La importancia de las encuestas
Un vicio muy asentado de las izquierdas españolas es despreciar la demoscopia. Como hay tanto intérprete de la subjetividad popular, piensan que no necesitan la investigación sociológica –Podemos echará de menos a Bescansa, créanme– y se suele lapidar a quienes se acusa de adaptar su discurso en función de las encuestas.
La vertiente marxista más tosca, por ejemplo, no necesita conocer la composición de los sentires populares porque considera que la población vive alienada y lo que hace falta es sacarle de su engaño corriendo el velo de la cruda realidad. Explicarles una vez más lo que se lleva explicando más de un siglo (se confunde alienación con ignorancia). Qué más da lo que crean, no entienden nada, tomaron la píldora azul en vez de la roja. Además, las encuestas mienten porque las manipula el poder, no hay que creerlas. Hay que insistir en el discurso de las últimas décadas, un poquito más.
Por su parte, la vertiente social-liberal, a menudo desatiende la opinión pública porque prioriza la opinión publicada, tiende a confundirlas, se conforma con no desentonar demasiado en titulares (ahora tampoco en redes) obviando el hundimiento de su credibilidad junto a la de la prensa. Es lo que le ocurrió al PSOE de Zapatero, conforme se iba apartando de sus promesas. Y lo que le pasará al de Pedro Sánchez, si sigue apartándose de las suyas.
Sin embargo, la ciencia estadística y la investigación sociológica y etnográfica, con todos sus dilemas y limitaciones, son necesarias para hacer política. Más aún, son imprescindibles para el funcionamiento democrático de un país, como espejo en que se pueda mirar la ciudadanía. No entendimos la dimensión y profundidad del Movimiento 15M -aquella ola global iniciada en una acampada por la que ahora piden 74 años de prisión- hasta que supimos que contábamos con el apoyo del 82% de la población y el CIS confirmó que el sistema bipartidista se estaba desplomando. Por mucho que duela a los apóstoles de la postmodernidad, sin encuestas, nos quedaría solo la guerra de intuiciones.
Los ricos siempre han tenido dinero para pagar mejores estudios y diseñar campañas muy eficaces al margen de todo principio moral, como se puede ver con sorprendente detalle en el imprescindible documental Our Brand is Crisis (Rachel Boynton, 2005). Las causas pobres, en cambio, tienen menos opciones: deben acertar con su intuición, como ocurrió en las europeas de 2014 y las municipales de 2015, y conformarse con estudios artesanales low cost, generalmente realizados en colaboración con personal universitario. O bien acostumbrarse a sobrevivir en minoría reafirmando sus principios: enunciarlos una y otra vez independientemente de la opinión pública, sin preocuparse por anticipar y conectar con los cambios en la subjetividad de su pueblo.
La importancia del CIS
Y claro, también deben analizar en profundidad los barómetros que publica el Centro de Investigaciones Sociológicas, ese que no depende económicamente de ningún medio de comunicación, el público, el de todos. El CIS realiza la mayor de las encuestas periódicas y distribuye gratuitamente los microdatos en su web a cientos de miles de investigadores, permitiendo aplicar diversos modelos estadísticos para detectar cómo cambia la opinión de los españoles, qué temas preocupan cada vez más, cuáles se olvidan, cómo se posicionan ante asuntos clave, si estamos más divididos y polarizados, cómo percibimos nuestra sociedad, etc. Información necesaria tanto para gobernar como para hacer una oposición responsable o para ofrecer información, ahora que está de moda el periodismo de datos. El CIS es el recurso de los partidos, periodistas e investigadores pobres, la encuesta de todos, un bien público que debemos defender a toda costa.
Por mucho que dependa directamente del Ministerio de la Presidencia, el hecho de que funcione sujeto a leyes rigurosas, con una muestra amplia y de calidad, con bastante transparencia, y empleando a una enorme maquinaria de técnicos de todo el Estado, desde el diseño de formulario hasta la entrevista personal a domicilio (única en España), le confiere una inercia bastante resistente a manipulaciones, en contra de lo que afirman las visiones más conspiranoicas. La prueba es el escándalo que se ha formado con la arbitrariedad evidente de sus últimos informes.
