua entre 2013 y 2021 en el Tajo, el Ebro y el Duero, y el 51% de las muestras tenían concentraciones superiores a los estándares de calidad ambiental de la Unión Europea.
Koldo Hernández, coordinador del área de Tóxicos de Ecologistas en Acción, exige a las administraciones españolas que se tomen en serio la medición de los PFAS en la naturaleza. Un estudio europeo en el que ha participado esta ONG y que se publicará en febrero, ha analizado las entrañas de peces en todo el continente en busca de contaminantes químicos, y Hernández adelanta que en España "las concentraciones de PFAS son muy altas, casi las más altas de Europa".
La directiva europea de aguas de 2020 estableció una veintena de compuestos orgánicos fluorados que los estados deben controlar en sus aguas para que no superen umbrales máximos de contaminación, pero Hernández cree no todos los ayuntamientos están monitorizándolos. En todo caso, por ahora no hay un límite máximo de concentración de PFAS en el agua corriente. La normativa española sobre calidad del agua obliga a que todos los operadores municipales de aguas no superen los 0,10 microgramos por litro (µg/L) en un cóctel de 20 PFAS diferentes a partir de enero de 2026.
En países vecinos, la presión de la población afectada y las manifestaciones han forzado a los políticos a implicarse. Por ejemplo, en Bélgica descubrieron en 2018 que el complejo químico de 3M en Zwijndrecht, junto a Amberes, había contaminado gravemente las tierras agrícolas y el agua de la región con sustancias PFAS, pese a que había abandonado la producción de estos químicos en 2002. Vecinos de la zona llegaron a superar en 500 veces la concentración en sangre recomendada.
En España solo se conoce una fábrica de compuestos fluorados, la de Arkema en Alonsotegi (Vizcaya), pero cerró en 2016 tras la crisis económica. El problema, explica Dolores Romano, es que tras la clausura no se estudió la zona para comprobar la posible contaminación de las tierras. De todas formas, los expertos insisten en que no hace falta que se fabriquen químicos en una región para que el suelo esté contaminado, porque todas las fábricas los emplean en mayor o menor medida en su cadena de producción.
"Nosotros no los producimos, pero eso da igual, las usamos a diario en todas partes, es imposible no usarlos", resume Koldo Hernández. De hecho, en los análisis del CSIC y las conferencias hidrográficas se han detectado restos de PFAS en todas las comunidades autónomas.
Los escándalos europeos con estos productos provocaron que enero de 2023 se formase una coalición de países (Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega y Países Bajos) para pedir a la Comisión Europea una prohibición integral de la producción y el uso de compuestos orgánicos fluorados. Como las políticas sobre químicos son extremadamente exhaustivas, la demanda todavía está siendo estudiada por la Agencia Química Europea (ECHA), aunque la decisión final estará en manos de la Comisión Europea. La ECHA comunicó el pasado noviembre que sigue estudiando el caso, pero que su idea es dejar fuera de la prohibición a los PFAS empleados en fábricas de baterías y electrolizadores porque son industrias clave para el continente.
Qué son los PFAS y por qué son preocupantes
Los PFAS son un grupo de más de 10.000 compuestos químicos que son usados a diario en todas las industrias imaginables. La clave es que aportan al resto de materiales propiedades antiadherentes, impermeabilizantes y resistencias al calor, entre otras. Se llaman PFAS porque son sustancias perfluoroalquiladas o polifluoroalquiladas, es decir, compuestas por enlaces de flúor y carbono. Estas cadenas son químicamente muy, muy resistentes, y son muy atractivas para la fabricación de textiles, metales, pinturas, embalajes de comida, y miles de otros productos. Pero esta resistencia también provoca que si se vierten al medioambiente resisten durante cientos de años y es muy fácil que terminen llegando a los seres vivos o contaminando cultivos. Como también se disuelven en agua, se concentran en grandes cantidades en embalses, ríos y aguas subterráneas, de manera que a menudo se detectan en el agua corriente de los hogares.
"Los PFAS están en todos los sitios, da igual donde busques", resume Dolores Romano, ingeniera agrícola de formación. "Como aportan impermeabilidad los podemos encontrar en chubasqueros. También aportan resistencia a la grasa, y forman parte de utensilios de cocina o en textil. Otro uso muy importante es en los líquidos refrigerantes del aire acondicionado". Uno de los lugares más conocidos donde se encuentran son las sartenes de teflón, aunque en los últimos años han surgido sustitutos antiadherentes y algunas sartenes llevan sellos anti-PFAS. Marcas como Gore-Tex (ropa impermeable), McDonald's o Ikea están en proceso de abandonarlos.