A Mariano Rajoy le persiguió durante años aquella acusación infame que en mayo de 2005 lanzó en el Congreso contra el presidente Zapatero: “Usted traiciona a los muertos” (ver aquí). Aquello formaba parte de la estrategia decidida por el PP aznarista enfangado en las tesis conspiranoicas del 11M. De aquellos lodos procede el famoso “clima de crispación”, atizado de modo recurrente desde el lado diestro del tablero. Tuvo que llegar la derrota de ETA para que Rajoy pidiera disculpas (en privado) a Zapatero por aquella infamia.
A Alberto Núñez Feijóo le perseguirá durante mucho tiempo el giro político de los últimos días, con el que intenta desviar la clamorosa incompetencia de su compañero de partido Carlos Mazón en la gestión de la dana. Para embarrar la conversación pública y culpabilizar de todo al Gobierno central, ha llegado a lanzar una acusación que traspasa cualquier baremo de indignidad: “Hay que distinguir los errores humanos de los errores de falta de humanidad (...) Si la Generalitat valenciana estuviera en manos del partido del Gobierno, el comportamiento del Gobierno habría sido diferente” (ver aquí). Sostiene Feijóo, por tanto, que el Gobierno de Sánchez ha actuado en la gestión de la catástrofe de forma partidista, inhumana, sin que le importaran los muertos. Que Mazón tardara ¡más de doce horas! en ordenar la alerta roja desde que los meteorólogos advirtieron del máximo riesgo es, en el peor de los casos, un “error humano”. Pero lo del Gobierno central negándose a quitarle a Mazón la autoridad en la comunidad que preside es “inhumano”.
No nos enteramos de nada. Y eso que era bien sencillo. A la vista de cómo se han gestionado las alertas ante la segunda dana de estos días, bastaba con que lo que ha hecho Moreno Bonilla en Andalucía lo hubieran ejecutado en Valencia… Pedro Sánchez o Teresa Ribera. Esta es la disparatada teoría de Feijóo. Que dimitan Sánchez y Ribera por su “falta de humanidad”, por no quitarle el mando al inútil de Mazón (al que ahora Feijóo además defiende aunque cometiera errores “humanos”).
Creo no exagerar un milímetro al considerar las maniobras protagonizadas por Feijóo en España y Bruselas en los últimos días como la campaña más mezquina, repugnante e irresponsable desde la que desató el aznarismo (político y mediático) tras los atentados del 11M. Basa Feijóo la acusación de “inhumanidad” a Sánchez en la manipulación descarada (y cacareada en cada debate de las últimas dos semanas por tertulianos en comisión de servicio) de una declaración que nunca leen completa. Dijo Sánchez a las pocas horas del diluvio: “El Gobierno central está listo para ayudar. Si necesita más recursos, que los pida. No hace falta priorizar entre unos municipios u otros ni jerarquizar tareas; se prioriza cuando faltan medios, y ese no es el caso (...) Las autoridades valencianas conocen el terreno mejor que nadie; saben lo que hay que hacer y, si no tienen recursos suficientes, que los pidan de nuevo a la Administración General del Estado” (ver aquí). Lo que era una declaración pública de cooperación máxima y solidaridad, sin un solo reproche a la desaparición escandalosa de Mazón (ya habrá tiempo), fue reconvertido por las derechas parlamentarias, audiovisuales y escritas en un lapidario y chulesco “si necesitan algo, que lo pidan”. Y me fumo un puro.
¿Era esta la forma de volcarnos “juntos” en reconstruir Valencia y ayudar a las víctimas? Siempre igual: el Prestige, el Yak-42, el 11M, las residencias de Madrid… Tapar, mentir, desviar la atención, difamar
En una de sus primeras intervenciones públicas tras el diluvio, Feijóo aseguró que había estado desde el día anterior (lunes, 28) “informado en tiempo real” por Mazón de todo lo que iba ocurriendo (ver aquí). Todavía no ha explicado Feijóo (ni le preguntó Susanna Griso) qué fue exactamente lo que le transmitió Mazón mientras consideraba innecesario alertar a la población, y por supuesto debería explicar el presidente del PP qué fue lo que él mismo le iba respondiendo a Mazón cuando le escuchaba “en tiempo real”, no sabemos si incluyendo las casi cuatro horas que pasó el presidente valenciano en el restaurante El Ventorro cuando ya media Valencia empezaba a anegarse.
