David Jiménez: "Villarejo fue una de las principales fuentes de 'El Mundo' y facilitador de la mayor parte de nuestras exclusivas"

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366 portadas y un día de huelga en el que El Mundo no llegó a imprimirseEl Mundo: este es el bagaje que dejó como director David Jiménez en el diario del que previamente había sido corresponsal en Asia durante 17 años. Ahora, casi tres años después de su complicada salida del periódico, que en aquel momento atravesaba una profunda crisis económica y en el que había trabajado durante toda su vida profesional, publica El Director (Libros del K.O.).

En este libro, que sale a la luz este lunes 8 de abril, repasa en primera persona su año al frente del rotativo propiedad de Unidad Editorial relatando los "secretos e intrigas de la prensa" que rodearon su nombramiento, su estancia al frente de la redacción y su despido. Jiménez, que antes de ser nombrado director sólo había permanecido en la sede de El Mundo en Madrid durante cuatro años y donde entró como becario a los 23 años, cuenta en estas memorias entresijos del periódico pero también el juego de favores entre los medios, políticos y grandes empresarios.

Aunque da nombres, a muchos de sus compañeros o superiores los esconde tras seudónimos más o menos evidentes: El Cardenal, El Reportero, La Digna, El Dos, Woodward, El CalladoEl CardenalEl ReporteroLa DignaEl DosWoodwardEl Callado... Algo que junto a las muchas manipulaciones y traiciones, reales o no, que detalla no han sentado nada bien entre algunos de quienes fueron sus subordinados.

 

En su cuenta de Twitter, tras publicarse algunos fragmentos en medios y a través de redes sociales, David Jiménez aseguró que El Director no es un libro "contra El Mundo"El DirectorEl Mundo, en todo caso sería "contra quienes por codicia y ambición destruyeron su espíritu original y quienes se vendieron a los despachos a cambio de preservar privilegios o aumentarlos. Es la naturaleza humana, pasa en las mejores familias". Eso sí, a través de su perfil en esta plataforma, apuntó que quienes tenían "más legitimidad" para criticar su obra son sus "excolegas": "Solo les pido que lean el libro entero antes de juzgarlo (no el puñado de pantallazos que circulan). Se habla con admiración de muchos de ellos y sí: con dureza de otros. También de mí mismo".

 

En su libro, Jiménez se remonta hasta el momento en el que le llegó la oferta de ponerse al frente de este medio de comunicación tras la destitución de Casimiro García-Abadillo en abril de 2015 y que había sustituido a Pedro J. Ramírez, uno de los fundadores del diario. Concretamente hasta un hotel de lujo de Nueva York se trasladó el presidente de Unidad Editorial, Antonio Fernández Galiano  –apodado como El Cardenal en el libro–, para hacerle la oferta. Al periodista, de excedencia tras recibir una beca Nieman de la Universidad de Harvard, le prometieron una "revolución" que nunca llegaría. Lo que sí que recibirá en El Despacho casi desde el primer día fue, según su testimonio, una retahíla de presiones procedentes de los directivos de la empresa pero también desde las élites tanto políticas como económicas del país.

Las presiones de Moncloa

 

Jiménez también narra en El Director sus encuentros con algunos de los políticos más importantes de la época. Desde el exministro de Interior Jorge Fernández Díaz, que llevó la conversación a la polémica estancia en la cárcel de Isabel Pantoja; pasando por la por entonces titular de Fomento Ana Pastor, que cambió su apellido por Pérez; hasta el propio presidente Mariano Rajoy. Y también comió con el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Félix Sanz Roldán.

Sobre el Ejecutivo de entonces, David Jiménez llega a admitir en sus memorias que "Moncloa forzaba el despido de periodistas incómodos, utilizaba la publicidad institucional para castigar a los desobedientes y controlaba las tertulias políticas en radios y televisión". "El Gobierno había logrado domesticar a tres de los cuatro grandes diarios de la prensa madrileña", asegura el exdirector en sus memorias refiriéndose a El País, Abc y La Razón. Y también cuenta la bronca de la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro, que recibió por una viñeta de Gallego&Rey sobre la vinculación del líder conservador con la corrupción del PP.

Con Bárcenas y Villarejo

Entre sus múltiples reuniones destacan dos por la relevancia que han tenido en el futuro. Por un lado, Jiménez comió con el extesorero del PP, Luis Bárcenas. "En mi vida solo he conocido un político completamente honesto y ese fue Manuel Fraga. Todos cobraban su parte", le aseguró el contable que también le contó que Álvaro Lapuerta siempre le traía de Cuba a Rajoy una caja de puros "con el dinero que le correspondía".

Y, por otro, el exdirector del periódico de Unidad Editorialtambién se reunió en un mesón del madrileño barrio de Chamartín con "uno de los grandes filtradores dentro del hampa policial", el excomisario José Manuel Villarejo cuyas filtraciones "podían tener como origen investigaciones reales o ficticias". "Dos de nuestros reporteros me contaron que había sido, desde hacía al menos dos décadas, una de las principales fuentes de El Mundo y facilitador de la mayor parte de nuestras exclusivasEl Mundo", reconoce Jiménez, que también relata que sus antecesores en el cargo habían mantenido "una estrecha colaboración" con el expolicía.

