René Müller es un físico alemán que vive desde hace dos años en un monte junto a Villanueva de la Vera (Cáceres). Se mudó allí enamorado de la sierra extremeña, pero la ola de calor sin precedentes del verano pasado provocó múltiples incendios en la zona y uno de ellos se quedó a apenas diez kilómetros de su finca. Las llamas se veían desde las ventanas de su casa y lo único que separaba la vivienda de las llamas era el viento, que soplaba en dirección contraria. "Cogimos algo de ropa y documentos del trabajo, llenamos el coche y nos fuimos sin saber si volveríamos", relata ahora desde su jardín. Afortunadamente, los bomberos extinguieron las llamas a tiempo y su casa y las de sus vecinos se salvaron, pero la terrible experiencia llevó a que él y su mujer, junto a otras siete parejas de la zona, se uniesen para proteger el perímetro de futuros fuegos, que llegarán más pronto que tarde.
El grupo de vecinos –y amigos– se llama Albura y en apenas un año han conseguido limpiar sus fincas de rastrojos y mejorar los accesos a esta zona remota para que puedan llegar los camiones de bomberos si lo necesitan. Su unión no solo les permitió ayudarse mutuamente a talar y retirar toneladas de madera y rastrojos, sino que al agruparse lograron que la Junta de Extremadura y los ayuntamientos por fin los escuchasen. "No se trata solo de reclamar a las administraciones, sino colaborar. La Junta se dio cuenta de que ayudarnos a nosotros también significaba protegerse a sí misma de los incendios", explica Müller.
Los trabajos que han realizado esos vecinos no requieren un gran presupuesto, pero sí pueden marcar la diferencia llegado el momento. Las labores de desbroce permitirán que si se desata un fuego en las parcelas no pueda avanzar por los arbustos del suelo y tenga dificultades para saltar de una copa de árbol a otra. Por otra parte, facilitar el acceso de los bomberos es imprescindible para que estos puedan atacar el fuego in situ. La alternativa en una zona escarpada y sin carreteras asfaltadas es que solo puedan extinguirlo desde el aire, reduciendo las posibilidades de que las casas se salven. Los miembros de Albura incluso han recibido incluso una formación para usar mochilas extintoras y palas batefuegos, por si tienen que apagar ellos mismos las llamas.
Las ocho parejas que forman la asociación apenas cubren 40 hectáreas de terreno, pero quieren que su idea sirva para motivar a otros vecinos de la zona a que cuiden sus parcelas y que eviten acumular maleza, ramas y otros combustibles. "Nosotros solo podemos actuar sobre nuestra finca, pero estamos rodeados de una zona muy peligrosa. Podemos pedir a los vecinos o las administraciones que actúen, pero no podemos limpiar todo el monte", opina María José Rodríguez, una de las integrantes de Albura. También les gustaría que el modelo que han creado en Extremadura se replique en otras zonas rurales de España amenazadas por el fuego.
La autoprotección de los incendios es una de las medidas que propone la organización WWF ante el avance del cambio climático, que propicia que cada año haya incendios de mayor tamaño. Esta ONG ambientalista publicó este martes un informe sobre la evolución de los incendios en el país y los datos evidencian, un año más, que cada vez se producen menos incendios, pero son de mayor fiereza. Entre 2013 y 2022 el número de fuegos cayó un 39%, pero el año pasado se quemaron más de 250.000 hectáreas, el máximo de este siglo.
Esto se debe a que la acumulación de vegetación en el campo –combustible para las llamas– crece cada año debido a que la actividad agrícola y ganadera en los montes no para de caer. En España, el 10% del territorio está en riesgo de abandono, según WWF, lo que equivale a 2,3 millones de hectáreas, o tres veces la Comunidad de Madrid. En la primera década del siglo XXI ya se abandonaron otros 2,4 millones de hectáreas por el traslado de población del campo a la ciudad.
"Es indudable que el cambio climático aumenta la peligrosidad del fuego porque aumenta las temperaturas, reduce la humedad y agudiza la sequía", explicó este martes Lourdes Hernández, especialista en incendios forestales de WWF España, durante una visita a la comarca de La Vera. "Aun así, hay margen para arreglarlo. No se trata de comprar más hidroaviones, sino de adaptar el territorio con pastos, cultivos y la gestión de la masa forestal", añadió.
En este sentido, como las administraciones no dan abasto, y en muchos casos directamente ignoran sus obligaciones, WWF recomienda a los habitantes de zonas rurales que adopten por sí mismos medidas de autoprevención, como la del grupo Albura, sin olvidar que también deben exigir a sus gobernantes que protejan el suelo rural de propiedad pública, tanto el monte como los caminos.
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Durante la visita a la parcela de René Müller estuvo presente Félix Martín, un agente forestal que trabajó en la zona durante más de 30 años hasta que se jubiló el pasado invierno. Este profesional relató cómo la cultura del fuego ha cambiado radicalmente desde los años 90, cuando era muy común su uso de forma para quemar rastrojos o regenerar pastos. Ahora es más común que las llamas se prendan en casas de campo porque una persona sin conocimiento enciende una barbacoa. También por el empleo de maquinaria agrícola.
Cuando Martín recorre la finca de René Müller, reconoce que el trabajo es impresionante. Los caminos de la parcela no solo son lo suficientemente anchos para que pase un camión, sino que han instalado dos salidas de agua con una conexión profesional para que encajen las mangueras de los bomberos. También han construido dos piscinas para almacenar agua en verano por si necesitan una reserva extra para extinguir el fuego, y han vaciado varias explanadas a lo largo del monte para usarlas como zona de refugio en caso de emergencia.
Todo esto lo han logrado en apenas un año, pero no han trabajado a ciegas. Para poder organizar un plan efectivo contra incendios han tenido que contratar a un ingeniero forestal que ha elaborado una memoria técnica con las actuaciones. Ese documento, además de guía para los vecinos, les ha servido para entregarlo a la Junta y solicitar ayuda autonómica para que se limpien y expandan los caminos que conectan el monte con los pueblos de la zona.
René Müller es un físico alemán que vive desde hace dos años en un monte junto a Villanueva de la Vera (Cáceres). Se mudó allí enamorado de la sierra extremeña, pero la ola de calor sin precedentes del verano pasado provocó múltiples incendios en la zona y uno de ellos se quedó a apenas diez kilómetros de su finca. Las llamas se veían desde las ventanas de su casa y lo único que separaba la vivienda de las llamas era el viento, que soplaba en dirección contraria. "Cogimos algo de ropa y documentos del trabajo, llenamos el coche y nos fuimos sin saber si volveríamos", relata ahora desde su jardín. Afortunadamente, los bomberos extinguieron las llamas a tiempo y su casa y las de sus vecinos se salvaron, pero la terrible experiencia llevó a que él y su mujer, junto a otras siete parejas de la zona, se uniesen para proteger el perímetro de futuros fuegos, que llegarán más pronto que tarde.