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Cataluña: golpe de Estado atípico
Hans Kelsen define el golpe de estado como “la modificación ilegítima de la constitución, o su reemplazo por otra, no efectuada conforme a las disposiciones constitucionales”. Desde el punto de vista jurídico es indiferente que para llevar a cabo esa modificación o reemplazo constitucional se utilice la fuerza o no. Por tanto, de acuerdo con la teoría pura del Derecho kelseniana, lo que proyecta la Generalitat el 1 de octubre es un golpe de estado en toda regla.
Son características inherentes a todos los golpes de estado, la acción sorpresiva de los golpistas y la reacción inmediata de las víctimas del golpe para impedir su triunfo.
Así tenemos por ejemplo que el 18 de julio de 1936 en Sevilla, el general Queipo de Llano y el coronel Cuesta Monereo, actuaron de forma clandestina para sorprender a los militares fieles a la República e impedir que estos tomaran medidas preventivas para impedir el golpe.
Tal fue la sorpresa con la que actuó Queipo el 18 de julio, que visitando el Regimiento de Infantería interceptó al capitán Carlos Fernández de Córdoba Vicéns, ferviente defensor de la República, y le preguntó a bocajarro si se mantenía fiel al Gobierno o se unía a ellos. Carlos Fernández de Córdoba tuvo sólo un segundo de tiempo para decantarse por un bando u otro; casi inconscientemente afirmó con rotundidad fingida que se sublevaba. En esta súbita decisión posiblemente influyó que sus superiores republicanos, incluido el jefe del Regimiento, coronel Manuel Allanegui Lusarreta, habían sido previamente detenidos por los golpistas.
Según testimonio de Fernández de Córdoba al coronel Luis Otero, de la UMD, fue Queipo y no el coronel Cuesta Monereo, como sostienen algunos historiadores, el que le ordenó que cogiese varios vehículos y pasease por el centro de Sevilla a algunos moros para aparentar que los sublevados disponían de numerosas tropas, naciendo así la falsa leyenda franquista de que Queipo tomó Sevilla mediante esta hábil estratagema, cuando la realidad es que los sevillanos opusieron una feroz resistencia a los facciosos.
Con la leyenda de las tropas moras paseando por Sevilla, Fernández de Córdoba, ferviente republicano, se convirtió en un héroe franquista y al final de su carrera ascendió a general, gracias a que durante cuarenta años ocultó sus ideas republicanas incluso a su propia mujer. En las primeras elecciones de 1977 salió del armario y votó al Partido Comunista.
El golpe de estado que prepara la Generalitat es un golpe atípico porque se va a producir sin el efecto sorpresa. Todos los funcionarios van a tener tiempo de meditar cual va a ser su decisión el día del golpe. En Cataluña no se van a producir casos como el de Fernández de Córdoba al que sólo le concedieron un instante para decidir el bando, y se equivocó, aunque con ello salvó la vida.
Lo que no se ajusta a los cánones es que en el golpe de estado planeado por la Generalitat, los defensores de la legalidad no toman medidas para impedirlo, se limitan a decir que el Estado actuará con proporcionalidad, dejando así la iniciativa a los golpistas, contrariando de este modo los más elementales principios contenidos en todos los manuales sobre golpes de estado.
Si el Gobierno de la República hubiese sabido con semanas de antelación lo que Queipo de Llano y los otros generales planeaban hacer el 18 de julio de 1936, hubiesen tomado medidas para evitar que se produjera el golpe.
Situándonos en el año 2017, no se entiende que el Gobierno, sabiendo que el 1 de octubre se prepara un golpe de estado, no lo haya impedido ya. La pasividad del Gobierno llega hasta tal extremo que no actúa cuando un mozo de escuadra, policía judicial, declara impunemente a los medios de comunicación que el 1 de octubre no obedecerá a ningún juez que le ordene retirar las urnas.
La atipicidad del golpe de estado anunciado por la Generalitat tampoco va a permitir que se den hechos como los sucedidos en Portugal el 25 de noviembre de 1975.
En aquella ocasión había dos bandos, por un lado estaba el Grupo de los Nueve apoyados por el Partido Socialista portugués y la derecha; del otro lado estaban los gonçalvistas y los militares de Otelo, apoyados por el Partido Comunista Portugués y otros partidos de izquierda.
El 25 de noviembre de 1975 el comandante del Forte de Almada, situado frente a Lisboa, era el entrañable capitán de abril, Rosado da Luz, alineado con los grupos de izquierda. Ese día, el capitán Rosado da Luz se vio sorprendido por una manifestación de unos 10.000 obreros, convocada a las puertas del Forte de Almada, que le exigían enérgicamente que les entregara armas para defender la revolución.
Rosado da Luz, consciente de que un ejército incontrolado de 10.000 personas armadas circulando por Lisboa podía provocar una guerra civil, se negó en rotundo a entregarles las armas.
Terminado el golpe, los vencedores, encabezados por el General Eanes, detuvieron a todos los militares gonçalvistas y de extrema izquierda, excepto al capitán Rosado da Luz, en agradecimiento por no haber armado a los 10.000 obreros.
Rosado da Luz, molesto porque todos sus compañeros estaban en la cárcel menos él, pidió al comandante de la Región Militar de Lisboa, Vasco Lourenço que lo metiera en la cárcel junto a sus compañeros, a lo que nuestro querido Vasco accedió.
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Ahora, Vasco Lourenço preside la Asociación 25 de abril de la que es socio Rosado da Luz y el resto de militares situados a la izquierda del Partido Socialista. Ambos bandos aceptaron el resultado del golpe de estado del 25 de noviembre de 1975 y se han reconciliado.
La reconciliación entre los dos bandos que van a participar en el golpe del 1 de octubre no se va a dar porque si triunfa el Gobierno y no se celebra el referéndum, los separatistas seguirán intentando dar otros golpes de estado. Si por el contrario triunfan ellos y consiguen proclamar la independencia unilateral, conformarían un estado expansionista que pondría en cuestión todas sus fronteras terrestres, marítimas y aéreas, incluidas las del Sur de Francia y las del Noroeste de Cerdeña, agravando aún más el actual conflicto e internacionalizándolo.
Parece que la solución más razonable y menos traumática del conflicto es que los separatistas respeten el derecho nacional e internacional y se pongan de acuerdo con el resto de fuerzas del Estado para desalojar del poder a los herederos del franquismo, requisito indispensable para poder celebrar un referéndum legal con todas las garantías democráticas. Si es que es eso lo que verdaderamente pretenden.