Japón sostiene que es seguro verter agua contaminada de Fukushima al Pacífico pero no convence a casi nadie

6

Japón pone en marcha este jueves su plan de vertido de aguas procedentes de la central de Fukushima Daiichi al océano pacífico, una polémica decisión que llevaba años tratando de llevar a cabo y que evidencia las consecuencias a largo plazo de su catástrofe nuclear tras el tsunami de 2011. El gobierno japonés, la compañía dueña de la central y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA) garantizan la operación es segura para la vegetación, los animales y los humanos, aunque ha sido muy controvertida entre ecologistas, pescadores y países vecinos. La decisión se ha tomado porque no hay más espacio para almacenar el agua en tierra y la única salida es expulsarla al mar a un kilómetro de distancia de la costa, en un proceso que llevará tres décadas y en el que se verterán 1,3 millones de toneladas de agua

Esa agua ya ha sido tratada previamente para eliminar hasta 62 elementos radioactivos, pero uno de ellos, el tritio –una forma radioactiva del hidrógeno–, no puede separarse cuando está concentrado en grandes cantidades de agua, como es el caso de Fukushima. Ese isótopo es el que preocupa a los expertos que critican el vertido, aunque la IAEA, dependiente de las Naciones Unidas, considera que la cantidad es mínima e inofensiva para los seres vivos. 

"Reconocemos que la descarga genera preocupación social, política y medioambiental, pero tendrá un impacto insignificante", concluyó un informe publicado en julio tras dos años de trabajo. La IAEA también argumenta que el tritio se semidesintegra (su tamaño se reduce a la mitad) pasados 12,3 años, mientras que su semieliminación del cuerpo humano tarda entre 7 y 14 días. 

Mark Foreman, profesor de química nuclear en la Universidad de Chalmers (Suecia), opina que la radioactividad procedente del vertido será inocua para las personas. "Un adulto que coma mucho marisco podría recibir una dosis de radiación 0,0062 a 0,032 microSv al año, mientras que una simple radiografía dental supone una dosis de unos 5 microSv", afirmó al repositorio científico Science Media Centre.

Los expertos reiteran que estos vertidos a ríos y mares son habituales en las centrales atómicas de todo el mundo, incluso en dosis radioactivas mayores que las previstas Fukushima. Por otra parte, destacan que el tritio no es capaz de atravesar la piel humana ni animal, pero sí puede dañar el ADN si es ingerido en grandes cantidades

Tras la catástrofe de 2011, los tres reactores de la central se fundieron por un fallo en el sistema de refrigeración de la planta y el agua que enfriaba sus núcleos se filtró a la tierra, alcanzó los acuíferos subterráneos y todavía hoy contamina grandes cantidades de agua. La propietaria de la planta extrae cada día unas 130 toneladas de agua sucia, la filtra con un sistema llamado ALPS y la almacena en los 1.000 tanques que rodean Fukushima, pero ya no hay espacio para continuar el proceso. Además, el tratamiento ALPS no es suficiente para limpiar el agua de tritio y de carbono-14, por lo que antes de verterla al mar tendrá que diluirse en una gran cantidad de agua hasta alcanzar una concentración minúscula de estos elementos hasta quedarse muy por debajo del umbral máximo fijado por la OMS. 

Aunque los riesgos ambientales son mínimos, el vertido ha sido muy criticado por organizaciones ecologistas como Greenpeace, que afirman que vulnera los derechos humanos y pone en riesgo a la población y los animales. "Debido a las carencias de la tecnología de procesamiento ALPS, aproximadamente el 70% de esta agua tendrá que procesarse de nuevo. Los científicos han advertido de que no se han evaluado completamente los riesgos radiológicos de los vertidos", dijo la ONG este martes. También señalan a que el desastre de Fukushima no ha servido a Japón para aprender la lección y apostar por las energías renovables.

Este miércoles se intensificaron las protestas en Corea del Sur, a apenas mil kilómetros de la costa este de Japón, por las consecuencias a largo plazo que puede tener en la región. La industria pesquera nipona también ha hecho una dura oposición al gobierno porque teme una caída de las exportaciones de pescado por el temor a que pueda estar contaminado. Hong Kong ya ha anunciado que desde este jueves prohibirá la entrada de pescado japonés procedente de 10 prefecturas y China realiza desde julio análisis al pescado que importa. El gobierno chino llegó a decir que el vertido es "extremadamente irresponsable".

Por otra parte, la decisión de Japón podría sentar un pésimo precedente en un momento en el que una parte de Europa trata de abandonar la energía nuclear por el impacto de los residuos en el medioambiente, mientras que una treintena de países está desarrollando programas nucleares o planea hacerlo próximamente. 

Azby Brown, un investigador residente en Japón que ha seguido de cerca la catástrofe de Fukushima, escribió este martes en The New York Times que el verdadero riesgo de esta maniobra es que pueda servir de excusa a otros países para lanzar sus restos contaminados al océano. "Si Japón, una potencia cultural y económica respetada en todo el mundo, puede salirse con la suya vertiendo agua radiactiva, ¿qué va a impedirlo a otros países?", afirmó en un artículo de opinión. Y recuerda que solo en Asia ya hay 140 reactores nucleares y se están construyendo decenas más. 

Japón pone en marcha este jueves su plan de vertido de aguas procedentes de la central de Fukushima Daiichi al océano pacífico, una polémica decisión que llevaba años tratando de llevar a cabo y que evidencia las consecuencias a largo plazo de su catástrofe nuclear tras el tsunami de 2011. El gobierno japonés, la compañía dueña de la central y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA) garantizan la operación es segura para la vegetación, los animales y los humanos, aunque ha sido muy controvertida entre ecologistas, pescadores y países vecinos. La decisión se ha tomado porque no hay más espacio para almacenar el agua en tierra y la única salida es expulsarla al mar a un kilómetro de distancia de la costa, en un proceso que llevará tres décadas y en el que se verterán 1,3 millones de toneladas de agua

>