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Qué dice el IPCC sobre las polémicas climáticas 'a la española'

Explotación de ganadería extensiva.

Este lunes se publicó el tercer informe del sexto ciclo de evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), centrado en la mitigación del cambio climático. Más de 200 autores de más de 60 países han estado trabajando durante meses para resumir en 3000 páginas los avances de la ciencia sobre un problema global, inmensamente complejo y con vínculos estrechos con la economía, la sociedad, la política, la cultura y nuestro día a día.

La crisis climática también es protagonista, directa o indirecta, de muchas polémicas y conflictos políticos de la actualidad española, aunque los actores que las ejecutan no mencionen explícitamente el calentamiento global. La más reciente es la insistencia de la derecha para que el Gobierno apueste por la nuclear ante la dependencia del gas ruso del continente. En enero, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, fue criticado por sus ataques a la ganadería industrial; y el pasado verano fue desautorizado por el presidente Sánchez tras pedir la reducción en el consumo de carne, con la ya famosa frase: "Donde se ponga un buen chuletón...".

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, fue también atacada por oposición y patronales al principio de su primer mandato por la frase "el diésel tiene los días contados". Cualquier decisión que afecte al uso del coche privado es carne de tertulia en el país: ya sea la implementación de una zona de bajas emisiones como Madrid Central, la implantación de peajes en las autovías o la fiscalidad del diésel y la gasolina, con el fantasma de los chalecos amarillos rondando en el imaginario de los responsables de las políticas públicas.

El análisis del tercer grupo de trabajo de este ciclo evaluador del IPCC aborda todos esos frentes. El "resumen para responsables políticos" tiene que ser consensuado por todos los países, por lo que no pueden esperarse propuestas muy disruptivas; pero sí es un buen indicador de cómo se posiciona la evidencia científica recabada. Esto es lo que dicen los expertos llamados por la ONU.

"Los costes de la energía nuclear han aumentado en las últimas décadas"

El informe del IPCC no apuesta decididamente por la energía nuclear, libre de emisiones de CO2 culpables del efecto invernadero. Tampoco la desaconseja. Se limita a explicar sus pros y sus contras, aunque con dos asunciones muy claras. En primer lugar, tecnologías como la eólica y la fotovoltaica son mucho más baratas a la hora de proveer al sistema de electricidad libre de emisiones; y sus costes "han disminuido radicalmente" estos años. Sin embargo, la nuclear es cara. "Los costes de la energía nuclear han aumentado en las últimas décadas", explica el documento, en parte por el endurecimiento de los requisitos de seguridad; los autores recogen varios casos de excesos de hasta tres y cuatro veces lo presupuestado en la construcción de nuevas centrales, que además se han retrasado "entre 13 y 15 años".

En su análisis de la situación actual, el IPCC explica que solo el 5% los planes climáticos de los países de todo el mundo cuentan con un aumento de la potencia nuclear. El organismo asegura que los mayores esfuerzos deben hacerse en la década actual, dado que las reducciones a corto plazo son mucho más eficaces para mantener al planeta por debajo de los dos grados de calentamiento global; por lo que las nuevas centrales solo sirven para apoyar las políticas a medio y largo plazo. Y la experiencia demuestra que el apoyo público es prácticamente indispensable: "Debido a la magnitud de la inversión necesaria, casi el 90% de las plantas de energía nuclear en construcción están a cargo de empresas estatales o controladas por Estados, con Gobiernos asumiendo una parte significativa de los riesgos y costos".

Con respecto a sus riesgos, el IPCC asegura que "la posibilidad de grandes accidentes nucleares existe", y que el impacto radioactivo podría durar "años", aunque el diseño de nuevos reactores y los requisitos de seguridad de los existentes han "reducido significativamente" las probabilidades, ya de por sí bajas. La viabilidad de la tecnología pasa, según los autores de la revisión, por convencer a "público e inversores" de que la gestión de los residuos nucleares es "coherente", con una buena estrategia de comunicación y "basada en los consensos", poniendo el ejemplo de Finlandia, Suecia o Francia.

En cualquier caso, el IPCC asegura que la energía nuclear, junto a las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, puede acompañar a las renovables en la transición ecológica hacia un mundo descarbonizado. No con el principal protagonismo, ya que la experiencia acumulada muestra que "la generación nuclear a gran escala en varios países no está asociada con una reducción significativa de las emisiones", pero sí con un papel a desarrollar hacia un mundo por debajo de los 1,5 grados. "Casi toda la electricidad en las trayectorias que probablemente limiten el calentamiento a 2℃ o 1,5°C procede también de tecnologías de baja o nula emisión de carbono, con diferentes porcentajes en las trayectorias de: nuclear, biomasa, renovables y combustibles fósiles en combinación con la captura de carbono".

