Han pasado más de 680 días desde que comenzó la guerra en Ucrania, pero Europa sigue quemando gas ruso para calentarse. La Unión prometió deshacerse en 2027 de su dependencia energética de Vladimir Putin, pero uno de los pilares –la compra de gas licuado que llega en barco– sigue bien amarrado y por ahora los técnicos de Bruselas no han logado encontrar la fórmula para deshacerse de él. Las llegadas de gas natural por tubería han caído desde el inicio de la invasión en un 82%, mientras que las importaciones por barco han crecido un 36%, según los analistas, que no esperan cambios importantes este año.
La voladura de la tubería Nord Stream, el cierre del gasoducto Yamal (Polonia) y la reducción del flujo de gas por los tubos que circulan por Ucrania y Turquía hacia Europa hundieron drásticamente la llegada de gas ruso a los Veintisiete. Si en 2021 llegaron 139,6 millardos cúbicos de gas (bcm, en la jerga del sector), en 2023 se importaron 24,5 bcm, según datos de la consultora S&P Global Commodity Insights.
El desplome de la disponibilidad de gas durante 2022 por el cierre de las tuberías obligó a Europa a buscar nuevas formas de abastecerse, al tiempo que disparó el precio de la energía y de los insumos. Una alternativa fue aumentar las compras de gas a Estados Unidos y buscar nuevos socios en África y Oriente Medio, pero como no fue suficiente también se incrementaron las compras de gas licuado a Rusia, el que se transporta con barcos metaneros. En este sentido este año han llegado a los puertos europeos 21 bcm de gas licuado frente a los 15,4 que llegaron en 2021, con datos de la firma Kpler, que monitoriza el tránsito de buques.
Mientras que el gas ruso que llega por tuberías lo gestiona Gazprom, una compañía ligada al Kremlin, el licuado se exporta desde Yamal LNG, una planta regasificadora ubicada en el norte del país y donde la francesa TotalEnergies tiene una participación del 20% y dos empresas chinas el 29,9%. Aunque la rusa Novatek tiene la mayoría del accionariado (50,1%), tiene libertad para comerciar con Occidente, al tiempo que el gobierno ruso obtiene de ella unos importantes ingresos impositivos para financiar la guerra.
En todo caso, la UE ha expresado en los últimos dos años que su objetivo es romper también con la compra de gas licuado ruso para ahogar su economía, al igual que ya ha prohibido la compra de petróleo y productos refinados que llegan en barco, así como de metales y otras materias primas. El problema es que algunas compañías europeas como TotalEnergies y la española Naturgy tienen grandes contratos con Yamal LNG y se enfrentarían a sanciones por romper su contrato con la planta.
“Si se incumplen estos contratos, los titulares de los mismos podrían verse obligados a pagar importantes indemnizaciones a Rusia. Esta es la razón clave por la que hemos seguido viendo GNL ruso en la mezcla de suministro europeo, a pesar de toda la presión política para detener las importaciones”, explica Laura Page, analista de gas de la consultora Kpler.
En el caso de Naturgy, tiene un compromiso de comprar anualmente a la regasificadora rusa 3 bcm de gas natural al año entre 2018 y 2038 mediante un contrato llamado take or pay. Yamal LNG se compromete a enviar los volúmenes acordados, y el comprador español a pagar, incluso aunque rechace el producto, por lo que una ruptura unilateral del pacto por parte de Naturgy desencadenaría un proceso de arbitraje. Mientras que Naturgy tiene a cerrado hasta 2032 la compra de 5,5 bcm anuales.
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Kadri Simson, la comisaria europea de Energía, declaró en septiembre que los Veintisiete “pueden y deben reducir las exportaciones rusas de GNL hasta eliminarlas por completo"; y adelantó que Bruselas buscaría la forma de esquivar esos contratos blindados. En España, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, envió incluso una carta a las grandes gasistas españolas animándolas a que prescindan de estos contratos.
Bruselas ya ha movido ficha y a comienzos de diciembre la Comisión anunció un principio de acuerdo para que los países puedan voluntariamente prohibir a empresas rusas y bielorrusas que puedan comprar espacios para atracar en sus regasificadoras. Es decir, que los metaneros no podrían descargar y de facto dejaría de fluir su gas a Europa. Según publicó entonces Financial Times, la norma entraría en vigor en mayo.
“Es difícil saber si esta posible legislación repercutirá en el suministro de GNL ruso a Europa, ya que aún no se ha adoptado formalmente y apenas se han hecho públicos los detalles sobre su funcionamiento. Sin duda, la postura de Bélgica, España y Francia para reducir las importaciones de GNL ruso será crucial para eliminar progresivamente el GNL ruso de la combinación energética europea”, opina Laura Page.
Han pasado más de 680 días desde que comenzó la guerra en Ucrania, pero Europa sigue quemando gas ruso para calentarse. La Unión prometió deshacerse en 2027 de su dependencia energética de Vladimir Putin, pero uno de los pilares –la compra de gas licuado que llega en barco– sigue bien amarrado y por ahora los técnicos de Bruselas no han logado encontrar la fórmula para deshacerse de él. Las llegadas de gas natural por tubería han caído desde el inicio de la invasión en un 82%, mientras que las importaciones por barco han crecido un 36%, según los analistas, que no esperan cambios importantes este año.