Crisis del coronavirus
¿Quién se acuerda de los rastreadores? Los epidemiólogos insisten en que son clave cuando la transmisión empieza a estar controlada
La necesidad de contratar rastreadores que identifiquen los contactos estrechos de un positivo y les manden cuarentena, cortando así las cadenas de transmisión, surgió en el debate público durante la desescalada, una vez pasada la pesadilla de la primera ola. Los epidemiólogos insistían en su importancia para evitar olas sucesivas. Pero muchas comunidades fueron reacias, y así lo admitieron en público sus responsables políticos, a contratar los suficientes para cumplir el ratio mínimo recomendado por las autoridades sanitarias. Vino la segunda ola, semanas antes que la sufrida en muchos países vecinos. La tercera, sin embargo, se desató después de las fiestas navideñas, cuando la mayoría de las regiones ya cumplían ese mínimo y contaban con muchos más efectivos que antes. ¿Ha demostrado su ineficacia esta estrategia? Los especialistas en Salud Pública creen que no: consideran que los rastreadores son mucho más útiles cuando la transmisión está controlada –y no la controlamos como país desde verano– pero que siguen siendo "esenciales" para no desbordar aún más las capacidades sanitarias y para saber dónde y cómo se producen los contagios, con el objetivo de ejercer medidas lo más quirúrgicas posible.
Un buen sistema de rastreo puede evitar una ola. Los epidemiólogos lo siguen pensando. Pero tienen ese poder solo cuando la incidencia baja de 150 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días; cuando la marea está baja. Así estuvo España entre la primera ola y la segunda. "Algunas comunidades estaban en una situación de supresión, sin casos notificados durante varios días. Un buen sistema de rastreo te puede permitir que no crezca la ola. Una vez que tienes transmisión comunitaria descontrolada, el rastreo es una herramienta más", considera el epidemiólogo Pedro Gullón. "Cortar todas las cadenas de transmisión que hay, por sí solo, tiene menos capacidad. Pero sigue teniendo importancia".
"La gente se ha rendido", opina el portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública (Amasap) Fernando García. "El rastreo es importante siempre. Para el control de la pandemia lo importante es el aislamiento de los casos y la cuarentena de los contactos para que se rompan las cadenas de transmisión", asegura: la antigua pero confiable receta para luchar contra un virus así de transmisible. Todos coinciden, sin embargo, en que se han perdido oportunidades para diseñar un buen sistema de rastreo, que no depende tanto de los efectivos sino de su diseño y de una orientación más en clave social que sanitaria. "Hay que establecer rastreadores que sean capaces de llegar a comunidades concretas donde de forma normal el sistema sanitario no llega", asegura Gullón. Comunidades con no muy buena relación con los centros de salud que les corresponden por su exclusión social. No es lo mismo un trabajador que te contacta por teléfono y que te pide que identifiques a tus contactos que alguien que pisa el barrio y entiende cuáles son los condicionantes que pueden complicar a un vecino cumplir con la cuarentena, que se erige como interlocutor en el que confiar. "Es un elemento que se ha tocado poco", critica.
Coincide García: "Alternativas, como que apoye el Ejército, algo hacen, pero no son ideales. Es importante que el rastreador conozca el ambiente social del contacto. Por si necesita apoyo social para que deje de trabajar, por ejemplo". Por su parte, Joan Caylá, epidemiólogo de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, cree que, aparte de los efectivos, hacen falta más "indicadores de evaluación", que permitan a las administraciones conocer no solo cuáles son los contactos estrechos, sino el grado de cumplimiento de las cuarentenas. Y tomar medidas si los porcentajes resultantes no son demasiado altos –que no tienen por qué ser sinónimo de represión–. Añade: "Si esto lo hiciéramos bien podríamos ver el impacto de las nuevas variantes. Hace medio año, entre los convivientes habría un infectado por cada caso índice y ahora, si es que hubiera mayor transmisibilidad, podríamos ver que en vez de uno hay dos".
La importancia de la trazabilidad
Los rastreadores, explica Caylá, no solo sirven para evitar la transmisión descontrolada, también para saber dónde y cómo se producen los contagios. Mediante un buen sistema de rastreo, las administraciones pueden identificar a cuántas personas transmite el virus un positivo y cuáles son los escenarios más comunes en los que se desarrolla: aunque siempre va a haber ámbitos fuera de su control, donde las personas que interactúan no se conocen entre sí. El porcentaje de trazabilidad, ofrecido semanalmente por el Ministerio de Sanidad por comunidades según los datos que recoge del Sistema de Vigilancia en España (SiViEs), muestra así la cantidad y calidad del seguimiento de cada región: identifica cuántos casos tienen un origen conocido, generalmente por el contacto con otra persona.