La importancia de Tezanos
Todo empezó cuando Pedro Sánchez nombró presidente del CIS a un miembro de su ejecutiva, José Felix Tezanos. Se supone que debe ser un organismo autónomo e independiente (como por ejemplo, ejem, RTVE) por lo que elegir al secretario de Programa de su partido causó un gran revuelo. Muchos pensamos que, al tener tamaña sombra de sospecha, sería especialmente escrupuloso e independiente en su labor, como lo fue en su día Belén Barreiro, por ejemplo (y le costó el cese, a manos de María Teresa Fernández de la Vega). Nos equivocamos. Desde el primer informe, la sorpresa ha ido in crescendo, hasta el punto de preocuparnos no ya por los barómetros electorales, que son disparatados, sino por la reputación de una institución pública e imprescindible.
Tezanos ha sido trending topic ya muchas veces, cuando lo mejor que le puede pasar a alguien en su posición es pasar desapercibido y que se note su ausencia el día de mañana, no su presencia el día de hoy. Su primer CIS, del pasado mes de julio, fue el primero sin estimaciones razonables de voto, ofreciendo como resultado prácticamente la intención directa de voto (IDV) "en bruto". Cualquier aficionado sabe que eso no puede funcionar, que por algo se aplican factores correctores de demostrada eficacia, pero el resultado casualmente beneficiaba mucho al PSOE.
Tal fue el escándalo que Tezanos tuvo que dar explicaciones y entrevistas defendiendo lo indefendible, que no hace falta corregir ningún sesgo en la muestra. "El nuevo método no pretende acertar, no somos adivinos (…) El único modelo es tomar exactamente lo que dice el ciudadano", afirmaba en una entrevista a El País. Cuesta creerlo. No dejan de sorprenderme las ruedas de molino con que los aparatos de partido obligan a comulgar a sus expertos. Lo hemos visto en todos ellos (y hasta lo hemos sufrido). Pero salir como presidente del CIS a decir que no hace falta ponderar por recuerdo de voto y otras variables, es una rueda tan enorme que lastrará para siempre la reputación del pobre Tezanos como sociólogo. Todos los estudios serios en todos los países hacen "cocina". Por ejemplo, si alguien declara que se abstuvo en las últimas elecciones pero en estas quiere votar al Partido A, la probabilidad de que finalmente su intención de voto se convierta en voto real es menor que si no se abstuvo. La estimación de voto debe tener esto en cuenta. En cambio, para Tezanos, la cocina "supone transformar un alimento que está en el estado de la naturaleza y tú lo cambias por otra cosa". A ver cómo les explico yo ahora a mis alumnos que la cocina es necesaria y no necesariamente implica manipulación.
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A la vuelta del verano, el CIS siguió insistiendo en no hacer ponderación por recuerdo de voto como es habitual, distanciándose formidablemente de lo que dicen todas las demás encuestas, siendo objeto de burla de los expertos, señalando a quienes disimulan mirando para otro lado, y beneficiando enormemente al partido de gobierno. Le daba 11 puntos de ventaja, mientras el promedio de encuestas le da entre 2 y 3. La que más (Metroscopia) le daría 5 puntos de ventaja, menos de la mitad que el CIS, comentaba el experto Kiko Llaneras, que califica el nuevo método de "no homologable". Narciso Michavila, presidente de GAD3, una de las casas que más ha acertado en los últimos años, denunciaba que dar el voto en crudo "es la mayor de las manipulaciones", y explicaba como Tezanos sabe que su método no es fiable “prueba de ello es que no estima el voto en blanco, que con su fórmula sería de 5,8%" (raro es que este voto supere el 2% en España). Lo grave de este método es que rompe las series históricas e impedirá ciertos estudios de ciclo largo.
Tan obtusa era esta obstinación, que finalmente Tezanos ha tenido que desdecirse. Después de prometer que aplicaría el mismo método en Andalucía, los resultados publicados este miércoles finamente incluyeron algo de cocina, aunque sea extraña. ¿Por qué? Porque las elecciones son en dos semanas, y de haber aplicado el mismo "método" nacional, habrían dado al PSOE más del 42%, y el choque con la realidad se notaría enseguida. Así que han aplicado factores correctores y rebaja al 37,4%.
Queda la incógnita de saber cómo se harán los próximos barómetros nacionales, ¿se seguirá insistiendo un tiempo más en el insólito método que favorece al Gobierno? ¿O se comenzarán a aplicar sistemas habituales para favorecer la reputación de una institución que nos pertenece a todos?
La importancia de las encuestas