Los incendios de Portugal ponen el foco en los bosques de eucalipto que alimentan a la industria maderera

Vista general de un bosque quemado tras un incendio en Oliveira de Azemeis, Portugal, 19 de septiembre de 2024.

Los incendios activos en Portugal desde el pasado domingo van camino de ser históricos. Han ardido hasta este jueves 121.000 hectáreas, y los datos de los satélites de Copernicus, el servicio climático de la Unión Europea, lo califican como el incendio más agresivo para un mes de septiembre del histórico, que cubre 22 años. En Portugal ya buscan culpables, como cada verano, y diferentes colectivos han puesto el punto de mira en la industria papelera y la invasión del eucalipto, un árbol muy denostado en la península que a menudo se relaciona con la pérdida de biodiversidad y los incendios. Los expertos explican que la culpa no es del propio árbol, sino del abandono de las plantaciones destinadas a la tala.

Portugal tiene una de las mayores extensiones de eucalipto del mundo y compite con países como Brasil, India o China, debido a que su enorme industria maderera —dominada por los gigantes The Navigator Company y Altri— depende de este árbol para funcionar. El eucalipto arrastra la mala fama de ser una madera que arde con mucha facilidad, y es cierto, pero en realidad arde tanto como el pino carrasco o la encina, dos de las especies más comunes en España, por lo que no se puede afirmar que sea más peligroso.

La clave de que los bosques de eucalipto estén ardiendo está, según los expertos, es que muchos de los montes están abandonados y nadie se encarga de cortar ramas, arrancar matorrales y limpiar el suelo, y ese combustible desencadena enormes incendios en cuanto que cae un rayo, una cerilla o algún pirómano prende el monte. De hecho, solo en las últimas 24 horas han detenido a tres sospechosos de haber provocado incendios en diferentes localidades de Portugal.

Leonor Calvo, doctora por la Universidad de León y profesora de Ecología del Fuego, afirma que no se trata de culpar al eucalipto, sino de analizar cómo se conserva y organiza el monte. "Si tienes masas de un solo cultivo de manera continua, y además de una especie de alto poder calorífico como el eucalipto, es más probable que se alcancen incendios de alta severidad", opina la experta. Calvo no conoce las zonas afectadas por los fuegos, por lo que no sabe si esas arboledas se destinan o no a la industria del papel, pero sí añade que los montes destinados a la tala suelen tener una distribución de monocultivo continuo porque facilitan la recogida de la madera.

La profesora cita, de hecho, a Paulo M. Fernandes, un doctor en Ciencias Forestales portugués que es uno de los mayores expertos del mundo en incendios. En uno de sus estudios sobre el riesgo de incendios en Portugal afirma que la intensidad del incendio depende más de cómo se distribuye la masa vegetal que del tipo de árbol que hay en la zona. "Esto contradice las afirmaciones simplistas, pero frecuentes que se hacen sobre el peligro que suponen ciertos tipos de vegetación, especialmente entre las especies más extendidas (Pinus pinaster, Eucalyptus globulus, Quercus suber)", se lee en el análisis.

El problema es que muchas de las plantaciones de eucalipto en la península ibérica tienen una estructura propicia para el fuego, con árboles jóvenes destinados a la tala que no han sido cuidados para prevenir incendios mediante la tala de ramas bajas y el desbroce del suelo, de manera que el fuego alcanza fácilmente las copas de los árboles y se propaga rápidamente cuando se produce un incendio. César Pérez, doctor Ingeniero de Montes de la Universidad de Santiago de Compostela, explica que este es el caso habitual en Galicia, el otro epicentro del eucalipto en Europa: "Están en fincas agrícolas que llevan abandonadas dos o tres generaciones, y que muchas veces incluso la familia ni sabe que están a su cargo. Y es una especie que si la cuidas no tiene problemas con los incendios, pero que no es la mejor para tener abandonada a su suerte", explica.

En números redondos, Pérez —que colabora en la elaboración del Inventario Forestal Nacional que elabora el Gobierno— afirma que entre el 80% y el 90% de las plantaciones de eucaliptos en Galicia son pequeñas fincas destinadas a la venta de la madera para la industria, y esa dispersión de la propiedad complica mucho que los dueños se encarguen de cuidar las parcelas.

En Portugal la situación es similar. Un reportaje publicado en julio en el diario portugués Público explica que las fincas madereras en Portugal están muy divididas entre pequeños propietarios que invierten muy poco dinero y tiempo en cuidar el monte. "Tenemos una multipropiedad que dificulta mucho cualquier medida de gestión forestal, un clima muy adverso y una Política Agraria Común que promueve el vaciado de las zonas rurales", declaró en ese artículo Miguel Viegas, de la Universidad de Aveiro.

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Además, el eucalipto es uno de los árboles que arde mejor. Según la clasificación del Instituto de Ciencias Forestales del INIA-CSIC​, el eucalipto se encuentra dentro de las especies que son "muy inflamables todo el año" y también entre las que tienen un "poder calorífico alto". Según añade Leonor Calvo, la capacidad de arder de un tipo de madera depende de ambos factores, ya que su inflamabilidad facilita que el árbol arde, y su poder calorífico que la temperatura alcanzada sea mayor, evaporando la humedad de los alrededores y facilitando que el incendio se propague.

El eucalipto invade Galicia en medio siglo

El eucalipto, un árbol nativo de Australia, llegó a la península en el siglo XIX y se caracteriza por ser una especie idónea para la tala y la producción de papel por su rápido crecimiento —se corta cada 10 o 12 años—. Más del 80% de la superficie de eucalipto en la Unión Europea está en la península ibérica y en Portugal, y en Galicia está enormemente extendido, hasta el punto de que se ha comido en las últimas décadas a la vegetación autóctona por su uso industrial. Según datos recopilados por la asociación ambientalista SEOBirdLife, la superficie de eucaliptos ha crecido de forma exponencial en Galicia, pasando de 131.000 hectáreas en 1973 a 500.000 hectáreas en 2016, superando a la superficie de bosques autóctonos gallegos, que ocupan 400.000 hectáreas, menos del 20% de la superficie de la comunidad autónoma.

Esta invasión del árbol australiano, explica César Pérez, se debe a que la industria maderera ha encontrado en el eucalipto un árbol que crece "varios órdenes de magnitud" más rápido que otras especies —por ejemplo, el pino gallego (pinus pinaster) tiene un ciclo de tala de entre 40 y 60 años—, pero también porque un suministro homogéneo de madera facilita el proceso productivo. "Cuando produces pasta de papel o fibras textiles, lo que buscas es que la materia prima sea siempre igual para que tus procesos químicos sean fáciles de controlar. Si la receta supone cocer la madera, diluirla… la calidad del producto es más estable si siempre usas eucalipto", resume el experto.

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