Miguel Bosé no está bien, pero tú tampoco

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¿No fuisteis a ninguna de las charlas que se montaban cuando el 15M en la que acababais acercándoos a la fuente a echaros agua a la cara cuando surgía algún conspiranoico? Yo no es que fuera a muchas, pero percibí un alto grado de magufismo en ese laboratorio de la izquierda por entonces extraparlamentaria. Me sorprendió, la verdad, quizá porque nunca había sido muy militante ni había estado en círculos deliberadamente políticos. Pero desde ahí desperté a esa izquierda, que para mí es manifiestamente despreciable, que básicamente sabe todos los males del mundo y tú no. Es más: conoce planes de dominación mundial, vive bajo un cielo que le envenena, cree que la tecnología del móvil que llevan servirá para someterla como esclava y ahí los tienes, yéndose a la playa como tú y como yo en vez de construirse un refugio y turnarse para vigilar, pues cada día se acerca un poco más. Saben que el mundo se va a la mierda acosado por frentes de poder mundial que quieren saber sus datos para esclavizarlos y ahí están los tíos, comiéndose un Calippo en una terraza.

Quizá la única cosa buena que hemos sacado de esta pandemia es una traslación del magufismo a las filas de la ultraderecha, llevada al estrado por Vox, que ha llegado a nombrar el 5G y a Soros en sede parlamentaria, y a lo académico por el presidente de la UCAM, que ha afirmado que Bill Gates nos quiere implantar microchips en la vacuna del coronavirus en una conferencia en la que es una de las universidades más poderosas del país. En el fondo es mi sueño: todo eso que desprecio, que me producía una profunda incomodidad que se asociara a la izquierda, bajo el paraguas del fascismo-magufismo. A ver si la gente de derechas empieza a salir con camisas de manga corta y ya estamos todos.

El domingo hubo en Madrid una manifestación de gente que gritaba (y lo sé porque lo vi en su streaming, que eché mi buena hora) “¡Falsos positivos, falsos test!” De ello culpan al “Gobierno genocida”, con un lema que pone los pelos de punta a cualquiera: “¡Queremos respirar!” Un gobierno que no te deja respirar: Pol Pot a su lado es Teresa Rabal. Encabezaba a esa gente Miguel Bosé. El hombre que marcó mi infancia musical, pues mi hermana es su mayor fan y me sé todas sus canciones, había grabado un vídeo con las pupilas como dos galletas Oreo en el que reclamaba acudir a la concentración. Ha publicado tuits en los que afirman que "NOS ESTÁN MATANDO" (con mayúsculas, que mata más) y lleva, en general, un tiempo que está regu. Sería cómico si no escondiese: A) Un problema de salud mental evidente, desconozco el origen y la denominación del mismo, que supongo que está minando su día a día. B) Que mucha gente escuche lo que dice por su fama, porque es rotundamente verdad que el tirón de la gente que tiene popularidad es grande, y eso se puede usar para bien o para mal. Y C) Que se encuentra en plena disolución de una sociedad de compra de chiquillos que tuvo con una pareja suya, y que el día a día del reparto de las participaciones entre ambos seguro que está haciendo sufrir y marcando la vida de unas criaturas inocentes.

¿Miguel Bosé está mal? Está fatal. En fondo y forma. El vídeo en el que convocaba la manifestación, con un aspecto tremendo y unos ojos impactantes, jamás lo hubiera subido a ninguna parte un Miguel Bosé en plenitud. No por el contenido, sino por su propia imagen. Hasta ahí, supongo, llega su decrepitud y viaje vital, que le ha llevado desde ser uno de “los de la ceja” a la ultraderecha magufa. Vía Venezuela, por cierto, que se debe dar cabezazos contra la pared por haber apoyado a Zapatero y que ahora le pague así con Maduro.

Pero el problema que tenemos todos con Miguel Bosé es el equilibrio. Evidentemente no se puede dejar sin combatir que un hombre tan poderoso defienda lo que defiende, porque nuestra vida, literalmente, va en ello. Pero ahí hay un hombre con un deterioro grande que se merece la crítica y la mordacidad, pero creo que no el linchamiento. Más que eso, supongo, necesita ayuda. Y no puedo evitar pensar que esta columna no ha contribuido a ayudarle, pero espero que, al menos, sirva para que todos, yo el primero, nos repensemos cómo denunciar la cantidad de mierda que suelta por su boca.

¿No fuisteis a ninguna de las charlas que se montaban cuando el 15M en la que acababais acercándoos a la fuente a echaros agua a la cara cuando surgía algún conspiranoico? Yo no es que fuera a muchas, pero percibí un alto grado de magufismo en ese laboratorio de la izquierda por entonces extraparlamentaria. Me sorprendió, la verdad, quizá porque nunca había sido muy militante ni había estado en círculos deliberadamente políticos. Pero desde ahí desperté a esa izquierda, que para mí es manifiestamente despreciable, que básicamente sabe todos los males del mundo y tú no. Es más: conoce planes de dominación mundial, vive bajo un cielo que le envenena, cree que la tecnología del móvil que llevan servirá para someterla como esclava y ahí los tienes, yéndose a la playa como tú y como yo en vez de construirse un refugio y turnarse para vigilar, pues cada día se acerca un poco más. Saben que el mundo se va a la mierda acosado por frentes de poder mundial que quieren saber sus datos para esclavizarlos y ahí están los tíos, comiéndose un Calippo en una terraza.

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