"Las dietas ricas en proteínas vegetales y bajas en carne y lácteos se asocian con menores emisiones"

El informe del IPCC publicado el lunes lo deja muy claro: la acción más importante desde el lado de la demanda –es decir, desde nuestros hábitos diarios– es la reducción en el consumo de carne, sobre todo en los países occidentales y del Norte Global que consumen más animales de lo necesario para una dieta considerada equilibrada. "Las dietas ricas en proteínas vegetales y bajas en carne y lácteos se asocian con menores emisiones", asegura el análisis. "Los beneficios también incluirían la reducción de la ocupación de la tierra y de las pérdidas de nutrientes en el entorno, al mismo tiempo que se proporcionan beneficios para la salud y se reduce la mortalidad por enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta", además de limitar la explotación animal en la que se basa el modelo de consumo.

Sin embargo, los autores reconocen que no se trata de un cambio fácil de ejecutar. "Las dietas están profundamente arraigadas en las culturas e identidades", aunque espera que la llegada de nuevas tecnologías, como las alternativas vegetales que simulan el aspecto y la textura de la carne, ayuden.

Con respecto al impacto de la ganadería intensiva frente a la extensiva o "ecológica", la revisión de los estudios al respecto arroja dudas sobre si la segunda es intrínsecamente mejor para la acción climática. En resumen, calculan que la modalidad extensiva, con los animales sin estabular, sin maltratar y sin piensos artificiales, podría conllevar más emisiones –principalmente de metano– y un uso insostenible de la tierra y los recursos si se mantiene el mismo nivel de consumo. Hay que comer menos carne sí o sí, concluyen. "La conversión a gran escala, sin cambios fundamentales en los sistemas alimentarios y dietas, puede dar lugar a un aumento de las emisiones absolutas".

"La conciencia de estatus es muy relevante en las elecciones de consumo intensivo en emisiones", como los coches

El IPCC es contundente en varios puntos que son de evidente consenso: los vehículos eléctricos, sobre todo los que funcionan con baterías en un país con electricidad de bajas emisiones, ayudan a reducir emisiones: también a lo largo de todo su ciclo de vida. Para ello es absolutamente clave una buena red de recarga que reduzca lo que algunos estudios llaman la "ansiedad de alcance", es decir, la preocupación por no tener dónde repostar el vehículo. Y no todos los potenciales usuarios tendrán un garaje en el que enchufar el coche de madrugada.

Las buenas redes de transporte público, sobre todo en ciudades compactas en las que es más sencillo conectar el centro y periferia, ayudan a la lucha contra el cambio climático; así como el desarrollo de la infraestructura ciclista y del teletrabajo. Sin embargo, hay muy pocas menciones a la viabilidad e idoneidad de políticas que persiguen desincentivar el uso del vehículo privado o contaminante y que han generado más polémica en España, como las zonas de bajas emisiones (aunque su principal objetivo es reducir la contaminación atmosférica, no luchar contra el calentamiento global), el aumento de los impuestos o la prohibición de la venta de nuevos modelos de diésel o gasolina, como la UE propone hacer en 2040. El IPCC prefiere fomentar los hábitos sostenibles, en vez de obstaculizar los que no lo son.

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La revisión del panel de expertos de la ONU tiene dudas sobre el impacto climático del boom de la movilidad compartida: coches eléctricos, bicis o patinetes que se ponen a disposición de varios usuarios, previo pago. Decenas de empresas con estos servicios han desembarcado en los últimos años en varias ciudades españolas, con éxito dispar. En resumen: "no está claro hasta qué punto la movilidad compartida contribuye a la descarbonización del transporte o a empeorarla, ya que resta usuarios al transporte público". La clave está en que esos trayectos sustituyan a los que se hacen con coche privado y contaminante. Para ello, una red lo suficientemente tupida puede reducir los usos más lesivos.

El IPCC también ha dedicado grandes esfuerzos a analizar cómo es necesario un cambio cultural para abordar la descarbonización del transporte y la movilidad. La población, explica el análisis, no solo decide utilizar el coche por comodidad o rapidez, sino por los valores asociados e incrustados durante décadas por la industria publicitaria: estatus de clase o libertad. "La conciencia de estatus es muy relevante en las elecciones de consumo intensivo en emisiones", como los vehículos, asegura el informe: "Los significados son simbólicos e influyen en la voluntad de las personas para usar tecnologías existentes o cambiar a otras nuevas".

Para ello no hay tanto que criminalizar la tecnología fósil, sino dotar de atractivo a las opciones sostenibles: por ejemplo, explicando que el transporte público puede aportar tranquilidad y calidad de vida frente al estrés del atasco. Y, sobre todo, los poderes públicos deben trabajar para que cale una idea clave: la acción climática es perfectamente compatible con lo que conocemos como "bienestar", aunque los hábitos cambien; una buena calidad de vida no es sinónimo de consumir cada vez más y cada vez más rápido; y si se hace bien, ningún sector se tiene por qué quedar por el camino.

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