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Muros sin Fronteras

Otro Bush no, por favor

Todo indica –pese a la pirueta del millonario Donald Trump- que vamos a tener que lidiar con un tercer Bush, este llamado Jeb, al menos durante la larga carrera hacia la nominación del Partido Republicano del próximo verano. Lo que pase después, en las presidenciales de noviembre de 2016, está aún por decidir.

El primero de los Bush, llamado George, fue vicepresidente de Ronald Reagan durante ocho años y presidente de EEUU solo cuatro por culpa de Bill Clinton, que lo derrotó en las urnas en 1992. No dejó un gran legado este Bush de aires patricios que pasó por todo el escalafón del poder, incluida la CIA. Al menos fue prudente en la Guerra del Golfo de 1991 y escuchó a sus asesores que le advertían de los riesgos de seguir hasta Bagdad y derrocar a Sadam Husein.

Su hijo George W. Bush tuvo como misión hacer bueno al padre, y lo logró con creces. Le tocó lidiar con el 11-S, que no era tarea fácil. Optó por hacer la guerra a los talibanes en Afganistán, violar su propia Constitución y varios convenios internacionales firmados por EEUU al declarar legal la tortura, el secuestro y retención de sospechosos en cárceles secretas sin derecho a abogado ni juicio, además de crear un limbo legal en Guantánamo. También decidió invadir Irak en 2003 y derrocar a Sadam Husein.

El escenario catastrofista que predijeron los asesores de su padre en 1991 se está cumpliendo en Irak, un país dividido en tres, inseguro y uno de los centros de poder del Estado Islámico, una organización que ha dejado a Al Qaeda en un juego de niños. El otro día le espetaron a Jeb que su hermano era el creador del ISIS, que es como llamábamos antes al Estado Islámico. Será algo que le persiga. También sus declaraciones a favor y en contra de la invasión. No parece tener un criterio que aguante dos entrevistas seguidas. Es como Zelig, cambia según su interlocutor.

Ahora nos llega el tercer Bush, Jeb, que era gobernador del Estado de Florida en 2000, algo que resultó de vital importancia para arrebatarle la presidencia al candidato demócrata Al Gore. Hubo un lío con el censo, las papeletas mariposa y varias irregularidades más, demandas, contrademandas, sentencias y contrasentencias. Mucho abogado y poca democracia. El caso es que ganó su hermano George W. por 537 votos. Quedó un hedor de pufo impropio de EEUU.

Este Jeb Bush vino a la España de José María Aznar, poco antes de la invasión de Irak, para vender las ventajas de nuestra participación en la llamada coalición: "Puedo asegurar a todos los que tienen sus dudas que a largo plazo esa relación dará beneficios que no se pueden imaginar ahora". También saludó al presidente de la Republica Española en lugar de saludar al rey o al presidente del Gobierno. Vistos los resultados le faltaba información en ambos casos.

Jeb Bush tiene el apellido y poco más, y que habla español. Ser Bush es casi tan aristocrático como ser un Kennedy, pero sin glamur. Su gestión en Florida no fue de las que enamoran. Será otro pozo de disgustos. También sus posiciones sobre inmigración.

El Partido Republicano se ha escorado mucho a la derecha. Desde hace siete años practica la obamafobia que, como he escrito con anterioridad, tiene tintes racistas. En ese escoramiento, Jeb es visto como un centrista, un tipo poco de fiar. Repite, de alguna manera, el esquema del millonario Mitt Romney, quien tuvo que radicalizar su discurso para ganarse adeptos. Romney entró en un terreno que le era ajeno en las formas y en el fondo, por eso se despeñó. Le sucedió lo mismo cuatro años antes a John McCain. Jeb Bush se va a calzar los mismos zapatos incómodos.

No es mi intención hablar de sus posibilidades, de si será o no elegido, si peleará contra Hillary Clinton en noviembre de 2016, si es ella la que sale nominada por los demócratas, que está por ver. Queda mucho, habrá tiempo de sobra para hablar de todo hasta la saciedad. Mi objetivo hoy es recomendarles algunos links que les permitan tener su propia opinión sobre Jeb y sus posibilidades.

Empecemos con un poco de equilibro. Jason Russell escribió en el Washington Examiner "Cinco razones por las que Jeb será el próximo presidente". Aaron Goldstein, es mucho más pesimista. Es lo que se deduce del texto publicado en The American Spectator: “Las cinco razones por la que Bush no logrará la nominación”.

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También les recomiendo este texto de Joan Walsh en Salon, que afirma que Jeb Bush es un pésimo político y explica por qué.

Jeet Heer se pregunta en New Republic por qué quiere ser presidente. Laura Reston, de la revista Forbes, escribe sobre su estilo de liderazgo, que califica de complejo: metódico, duro y a veces rígido.

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