¿Admirable, señora Aguirre?

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Alguien podría pensar que poner los focos sobre Esperanza Aguirre es pecar de centralismo o madrileñismo, cuando las elecciones del próximo domingo afectan a trece comunidades autónomas y a los 8.122 ayuntamientos de toda España. Aguirre representa mucho más que la candidatura del PP a la alcaldía de Madrid: su falta de respeto a la ciudadanía es ejemplo de una forma de entender la política que incluye la confusión permanente entre lo público y lo privado, practicada sin pudor, con una especie de convicción de que su cacareado liberalismo consiste en que lo suyo es suyo, y lo que es común, también.

De otro modo cuesta entender el desparpajo con el que esta señora despacha las informaciones sobre los negocios y actividades de su marido al tiempo que se permite exigir explicaciones a otros candidatos sobre lo que hacen sus cónyuges. “Mi marido es absolutamente admirable”, espetó este lunes Esperanza Aguirre al reportero Gonzo, del programa El Intermediode La Sexta, cuando este le preguntaba por las gestiones privadas que Fernando Ramírez de Haro realizó con empresas que dependen de la Comunidad de Madrid. Lo cual equivale al célebre “manzanas traigo” de quien se niega a explicar a dónde va.

Al margen de que Fernando Ramírez sea o no “admirable” como esposo, como conde, como abuelo, como jugador de golf o de mus, lo que Aguirre está obligada a aclarar como candidata a alcaldesa y como expresidenta de la comunidad de Madrid es lo siguiente:

- ¿Le parece también admirable que su marido actúe como lobista para una sociedad privada (Herrero y Asociados) realizando gestiones con empresas que dependen directa o indirectamente de la Comunidad de Madrid? (Por ejemplo Telemadrid, la Universidad Politécnica o Ifema).

- ¿Le parece admirable que su marido se lleve una comisión del 10% por “asesoramientos en tareas comerciales y promocionales”, pese a que en ningún rincón de su biografía figuren conocimientos o experiencia en patentes o asuntos de propiedad industrial, que son los servicios que ofrece Herrero y Asociados?

- ¿Le parece admirable que su marido coloque productos de sus empresas familiares a establecimientos hosteleros ubicados en sedes de instituciones como el Congreso de los Diputados o la Asamblea de Madrid y que dependen de adjudicaciones públicas?

- ¿Le parece admirable que la empresa adjudicataria a la que coloca Fernando Ramírez sus productos pertenezca a Arturo Fernández, buen amigo suyo y donante generoso de Fundescam, aquella fundación del PP madrileño que hacía a su vez pagos a empresas de la Gürtel por organizar actos de la campaña electoral del tamayazo que precisamente la aupó a usted a la presidencia de la Comunidad de Madrid?

Es muy probable que todo esto le parezca a Esperanza Aguirre digno de admiración, a juzgar por lo que hasta ahora ha comentado acerca de otras informaciones documentadas también por Manuel Rico en infoLibre:

- ¿Que la principal empresa de su marido, y de la que ella misma fue accionista, incumple durante siete años seguidos la obligación legal de presentar cuentas en el Registro Mercantil? Eso es un simple “defecto administrativo”.

- ¿Que dos empresas de su marido se han embolsado en ocho años 2,5 millones de euros en subvenciones de la UE, después de haber criticado ella tanto a quienes viven de “subsidios, subvenciones y mamandurrias”? Tonterías. Para darse la razón a sí misma y al “defecto administrativo”, sostiene que su marido es subvencionado “porque está al corriente de los pagos con Hacienda y la Seguridad Social”. (Como si el resto de los humanos, empresas, sindicatos u ONG receptores de “mamandurrias” no tuvieran las mismas obligaciones).

- ¿Que la supresión del Impuesto de Patrimonio decidida por el gobierno de Esperanza Aguirre le ahorró a su marido el pago de 60.000 euros anuales? Bobadas: “no beneficia a mi marido, sino a la ley”, porque el Impuesto sobre el Patrimonio es “confiscatorio”. (Así que todas las demás comunidades autónomas, que no han eliminado ese impuesto, están incumpliendo según Aguirre los preceptos constitucionales que prohíben tributos “confiscatorios”).

A Esperanza Aguirre le encanta presumir de una exquisita educación anglosajona, así que no cabe pensar que cuando dice “admirable” quiera decir “sorprendente”, como les pasa a alguna folclórica y a algún concursante de Gran Hermano. Desde luego sorprende la desfachatez con la que Aguirre sigue burlándose del derecho a la información de los ciudadanos. Este mismo lunes, preguntada en la Cadena SER por las medidas que tomaría contra la corrupción para evitar que se le “cuelen” tantos talentos de la cosa como hasta ahora se le han colado en sus equipos, Aguirre proclamó que la medida más eficaz es “un gran portal de la transparencia donde se dé cuenta hasta del último euro del gasto público”. Lo sorprendente es que al entrevistador no le diera un ataque de risa, y más aún que no le recordara a la señora que el candidato socialista lleva varios días pidiéndole que haga pública su declaración de la renta.

Por un ejercicio de transparencia, y por un mínimo respeto a los electores, va siendo hora de que Esperanza Aguirre deje de alternar los silencios y las burlas y explique un cúmulo de datos que, como ella misma dice, en su admirada Gran Bretaña la habrían obligado ya a retirar su candidatura.

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P.D. No sólo en Gran Bretaña sino en cualquier otra democracia "homologable", los demás candidatos y candidatas a la alcaldía de la capital estarían exigiendo cada minuto de esta campaña que Aguirre aporte las explicaciones oportunas ante la información que viene desvelando infoLibre.

Alguien podría pensar que poner los focos sobre Esperanza Aguirre es pecar de centralismo o madrileñismo, cuando las elecciones del próximo domingo afectan a trece comunidades autónomas y a los 8.122 ayuntamientos de toda España. Aguirre representa mucho más que la candidatura del PP a la alcaldía de Madrid: su falta de respeto a la ciudadanía es ejemplo de una forma de entender la política que incluye la confusión permanente entre lo público y lo privado, practicada sin pudor, con una especie de convicción de que su cacareado liberalismo consiste en que lo suyo es suyo, y lo que es común, también.

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