Calor Extremo: La Crisis que No Podemos Ignorar
El cambio climático ya es nuestra realidad diaria. El calor extremo, las olas de calor, los incendios, las sequías y las futuras inundaciones son fenómenos con los que estamos destinados a convivir durante décadas. Sin embargo, lo que resulta incomprensible es la falta de una acción coordinada y continua para adaptarnos a esta "nueva normalidad". Sabemos que sectores clave como el turismo, la agricultura, las ciudades, el transporte y la vivienda deben afrontar este desafío monumental. Pero, mientras tanto, la sociedad observa, atónita y frustrada, cómo las administraciones y empresas no responden con la urgencia y la proporción necesarias, mientras, literalmente, la gente muere, unas 175.000 personas mueren cada año en Europa por causas relacionadas con el calor según la división europea de la OMS, y este verano de 2024 ya van contabilizadas 1.700 personas en España por el Instituto de Salud Carlos III.
Los más contaminantes han sido y siguen siendo las clases más ricas y privilegiadas
En las ciudades, no se plantan suficientes árboles y, peor aún, se siguen talando. Las viviendas continúan sin el aislamiento adecuado, perpetuando la pobreza energética. No existen mapas detallados de las poblaciones más vulnerables, y brillan por su ausencia las hojas de ruta para ciudades, sectores productivos, recursos estratégicos e infraestructuras críticas. Mientras, descubrimos que los precios de la electricidad se disparan por la demanda en las olas de calor, haciendo cada vez más difícil que la gente pueda tener su vivienda con umbrales de temperatura adecuada. Es evidente que los mecanismos del mercado siguen sin funcionar y que es hora de plantear nuevos marcos teóricos y prácticos para poder encarar este enorme reto, pero, también a la hora de tomar decisiones, la ciudadanía es la que debe tomar el control. Y también es evidente que las sucesivas Conferencias de las Partes (COP) climáticas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y acuerdos internacionales —estamos a punto de ver cómo se presenta la COP29 en el próximo noviembre— aunque son imprescindibles, no están dando los frutos deseados; siguen aumentando las emisiones y las temperaturas, pero es evidente que las protestas mundiales, muchas veces de activistas en la calle, sí están logrando crear una opinión pública mucho más efectiva que las propias COP.
La inteligencia artificial nos puede ayudar a definir soluciones precisas a problemas concretos
Decisiones basadas en la ciencia
Uno de los temas clave es que las decisiones se basen en la mejor ciencia disponible. La ciencia nos puede ayudar mucho para determinar qué acciones y dónde deben hacerse. Por supuesto con sus modelos a escala de todo el mundo, o del seguimiento de las temperaturas planetarias con las previsiones meteorológicas, pero también con temas mucho más concretos a escala de ciudad o de barrio. Por ejemplo, para enfriar una ciudad es necesario que nos digan dónde se sitúan las islas de calor, dónde poner las zonas verdes, o las láminas de agua, o en qué zonas se deben utilizar pavimentos drenantes, fachadas verdes, etcétera. La inteligencia artificial nos puede ayudar a definir soluciones precisas a problemas concretos de las olas de calor y la contaminación, combinadas, en las ciudades. Un ejemplo en nuestro país es que el Barcelona Supercomputing Center (BSC) está liderando un proyecto innovador que utiliza inteligencia artificial (IA) para abordar la contaminación atmosférica y las olas de calor en las ciudades. Un equipo de científicos del BSC ha demostrado que la inteligencia artificial puede proporcionar información confiable sobre la probabilidad de exceder los límites legales de contaminación atmosférica en toda la ciudad; se ha demostrado una herramienta prospectiva de gran utilidad para los responsables de la administración local. Utilizan un método que combina datos del modelo CALIOPE-Urban (que predice la contaminación del aire con alta resolución) con observaciones de estaciones oficiales de calidad del aire y otros datos en abierto que proporciona la propia ciudad y su red de sensores.
La inteligencia colectiva y la ética
Ya hace unos años la economista Elinor Ostrom nos ayudó a clarificar que el clima es un bien común que a todos nos interesa proteger. En efecto, las emisiones globales del conjunto de la humanidad están originando el cambio climático y es urgente detenerlas porque afectan a este bien común y al presente y sobre todo el futuro de las condiciones de habitabilidad de amplias áreas geográficas del planeta.
Si preguntamos al conjunto de la sociedad, como se ha hecho recientemente, nos daremos cuenta de que la mayoría de la sociedad es partidaria de tomar decisiones más audaces y avanzadas sobre el cambio climático. El 80% de la población encuestada era partidaria de tomar estas acciones. La mayor encuesta de opinión pública independiente sobre el cambio climático, People’sClimate Vote (Voto Popular por el Clima) 2024, revela, efectivamente, que el 80 % de las personas (o cuatro de cada cinco) en todo el mundo quieren que sus gobiernos "tomen medidas más enérgicas para hacer frente a la crisis climática". Aún más, el 86% quiere que sus países "dejen de lado las diferencias geopolíticas y trabajen juntos frente al cambio climático". El nivel de consenso es especialmente sorprendente dado el contexto mundial actual de conflictos y nacionalismo en alza.
