Economía
El Ibex se da una pátina de filantropía en Davos
El economista alemán Klaus Schwab, que en marzo cumplirá 80 años, no ha desvelado hasta la fecha ninguna intención de jubilarse. No será fácil encontrar repuesto a un hombre que lleva medio siglo acumulando capacidad de convocatoria entre los más ricos y poderosos del mundo. Cuando decida retirarse, será el propio Schwab el que nombrará a su sucesor en la junta directiva de la fundación del Foro Econonómico Mundial, el más notorio e influyente encuentro de las élites económicas, que este viernes ha cerrado su 48ª edición. El mecanismo de relevos en el directorio de Davos lo establece su propio reglamento, que también señala que Schwab, fundador del foro en 1971 y presidente de la fundación, tendrá unos ingresos que "reflejen su papel" como "organización internacional líder". Esto se traduce, de forma más prosaica, en que Schwab cobra tanto como el cargo público mejor pagado de Suiza. No está mal para el presidente de una fundación sin ánimo de lucro que se dedica, según sus intenciones declaradas, a "crear un futuro compartido en un mundo fracturado". ¿Qué empresas españolas arriman el hombro en este noble empeño? Un total de ocho compañías figuran entre los "miembros y socios" del foro: los bancos Santander y BBVA, la eléctrica Iberdrola, las gestoras de infraestructuras Abertis y Acciona, la petroquímica Repsol, la tecnológica Amadeus y el grupo de comunicación Prisa. Todos, salvo Prisa, forman parte del Ibex 35.
Es una constante en Davos: por un lado, una retórica almibarada, suave como la seda, y una declarada preocupación por los problemas del mundo, por su "sostenibilidad", concepto comodín del evento; por el otro, un sostén de la institución integrado por la élite de la élite económica, sin distinción de sectores y dedicaciones, sin remilgos en la selección. La crème de la crème. Mucha banca, mucho fondo de inversión, mucho petróleo. Mucho Qatar. Empresas con influencia internacional y gran capacidad de lobby. Compañías multinacionales incrustadas en el corazón del poder capitalista mundial y en el centro de la diana de los críticos con los abusos del neoliberalismo: Blackstone, Carlyle Group, JP Morgan, Morgan Stanley, Goldman Sachs, Gazprom, Monsanto... También están los nuevos amos del mundo, con Facebook y Google a la cabeza. Y las plataformas digitales que, como Uber, aspiran a cambiar los principales paradigmas de las relaciones laborales tradicionales.
Donaciones, legados y subvenciones
La fundación de Davos, con sede en Ginebra, se define como "de interés público y sin ánimo de lucro". Sus estatutos la declaran "independiente" y desligada de cualquier interés ideológico. La prolijidad en la descripción de sus elevados propósitos contrasta con las sucintas referencias sobre su funcionamiento económico. La fundación, señalan sus documentos rectores, "se esforzará por reunir reservas suficientes para asegurar su desarrollo e independencia". Y para ello "puede aceptar donaciones, legados, subvenciones y otras contribuciones o subsidios de terceros siempre que no contradigan su misión". Hay varias maneras de ser "miembro" de Davos: socio, asociado industrial, socio estratégico... Las empresas españolas forman parte de una o varias de estas categorías. Consultadas por infoLibre, no aclaran qué aportación económica realizan, alegando que se trata de una cuestión entre privados. Tampoco el foro lo desvela.
En 2015 Bloomerg publicó que las tarifas para las empresas llegaban a alcanzar los 673.000 dólares al año, en su grado máximo de vinculación con el foro, si bien no es el compromiso más habitual que alcanzan las compañías. Los ejecutivos que asisten al evento al ser sus compañías socias del foro pagan unos 17.000 euros. La nómina de intervinientes españoles en Davos en 2018 depara pocas sorpresas una vez visto el listado de socios. Ahí están Ana Patricia Botín (Santander), Francisco González y Carlos Torres (BBVA), José Manuel Entrecanales, Rafael Mateo y Luis Castilla (Acciona), Luis Maroto (Amadeus), Ignacio Sánchez Galán y Agustín Delgado (Iberdrola), Josu Jon Imaz (Repsol), Juan Luis Cebrián (Prisa). Los representantes institucionales –caso de los ministros Luis de Guindos y Alfonso Dastis, este año– son "invitados" y por lo tanto no pagan, señalan desde los departamentos de Economía y Exteriores. Para las compañías es distinto.
"Todas las empresas que acuden al foro tienen derecho a aparecer en los espacios de partner", señala el Santander. Es una de las ventajas que obtienen: esa visibilidad cualificada en el entorno de exclusividad y con la pátina elitista de Davos. Acciona y Amadeus se han apuntado además en Davos el tanto de ser presentadas en el Global 100 Most Sustainable Corporations, una lista publicitada durante el evento por Corporate Knights, una revista dedicada al "capitalismo limpio". Eso rebota en forma de más publicidad en España. Así es Davos para sus socios, una fuente permanente de buenas noticias.
