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Nuestra infancia tuvo menos sobresaltos

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Creo que a toda una generación estos años los van a marcar para siempre. Va a ser inevitable. Están aprendiendo a golpe de imprevistos, absolutamente extraordinarios, que somos vulnerables y que el camino que nos empeñamos en trazar una y otra vez se puede torcer en un segundo. Lo que ellos están viviendo, admitámoslo, a nosotros no nos tocó. Nuestra infancia tuvo menos sobresaltos.

La tarde del domingo no hubo partido de rugby ni serie que pudiera competir con la imagen hipnótica del volcán de La Palma. En casa estuvimos pegados al televisor, viendo cómo primero una nube negra aparecía en la cumbre de la montaña y, después, cómo esa lava roja salía por las bocas del volcán y empezaba a descender ladera abajo. De noche, la imagen era mucho más impactante, te hacías una idea del peligro, de la catástrofe que estaba suponiendo para esa parte de la isla, que el volcán se hubiese reactivado. Y repetíamos una frase que, en los últimos meses, hemos dicho una y otra vez: “¡Esto es increíble!”.

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Los días han ido pasando y el volcán no ha dejado ni un solo minuto de expulsar lava. Cuando escribo esto, de hecho, su llama ha crecido. Y aun así, aunque la imagen apenas haya cambiado, seguimos pegados, viendo el desastre que está suponiendo para muchos de los que vivían hasta el domingo en esa pedanía.

“Mamá, si tuviésemos 15 minutos para coger lo imprescindible de casa, ¿vosotros qué cogeríais?” La pregunta me la hizo mi hijo anoche, viendo las imágenes que llegaban desde La Palma, de los vecinos de Todoque, desesperados, empaquetando a toda prisa sus pertenencias. Dudé, pensé en la angustia de saber que entras por última vez en lo que ha sido tu hogar y que tienes que elegir qué es o no importante para ti. Qué quieres salvar del desastre, a qué te quieres agarrar cuando ves que toda tu vida está a punto de desaparecer. Pensé que no había nada material que me llevaría, que lo que tengo son recuerdos y eso no hay lava que lo sepulte. Pero mi hijo seguía esperando una respuesta y pensé en que, para esos vecinos, lo importante era proteger a los suyos. Un padre decía que entraba sobre todo a por ropa y colchones: llevaban varias noches durmiendo mal, tiene dos hijas pequeñas. Y pensé que, efectivamente, en esa situación, la supervivencia es lo primero. Y a eso me agarré: “vuestra ropa, colchones y las fotos...” “¿Nada más?”. Eché un vistazo rápido por la cocina y lo que se ve del salón y pensé que lo importante no era lo que veía, sino los recuerdos que, en ese sofá, en esa mesa, habíamos construido. “No, nada más, la documentación importante y ya”. Hace muy pocos meses, esas casas fueron el refugio de muchas familias durante la pandemia. Durante 3 meses esas paredes fueron todo su mundo y, ahora, ese mundo construido bajo el confinamiento va a desaparecer bajo la lava de un nuevo volcán. Una madre contaba que a su hijo le preocupaba el material escolar que habían comprado hace sólo unos días: sus cuadernos, su estuche… Hace sólo unos días habían preparado con ilusión su vuelta al cole, su mochila para el curso y eso, ahora, con la lava en las puertas de su casa, se quedaba tirado. Pero cuando tu casa está a punto de desaparecer para siempre, ¿qué es lo importante?

El impacto psicológico para esos menores será enorme, por lo que pierden, pero también por ver a sus padres, a sus abuelos, a su familia, desesperada intentando reconstruir lo que quede tras el volcán. 10.000 familias de la isla viven del plátano y buena parte de las plantaciones podrían quedar sepultadas bajo la lava. Hay cerca de 400 casas que han desaparecido. Y las que queden en pie, estarán rodeadas de devastación. Volver a vivir allí será muy complicado: tardarán semanas antes de que los gases desaparezcan, semanas para que el ambiente pueda volver a ser seguro, pero ni cuando eso ocurra lograrán recuperar la normalidad. Las casas que se queden en pie serán pequeños supervivientes de un desastre que va a cambiar para siempre la vida en esa parte de la isla.

Creo que a toda una generación estos años los van a marcar para siempre. Va a ser inevitable. Están aprendiendo a golpe de imprevistos, absolutamente extraordinarios, que somos vulnerables y que el camino que nos empeñamos en trazar una y otra vez se puede torcer en un segundo. Lo que ellos están viviendo, admitámoslo, a nosotros no nos tocó. Nuestra infancia tuvo menos sobresaltos.

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