También son una familia

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Seguramente del décimo aniversario del Rey lo que más nos sorprendió no fueron las valoraciones de los políticos, esperadas, sin sorpresas, quizás únicamente la “frialdad” con la que habló el socialista Patxi López, pero el resto en la línea de lo que podíamos esperar. Ni siquiera la sorpresa que las hijas del Rey le prepararon a su padre fue lo que más llamó la atención. Lo que más brilló el miércoles es la sensación de que, por encima de todo, son una familia, unos padres que han procurado estar cerca de sus hijas y unas hijas que, además de saber y entender qué supone la institución, son simplemente hijas.

Cómo se miran, la complicidad de sus gestos, del padre con sus hijas, de las hermanas, ese estar pendientes los unos de los otros, no en las formas más protocolarias, sino en colocarse el pelo, lanzarse un beso con la mano, rozarse un poco antes de despedirse, susurrarse cosas y sonreírse… Las sonrisas dicen mucho de la gente, mucho. Cuídese de aquellos que no sonríen de forma espontánea, de aquellos a los que no se les dibuja una sonrisa en la boca cuando ven algo o a alguien al que quieren.

La cercanía y la calidez con la que se miraron el miércoles fue llamativa. La sorpresa armada por sus hijas, con la complicidad de la madre, es lo que en muchas familias se intenta hacer en un cumpleaños, en un aniversario: sorprender al agasajado. Sorprender a un padre que celebraba 10 años complicados, al frente de una institución que ha tenido que sobreponerse a la marcha del Emérito, a los ataques del independentismo y, ahora, también, de la recién llegada extrema derecha.

El miércoles, por un momento, dejaron de ser monarcas para pasar a ser simplemente padres y, ellas, simplemente hijas. Y, seguramente, sin pretenderlo, acercaron la monarquía mucho más de lo que pretendieron

El miércoles, el propio Rey quiso hablar sobre esto. No es habitual escucharle en una entrevista, verle contestar a las preguntas de los periodistas pero el miércoles hizo una excepción con los compañeros de Informe Semanal. Habló abiertamente de esas críticas, aceptó que no es posible gustar a todo el mundo y reivindicó el trabajo que hace desde la más absoluta vocación.

Hace 10 años que no se pregunta en el CIS por la monarquía. Hace tiempo que ese melón se ha dejado madurar, reposar. No estaba el horno para bollos y sigue sin estarlo. Quizás ahora tampoco sea el mejor momento con la política instalada en las trincheras y la desconfianza mutua. Con el independentismo comparando a Felipe VI con Franco o con la ultraderecha cuestionando a un rey que hace las labores que la Constitución recoge que tiene que hacer nuestro rey. Es decir, con una ultraderecha pidiendo al jefe del Estado que se salte la Constitución.

Así estamos. Celebrando una institución formada por una familia. Que ha tenido, en el pasado, luces y sombras pero que, ahora, la que está, a la que le toca tomar las riendas, rema contra corriente demasiadas veces. El miércoles, por un momento, dejaron de ser monarcas para pasar a ser simplemente padres y, ellas, simplemente hijas. Y, seguramente, sin pretenderlo, acercaron la monarquía mucho más de lo que pretendieron.

Seguramente del décimo aniversario del Rey lo que más nos sorprendió no fueron las valoraciones de los políticos, esperadas, sin sorpresas, quizás únicamente la “frialdad” con la que habló el socialista Patxi López, pero el resto en la línea de lo que podíamos esperar. Ni siquiera la sorpresa que las hijas del Rey le prepararon a su padre fue lo que más llamó la atención. Lo que más brilló el miércoles es la sensación de que, por encima de todo, son una familia, unos padres que han procurado estar cerca de sus hijas y unas hijas que, además de saber y entender qué supone la institución, son simplemente hijas.

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