Pero Davos es también un espacio privilegiado para lo que en jerga ejecutiva se conoce como networking. Organizado anualmente por la empresa especialista en eventos de gran magnitud Publicslive –con oficinas en Emiratos Árabes, Qatar, Suiza, Estambul y Francia–, Davos se ha consolidado como un enclave óptimo para trabar relaciones y planear negocios. Ése es el trasfondo de Davos, la cita anual para la camaradería de los poderosos, bastantes de los cuales llegan en sus jets y dedican el tiempo libre –si lo hay– a cenas suntuosas y alguna escapada para esquiar. Aparte de eso está la fachada. Ese compromiso de Davos con el progreso, esa ocupación en los retos del futuro.
"Disfraz" de ONG
El periodista Andy Robinson, en su libro Un reportero en la montaña mágica. Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo (Ariel, 2013), hila una crónica con un punto sarcástico sobre la base de la lectura del programa. Los temas eran "El reto de la desigualdad", "Crecimiento y equidad", "La economía moral" o "Las semillas de la distopía". Escribe el periodista, buen conocedor de los entresijos de los grandes capitalistas y sus operaciones de lavado de imagen: "Un millar de multimillonarios globales, brókeres de Wall Street, magnates industriales de Shanghai, banqueros de Madrid, desperdiciando su precioso tiempo de networking para asistir a una serie de debates sobre la desigualdad económica en el siglo XXI. Era para partirse de la risa". No se creía en absoluto el carácter filantrópico del Foro Económico Mundial, al que llama "la cumbre panglosiana de la nueva globalización businessfriendly".
Robinson, que afirma que desde que se publicó el libro Davos le niega la acreditación, acaba de recibir en el móvil un correo de la organización del foro cuando charla con este periódico. "Detener la evasión fiscal para mejorar los derechos humanos y la justicia global", dice el mensaje que la ha enviado la organización. Robinson ironiza: "Davos en su disfraz Save The Children". "Que algunas de las principales empresas responsables de la evasión fiscal en el mundo se reúnan en Suiza para decir que están luchando contra la evasión fiscal es... No sé si es para reír o llorar", dice. En su opinión, "este carácter esquizofrénico de Davos es la principal causa de su éxito". "Las empresas que van allí obtienen un doble beneficio. Por una parte, pueden firmar sus contratos, hacer sus negocios en petit comité, a puerta cerrada. Por otra parte, hacen una operación de marketing y relaciones públicas, gracias a esa imagen que tiene Davos casi de ONG", explica.
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A Robinson le parece especialmente grave que la organización tenga establecida una escala de acreditaciones. Hay diferentes tipos que dan acceso diferenciado al evento, explica. "Si vas allí a informar, se restringe el acceso. Pero si pagas, y de alguna manera formas ya parte de Davos, tienes acceso a todo. Eso el lector no lo sabe, pero el resultado es que la gran mayoría de lo que al final le llega de Davos está mediado y comprado. Es perverso. No es información. No es como cuando se cubre el FMI, por ejemplo. Es muy distinto", concluye. Robinson considera que el control de los medios es fundamental para apuntalar ese carácter buenista de Davos, imprescindible para que la cita mantenga el prestigio incluso después de que la crisis financiera mundial pusiera de relieve los excesos e inmoralidades de los que el periodista llama "los amos del universo". Por lo que se observa, la estrategia funciona. La contestación social durante la celebración de Davos no es ni sombra de lo que era. Cada vez más, Davos está homologado por la opinión pública como un espacio de debate. Casi como un foro de pensamiento.
Juan Hernández Vigueras, analista del panorama financiero mundial y autor del blog La Europa opaca de las finanzas, también ve Davos como una gran operación del poder económico para reivindicarse su rol como piloto del vehículo global. "Davos tiene interés como fuente de información del poder. Si escuchas, entiendes algunas cosas. Allí se da nombre a las tendencias, se marcan pautas. Pero de allí no ha salido ni un gran libro, ni un análisis relevante. Todo tiene un valor coyuntural", afirma. En cambio Davos –que no ha atendido a este medio para esta pieza informativa– se vende como un foro de reflexión, casi de crítica. De contribución desinteresada.
Davos presume de no pagar honorarios a su junta directiva, de la que forman parte la reina Rania de Jordania; la directora del FMI, Christine Lagarde; el exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore; la actual ministra de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyen; el presidente de Cruz Roja, Peter Maurer; así como un puñado de altísimos ejecutivos de súper empresas y presidentes de bancos. Todos ellos están obligados por los estatutos a "estricta confidencialidad" sobre los asuntos que atañen a su papel como miembros del comité de notables de Davos, donde este año ha habido más de 3.000 participantes. Los de mayor relumbrón han sido Emmanuel Macron, Angela Merkel y Donald Trump, que este viernes le puso el punto y final a la cita. En realidad, por más que acaparen titulares, los políticos no son los protagonistas de este evento, pensado para juntar a los popes del big money y lanzar mensajes de bien para la humanidad.