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La exhibición de lo íntimo en las campañas electorales: un 'défilé' carnavalesco

El último tramo de la campaña electoral de las recientes elecciones francesas ha vuelto a poner de manifiesto la aparente obsesión que desde hace ya tiempo tienen los representantes políticos de convertirse en carnaza de meme debido a una mala o bien acertada elección del outfit, pose y accesorios varios. Esta vez le ha tocado a Emmanuel Macron, alias Lobezno, pero recordarán el ridículo protagonizado por la plana mayor de Vox hace solo unos meses en las elecciones de Castilla y León. Aquello dio para comparaciones cinematográficas que iban desde la célebre película La escopeta nacional hasta la serie protagonizada por una familia de gánsteres, Peaky Blinders, siendo definidos por otros políticos como “la España que se disfraza”.

Disfrazarse, que si nos remitimos a su raíz etimológica está relacionado con los verbos disimular y encubrir, no es ninguna novedad en el seno de los partidos y líderes políticos. Se trata de una estrategia que, como explica el semiólogo Pierluigi Cervelli (2018), en Italia inauguraron la Lega Nord y su líder Umberto Bossi ya en 1992, cuando llegaron al Parlamento, y que consiste en “hacer hablar al cuerpo” para que produzca sentido. El objetivo último, como explica Landowski (2007), radica en difuminar la distancia entre líder y electorado hasta el punto de lograr un efecto de proximidad inmediata. Esto, prosigue Cervelli, lo logra la Lega constituyendo a su partido como un “cuerpo colectivo”, donde se genera el efecto de desaparición de las figuras de representantes y representados para mimetizarse en una aparente comunión de ambos polos. 

Esta estrategia, consistente en producir sentido a través de la vestimenta y otras técnicas del cuerpo, irrumpió en España con la llegada de Podemos en 2014, cuando algunos de sus miembros más destacados llevaban piercing, rastas y acudían a mítines, programas de televisión y, más tarde, al Congreso con la camisa arremangada (cuando se la ponían) y sin corbata, tal vez queriendo establecer una analogía con el estilo irreverente de Las Sinsombrero. Pues bien, si echa el lector la vista atrás recordará esas primeras campañas de Podemos mucho más “transversales”, en las que su líder, Pablo Iglesias, afirmaba comprarse la ropa “en los supermercados normales, en el Alcampo”, ahí donde supondría que la compra la gente, los de abajo, con quienes pretendía identificarse hasta llegar a unirse en un mismo cuerpo colectivo. Sin embargo, su estética y su electorado se fueron transformando hasta presentarse a El debate decisivo de las elecciones de abril de 2019 con un jersey de la marca 198, que se declara republicana y de izquierdas.  

Por su parte, Íñigo Errejón, en su larga campaña de ese mismo año, vistió, además de la famosa Harrington —prenda cool por excelencia que fue apropiada desde por los mods hasta por los movimientos obreros de ambos extremos políticos—, una parka de Ecoalf, marca reconocida por su compromiso medioambiental, tema capital para el partido político de Errejón. Una firma tan transversal —salvo por su precio, todo sea dicho—, que también la viste la nieta del rey emérito, Victoria Federica de Marichalar y Borbón, asidua a los toros y a las fiestas de Vox

Ahora bien, esta estrategia comunicativa no se sirve únicamente de la ropa y otros accesorios, sino incluso de la ausencia de ella, a través de una puesta en escena exhibicionista y descarada del propio cuerpo. En este sentido, recuerda Cervelli cómo la imagen de Bossi en televisión con una camiseta de tirantes —que fue contrapuesta a la del líder de Democracia Cristiana, Aldo Moro, que aparecía retratado en la playa con traje, corbata y zapatos— supuso una completa ruptura con la manera discreta y comedida de vestir que tenían los políticos italianos desde la fundación de la República. Se pasó así de una forma rígidamente codificada de mostrar el cuerpo a una aparente y total ausencia de dress code.

Volviendo a los actuales líderes políticos, el presidente ruso Vladímir Putin, de lamentable actualidad, también nos deleitó con todo un book de fotografías a torso desnudo, ya fuese domando a un caballo, procurando la cena con una caña de pescar o tomando el sol recostado en una silla con las piernas bien abiertas.

Si bien estas formas de comunicar han sido tachadas de técnicas 'populistas' por su intento de identificación con el pueblo y porque así eran catalogados los primeros líderes en utilizarlas, pronto fueron imitadas por políticos de toda ideología y partidos

Pero, si bien estas formas de comunicar han sido tachadas de técnicas 'populistas' por su intento de identificación con el pueblo y porque así eran catalogados los primeros líderes en utilizarlas, pronto fueron imitadas por políticos de toda ideología y partidos, incluidos aquellos que se manifestaban más fervientemente contra la deriva populista. Así, en España, la visibilización del cuerpo llegó a su máxima expresión en la campaña para las elecciones catalanas del año 2006, con la presentación del cartel electoral de Ciutadans, en la que aparecía su candidato, Albert Rivera, completamente desnudo junto al lema “solo nos importan las personas”. La imagen parecía querer resaltar la transparencia de la que hacían gala frente a la reciente corrupción política que había escandalizado a la ciudadanía catalana, la falta de complejos que les enorgullecía frente a los nacionalistas, así como la novedad que suponían, eran un partido nuevo, y lo hacían presentándose al electorado como nacemos todos, desnudos y puros. 

El reelegido presidente de Francia, Emmanuel Macron, acusado en repetidas ocasiones de tener un perfil tecnócrata, distante y profesoral, también parece haber sucumbido a este juego, pues fue retratado por su fotógrafa personal, primero con sudadera y sin afeitar y después con la camisa desabrochada recostado en un sofá de piel, en la que parece una escena que pertenece claramente a la esfera privada. 

En definitiva, nuestros representantes políticos, incluso aquellos que abanderan la sobriedad y el antipopulismo, parecen no saber escapar de esta vertiginosa espiral, promovida por las técnicas y herramientas de las redes sociales, que lleva a una constante y cada vez más acentuada disolución de las barreras entre lo público, lo privado y lo íntimo. La efectividad de esta estrategia ha quedado patente que es escasa, pues opaca los grandes dilemas y los asuntos públicos de interés para la ciudadanía. Pero los ciudadanos, en tanto que destinatarios consumidores y también prosumidores de esas imágenes e informaciones, somos corresponsables de su difusión. Veremos con qué ropaje nos sorprenden los candidatos a las próximas elecciones andaluzas.

 

Algunas lecturas sugeridas:

-       Cervelli, P. (2018): La comunicazione politica populista : corpo, linguaggio e pratiche di interazione, Actes Sémiotiques, n° 121.

-       Serra, M. y González, R. (2020): Ciudadanos: el mito de la neutralidad, Actes Sémiotiques, n° 123.

El último tramo de la campaña electoral de las recientes elecciones francesas ha vuelto a poner de manifiesto la aparente obsesión que desde hace ya tiempo tienen los representantes políticos de convertirse en carnaza de meme debido a una mala o bien acertada elección del outfit, pose y accesorios varios. Esta vez le ha tocado a Emmanuel Macron, alias Lobezno, pero recordarán el ridículo protagonizado por la plana mayor de Vox hace solo unos meses en las elecciones de Castilla y León. Aquello dio para comparaciones cinematográficas que iban desde la célebre película La escopeta nacional hasta la serie protagonizada por una familia de gánsteres, Peaky Blinders, siendo definidos por otros políticos como “la España que se disfraza”.

Publicado el
26 de abril de 2022 - 21:39 h
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