El desempeño de las autonomías es muy irregular. Según el informe de Sanidad, Euskadi y Asturias están a la cola con amplia diferencia. Sin embargo, sus gobiernos autonómicos reportan trazabilidades de más del 40% y más del 70% en las últimas semanas. García cree que, en el caso del País Vasco, es el dato del Gobierno central, un bajísimo 1,4%, el erróneo. Con respecto al Principado, fuentes del departamento autonómico de gestión de datos del covid apuntan a infoLibre que "no sabemos de dónde sacan el dato de ese mapa, porque no dan detalles de su fuente y tampoco sabemos cómo lo calculan". Sanidad no ha respondido a la petición de información al respecto.
Más allá de estas dos autonomías, están a la cola Baleares (13.2%), Andalucía (43,2%), Madrid (44%) y Cataluña (47%). Lideran Ceuta (87,9%), Canarias (87,2%), Galicia (79,5%) y La Rioja (78,9%).
El número de rastreadores no es lo único que cuenta
La gran mayoría de comunidades autónomas no ofrece información oficial, pública y actualizada sobre cuántos rastreadores tiene ejerciendo. Además, no hay una manera homogénea de contarlos: hay administraciones que cuentan al personal sanitario que ejerce en paralelo otras labores, mientras que otras solo cuentan a los que se dedican al rastreo en exclusiva. Sin embargo, los datos de trazabilidad muestran que, en muchas zonas, no es suficiente. Aun así, evitan contar con los miles de rastreadores militares que Defensa tiene en reserva. Aunque la experiencia de estos propios trabajadores atestigua que no basta con una cifra para evaluar el desempeño de esta tarea.
Carolina Soto-Aliaga era rastreadora para Ferroser, la empresa hacia la que la Generalitat de Cataluña externalizó el rastreo. A finales de enero expiró el contrato y los responsables decidieron que, a partir de entonces, la tarea la realizaría en exclusiva la Agencia de Salud Pública de Cataluña. 650 trabajadores, con meses de experiencia en la labor, se quedaron en la calle: la institución solo ha reubicado a 200 de los empleados por la compañía. Soto-Aliaga es miembro de la sección sindical de IAC-CATAC y reclama que se vuelva a contratar a la totalidad de la plantilla: hacen falta. La pandemia sigue. Y ellos ya saben hacerlo.
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"La Agencia sigue negando la subrogación bajo argumentos que no son admisibles a ningún nivel, tampoco a nivel legal. Dicen que, como se realizan otro tipo de tareas, no es posible la subrogación. Como se necesita formación, se buscan otros perfiles. Pero de las 200 personas que siguen, solo el 20% ha recibido esa formación: fue súper escasa, por no decir absurda", critica. La administración les ha asegurado que están en la bolsa de empleo, pero a la cola. A pesar de su experiencia acumulada.
"En el sistema de rastreo de Cataluña lo único que funcionó correctamente era la plantilla", acusa. Trabajaban en turnos de entre 8 y 12 horas llamando a positivos y contactos de positivos, con una alta carga mental y física. "Llamamos a personas afectadas por el covid que están en el entierro de un familiar. O se te ponen a llorar. Y más allá de la labor informativa.... no eres un ordenador, eres una persona, empatizas". Pese a la alta exigencia, las condiciones no eran las mejores, denuncia la portavoz sindical: bajo sueldo, ausencia de vacaciones en el "80% de los casos" incluyendo las Navidades o carencias en las medidas anti-covid de la empresa. La aplicación informática que usaban reportaba numerosos errores que les impedía ejercer su labor correctamente, asegura.
"Había días que decías: he hecho 50 llamadas, 60 llamadas y he evitado 60 contagios", relata. Con la satisfacción de haber sido útil contra la pandemia. "Otros días salías de ahí con la impotencia de hacer cuatro horas y media sin poder hacer una sola llamada" por los fallos informáticos. No solo basta con tener muchos rastreadores para hacer un buen rastreo. "La aplicación era responsabilidad directa del departamento de Salud. Se avisó reiteradamente y no tuvieron jamás ninguna prisa. 850 rastreadores contratados, como ese titular ya lo tenían... Estas carencias, ¿quiénes las han suplido? La plantilla".