¿Borbonea Felipe VI?

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Si alguno de los consejeros de Felipe VI tuviera dos dedos de frente y le quisiera de verdad, le rogaría de rodillas una rectificación de su proceder. Le recordaría lo que les ocurrió a su tío Constantino y su bisabuelo Alfonso por meterse en política, y le recomendaría que siguiera, en cambio, el ejemplo de exquisita neutralidad de su también pariente Isabel II. A ella nada ni nadie le saca de su papel ornamental. Ni tan siquiera el referéndum de Escocia.

Pero los consejeros de Felipe VI participan del tremendismo de derechas que infecta España. El que, por ejemplo, auguraba el fin de la continuidad en Barcelona del Mobile World Congress por el hecho de que Ada Colau no asistiera al besamanos al monarca. Pues bien, el Mobile World Congress valoró su edición 2018 como “una de las más exitosas” y tan solo lamentó que hubiera hecho “mal tiempo”.

Al negocio internacional de la telefonía móvil le importa un carajo si tal o cual rinde o no pleitesía (ahora se emplea el eufemismo de “respeto institucional”) al Borbón. Eso solo obsesiona a nuestros políticos y periodistas cortesanos. Los del Mobile se mueven por las compraventas, los buenos hoteles y restaurantes, el clima agradable y, en no pocos casos, el sexo fácil. El asunto es así, no lo he inventado yo.

Las gentes de ese y otros negocios, al igual que los turistas, no desean, por supuesto, disturbios, atentados y catástrofes. Eso les ahuyenta, pero no la politiquería local. Que no les engañen: si el conflicto de Cataluña inquietó durante un momento a las opiniones públicas del extranjero fue por las imágenes de violencia policial del pasado 1 de octubre que pudieron ver en sus telediarios.

Los cortesanos se han extrañado por ese reciente editorial del Times de Londres que recomienda a Felipe VI y Mariano Rajoy que dejen de perseguir a los independentistas catalanes y dialoguen con ellos. No tienen ni idea de que Reino Unido es una democracia vieja, inteligente y liberal, regida, incluso en un medio conservador como el Times, por ese common sense que permitió la celebración del referéndum escocés. Por cierto, tiene bemoles que el diario londinense dijera lo que no es capaz de decir ningún diario impreso español. Dice mucho sobre la mediocridad y el servilismo aquí imperantes.

Lo que aquí tenemos es una intensa propaganda, que, indudablemente, formatea muchas opiniones. Es la que aplaudió a rabiar la intervención agresiva y partidista sobre el conflicto catalán de Felipe VI del pasado 3 de octubre. ¿No hubo nadie en Zarzuela, Moncloa o Ferraz que tuviera el valor de decirle al monarca que lo mejor era callarse como Isabel II en el caso escocés, o, en todo caso, adoptar un tono moderado y arbitral, hacer un llamamiento genérico al diálogo, la negociación y el acuerdo en el marco de la legislación vigente?

No lo hubo, bien lo sabemos. Rajoy, Sánchez, Rivera y compañía ensalzaron a Felipe VI como supremo defensor del orden constitucional. Vinieron a decir que su intervención televisiva del 3 de octubre igualó a la de su padre en la noche del 23-F. Tal comparación era un colosal disparate: el 23-F hubo un Congreso secuestrado por hombres armados, hubo disparos en ese Congreso y hubo tanques en las calles de Valencia.

Felipe VI se lo ha creído, le ha soltado a Colau que su papel es defender la Constitución y se ha metido en otro charco. Lo ha dejado muy fácil a los que estos días recuerdan que solo ha irrumpido de modo extraordinario en el prime time televisivo de los españoles cuando los independentistas catalanes han puesto en cuestión su mamandurria.

Las redes sociales se han llenado de comentarios al respecto. ¿Acaso se le ha visto pedir pista para defender el artículo 50 de la Constitución que establece el derecho de los mayores a cobrar pensiones dignas y actualizadas? ¿O el derecho al trabajo de los parados? ¿O el derecho a la vivienda de los desahuciados? ¿O el derecho a la libertad de expresión de las víctimas de la Ley Mordaza?

No se sabe cuántos españoles son republicanos, jamás se les ha permitido elegir explícitamente en referéndum entre una y otra forma de Estado. Como le confesó Suárez a Victoria Prego, no se hizo durante en la Transición porque cabía la posibilidad de que perdieran los monárquicos. Así que el tema se metió en un paquete. ¿Quieres democracia? Pues vota sí a este texto. Es todo o nada.

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En todo caso, la mayoría de los republicanos hemos demostrado que estamos dispuestos a soportar un monarca si nos sale barato, es discreto y no mete a España en más líos. Felipe VI no nos sale demasiado barato: es posible que un presidente de la República a la alemana nos costara menos. Felipe VI no es discreto: ¿a qué vino el vídeo del almuerzo familiar y el paseíto en coche con la que está cayendo? Felipe VI tampoco parece servir para eso que decían tanto los socialistas sobre “el papel de la corona como elemento integrador de los pueblos de España”: miren la que se ha liado en Cataluña durante su reinado.

Empieza a decirse que Felipe VI no es tan simpático como su padre, que parece más soberbio y más de derechas que Juan Carlos, que menuda mirada le dirigió a Roger Torrent en la cena del Mobile…  Esto es lo malo que tiene meterse en política, pensarán en algunas casas reales europeas. A ti no te ha votado nadie, querido Felipe. Respeta a todos los contribuyentes que pagan tu sueldo, tus gastos y los de tu familia. Sonríe y calla. No borbonees.

 

Si alguno de los consejeros de Felipe VI tuviera dos dedos de frente y le quisiera de verdad, le rogaría de rodillas una rectificación de su proceder. Le recordaría lo que les ocurrió a su tío Constantino y su bisabuelo Alfonso por meterse en política, y le recomendaría que siguiera, en cambio, el ejemplo de exquisita neutralidad de su también pariente Isabel II. A ella nada ni nadie le saca de su papel ornamental. Ni tan siquiera el referéndum de Escocia.

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