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Sé una mala persona en Twitter: el Filtro Echenique

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Soy consciente de que le debo bastante dinero a las redes sociales. Que me han servido para promocionarme, que me han aportado en mi trabajo y que, en líneas generales, me han venido bien en cuanto a lo de ingresar dinero en mi cuenta corriente. También que me valen para divertirme, para ayudar a gente que me lo pide y para informarme, incluso. No se tenga este texto como una enmienda a la totalidad, porque no lo es. Pero creo que hemos llegado a un punto en el que me he dado cuenta de que solo siendo una mala persona puedo sobrevivir en las redes sociales.

Nunca contesto. Sé que es injusto, pero tampoco creo que los cimientos de la democracia se tambaleen si no respondo a José Luis, de Almería. Bloqueo automáticamente a toda persona con un mínimo atisbo de contrariarme y, lo más freak, lo hago con gente que jamás se ha dirigido a mí. Suelo ir a los tuits de Pablo Echenique, miro las respuestas y básicamente bloqueo a todo el que se dirige a él. Que no es que yo le tenga una especial admiración a Echenique, pero concita el odio de tanta gente que me cae mal que me sirve para hacer la criba. Yo lo llamo el Filtro Echenique. Es bastante efectivo.

¿Por qué bloqueo y no silencio? Porque no se trata solamente de que yo no lea cosas que no me gustan, es que además no quiero que mi cuenta sirva de altavoz a esos comentarios. ¿Quieres ponerme a parir o decir cosas que no me gustan? En tu cuenta. Deja la mía. Si yo un día estoy sentado en una cafetería y te sientas en mi mesa a decirme que estás a favor de los impuestos regresivos, a mí de verdad que me parece estupendo que lo pienses; que me lo digas a mí, ya me genera dudas, pero vale; pero, sobre todo, levántate de mi mesa y siéntate en otra. Si resulta que desde mi mesa te oye más gente y por eso quieres estar aquí, pues ya lo siento, pero es mía. Si bloqueas, no pueden comentar en tus tuits. Y si José Luis de Almería, con 76 seguidores, no le llega a mucha gente y quiere mis 350.000 para hablarnos de lo mal que le cae Yolanda Díaz, pues que se lo relate a sus 76 fieles followers. Es el mercado, amigo.

¿Es una actitud soberbia? Lo es. ¿Me preocupa que lo pienses? Pues la verdad es que sí, pero creo que yo me merezco disfrutar de las redes sociales. Si no las considerara fundamentales para mi trabajo no las tendría, pero, aun así: ¿por qué me tengo que llevar yo un mal rato si me lo puedo evitar? ¿Acaso me sentiría culpable por darme media vuelta cuando me acerco a algo en la calle que no me hace sentir bien? No. Pues en redes tampoco.

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¿Significa eso que desprecio profundamente a la gente a la que bloqueo? No. Simplemente, no quiero mirarles ni que me miren. ¿Debes ofenderte muchísimo cuando lo hago? Yo no lo haría. Pero de verdad que siento si te ofende. Es más una actitud de displicencia que de indignación la mía. No, no me has hecho daño cuando te bloqueo, ni aunque lo pretendieras. No te flipes. Y si te flipas y lo tomas como un trofeo, pues con tu pan te lo comas. Para mí lo fundamental es que no voy a volver a saber de ti.

Sé que hay gente a la que le caigo bien o que me aprecia a la que le afecta esto o no le gusta. Lo siento muchísimo, de verdad, pero cuando tienes tantos seguidores, todo es muy complicado. Hasta ser fino. Y si hay gente a la que arrasa mi actitud injustamente, pues de verdad que me da pena, pero poneos en mi lugar.

¿Soy un sectario en redes? Sí. ¿No serlo me servía de algo? No. Me ibas a llamar sectario igual. De hecho, ya lo hacías.

Soy consciente de que le debo bastante dinero a las redes sociales. Que me han servido para promocionarme, que me han aportado en mi trabajo y que, en líneas generales, me han venido bien en cuanto a lo de ingresar dinero en mi cuenta corriente. También que me valen para divertirme, para ayudar a gente que me lo pide y para informarme, incluso. No se tenga este texto como una enmienda a la totalidad, porque no lo es. Pero creo que hemos llegado a un punto en el que me he dado cuenta de que solo siendo una mala persona puedo sobrevivir en las redes sociales.

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