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El abuelo fue guerrillero y tras la mina, después del negro carbón, dejó su vida

Unceta F.

Les voy a contar una historia. No, ya empiezo mal. Les tengo, les quiero, contar una historia.

Soy consciente de que escribo en España y para españoles, y en España se perciben como raras y no se hacen nunca cosas que se homenajean y se sienten con orgullo si acaecen en otros países de nuestro entorno. También se percibirá raro y será cuestionada la veracidad del hecho que da pie y por el que se desarrollan estas líneas que les escribo para su conocimiento porque, aunque parte de un suceso real como la vida misma, sí que hay que admitir que es atípico pues su origen radica en una breve conversación sobre memoria histórica entre un guardia civil y un policía nacional. Y he aquí lo que he estimado como de muy alta importancia y que espero valoren como yo lo hago, todo añadido al, además, siempre sano ejercicio de hacer memoria, memoria democrática.

Sin más preámbulo, les relataré que hace apenas unas decenas de días transcurría una jornada de trabajo como tantas otras en la vida profesional de dos agentes respectivamente de los Cuerpos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Concretamente, estos dos Agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado coincidían en un cometido de custodia de detenidos en un juzgado. En la espera, que las cosas de palacio van despacio, el policía que por su edad ya debía encontrarse en la situación administrativa de segunda actividad, una especie de prejubilación, le preguntaba al guardia civil si sabría si sería posible que en una Comandancia de la Guardia Civil hubiera aún algún registro sobre las acciones de las contrapartidas en la guerra civil española, pues estaba interesándose y buscando información sobre un hecho del que en su casa poco o nada habían querido hablar a través de los años, la historia de su abuelo, que había sido capitán, formado en una Academia militar que hubo en Gijón, y al que habían matado junto a unos cuantos "fugaos" en el monte cuando la guerra.

Refiriéndose el policía a una Comandancia de la Guardia Civil en concreto, por el origen del policía, y por los datos aportados, aunque exiguos, el guardia llegó a una conclusión. "Tu abuelo se llamaba Laudelino", fue la respuesta, afirmando y no interrogando, del guardia civil que dejó ojiplático a su compañero del Cuerpo hermano de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Por increíble que parezca, el guardia había dado justo en el clavo.

Pensémoslo, cuántas veces en el universo pueden alinearse los astros para que un guardia civil y un policía nacional hablen de estas cosas. Qué probabilidad hay de que el guardia civil sepa de qué le están hablando, que aun en el improbable caso de que así fuera lo exprese, sin ambages, que ambos sintonicen inmediatamente, y que no haga falta nada más que esas apenas dos frases de conversación para que el guardia civil le diga un nombre concreto a su interlocutor, sin tener más información que esto. Y que esto ocurra en España, hecho que no es baladí, que todos sabemos cómo es España para estas cosas.

Laudelino. Laudelino Fernández León, del que ahora paso a relatar, el abuelo de nuestro policía nacional, creció en su breve vida marcado por los inicios de la industrialización de Asturias, por los excesos del patrón. Vivió activamente los sucesos de la Revolución asturiana de Octubre y conoció lo que eran los militares que ya en 1934 desataron modos del fascismo sobre sus gentes, los obreros asturianos de los que él formaba parte.

En julio de 1936, Laudelino fue designado para asistir a las llamadas escuelas de guerra, academias establecidas por la II República. Concretamente ingresó en la que operó en la localidad de Deva (Gijón) de donde salió con el grado de teniente, llegando posteriormente al de capitán. Siendo tras su formación inmediatamente incorporado a los frentes de guerra, combatiría en defensa de la legalidad republicana luchando en el batallón nº 272 y 274 del Ejército del Norte.

Laudelino estaba casado, con la abuela de nuestro policía nacional. A la abuela, Guadalupe, le cortaron el pelo, la sometieron a frecuentes y extendidos "interrogatorios", humillaciones, torturas, con el supuesto objetivo de obtener información

Cuando llega la caída del Frente, el 21 de octubre de 1937, Laudelino siguió combatiendo ocultándose en los montes de su zona natal, en el Concejo asturiano de Mieres. El tema de los guerrilleros se convirtió en una obsesión para el nuevo impuesto Régimen que se otorgó “legalidad” sin haber finalizado siquiera la contienda, ya incluso desde el propio lenguaje utilizado, donde a "los fugaos" les llamaban oficialmente terroristas, forajidos, bandoleros, bandidos, sublevados... (tiene aún más guasa esto último). De todo menos lo que realmente eran, combatientes, combatientes antifascistas.