Sin embargo, vemos que estas decisiones y estas políticas no se toman, es una cuestión de ética, ya que vemos que los más afectados van a ser las clases más vulnerables, tanto por olas de calor, pobreza energética como en lo que se refiere a zonas de riesgo de inundación, precariedad y menor aislamiento en viviendas, y por otra parte que los más contaminantes han sido y siguen siendo las clases más ricas y privilegiadas. Otro tanto ocurre con los países donde el sur global está siendo afectado por el norte global que son los países más responsables del cambio climático con sus mayores emisiones. Es evidente que este apoyo no es opcional. Es inevitable e ineludible. Tanto en las propias sociedades como entre países. Es una cuestión de ética intra e intergeneracional. Y es claro que el calentamiento global no conoce fronteras, y que es una cuestión de supervivencia de todos juntos. En este aspecto la solidaridad tampoco es una opción: es el único camino a seguir. De esto trata precisamente la transición justa, una transición verde, energética, sostenible que no deje a nadie atrás.
El poder popular
Los diferentes mecanismos que se podrían y se deben implementar para solucionar esta diferencia entre lo que la sociedad demanda y los ecosistemas y la salud que proporcionan necesitan, y que los decisores políticos y grandes empresas se empeñan en retrasar, pensadores como Noam Chomsky o Naomi Klein, que nos aportan pistas más que interesantes. Por ejemplo, el caso del título del último libro de Noam Chomsky, Autoridad ilegítima (Altamarea, 2024). El famoso lingüista y pensador social centra sus palabras en la poca ambición de la política institucional ante tamaño reto ambiental: «la supervivencia de la humanidad pasa por un nuevo pacto verde». Centrado en la necesidad de una acción política firme y determinante, Chomsky asegura que, «aunque sabemos lo que debe y puede hacerse, la distancia entre la voluntad de emprender la tarea y la gravedad de la crisis que se avecina es grande, y no queda mucho tiempo para remediar este profundo mal de la cultura intelectual y moral contemporánea». También señala que «no podemos tener fe en las estructuras de poder y en lo que harán, a menos que presione con fuerza un público informado que prefiera la supervivencia al beneficio a corto plazo de los ‘amos del universo’».
Uno de los últimos libros de Naomi Klein publicados en España, Cómo cambiamos todo. Una guía esencial para proteger el planeta (Ed. Planeta, 2021), nos habla también de la ingente labor que tenemos que afrontar colectivamente. El libro nos presenta movimientos en todo el mundo que luchan no solo contra los efectos del cambio climático, sino también por la justicia climática y un futuro habitable y equitativo para todos. Este momento de crisis también puede ser una oportunidad para el cambio. “¿Estás preparado para cambiarlo todo?” nos inquiere Naomi Klein, sin dejar a nadie atrás.
Algunas medidas que se deberían realizar en España son las siguientes: Formar a los decisores políticos a todos los niveles, estatal, regional y local en cambio climático y transición con justicia climática. Una experiencia pionera es Mandato por el Clima, un conjunto de sesiones formativas impartidas en el parlamento español por científicos y expertos de nivel mundial, autores del IPCC, miembros académicos e investigadores del CSIC, el BSC y otras instituciones científicas de gran prestigio y rigor. Mandato por el Clima es una iniciativa impulsada por el Observatorio de Sostenibilidad, GLOBE International y Oxfam Intermón.
Las generaciones futuras, obviamente, no están representadas, no consumen, no votan
Impulsar un Parlamento Ciudadano Climático como señalaban la directora de Greenpeace España Eva Saldaña y Fernando Prieto —uno de los autores de este artículo— en una tribuna pública reciente, esto es: “Un parlamento ciudadano climático es una asamblea ciudadana continua, compuesta por miembros seleccionados por sorteo representativo y dotados de un mandato de un año. La asamblea contaría con el asesoramiento de un consejo climático, instalado también de manera permanente, con miembros de la sociedad civil cualificados a largo plazo: representantes de asociaciones medioambientales, actores sociales y sindicales, actores económicos y expertos y expertas académicos independientes”.
Crear el marco jurídico para el Defensor de las generaciones futuras, tal y como han reclamado el ex director de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza y el doctor ingeniero agrónomo en genética José Esquinas, directivo de la FAO por 30 años, que dice: “El medioambiente sí tiene rostro humano: el de nuestros hijos y nuestros nietos, con nuestros apellidos y genes, a expensas del futuro que queramos dejarles. Es preciso desarrollar un marco de justicia intergeneracional que integre los Derechos de las Generaciones Futuras sobre los recursos naturales del planeta, con el fin de asegurar su capacidad de supervivencia y de mantener sus opciones para afrontar un futuro incierto e impredecible. Las generaciones futuras, obviamente, no están representadas, no consumen, no votan. Es necesaria la creación de un Defensor de las Generaciones Futuras que se incluya en nuestros órganos representativos”.
Para finalizar, y también parafraseando a Chomsky, «existe una comprensión generalizada de las medidas que pueden tomarse de forma realista para evitar el desastre inminente y avanzar hacia un mundo mucho mejor». Vamos a hacerlas.
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Fernando Prieto es director del Observatorio de Sostenibilidad (OS). El OS es un think tank experto en métricas de sostenibilidad, independiente e imparcialen temas de descarbonización, adaptación, grandes emisores, economía circular, ciudades sostenibles, etc.
Alejandro Sacristán, periodista de divulgación tecnocientífica y prospectiva.