En el colmo de la miseria política, y a la vista de que el “relato” del PP sobre la dana y la responsabilidad del Gobierno central por no declarar la emergencia nacional no terminaba de calar, Feijóo decidió este martes cambiar de estrategia y lanzar todos los dardos contra Teresa Ribera, no tanto por ser ministra de Transición Ecológica como por el hecho de que estaba a punto de ser ratificada como nueva número dos de la Comisión Europea que presidirá Úrsula Von der Leyen, correligionaria de Feijóo en el Partido Popular Europeo. Conviene recordar que los 27 nuevos comisarios (y los seis vicepresidentes) son fruto de un acuerdo frágil entre populares, socialistas y liberales para evitar que la ultraderecha antieuropeísta meta sus sucias manos en el gobierno de la UE. Bien, pues Feijóo ha demostrado que, con tal de desviar los focos desde la negligencia evidente de Mazón a una Teresa Ribera cuya responsabilidad en la gestión de la catástrofe es prácticamente nula, es capaz de poner en riesgo ese acuerdo y dinamitar la nueva Comisión. Todo ello con la colaboración del inefable Manfred Weber, eterno enemigo de Von der Leyen, partidario de alianzas con la extrema derecha y encantado de utilizar las exigencias de Feijóo en provecho propio para remover el suelo bajo los pies de la dirigente alemana.
Las barbaridades y mentiras que ha habido que escuchar en el Europarlamento de boca de Dolors Monserrat, Jorge Buxadé y algunos espontáneos extremistas de otras latitudes (incluidos negacionistas del cambio climático) provocarían carcajadas si no fuera porque la tragedia que están utilizando se ha cobrado más de doscientas víctimas. Esta panda de “patriotas” tiene boquiabiertos a colegas conservadores europeos… pero demócratas. Porque esta es la clave del escándalo que Feijóo ha trasladado a Bruselas. Se trata de un movimiento más en el indefinido intento de “acabar con este Gobierno lo antes posible… con todos los medios a nuestro alcance”, como confesó Miguel Tellado (ver aquí).
Ya nada se puede descartar en estos tiempos políticos y mediáticos tan veloces como nauseabundos. Pero Feijóo se la está jugando en Bruselas. Si no logra cargarse a Ribera, y con ella un gobierno de demócratas en la UE, su fracaso será bochornoso y dejará tocada (aún más) su solvencia política. Si él y su colega Weber consiguen romper el pacto plural y poner la alfombra al extremismo de los Orban, Le Pen y compañía, Feijóo habrá dejado claras sus prioridades. ¿En serio chantajea con la condición de que si Ribera fuera imputada por la dana tendría que dimitir? Como si a estas alturas no conociéramos ya que algunas entidades acusadoras y algunos jueces estrafalarios están siempre en disposición de actuar como uno de esos “medios a nuestro alcance” para echar al Gobierno. Como sea, por ejemplo imputando a Ribera aunque todo quede en nada. (Claro que, si Ribera es imputada, Mazón merecería prisión permanente revisable).
Hará falta tiempo, y hablar y escribir muy claro, para determinar quién hizo qué y quién no hizo nada para prevenir el desastre de la dana. Y de paso, para definir la “humanidad” de cada cual y también su talante democrático. ¿Era esta la forma de volcarnos “juntos” en reconstruir Valencia y ayudar a las víctimas? Siempre igual: el Prestige, el Yak-42, el 11M, las residencias de Madrid… Tapar, mentir, desviar la atención, difamar. Un catecismo inhumano.
A Mariano Rajoy le persiguió durante años aquella acusación infame que en mayo de 2005 lanzó en el Congreso contra el presidente Zapatero: “Usted traiciona a los muertos” (ver aquí). Aquello formaba parte de la estrategia decidida por el PP aznarista enfangado en las tesis conspiranoicas del 11M. De aquellos lodos procede el famoso “clima de crispación”, atizado de modo recurrente desde el lado diestro del tablero. Tuvo que llegar la derrota de ETA para que Rajoy pidiera disculpas (en privado) a Zapatero por aquella infamia.