Laudelino estaba casado, con la abuela de nuestro policía nacional. A la abuela, Guadalupe, le cortaron el pelo, la sometieron como a muchas otras a frecuentes y extendidos "interrogatorios", humillaciones, palizas, torturas, con el supuesto objetivo de obtener información sobre sus maridos y familiares, para que les delatara alguien, para presionarles a entregarse, para quebrar sus voluntades.

Tras dieciséis meses sorteando en los montes las batidas de los fascistas, y habiéndose movilizado más de 200 efectivos entre una Unidad del Ejército, la Guardia Civil y falangistas, Laudelino caía abatido en una zona denominada El Carrizal del monte Polio, muy cercano a sus orígenes y su familia, junto a diez de sus compañeros. El hecho, conocido como fue y es como "la matanza del Carrizal", ocurrido el 23 de febrero de 1939, se cree que fue la mayor matanza de guerrilleros en un solo golpe de toda la historia de la resistencia armada asturiana. Algo, este último extremo, que el Régimen vendió a bombo y platillo como ejemplo y un gran éxito.

Bajaron sus cuerpos sin vida a lomos de mulas hasta una localidad cercana y allí, al lado del cementerio, fueron arrojados a una fosa común.

Este es el hecho que detectó nuestro guardia civil al hablarle su compañero de la policía nacional de un familiar que había sido militar, que habían matado en el monte cuando la guerra. Y este es el hecho, y la historia, de lo que les he querido hacer partícipes a ustedes.

Por Laudelino y sus compañeros, por sus familias, por contribuir a devolverles su lugar y su honor, por Julio, el nieto policía nacional. Por la memoria. Por todos los combatientes por la legalidad, por los leales, por honrar el tesón y la determinación sin fisuras de estos hombres, porque en cualquier lugar que no sea España serían honrados como héroes. Porque el guardia civil también protagonista en estas líneas, miembro como es de la Asociación por la Memoria Militar Democrática, de aquellos militares y guardias civiles que en 2018 salieron al paso contra aquellos altos mandos militares de aquel Manifiesto de Respeto a Franco que presionaban contra la decisión parlamentaria de exhumar al dictador y amenazaban la Democracia y al pueblo, no vuelva a sentir la vergüenza que sintió hace también apenas unas decenas, treintenas de días cuando una exposición organizada por el propio Cuerpo al que pertenece abierta al público en la ciudad de León tildaba a los guerrilleros antifascistas de "sublevados". Ya no hablamos de 1939, sino de finales del año 2022.

Para concluir, decirles que el nombre de este artículo tampoco es casual. Es inspirado en un tema del cantante Víctor Manuel, también originario del mismo Concejo asturiano de los hechos descritos.

Laudelino Ino El Chispu y sus compañeros. Siempre guerrilleros, nunca bandoleros. 

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Unceta F. es miembro de la Asociación Memoria Militar Democrática

Les voy a contar una historia. No, ya empiezo mal. Les tengo, les quiero, contar una historia.

Soy consciente de que escribo en España y para españoles, y en España se perciben como raras y no se hacen nunca cosas que se homenajean y se sienten con orgullo si acaecen en otros países de nuestro entorno. También se percibirá raro y será cuestionada la veracidad del hecho que da pie y por el que se desarrollan estas líneas que les escribo para su conocimiento porque, aunque parte de un suceso real como la vida misma, sí que hay que admitir que es atípico pues su origen radica en una breve conversación sobre memoria histórica entre un guardia civil y un policía nacional. Y he aquí lo que he estimado como de muy alta importancia y que espero valoren como yo lo hago, todo añadido al, además, siempre sano ejercicio de hacer memoria, memoria democrática.

Publicado el
4 de enero de 2023 - 21:46 h
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