El cambio climático afecta de una manera tan fuerte y veloz al Mediterráneo que los expertos que observan el mar necesitan actualizar sus escalas de medición para diferenciar qué es realmente un episodio extremo, dentro de un contexto en el que prácticamente todos los días se registran temperaturas casi récord. El año pasado se contabilizaron entre 250 y 300 días de ola de calor marinas en la costa de Levante, una cifra mareante que no solo resta valor a esa clasificación, sino que desorienta a científicos y pescadores porque pierden la señal de qué días son realmente críticos.
Pere Roselló, un joven investigador del CSIC, lo comprobó de primera mano cuando recibió el encargo hace poco más de un año de estimar cuántas olas de calor sufrirá cada año el Mediterráneo en el futuro. "Vimos que cualquier año caluroso de las próximas décadas dejaría 365 días de ola de calor marina, por lo que no tendría sentido esa clasificación", explica el físico. "Una ola de calor debe reflejar un episodio de temperaturas extremas durante unos pocos días porque sirve de guía para que los científicos estudien su impacto en el mar y los pescadores sepan cuándo los peces pueden cambiar su comportamiento", añade.
Roselló, junto a los investigadores Ananda Pascual y Vincent Combes, decidieron virar su investigación para corregir esta anomalía estadística y hace dos semanas publicaron una nueva forma de calcular qué es una ola de calor mediterránea en la revista Frontiers in marine science. Proponen comparar la temperatura del agua diaria con la media de esa jornada durante los últimos 20 años, y si se encuentra entre el 10% de los días más cálidos, calificarlo como ola de calor marítima. También plantean que esa tabla histórica sea dinámica y que cada año se retire el último dato de la estadística y se añada el más reciente.
Por el contrario, el sistema estándar de la Organización Mundial Meteorológica compara el dato diario con de los 30 años anteriores y solo actualiza el histórico una vez cada década. Esto provoca ese desajuste estadístico, porque el Mediterráneo se calienta a un ritmo de casi 0,5 grados por década y los datos de 1990 están obsoletos.
"Los récords se superan cada año porque la temperatura base del mar crece poco a poco y con que pases por un episodio puntual de calor, ya superas la marca anterior", apunta Roselló, que trabaja desde en el IMEDEA-CSIC, el Instituto de Estudios Avanzados del Mediterráneo, ubicado en Baleares.
Manuel Vargas, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), confirma que cada vez significa menos esa catalogación de ola de calor marina. Él trabaja en la delegación de Fuengirola (Málaga) y allí la temperatura del agua marcó este martes 25 grados, cuando la temperatura media de las últimas tres décadas era 20,2 grados para ese día. "A este ritmo no sería raro que la temperatura media en julio para mediados de siglo sea ya de 24 grados, y si no actualizamos el sistema de cálculo tendríamos olas de calor permanentes", señala.
Este experto en el Mediterráneo recorre cuatro veces al año la costa española desde Huelva a Cataluña y reconoce que el impacto del calentamiento del agua sobre los peces y las plantas es evidente. No solo aumenta la temperatura en la superficie, sino que toda la columna de agua acumula calor, y los peces que están adaptados a vivir en esas latitudes tienen que migrar a otras zonas y son sustituidos por otros que llegan del sur.
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"A parte de ese cambio progresivo, las olas de calor marinas muy intensas pueden provocar episodios de mortalidad marina de gorgonias (corales) y praderas de posidonia, que por supuesto impactan en toda la cadena trófica que vive de ellas", comenta Vargas. El experto también señala que el cambio climático es el responsable de que estos episodios extremos sean cada vez más frecuentes.
Disenso entre científicos
Pere Roselló, que ha liderado el estudio del CSIC, afirma que no es la primera vez que investigadores proponen actualizar la forma en que se determina qué es y qué no una ola de calor marina —un concepto moderno que aparece en 2011 y que se define en 2016—, pero todavía no hay consenso en si debe o no modernizarse su cálculo.
Si se acorta el periodo de comparación a 20 años, dejarían de registrarse tantos episodios extremos de temperaturas y algunos expertos creen que eso reduciría la percepción pública del impacto del cambio climático. "Creo que quienes defienden la definición clásica se inclinan hacia el sensacionalismo y creen que se perderá el mensaje de alarma, pero eso es un trabajo, por ejemplo, de los periodistas. Nosotros tenemos que asegurarnos de que la medición es útil", afirma el físico. En todo caso, piensa que hay otros conceptos que seguirían midiendo el aumento de la temperatura del agua a largo plazo y el impacto de los episodios extremos, como el de estrés térmico acumulativo.
El cambio climático afecta de una manera tan fuerte y veloz al Mediterráneo que los expertos que observan el mar necesitan actualizar sus escalas de medición para diferenciar qué es realmente un episodio extremo, dentro de un contexto en el que prácticamente todos los días se registran temperaturas casi récord. El año pasado se contabilizaron entre 250 y 300 días de ola de calor marinas en la costa de Levante, una cifra mareante que no solo resta valor a esa clasificación, sino que desorienta a científicos y pescadores porque pierden la señal de qué días son realmente críticos.