"Nada más verme me dijo que tenía buenos informes sobre mí", cuenta el excorresponsal, que también explica en sus memorias que Villarejo "tenía a un buen puñado de informadores bajo su cuerda, había cimentado las carreras de algunos de ellos y, de la misma forma, tenía la información y los audios para hundirlas. Atrapados en su red, habían pasado a ser 'sus chicos'". El excomisario, según Jiménez, "buscó" una segunda reunión, pero el periodista no respondió a sus mensajes ya que decidió poner punto final a esta relación.

La confesión del rey y las disculpas de la reina

En sus doce meses al frente del diario de Unidad Editorial, Jiménez también tuvo oportunidad de reunirse con el, en aquel momento, recién llegado al trono Felipe VI. En sus memorias, el exdirector explica que "El Mundo rompió la regla no escrita de que la familia real era intocable". También relata que en su primer encuentro con el monarca, al que llevó a Zarzuela un ejemplar de su libro El lugar más feliz del mundo, le hizo una confesión: "esto es una democracia y, si algún día una mayoría no me quiere, no tendré problema ninguno en marcharme y dedicarme a otra cosa".

David Jiménez también detalla cómo El Mundo decidió no publicar los mensajes de los reyes a Javier López Madrid porque no sabía hasta qué punto estos sms "violaban" la intimidad de Felipe VI y Letizia y temía que procedieran de las Cloacas del Estado. Días después,  vieron la luz en eldiario.es y el exdirector relata que recibió una llamada del monarca para disculparse y asegurarle que los mensajes eran "inapropiados". También cuenta que en esa misma llamada, la propia reina habló con él para disculparse por llamar "mierda" en esos mensajes al suplemento La Otra Crónica (LOC)La Otra Crónica (LOC) y que no era su "intención".

'Los Acuerdos' con la élite económica

Otro punto importante en el relato de El Director son las explicaciones sobre Los Acuerdos, "como se conocían los pactos negociados con las grandes empresas al margen de las cifras de audiencia o el impacto publicitario". Eran, según afirma en su libro, "un sistema de favores por el que, a cambio de recibir más dinero del que les correspondía, los diarios ofrecían coberturas amables, lavados de imagen de presidentes de grandes empresas y olvidos a la hora de recoger noticias negativas". Algo que no era nuevo para él: durante su cobertura del derrumbe de una fábrica textil en Bangladesh en el que fallecieron 1.135 empleados, "Jota [por Pedro J. Ramírez] había ordenado que todas las referencias a El Corte Inglés fueran eliminadas del artículo".

"El intercambio de favores entre prensa y empresas estaba tan enraizado, desde hacía tanto tiempo, que no hacía falta descolgar el teléfono para que los directivos se cobraran su parte: en las redacciones se había interiorizado que empresas como Telefónica, el Banco Santander o El Corte Inglés eran intocables", reconoce Jiménez. El exdirector relata en las páginas de su libro reuniones con Francisco González del BBVA, con César Alierta de Telefónica, con Florentino Pérez de ACS y presidente del Real Madrid o con el presidente de una multinacional energética al que no identifica.

Del entonces máximo ejecutivo de la empresa de telefonía cuenta que cuando intentaron publicar que tenía "una participación en un hotel en Berlín" que la justicia española sospechaba había sido utilizado por Rodrigo Rato para "el blanqueo de dinero y evasión de capitales". Fernández Galiano le informó de que aquella información que se iba a titular "Alierta y Rato, socios en el hotel de lavado de dinero de Berlín" no podía salir y cuando se enteró de que la publicación en el suplemento económico ya estaba en imprenta llamó él personalmente para que "parasen las máquinas". "No te enfades, Alierta nos pide un favor. Asume que el artículo va a salir, pero quiere que quitemos la mención a su sobrino", le respondió a Jiménez el presidente de Unidad Editorial, del que asegura que "era imposible hacer un periódico independiente sin perjudicar no ya los intereses de la empresa sino los suyos propios y los de sus amigos".

"Me quedé sin chófer y sin reportero"

Este es uno de los muchos enfrentamientos que Jiménez relata en el libro que tuvo con Fernández Galiano. Desafíos que también mantuvo con parte de la redacción de El MundoEl Mundo que como él mismo explica parecía más "un Ministerio" que "un periódico". Por un lado, estaban Los Nobles, los veteranos, que veían con malos ojos la transición digital que el exdirector quería llevar a cabo: "No se trataba de abandonar la versión impresa (...), sino de aceptar que nos jugábamos el futuro en acertar con nuestra oferta digital y su plan de negocio". También reconoce el que para él sería el error que marcaría su etapa al frente de la cabecera: "cedí a las presiones y (...) escogí a mis lugartenientes entre la vieja guardia".

Y, por otro, estaban los problemas económicos de la empresa. Como anécdota, Jiménez cuenta que al poco de llegar llamó a Recursos Humanos para renunciar a su chófer y que a cambio contratasen a periodistas: "Me quedé sin chófer y sin reportero". Pero lo realmente grave llegó con los despidos en aquel año que estuvo al frente del diario. El exdirector vivió dos etapas de tensión durante su gestión por este asunto.

En diciembre, con el cambio de dirección en la empresa italiana matriz de Unidad Editorial, RCS MediaGroup, y la llegada de Laura Cioli (que sería sustituida meses más tarde por Urbano Cairo) llegó la primera petición de despidos. Concretamente fueron 13: dos en Madrid, cinco en Andalucía y seis en Valencia. "Dije que comunicaría personalmente los despidos y di instrucciones para que los directores de las dos delegaciones afectadas hicieran lo mismo", explica Jiménez, y añade que vivió un motín tras comunicarlos a la puerta de su despacho y que terminó con él entre lágrimas. También relata que por esta razón tuvo uno de sus primeros enfrentamientos con el que después se convertiría en su sustituto, Francisco Rosell (El Señorito en el libro)El Señorito, porque decidió aprovechar que lo había trasladado a Madrid para no dar la cara en Andalucía, donde había sido director hasta ese momento.

La primera vez que 'El Mundo' no llegó a los quioscos

Pero la gran desventura de su año al frente del periódico fue la huelga durante la siguiente primavera. El primer paso fue la aparición de un grupo de consultores estadounidenses para llevar a cabo un "bonito" informe para los ejecutivos que "recordase lo atrasados que estábamos y lo necesario que era terminar con puestos redundantes para llevar a cabo los despidos sintiéndose menos culpables". Y todo en un momento de gran inestabilidad política con unas segundas elecciones generales, las del 26J, a la vuelta de la esquina y la redacción de El Mundo cayendo en la cuenta de que "nuestra munición no tenía el impacto que solía"El Mundo después de que un editorial pidiendo la renuncia de Rajoy y Sánchez para desbloquear la situación no hizo tambalear absolutamente nada.

Pocas semanas después llegaron como "una bomba" las cifras de bajas: 94 en El Mundo, 24 en Marca y 16 en ExpansiónEl MundoMarca Expansión. Jiménez, según explica en su libro, inició entonces una "lucha" por reducir las salidas: propuso cambiar el ERE por un plan de bajas voluntarias y a posteriori también solicitó la salida de 18 jefes, "incluidos cuatro del staff". Sin embargo, no hubo acuerdo y los trabajadores convocaron una huelga de tres jornadas. Ese día y por primera vez en sus 27 años de historia, El Mundo "no acudiría a su cita con los lectores". El exdirector asegura que esa fue una de "las jornadas más tristes" de la historia del diario.

La cosa sería distinta en el segundo día de huelga. Jiménez reconoce que desde Italia le llegaban informaciones de que Cioli "respondería a otro día sin periódico con una retirada de la empresa de la mesa de negociación y el despido de los 94 trabajadores inicialmente propuestos, con la mínima indemnización que marcaba la ley". Ante esto, dedicó los siguientes días a intentar, según él, "desactivar" una nueva paralización. Sin éxito. Aunque la nueva jornada de huelga no sería como la primera y puso al staff a hacer las tareas que "ordenaban a sus redactores". Esa jornada fue consciente de que El Despacho estaba siendo ocupado por un impostorEl Despacho: "un reportero que se hacía pasar por el director" ya que volvió sin esfuerzos a sus funciones de reportero. Finalmente, ese día, sí que hubo periódico y fue la última jornada de movilizaciones ya que se llegó a un acuerdo: 58 despidos y un plan de bajas y prejubilaciones voluntarias.

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"Me marché con la mochila tan ligera como el día que llegué"

Jiménez explica en sus memorias que creyó que aquello sería el punto para "reanudar" su proyecto. Pero no contaba, según él, con los "tejemanejes" de Fernández Galiano: pidió a los redactores unas cartas de apoyo a su gestión que se llevó a Italia para pedir su cabeza ya que "había perdido el control de la redacción". "Me marchaba con la mochila tan ligera como el día que llegué", asegura el periodista, que también apunta: "me habían cesado por hacer mi trabajo, defender la independencia del periódico, oponerme a que diezmaran la plantilla y promover los cambios que garantizaban su futuro".

Por ello, no aceptó la oferta de Fernández Galiano de volver a una corresponsalía y decidió presentar una demanda porque su destitución había sido "una represalia por negarme a poner el diario al servicio de los intereses" del presidente de Unidad Editorial. Finalmente, ambas partes llegaron a un acuerdo, aunque en el libro Jiménez no detalla cifras ni condiciones. Sí explica que lo liberaron de "la mordaza que querían imponerme" y que ahora ha podido contar, a su manera, en El Director.

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